2 de octubre: activistas acusados de delitos fantasma, denuncian tortura

Por Carolina S. Romero

Viejas y modernas formas de tortura incluyendo el uso de armas paralizantes han sido utilizadas contra algunos de los presos y presas políticas del 2 de octubre de 2013.

Tal vez muchas personas no saben que nueve activistas por los derechos estudiantiles en la UNAM y/o en los CCHs fueron detenidos antes de llegar a la marcha del 2 de octubre y acusados de ataques a la paz pública. O tal vez saben pero prefieren creer las calumnias difundidas en la prensa comercial (desgraciadamente no sólo en medios como el periódico La Razón) que tachan a estos jóvenes de vándalos y delincuentes.

En todo caso, hasta la fecha ninguna autoridad ha dado la cara para explicar cómo estos jóvenes podrían ser culpables de ataques que nunca ocurrieron. Dos mujeres y seis hombres que ya salieron bajo fianza siguen exigiendo una resolución absolutoria en este caso, la libertad de todos los presos políticos del 2 de octubre y en especial, de Mario González García, quien se encuentra en huelga de hambre en el Reclusorio Oriente.

A pesar de la obvia falsedad e injusticia del caso en su contra, las y los nueve activistas fueron sometidos a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes durante cinco días, tanto por los policías preventivos, granaderos y de investigación del Distrito Federal así como por los custodios de los penales. Sin embargo, las prácticas más crueles del poder no siempre logran su propósito de aterrorizar y paralizar a los movimientos, sino también, como dijo unos de los procesados,  pueden “enriquecer la furia y la rabia del pueblo para seguir luchando”.

Nota sobre armas de electrochoque: Parece que las armas paralizantes utilizadas en el operativo del 2 de octubre tal vez no eran del más alto poder y tampoco eran de los modelos más sofisticados fabricados por Taser International, pero Miguel Ángel Mancera se ha empeñado en dotar a los cuerpos policiales del D.F. con armas de electrochoque desde 2008 cuando era el procurador eneral de Marcelo Ebrard, mientras Manuel Mondragón y Kalb, ex jefe de la SSP-DF ahora institucionaliza su uso a nivel federal a través de la Comisión Nacional de Seguridad.

En vista de la dolorosa historia de la tortura en México, tal vez parece que estamos hablando de juguetes de niños. A final de cuentas, la tortura por choque eléctrico no es nada nuevo, como se ha documentado en mil informes y la excelente película de Costa Gavras, Estado de Sitio.  Sin embargo, el hecho de que cualquier sádico en uniforme o, si quieren, cualquier oficial bien capacitado, tenga a la mano  un aparato apto para asesinar, infligir extremo dolor, humillar y provocar irremediable daño a los nervios, nos lleva hacia un drástico aumento de la tortura en México.

En Estados Unidos, donde estas armas se usan ampliamente en las prisiones, barrios y carreteras en contra de gente indefensa,  798 personas han muerto por su impacto desde 1983, y otras 29 en Canadá.

Uno de los casos mejor conocidos es el del migrante Anastacio Hernández Rojas, originario de San Luis Potosí, golpeado y tased por 20 agentes de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos cerca de  la frontera con Tijuana el 28 de mayo del 2010.  Otro es el del grafitero Israel “Reefa” Hernández, asesinado por 30 policías de Miami Beach el pasado 5 de agosto. Después de estar sorprendido pintando una pared a las 5 de la mañana, el artista corrió, los policías lo alcanzaron, le dispararon en el pecho con una stun gun (arma paralizante), y se rieron y chocaron manos mientras Reefa caía al suelo.

Desde 2007 el uso de armas de descarga eléctrica de alto voltaje es considerado una forma de tortura por el Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas (Informe del 63º período de sesiones). Amnistía Internacional también ha llamado a los gobiernos del mundo a imponer serias restricciones al uso de Taser y otras armas paralizantes.

¿Cuáles eran los tratos recibidos por los jóvenes acusados de un delito que nunca ocurrió? 

Eric Leonel Aguilar Ruiz, José Ramírez Alcántara e Irene Pérez Villegas no se olvidan de las torturas que vivieron el 2 de octubre y en los días siguientes. En entrevista, hablaron de los actos criminales cometidos en su contra por policías y custodios. Tomemos en cuenta la siguiente definición de “tortura” al leer sus palabras:

Según la Convención contra la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes se entenderá por el término «tortura» todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia.

Irene: “Para ir a la marcha del 2 de octubre, yo tomé un camión de la línea verde en la estación Viveros que iba hacia Tlatelolco. Cuando subí ya hubo mucha gente –señoras, niños. Cuando llegamos a la estación Cinco de Mayo cierran la calle y nos dimos cuenta que era un operativo. Hubo tal vez 100 o 150 policías, una mezcla de los de uniformes azules, granaderos y policías de la investigación que se conocen como judiciales, los del Ministerio Público (MP).  Un policía se sube y empieza a buscar a ciertas personas”.

