Por Zettel
En el borde de Carrillo Puerto, en Quintana Roo, se encuentra el centro U Kuúchil k Ch’i’iabalo’on Raxalaj Mayab. A diez minutos del centro del pueblo, y rodeado de selva, milpas y acahuales, el centro parece una réplica en miniatura del territorio maya: la cocina, el auditorio, las cabañas y el museo emergen entre árboles frutales, plantas medicinales y huertos. Cada lugar del centro está conectado por una red de caminos claros. A cada uno de ellos se puede llegar de formas distintas.
La cocina y el altar —con maíces nativos y la fecha del día en el calendario maya— se encuentran apenas cruzar la entrada. Un poco más abajo —el territorio sube y baja en pequeñísimas colinas— se abre un claro donde un auditorio rodea un escenario techado. Allí tienen lugar los talleres, los eventos, las comparticiones. Un poco más lejos, en todas direcciones, se encuentran el resto de los edificios: el huerto y una milpa en espiral; el museo que alberga piezas de arte maya e instrumentos tradicionales; el espacio que albergará un centro de formación. Y, en el centro de todo, una ceiba: el árbol sagrado, el corazón del territorio.
Este 2019, el centro comunitario U kuúchil k Ch’i’ibalo’on Raxalaj Mayab cumple diez años de contribuir al al buen vivir de los pueblos a través de la construcción de autonomía, rescatando los saberes de las abuelas y los abuelos. Es un espacio de encuentro los ancestros y las nuevas generaciones. Por medio de estos encuentros se aprende y pone en práctica la medicina tradicional y la lengua maya, en las que se guardan la sabiduría y la cosmovisión del pueblo maya. “Este centro busca el buen vivir de los pueblos, o sea, la alegría, la felicidad, y cómo se tiene esa alegría para despertar cada mañana,” dice Wilma, una de las integrantes del Centro.
Como parte del proyecto del “tren que han llamado maya” se tiene prevista la construcción de una estación en el pueblo de Felipe Carrillo Puerto. La construcción de un tren en la región no es un proyecto que haya surgido de los pueblos, no responde a sus necesidades y vulnera su derecho a la autodeterminación. Este proyecto forma parte de una visión del desarrollo que se ha implementado en la región, donde por medio de la infraestructura para el turismo y los fertilizantes agroquímicos persigue el mayor beneficio económico. Para los integrantes del Centro está visión del desarrollo y los proyectos con los que se implementa, “vienen a destruir la riqueza de nuestra lengua y de nuestra forma de mirar la vida”. Los proyectos de este tipo no sólo amenazan con perjudicar el territorio y el medio ambiente sino la existencia y las formas de vida de los pueblos.
El problema, sin embargo, no se agota en la cuestión del tren. La posibilidad de impulsar e imponer el proyecto en la región depende de las estructuras que promueven un modelo de vida aspiracional en las comunidades, contrario a la forma de vida de los mayas. Y este estilo de vida, que tiene que ver con salir de la comunidad, dejar a un lado el pueblo y buscar el beneficio material personal, se instruye con el modelo educativo que se implementa en Quintana Roo. Estos modelos “lo que hacen es arrancar a los niños y a los jóvenes de la raíz de la tierra, de la raíz de su cultura y de su propia historia”, nos dice otra vez Wilma. “De tal forma que el sistema educativo nos va preparando para todos los proyectos,” menciona Ángel, otro integrante del Centro.
Los abuelos y las abuelas comparten otra cosa muy distinta con su palabra. La idea que se nos transmite es: que la alegría está en la cercanía con la tierra y que valorando y respetando en colectividad lo que tenemos a nuestro alrededor es la manera en que el pueblo maya siente y mira la vida. Esta forma de mirada es la que protege y cuida de la tierra, de los árboles, las plantas, las piedras. Al pensar en la historia que tiene la palabra transmitida nos damos cuenta de que:
todos los pueblos que resistieron hasta ahora son los que existen. Hubo otros pueblos que no resistieron ante la educación formal que entró ni ante todos los enfrentamientos que hubo. Pues desaparecieron.
