Rostros migrantes en las calles de la Ciudad de México

Por Lucero Mendizábal

Los pasos andados deambulan en todo rincón del mundo. Miles de rostros se han mezclado unos con otros provenientes de orígenes variados. Desde que el ser humano dejó la vida sedentaria el movilizarse a formado parte de la historia de nuestro tiempo por la Tierra. Migrar no sólo es un derecho, migrar hoy día se ha vuelto una necesidad. Se migra por hambre, por guerra, por violencia, por reunión con la familia. Existen tantos motivos como personas y en el fondo una gran violencia estructural que impulsa a decir adiós o un hasta pronto en busca de una vida digna en la que se pueda realizar sino un sueño sí el arte de vivir. Sin embargo, se encrudecen las leyes, las reglas y toda norma cuando se habla de transitar por otro suelo que no es el de origen de nacimiento. Es así como miles de migrantes centroamericanos y sudamericanos en un desafío frente a lo que viven, retan toda frontera geopolítica interpelando con su actuar a lo que resulta un agravio contra el buen vivir y la dignidad. En su camino atraviesan una serie de obstáculos y peligros que incluso les llevan a perder la vida. Son rostros con nombre, son cuerpos con historia, son sueños coartados en medio de una crisis global.

Como parte de una invitación a reflexionar y a hacer un ejercicio de empatía con lo que otras personas viven al migrar, se inauguró el pasado miércoles 16 de octubre la exposición “Viajes invisibles: protejamos sus derechos”. La cual se podrá visitar hasta el día 19 de enero en el Centro Cultural de España en la calle de Guatemala #18 exhibiéndose en las rejas de la Catedral Metropolitana sobre la misma calle. Este espacio forma parte de la acción continua de este centro cultural en el ámbito de la cultura de Paz y cuyo objetivo es promover desde la cultura principios y valores para la construcción de una sociedad más justa e incluyente indica el comunicado de prensa.

Durante una mesa en la que participaron Ana Enamorado de Honduras, quién busca a su hijo Óscar Enamorado desaparecido en México, Andrea González del colectivo “Ustedes somos Nosotros”, Ana Tomé directora del Centro Cultural España, Perseo Quiroz director de Amnistía Internacional y Nancy Gocher integrante de ONGeros Tv quién fungió como moderadora se inauguró la exposición.

Andrea González habló de la situación de vulnerabilidad que enfrentan a diario las centenas de migrantes que cada día intentan atravesar por México. Señaló algunas de las vejaciones por las que han atravesado quiénes osan ofrecer apoyo y auxilio a las personas migrantes “Somos una piedra en el zapato” aludiendo a los espacios que funcionan como albergues, comedores y a los esfuerzos que nacen desde la comunidad, desde la sociedad civil. Habló del caso en el comedor/albergue del cuál ha sido integrante e impulsora en San José Huehuetoca, estado de México y los últimos eventos que se registraron en el que se sustrajeron a tres personas de sus instalaciones (17 de junio 2013), así como una serie de disparos contra la puerta y anuncio del mismo espacio (21 de julio 2013). Ese mismo 21 de julio 3 migrantes denunciaron ser correteados con disparos por un grupo de personas indica un comunicado de Amnistía Internacional[1] Agregó que “no hay voluntad política para garantizar la seguridad de los migrantes”. Por último, exhortó a que la sociedad mexicana se involucre en la defensa de las personas migrantes pues “somos un país de migrantes, se necesita una empatía básica ya que lo que ocurre sucede en nuestro territorio”.

Ana Enamorado, habló de su lucha en la búsqueda de su hijo Óscar, quién desapareciera en el estado de Jalisco en el 2010, afirmó “Puse mi denuncia ante la Procuraduría General de la República en febrero pasado. El caso se encuentra con la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos, pero no están investigando adecuadamente. Sólo han enviado algunos oficios, pero me dijeron que el lugar donde desapareció mi hijo es muy peligroso y que no han investigado ahí”.

La muestra fotográfica es parte del trabajo de Amnistía Internacional con algunos albergues de migrantes: Jesús el Buen Pastor, en Tapachula, Chiapas, “La 72” de Tenosique, Tabasco, “Hermanos en el Camino” localizado en Ixtepec, Oaxaca y la Casa del Migrante de Saltillo, Coahuila.

¿Por qué es importante llevar este tipo de trabajos que difunden la problemática que viven las y los migrantes a la calle?

“Me parece que en primer lugar, es una manera de difundir la problemática a la que se enfrentan los migrantes al intentar cruzar nuestro país tratando de que la información a través de la fotografía llegue a mucho más personas más allá de espacios cerrados y donde un público específico podrá conocerlas. Por otro lado, creo que cualquier tipo de problemática social debe reflejarse en espacios públicos pues esto permite generar en la población en general una opinión sobre las cosas que suceden más allá de lo que se ve o se escucha en los medios masivos de comunicación. Al sacar las imágenes a las calles estás cobran un nuevo sentido pues se vuelven parte del espacio público y lo transforman, permiten la interacción directa de la gente con un pedazo de esa problemática y me parece que ayuda a generar empatía al ver reflejada junto a ti una realidad que tal vez creías que era muy ajena pero que al fin y al cabo es parte de nuestra realidad como sociedad”. (Andrea González)

Si bien es cierto que hay una serie de actividades y esfuerzos por diferentes actores para que las condiciones que viven los migrantes se conozcan es una lucha en la que la comunidad mexicana debería implicarse más porque nuestro pasado y presente ha vivido en carne propia las secuelas de la migración. Porque en nuestras familias, en nuestras comunidades, en los pueblos, en las ciudades se ha grabado en la memoria colectiva los recuerdos de quiénes están lejos o han dejado de estar, es un tatuaje que llevamos sobre nuestra propia piel y que existe y debe cobrar toda visibilidad. Porque una violencia contra otro ser humano debe ser tomada como una violencia contra nuestro propio ser y el día en que dejemos de dolernos frente al dolor del otro, bien podremos dejarnos de llamar humanidad.