Eric: “Yo tomé el camión aquí en CU. Pago mi pasaje. Me siento en el último asiento del lado derecho. Lo único que llevaba era una grabadora de voz y dos boletos de metro y un poco de dinero. Entonces pues, yo me iba durmiendo. Cuando me desperté, se escuchaban las sirenas en el centro. Me imaginaba que ya estaban las persecuciones pero todavía no empieza la marcha. Lo que pasó es que interceptaron el camión donde iba. Se subió un policía. Lo primero que hizo fue recorrer a todos con la mirada y luego señaló a un chavo y le dijo que se bajara. Luego señaló a otro y a otro y a otro. Luego me señaló a mí. Bajaron a todos los chavos que viajábamos en ese camión. Los demás pasajeros eran adultos o niños o personas de la tercera edad”.

José: Un operativo de policías detiene el camión con la justificación de que se habían radiado que ahí iban unas personas atacando con petardos y explosivos dentro del camión, siendo esto totalmente absurdo porque el camión venía repleto y si se hubiera detonado un explosivo, se hubiera lastimado a unas personas ¿no? En el camión sube un policía y empieza a señalar a ciertas personas. Soy una de las primeras y dice: “Tú, bájate”. De ese momento empieza la actitud déspota por parte de las autoridades.

Irene: Cuando bajo me dicen que ponga mis cosas encima de la patrulla. Revisan mi mochila y lo que encuentran es un desodorante, unos cosméticos, una camisa y unos cigarrillos. También tenían la orden de revisarnos el cuerpo. Deben revisar por encima de la ropa, por encima del brasier y la pantaleta  pero  metió la mano para ver si llevaba drogas, según ella. Luego me dijo la policía que agarrara las cosas y que me fuera. Y cuando me iba, el policía que estaba en el camión le dice que no me deje ir porque ya habían encontrado otra mochila. Saca una mochila negra y la abre. Está llena de botellas de vidrio y dijo que esa mochila era mía. Les dije que no, pero me dijeron no te hagas la pendeja”.

Eric: Cuando nos bajan, nos llevan a los cofres de la patrulla y nos empiezan a revisar. Unos policías nos revisan las cosas y cuando acaban las revisiones, a mí me regresaron mis cosas y a otra compa también. Entonces nadie nos tenía agarrado y nos íbamos a ir al camión, pero en ese momento llegó otro grupo de policías y ellos sí a puro golpes. Eran granaderos. Nos agarraron, nos golpearon, nos aventaron otra vez a los cofres. Nos volvieron a revisar, pero esta forma de revisión fue completamente violenta. Golpearon a todos. A mí sí.

José: Me bajan, me ponen las manos sobre la cabeza. Yo llevé mi mochila y empiezan a revisar mis bolsas, mis cosas personales, los tenis y me abren mis piernas para que me revisen la entrepierna. Me revisan todas las partes del cuerpo y me dicen que no tengo nada, pues, que me suba.  En eso, yo quiero hacer una denuncia también de que la comandante o alguien que venía en las patrullas que se llamaba Karina, dice “No no no, que no se suba, que regrese”. En la radio se escucha “aquí tenemos los R9, los R9. Necesitamos once de los R9”. Tenían órdenes de aprehender a once personas.

Irene: La primera que le suben a la patrulla es a mí y le digo al policía que iba manejando que no tenía motivo por llevarme y pregunto cuales eran los delitos,. Él me dijo que eso lo íbamos a ver en el Ministerio Público. Dijo que nos iban a llevar a la Agencia #4 en la Cuauhtémoc. Alcancé a llamar a mis familiares para decirles que me habían detenido cuando ni siquiera había llegado a la marcha y que nos iban a llevar a la Agencia 4.  Pero un policía  me escuchó. Tal vez por eso cambiaron la ruta.

Eric: A la mayoría nos golpearon con las manos y los pies pero vi que a algunos los pegaron con los toletes y escudos. A mi me golpearon en la espalda, en las piernas, en los brazos, en la cabeza cuando nos estaban deteniendo. Para abrir las piernas o para pararnos, nos daban golpes con sus botas de granaderos. Yo estaba al lado de Jorge Mario González García, quien ahora está preso, y un policía con su tolete nos hace una llave, de hecho, en ese momento es cuando  le luxan el brazo a Mario con el tolete. A Mario también lo golpean con el tolete.  Después nos suben a las patrullas y en este momento éramos cuatro personas incluyendo a Mario. Estaba a la orilla. Saca su celular para marcar por teléfono y en ese momento un granadero desde afuera abre la puerta y se lo arrebata con la mano.