Por esta razón, en el centro U kuúchil k Ch’i’ibalo’on se tiene otra visión de lo que significa aprender: “podemos decir que aprender no es si no recordar quiénes somos”. Para ello se convoca al tzikbal o conversación en la que los abuelos y las abuelas se reúnen con jóvenes y adultos para compartir. Para los integrantes del Centro su espacio de trabajo también ha sido un puente entre ellos y sus raíces, una manera de regresar a ver la sabiduría viva de sus pueblos. Desde el Centro, la gente puede detenerse y voltear a ver su historia.
Carrillo Puerto, el pueblo en el que se encuentra el centro U kuúchil k Ch’i’ibalo’on, nació como un pueblo autónomo maya. Su nombre maya es Noj Kaj Santa Cruz Xbaalam Naj y con este nombre fue fundado en 1850. La fundación de este pueblo ocurrió después de un levantamiento armado que se conoce como guerra de castas, pero que en Noj Kaj es llamado “la guerra social maya”. Este pueblo tuvo un sistema de vida comunitario y autónomo que resistió por cincuenta y dos años a la entrada del gobierno mexicano.
En los años de autonomía se vivió una organización social propia en la que se mantuvo el uso de la lengua maya y se ejercía un sistema de justicia que le funcionaba a las comunidades. Esta historia de autonomía persiste ahora en las tradiciones y la defensa del territorio. Aunque en 1936 se le asignó el nombre oficial de Felipe Carrillo Puerto y muchos libros de antropología e historia lo mencionan como Chan Santa Cruz, las abuelas, en los centros ceremoniales y la gente del pueblo nos recuerdan que su nombre autónomo es Noj Kaj.
La guerra social maya fue la respuesta de los pueblos frente a los esfuerzos del gobierno por destruir el conocimiento y la vida de las personas que habitaban en la región. Fue una lucha para acabar con la explotación y la esclavización de sus pueblos. Ahora, los proyectos del gobierno y el crecimiento del turismo amenazan la lengua, la cultura, las tradiciones y la forma de vida de esta zona de la península. Una forma de vida consta de elementos que están asociados entre sí, y el uso de uno depende del de los demás. “Porque entre otras cosas se ha perdido la milpa maya. Una milpa tradicional, una milpa de cultivos diversos y al perderse la milpa se pierden los rituales que hay en torno a la milpa, el cha’chac, la petición del agua, el kool. Y todas las ceremonias rituales en torno a la milpa,” nos dice Ángel.
Los mayas que defendieron el territorio con armas y en autonomía durante la guerra social, se opusieron a la entrada de la educación pública. Ellos notaron que por medio de la educación se convencía a los mayas de avergonzarse de sus raíces, de perder su sabiduría comunal y su vínculo vital con el ambiente. Entonces, no se oponían a la formación de los niños y las niñas sino al estilo de vida que les querían enseñar. En consecuencia, ahora en las escuelas no se habla de la historia de la guerra social. Y, aún más, se suprime la continuidad del pueblo maya en la actualidad:
En la escuela se valora mucho lo maya prehispánico, nos enseñan la grandeza del pueblo maya, de aquellos constructores de Chichen Itzá, de Tulum, los señores del tiempo, los creadores de los increíbles calendarios, de los grandes astrónomos, de la matemática maya, etc. Pero nunca se nos enseña a valorar lo maya de hoy, a los mayas contemporáneos. No se nos enseña que el pueblo maya, es una cultura maya viva, que vive en nuestras tradiciones, que vive en nuestra comida, que vive en nuestros rituales y eso es algo que es importante que la gente conozca , valore y sepa.