José: El primer grupo de policías eran de los azules, de patrulla, los del Corredor. En seguida llega el segundo grupo que es un grupo de granaderos con todo su equipo y nos golpean brutalmente y nos revisan nuevamente con lujo de violencia con agresión verbal y física. Ellos ya estaban replegados en una calle. Nada más los llamaron y corrieron hacia nosotros y nos empezaron a revisar. Me percaté que a algunos de los compañeros les hacían una llave con los toletes o los golpeaban con las manos. Me ponen la cabeza contra la patrulla y como tenía el pelo largo,  me la agarran y azotan la cabeza tres veces contra la patrulla.

Eric: Yo vi a una chava que vio las detenciones cuando apenas nos bajaron y nos encapsularon para revisarnos, ella lo grabó con su celular y le dijo a uno de los chavos que diera su nombre y que diera un teléfono para contactarse. En ese momento, a ella la agarran también. Y a ella sí la golpean mucho porque empezó a gritar y defenderse porque le querían quitar su celular. Yo la vi bien. Estaba llorando todo el tiempo.

Irene: La gente en la calle vio los empujones, jaladas de pelo, detenciones y estaban preguntando qué pasa aquí. Salió una chava de un Seven con su novio y pregunta por qué nos están deteniendo. Y le dicen que no se meta porque la van a subir. Y la chava dice que esto no se vale, que los va a denunciar y también la suben juntoconmigo ¿no? A su novio lo mandan a otra patrulla. Después de eso, como la gente andaba grabando y preguntando qué onda, nos llevan hacia Tepito. Hubo mucho tráfico y como eran 10 o 15 patrullas, hacen como un operativo para dejar un carril libre. Nos llevan ahí en frente del mercado de Tepito y nos vuelven a bajar. Ahí empieza la agresión física un poco más fuerte. La gente piensa que nos habían agarrado desde la manifestación o que habíamos hecho algo porque los policías abren las mochilas en frente a la gente para que vean las botellas y piensan que bueno que los agarraron ¿no?

José: Yo me percaté que ahí en Tepito golpearon muy fuerte a las personas. Nos llevan con las esposas demasiado apretadas. Les dijimos que se aflojen las esposas por favor porque se nos apachurraban demasiado y ellos dicen que no pueden hacer eso. De hecho, tengo una marca en la mano que está visible todavía que viene de las esposas.

A uno de los compañeros le habían dado toques eléctricos en el antebrazo y venía muy adolorido del brazo. Venía quemado. Se veía morado su brazo. Cuando a mí me pasaba la máquina de toques por el brazo era como un roce. Me di cuenta que iba dirigida a otra persona. Lo sentí como un toque de un alambre o un cable de luz, pero que quema y adormece el músculo. No tenía fuerza en ese momento para mover la mano. Y eso era nada más un rozón. Yo veo como a mi compañero le dejan la máquina un rato en su brazo y luego él no puede mover la mano.  Hasta después cuando estábamos en la MP dijo que no podía mover los brazos, que perdían fuerza.

Eric: En el momento que me subieron a mí a la patrulla,  me suben a patadas con sus botas. Yo me iba a subir. Para ese entonces yo ya estaba esposado. Me esposan al final de la revisión. Y al final un granadero se acerca a mí y me da un golpe en el estómago y me dice que es el recuerdito.

En la patrulla iba con los otros tres compañeros que ya  los habían golpeado. A un compañero le dieron choques eléctricos en las costillas y como tenía un piercing en el pezón, se lo arrancaron. Hubo insultos más que nada verbales. Humillaciones. Los demás policías que nos veían desde afuera nos gritaban, nos decían cosa y media, groserías, que éramos los desmadrosos y que nos habíamos ganado una madriza.

Irene: Ahí me alcancé a percatar que estaban golpeando a los chavos con los puños y toletes en los antebrazos, en las piernas, en la nuca. Vi a un compañero que se llama José Mario y como azotaron su cabeza en la patrulla y también como a otro chico de cabello largo igual.  Le volví a decirle a la policía que me había detenido que me dijera cuales eran mis delitos y por qué me estaban llevando, porque era una detención arbitraria. Y me dice, “Cállate culera”. Escuché  que la policía tenía la orden de detener a once personas. Eran nueve los primeros que agarraron y con la detención de la chava y su novio en el 7, completan la orden.

En este momento nos esposan y pensé que nos iban a llevar a la Agencia 4 pero ya me di cuenta que cambiaron la ruta. Alcancé ver que nos estaban llevando por la Avenida Zaragoza. Bajaron por Iztapalapa y se detienen ahí en el centro de Iztapalapa.  Ahí en frente está un Ministerio Público.  A mí me molestaba porque yo había avisado a mis familiares que nos iban a llevar a la Cuauhtémoc y estuvimos ahí incomunicados. Al principio, todos habíamos llevado celulares, un poco de dinero pero nos quitaron todo, todo, todo. Entonces nadie sabía donde estábamos.

Todavía estábamos esposados y en la patrulla hubo un chico que tenía claustrofobia. Estábamos muy apretados y cerraron las ventanas. El chavo empezó a ponerse mal y tocó la ventana para que pudiera respirar. Nos dejaron ahí 30 o 40 minutos debajo del sol. Parece que les dijeron que no hubo espacio en el Ministerio Público ahí o por algún motivo les dieron otra orden porque empezaron a llevarnos a otro lugar. Yo volví a preguntar a dónde nos llevaban y dijeron si no dejáramos de chillar nos iban a llevar al centro de Policía Federal. Nos pasaron por ahí pero luego dieron vuelta y nos llevaban a la Agencia 44, también en Iztapalapa. Ahí nos bajan.

José: Desde Tepito nos llevan a Iztapalapa y nos dejan ahí en la patrulla en la explanada como media hora en el sol. Hacía mucho calor y teníamos mucha sed. Todavía estábamos esposados. Luego los patrulleros nos llevan a la Agencia del MP 44 ahí por Cabeza de Juárez en Guelatao. Ahí nos bajan, nos presentan, pero siempre con la violencia en el habla de “estos perros”, “esas mierdas, hay que romperles su puta madre” “ya les tocó bailar en la verga”, este tipo de expresiones por parte de los policías. Ya nos meten en un cuarto. Algunos compañeros argumentaban que necesitaban un medicamento. Un compañero necesitaba algo porque tenía ataques de ansiedad pero se lo niegan. También decíamos que necesitábamos agua porque nos habíamos deshidratado en todo el camino y nos niegan el agua. Luego burlonamente ellos pasan enfrente de nosotros tomando agua y no nos dan un sorbo.

Eric: En el momento en el que nos llevan las once personas al MP, pues ahí empieza otra vez. Nos llevan a un cuarto y nos tienen paralizados. No nos dejan mover. Nos decían que a fuerza teníamos que estar sentados. No  podíamos movernos, no podíamos hablar, no podíamos hacer nada.

Estuvimos con las manos esposadas, como unas seis horas. A un compañero se le pusieron moradas las manos porque les apretaron al máximo y como tenía las manos atrás les dijo a los policías si no las podrían aflojar porque ha estaban morados sus manos y ya no las sentía, pero no le hacían caso.

Irene: Nos meten en una sala de espera y luego toman fotos de tatuajes, señas particulares, cicatrices. También toman las huellas digitales. Manifestaron que por llevar tatuajes, nosotros pertenecíamos a una secta. Entraron policías que supuestamente nos habían detenido pero no los habíamos visto antes. Ahí en la sala de espera, pedimos ir al baño porque llevábamos 4 horas dando vueltas  y nos dijeron que nos darían permiso después. Luego nos pasaron por el médico legista, quien vio todos los golpes que teníamos. El compañero Mario llevaba el codo dislocado o luxado y el médico legista lo vio. También vio las marcas de los toques eléctricos que les habían dado a varios chavos incluyendo al compañero Mario quien tenía el brazo morado y las marcas de esas máquinas.  Vio también  cómo habían arrancado un piercing del pezón de un chavo. El médico vio todo pero no registró nada en sus apuntes.

José: Luego nos presentan con supuestamente lo que traíamos en unas mochilas que yo en lo personal desconozco. Nos separan entre hombres y mujeres en las galeras. Nos hacen exámenes toxicológicos. Y en el transcurso somos golpeados. O por ejemplo, si hacíamos algún ruido, si nos reíamos,  porque ya después de tanto tiempo nos platicábamos, entraba un judicial o alguien supuestamente encargado de nuestra seguridad y nos golpeaba y nos ofendía y luego se quedaba viendo el futbol. Y cada vez que nos sacaban, nos sacaban esposados.

En el servicio médico si hacíamos una denuncia, no nos revisaban. Yo llevaba fiebre, 39° de temperatura porque tenía una infección en la garganta y no me querían atender. Mis familiares metieron una queja para que me dieran una inyección, pero me la ponen en la puerta de la galera parado y así de putazos para que me doliera más. De hecho, tengo lastimada la pierna, Por la inyección que me pusieron salgo rengueando.

Nos negaron el alimento. Hasta en la madrugada nos lo dieron. También nos negaron el agua. Nos negaron el servicio de baño. El baño donde estábamos ya no servía. Estaba tapado. Y si aún así alguien quería hacer el baño, porque llevábamos dos días sin poder hacerlo, entraba el judicial y decía que si lo hacíamos nos iba a pegar porque no se podía  ensuciar el lugar y nos iba a poner a limpiarlo con la lengua  o con las manos.