Por eso “hay una necesidad muy grande de releer nuestra historia”, escuchamos en el Centro, “de que todos nosotros volvamos a nuestra historia, no la que cuentan los libros, la que cuentan los abuelos y las abuelas.” La lucha de los mayas cruzob consistió en hacer y conservar una manera de vivir y de mirar al mundo, porque esto “era de alguna manera en lo que más le arrancan al pueblo para que pueda ser sometido.” Es justo que los relatos de esa lucha sean contados por los que ahora viven protegiendo esa visión. Muchas de las vivencias de los mayas de ese tiempo son tomadas por manipulación o ventriloquía, como por ejemplo, la Cruz Parlante que habló a los mayas para luchar por su tierra y por su pueblo. Pero el sentido de este gesto es restituido al recordar que para estos pueblos las plantas, los símbolos y los sueños son medios por los cuales las abuelas y los abuelos hablan mensajes. La abundancia del chicle y la milpa que perduró por años después de la guerra no es sino otra forma de conversación con la naturaleza que existió en ese momento.
Las personas sabias ya están en la comunidad pero muchas veces no nos abrimos a escucharlas y sentirlas. Muchos conocimientos sobre la salud, la herbolaria, la nutrición, la lengua y el aprendizaje corren el riesgo de perderse por eso. En el Centro se realizan también las ceremonias y las fiestas tradicionales para que los niños y las niñas tengan un acercamiento a la tradición, aún si se les quiere hacer olvidar su vínculo con la tierra. Para Wilma, hay que hacer un gran esfuerzo de reunir lo que el olvido quiere separar:
Lastimosamente sí hay mucho mucho que tenemos que hacer para que volvamos a unirnos, pero yo creo que no estaríamos en este centro comunitario donde está nuestro espíritu, donde está nuestro sentir y nuestra esperanza, si creyéramos que eso no es posible.
En el norte del estado de Quintana Roo se extiende una “manera de sentir y de existir” que “apuesta al olvido”. En las zonas en las que domina una visión del desarrollo enfocada al dinero y el poder, crecen el narcotráfico, la trata de personas, el comercio sexual, la destrucción. La deforestación es cada vez más evidente y la aplicación de agroquímicos genera daños irreversibles en el uso de la tierra. Peligran el jaguar, la abeja melipona y las orquídeas. Las amenazas de los megaproyectos que quieren ponerse en marcha son muy preocupantes pues implican una serie de cambios que no se perciben a primera vista. En el caso del tren, el gobierno ha comenzado a presionar a mucha gente para vender sus tierras a la inversión inmobiliaria, proyectando los hoteles o viviendas que quieren construir.
De todos modos, muchos jóvenes de las comunidades abandonan el campo para ir a trabajar a la zona norte del estado bajo el modelo del turismo de alto impacto. Esto, de acuerdo con Ángel, se debe entre otras cosas a que la gente ha olvidado el uso de la tierra, las formas de cosechar de la tierra el alimento, la ropa, la casa, la “palapa tradicional de guanos”, la vida y la salud que se necesitan para existir. Y “tristemente lo que el pueblo maya es en esos complejos turísticos es la servidumbre. ¿Cuándo dejamos de ser los dueños de nuestro territorio? ¿Cuándo dejamos de ser los anfitriones de nuestro territorio?”
Mientras que los turistas adoran a los mayas de las pirámides, miran con desprecio y le cierran el paso a las playas a los mayas contemporáneos. Las grandes empresas se aprovechan de la cultura maya y de su nombre, convirtiéndola en producto, vendiendo sus ceremonias y sus conocimientos. Muchos de los abuelos y las abuelas aún narran de qué manera los primeros programas de gobierno entraron y convencieron a la gente para dejar de usar sus propias semillas de maíz, “creo que esto ocurre cuando han apostado al olvido, todo ha apostado al olvido”, dice Wilma.
El despojo más grande es el de la manera de ver la vida y esta forma de despojo viene con la educación. No sólo el sistema económico y la política pública apuntan hacia una dependencia al turismo sino que necesitan del sistema educativo para lograr su objetivo. Para que la propuesta del tren sea escuchada por la población la educación tiene que haber preparado el terreno. El gobierno convence por este medio de que el conocimiento para trabajar la tierra no es suficiente, de que está olvidado. En las escuelas se enseña a valorar lo ajeno en vez de lo propio:
“Se les enseña a valorar elementos muy distintos a la vida tradicional del pueblo, elementos que son ajenos a nosotros. Les compartía por ejemplo que escuchamos a los niños de preescolar contar cuentos donde los personajes son animales de la selva africana, un león, una jirafa, un pingüino, elementos frutales como puede ser no sé, una pera, una fresa, elementos que no corresponden a nuestra región. No se enseña a los niños a valorar un tepescuincle, un tapir, un cayumito, un zapote.”