Eric: En las galeras el tipo de violencia que sufrimos fue que nos dejaron incomunicados. El judicial nos trató de manera muy déspota. No teníamos acceso al baño porque ahí donde estábamos el baño estaba inservible y no nos dieron chance a pasar a otros. Nos dejaron así dos días y también nos dejaron sin comer. La detención fue como a las 3:30 de la tarde y nos dieron de comer en la madrugada como a las 2 de la madrugada. Sin agua también. La comida, no nos la dieron ellos. Un familiar la llevó y nos la repartimos entre nosotros.

Irene: En la agencia 44 la situación estuvo bastante fuerte. Yo exigía mi llamada para informarles a mis familiares como a los abogados. Querían que declaráramos sin abogado. Obviamente dijimos que no. Esta llamada no nos permiten hasta las once de la noche después de detenernos como a las 3 de la tarde.  Durante todo este tiempo éramos como desaparecidos.

Estuvimos en el 44 dos días y no nos permitieron ver a familiares ni abogados. No hacían aseo en los baños. Ahí llegó un doctor y dijo que teníamos que hacer un examen toxicológico porque supuestamente habían encontrado un kilo de mariguana en nuestras cosas y una prueba Harrison para ver si habíamos manejado explosivos. El conductor había dicho que íbamos aventando explosivos dentro del camión y por eso fue que lo detuvieron. Pero casualmente después cuando preguntamos dónde estaba el chofer, dónde estaba su declaración, dicen que el chofer se fue, que se dio a la fuga ¿no? Entonces nos dieron el examen toxicológico y la prueba Harrison a todos y para ver si hubo residuos de pólvora en las manos.  Ya me percaté que cuando vaciaron las mochilas, ellos habían mezclado el contenido de las mochilas con otras cosas y agregaron mariguana. Me dio risa porque quién iba a ir a la marcha con mariguana.  Al principio me negué a hacer la prueba toxicológica.  No consumo nada de droga pero no me parecía algo justo. Después acepté hacerlo porque no tenía nada que temer. Después vi a mi abogado y dijo que no tenían pruebas para seguir deteniéndome en el Ministerio Público. Las pruebas no mostraron nada, el chofer se fue, y hubo contradicciones en los testimonios de los policías, por eso no teníamos nada que temer. Los policías habían dicho que el chico que estaba sentado  a mi lado y yo veníamos dando órdenes a los otros chavos, que éramos los líderes. Y así lo ponen en la declaración. Ponen mi nombre y ponen el nombre del otro chavo.

 José: También quiero denunciar que ahí en la Agencia 44 en un momento me llevaron a un cuarto y me empezaban a preguntar cosas personales, del movimiento. Era más bien una tortura psicológica porque me pasaban a un cuarto oscuro y varios gueyes prendían la máquina de toques y se veía como se pasaba la energía con sonido. Cada vez que me preguntaba algo, la apretaba zzzz. Yo estaba esposado de pies y manos cuando me preguntaban las cosas, por eso yo estaba indefenso y eran muchos de ellos. También me enseñan fotos de familiares y fotos mías, diciendo que yo había participado en otros actos políticos y me dicen que me iban a llevar a una cárcel de máxima seguridad, que me iban a echa la sentencia de más de 60 años ahí, y que me iban a agregar mas cargos para que nunca saliera.

Eric: Cuando nuestros familiares se acercaban al MP o al reclusorio, no le daban información sobre cómo estábamos, cómo estaba nuestro proceso. Todo lo contrario. No les daban chance de visitarnos. Les daban largas. Cuando nos sacan del MP, nos sacan con una llave a todos. Nos pasan a unos coches y pues igual, ahí esposados.

 Irene: Le pregunté al abogado si hubo riesgo del traslado al reclusorio y dijo que no, no tienen pruebas. Me quedé tranquila porque deberían liberarnos la siguiente mañana a las 7 u 8 de la mañana. Pero a las 10 de la mañana empiezan a   ir a las celdas de los chavos para decirles que los van a trasladar. Yo pensé que era  para asustarnos y hacernos entrar en pánico, pero de repente cuando me asomo ya vi que hubo un operativo. Había varios judiciales y policías de investigación que estaban esposando a los chavos. Y cuando nos dijeron que nos iban a trasladar a Santa Marta, me dio mucho coraje y sentimiento. . .

Luego esposan a otra chica y a mí y nos ponen en coches sin placas. Dejan salir la chica que habían detenido en el 7. Y cuando estamos para salir, hay un operativo otra vez con unos 200 granaderos en frente del Ministerio Público. Nos llevaban esposadas y agachadas pero mis familiares se dan cuenta y empiezan a gritar “Irene, Irene”. Yo volteo y veo que se dan cuenta que nos están llevando, y los granaderos hacen una barrera y los tapan para que no puedan avanzar. Me sentí mal. Iba llorando de coraje porque una de mis hermanas está embarazada y me ganó el sentimiento.

Nos ponen en carros  particulares,  pero separadas. No se detienen y nos llevan a Santa Martha. Lo que a mí me extrañaba es que no habían avisado a los abogados o a las familias o a nadie. Simplemente llegaron y nos llevaron.  En el transcurso me iban diciendo que ahora sí se me iba a llevar la chingada, que éramos anarquistas y que íbamos a quedarnos muchos años en la cárcel para dar una lección.

José: Nunca nos avisaron que íbamos a ser trasladados al reclusorio. De un momento al otro salen, nos sacan igual, de manera violenta a zapes. Nos ponen contra una pared y nos empiezan a esposar. Después cuando nos suben a los carros, estoy esposado de las manos y los pies y me empiezan a golpear con el puño cerrado. A mí me llevaban todo el tiempo agachado. No me permitían ver. De nuevo me amenazaban diciendo que me iban a llevar a una cárcel de máxima seguridad y que iba a pasar 60 años ahí, que me iba a envejecer, que qué  culpa tenía la jefecita, que mejor soltara toda la verdad, que estaba a tiempo, que si no, me iba a cargar la… así ¿no?

Eric: Cuando llegamos al Reclusorio, hubo otro tipo de tortura más grave aún. Cuando apenas llegamos, pasamos la puerta en la aduana y pues a nosotros, a los siete hombres, llegando ahí nos desnudan. Pasando la puerta nos avientan. Y los custodios nos amenazaron de muerte directamente ¿no? El tipo de lenguaje léxico que utilizaron fue de una forma completamente dominante.  Nos ponen a hacer ejercicios. Como estábamos pegados a la pared, nada más escucho como les pegan  a mis compañeros.  A mí me dieron golpes en la cabeza y en el cuerpo.

Irene: Y cuando llegamos ahí a Santa Martha, abren la puerta y pasamos por la aduana, me exigen quitar toda la ropa. Ya me quité la ropa y me hicieron también hacer sentadillas para ver, según ellos, si traía droga en el cuerpo. Yo hice tres sentadillas y luego me vuelven a obligar a hacerlas, como burlándose de la situación porque yo estaba llorando ¿no?

Me aventaron ropa de las que salen o que van entrando, ropa muy deteriorada y vieja y me daban golpes y patadas. Luego pasamos por el mismo proceso de la toma de huellas, ver el médico legista, las fotos, las preguntas personales, de familiares, de dónde vives, de qué te sostienes, dónde trabajas, dónde estudias. Me sacó de  onda porque me preguntaron donde yo estudiaba y les dije en CCH Naucalpan y dijeron que éramos de “los revoltosos de Naucalpan”.

José: Cuando llegamos al reclusorio nos golpean, y pienso que los custodios se fijaron específicamente en mí ¿no? Dijeron que me iban a dar trato especial y pues así fue. Cuando entramos a todos nos golpearon y a mí también me tiraron al suelo por las greñas. Todos estábamos desnudos y no nos dejaron voltear la cabeza a ningún lado, pero pude escuchar como golpeaban a mis compañeros. Éramos siete y hubo siete u ocho custodios, cada quien con su chambelán ¿no? Escuché golpes fuertes y algunos de los compañeros se quejan. A mí me golpean en varias ocasiones en la espinilla, en el pulmón, en la cabeza, en la espalda. Al llevarme de un lugar al otro me decían cosas como “pinches pelos de puto” “¿por qué traes los pelos pintados de verde?” “Aquí estás en la cárcel, no en tu casa”. Cuando llegamos a un grupo de presos mencionados por los guardias, nos empiezan a golpear, nos quitan los zapatos, eso obviamente por órdenes de las autoridades. Luego antes de llevarnos al servicio médico, nos llevan a la fuerza a que nos cortemos el pelo porque lo ven como quitarnos la imagen subversiva o algo así. Los insultos siguen. Supuestamente llega el director a dar la bienvenida pero va con un grupo de custodios y cuando él se retira los custodios nos golpean.

Eric: Creo que durante aproximadamente dos horas nos tomaban huellas, nos tomaban fotos y datos. Durante todo este tiempo, los mismos presos ahí nos dijeron que tenían la orden de que nos trataran mal. Los custodios nos formaban en una hilera nada más para chingarnos. Y nos decían que nosotros éramos peor que un asesino, peor que un violador, peor que un secuestrador porque decían que les pegamos a las niñas, a las señoras en la calle, que nosotros les robamos a las personas que no tienen dinero y que les dábamos asco y que la verdad, no íbamos a aguantar ni un día aquí adentro.  Y nos enseñaban sus cicatrices, todas las picaduras que tenían y nos decían ¿saben qué? Esto y más les va a pasar a ustedes.

Irene: A mí, la doctora me mandó a hacer varias exámenes pero a la otra chica no le mandaron a hacer nada. No sé por qué.  Hay una parte que se llama jurídico. Ahí están los abogados que hacen preguntas. Ellos tienen la idea de que la cárcel es como el castigo del movimiento social. Ahí es como se burlan.  Después de hacer varias pruebas, preguntas, toma de huellas etc, desde que llegamos al reclusorio como a las 11 de la mañana, ya alrededor de las 4 o 5 de la tarde, nos pasaron a las celdas.  Yo sí alcancé a oír una custodia decir que nos tenían que dejar a la otra chica y a mí en una celda solas, que no se pueden mezclar con otras personas porque “son bien especiales, son presas políticas”. Y nos mandan a una celda que supuestamente estaba sola pero cuando llegamos había dos personas. Una tenía enfermedad mental y la otra tenía SIDA. No se portaban de mala onda pero habían sufrido daños.

Eric: También una de las cosas que pasó en el reclusorio fue que el primer día en la madrugada, se nos obligó a declarar siendo las once de la noche. No estaban nuestros abogados, no estaba nadie. Y cuando nos sacaron de nuestra celda, fueron como cinco o seis custodios y pensamos que nos iban a matar porque la forma en que nos sacaron fue completamente con palabras como “pinches perros, ahorita los vamos a acabar”.  Nos sacaron a puros empujones y pues a un compañero lo empujaron directamente a la pared, y como tenía una operación en la rodilla, se le regó todo el líquido, todo el ácido de la rodilla en ese momento. A todos nos golpearon. A mí me golpearon en la cabeza directamente, en el cuerpo, me golpearon en las espinillas para cabrear a las piernas. Y a todos nuestros compañeros fue igual. Fue lo mismo.

José: Una noche llegaron y sí, pensamos que nos iban a matar porque llegaron con toletes y palos y un chingo de cosas y dicen “¡perros revoltosos que les gusta quemar policías, les va a cargar. . .!” Hubo compas dormidos porque era entre la noche y madrugada pero nos sacan a golpes y nos pegan a la pared. Dicen que levantamos la camisa y nos bajamos el pantalón para que revisen que no tengamos nada. Nos pusieron a hacer sentadillas. A un compañero lo avientan contra la pared aunque tenía mal la rodilla y a otro le golpean en la nuca con palos y a puño cerrado. A mi me pegan con palo y puño cerrado y a uno de los compañeros le pegan con palo y se desmaya. Luego lo ponen contra la reja y le siguen pegando las piernas. “Párate hijo de tu pinche madre”. Entonces así fue el primer día y así fue el trato de todos los días para no seguir especificando. A veces intervenía alguien de derechos humanos para decirles que no nos golpearan tanto, pero quedó al criterio de cada custodio, cada policía. Hubo algunos que pegaban más duro y otros que se contenían ¿no? Algo muy raro, cuando nos llevaban a derechos humanos,  nos llevaban a puros golpes. Es absurdo ¿no?

A mí en lo personal, hubo amenazas psicológicas porque me aislaron mucho tiempo del grupo. Me sacaban y me llevaban a otras partes, a población, a las celdas de castigo, a los anexos para que viera como era la vida ahí. Me decían que todos iban a salir en tres o cuatro días menos yo. También todo el tiempo los custodios se burlaban por lo que decían de mí en algunos periódicos.  Me preguntaban quién era el líder, por qué hacíamos eso, quién nos pagaba, ese tipo de preguntas.

Eric: A un compañero le dieron choques eléctricos cuando nadie los vio, cuando estaba en un cuarto solo. El custodio le pegó la máquina en su brazo y se la dejó ahí durante un minuto y medio más o menos. Luego hicieron lo mismo en las costillas. Dijo que se le durmió el brazo y que le dolía mucho y se le veía una quemadura en su brazo y en su cuerpo igual. Creo que cuando lo hacen, es en servicio médico. Suena absurdo ¿no? que en servicio médico hacen más torturas. Y claro, esta tortura, no la notó el médico.

Irene: Nos mantuvieron dos días incomunicadas. Nos mantuvieron sin abogado, sin visitas. Nos sentimos bastante aisladas ¿no?  Se presentó nuestro abogado para vernos y dijeron que él no pudo pasar. De hecho, lo corrieron.

José: Los custodios portaron sus máquinas de electrochoque. Yo no los vi usarlas contra nosotros pero sé que las usaban contra otros presos. Les daban toques por cualquier cosa. Los presos comunes, por así decirlo, eran demasiado violentados. Es una injusticia total por parte de las autoridades. Así se trata una persona que iba a una tienda por leche para sus hijos ¿no? pero perdonan totalmente a alguien que viola a una niña. Así se vive en el país y en el mundo. El sistema carcelario no sirve. No sirve para readaptar a nadie, más bien hace que la furia  y la rabia de las personas se enriquezcan. Yo en lo personal salgo más enfurecido, con más rabia. Ellos meten a la gente en un estado permanente de violencia absurda y sus respuestas a la vida se vuelven más violentas. Este sistema penitenciario simplemente explota los problemas de la sociedad.

Eric: Durante todo el tiempo que estuvimos ahí, siempre nos trataban de una forma inhumana. Y no sólo a nosotros, sino a todos los presos que estaban ahí, los trataban como delincuentes. El problema es que la justicia en México es que todos los que son apresados, sea quien sea, son automáticamente culpables hasta que se demuestra su inocencia, pero esto casi nunca pasa.

Irene: El penúltimo día que estuvimos ahí, nos llevaron a juzgados. Se presentó la jueza del juzgado 19 y nos dijo que ya se había dado el auto de formal prisión, que nos habían quitado varios cargos y solo quedó “ataques a la paz”, un delito no grave, por eso alcanzamos fianza. Yo le pregunté cuánto era la fianza y dijo $130 mil pesos cada uno. Le dije que me parecía absurda. Pero me comuniqué con mis familiares y me dijeron que sí iban a pagar la fianza y el día siguiente nos dieron la hoja de liberación y logramos salir entre insultos, amenazas, empujones y patadas.

Y cuando salimos ocurrió el problema que tenemos ahorita ¿no? Los chavos estaban saliendo del Reclusorio Oriente. No los reconocí porque les habían cortado el cabello y se veían pelones, muy diferentes. Pero sí alcancé ver que a una persona le tapan la cabeza con una chamarra y le empiezan a pegar entre varios policías. Yo pensé, a lo mejor es un traficante, pero me enteré que era Mario. A él lo vuelven a reprimir.

Ahora lo queremos sacar porque lo quieren culpar por todo lo que pasó el 2 de octubre. Y hay compañeros en el Reclusorio Norte con cargos más graves y por eso no alcanzan fianza. Es una situación muy tensa y muy preocupante.

Irene: Desde hace tiempo mantenemos un plantón en Rectoría. Tenemos un pliego petitorio con ciertas demandas. Y yo si creo que las órdenes para detenernos vienen de aquí y que Mario sigue preso por sus actividades políticas. En diez días de huelga de hambre ya bajó 17 kilos. Está bastante mal, tanto por los golpes que le han dado, por no comer, por la presión y por la tristeza de no poder salir. Su detención fue arbitraria e injusta. No se vale que así golpeen al movimiento estudiantil. Ni siquiera estábamos en la marcha. No hemos hecho nada de lo que nos están acusando. Y de las cárceles, creo que solamente sirven para castigar a las personas. Ahora que conocemos la cárcel por dentro, sabemos que está podrida. Y sí,  da miedo en su momento pero también estamos más fuertes y más unificadas en toda la lucha.

Eric: En mi caso, desde que salí, han pasado varias patrullas por mi casa que pasan muy lento y se detienen ahí. Esto se percató mi padre porque cuando salió, se percató que hubo una patrulla en frente de la casa y que se le quedaban viendo ahí. Y de otros compañeros igual he sabido que han tenido llamadas, amenazas.

Desde el momento en el que salí del reclusorio, cada vez que se escucha una patrulla, pues, me pongo nervioso, o más bien me pongo alerta  pues sé cómo actúa el sistema y que nos quisieron inculcar un terror las autoridades y sí, cierta paranoia todavía cargo, pero intento superarla. Ahora tenemos pendiente la libertad de Mario.

José: A Mario, desde el momento de las detenciones, le hacían llaves con toletes. Y le dieron toques eléctricos en las entrepiernas y en los brazos. Parecía que estaba cansado y que se le dormía el músculo y no tenía fuerza en el brazo.  Cuando estábamos juntos en las galeras, veo que lo aislan y lo llevan al doctor. Regresa vendado porque le habían luxado el brazo. Llevaba demasiados moretones en la espalda, pecho, cara y tenía las marcas de las esposas en las manos. Dentro del reclusorio también era el más violentado.  A él le tocó más violencia física. Era el más golpeado adentro. No sé si hubo una consigna para que lo golpearan o simplemente le tocó. Pero aún con las detenciones arbitrarias, el encarcelamiento, las torturas y los tratos crueles, no han logrado callar nuestras voces.

Siempre seguimos adelante. Y lo único que hacen es enriquecer la furia y la rabia del pueblo para seguir luchando.