La cosmovisión de los pueblos originarios tiene que ver en cambio con cómo nos relacionamos con el entorno, con la tierra, el agua, la lluvia, el aire y la milpa como cosas sagradas. Y la espiritualidad es la forma en que se vive el vínculo con esas cosas aquí y ahora. Reconocerlo es parte de recordar y buscar el buen vivir de los pueblos:
También somos personas conscientes que están regresando al origen, a la raíz y nos damos cuenta que no, que nosotros también podemos regresar y que nuestra cultura es una cultura viva, que no está en las pirámides, no está ahí, sino que somos nosotras, nosotros, quienes todavía caminamos en este pueblo.”
U kuúchil k Ch’i’ibalo’on significa “el lugar de nuestros ancestros” o “el lugar de nuestras raíces”, un lugar para estar cerca de los abuelos y las abuelas, para recordar. Toda la gente con la que se comparte, la gente que llega, deja algo y se lleva algo del Centro. Los integrantes del Centro nos dicen, se trata de un refugio, un espacio en el que ellos vuelven a encontrar su propio centro, pero también de un espejo, un vínculo con uno mismo y con el todo que es difícil de explicar. “U kuúchil k Ch’i’ibalo’on” es para Ángel, el “corazón espiritual de nuestras luchas y de nuestra resistencia”, es “nuestro hogar”.
Desde hace casi cincuenta años existe una política de impulso hacia el turismo en Quintana Roo. Y aún hoy los gobiernos consideran esta política un triunfo y un modelo a seguir. Los grandes beneficiarios de este modelo de desarrollo han sido las empresas y no los pueblos. Pero donde pronto se acumula el dinero se acumulan también otras cosas: los asesinatos, las extorsiones, los secuestros.
La ambición y el poder definitivamente debería estar en la comunidad y en cómo nos vemos y protegemos para el bien común. Pero eso se rompe con este estilo económico, este modelo económico.
La gente acepta jornadas de trabajo inhumanas en los hoteles para darle de comer a su familia, sustraídas del campo y de la manera en la que sus abuelas y abuelos vivieron en plenitud con él. Las tradiciones, la cultura y las ceremonias son posibles si se tiene el territorio, la milpa y dónde sembrar. Pero ese territorio está siendo vendido, saqueado y despojado por el turismo masivo y los proyectos de gobierno. No sólo es el tren, hay inversión extranjera, complejos turísticos, complejos energéticos que vienen detrás. “El tren viene a coronar, de alguna forma, todo un sistema neoliberal que viene a apropiarse de nuestro territorio.” Es importante tener consciencia de estas fuerzas y de las consecuencias que implican “para estar preparados, para tomar acción”.
Hay quienes estamos convencidos de que el tren no pasará porque habrá un despertar de consciencia, porque habrá una resistencia y una defensa de nuestro territorio, porque somos muchos los que valoramos nuestra tierra. Somos muchos los que queremos que nuestro pueblo siga siendo un pueblo y que nuestro pueblo siga respirando paz, que nuestro pueblo siga mirando la naturaleza y que nosotros podamos decidir, qué hacer, cómo hacerlo, cómo vivir, cómo conservar nuestra cultura, cómo conservar nuestra comunidad, y es importante que cada vez más gente tome esta consciencia y que más gente se sume a esta resistencia.
La necesidad de los pueblos es que se respeten la forma en que deciden vivir, hacia dónde quieren caminar y su voluntad como comunidad. Es algo que en el derecho se conoce como autodeterminación o autonomía y es tan simple como dejar a los pueblos hacer como decidan. Tomar acciones sobre lo que está sucediendo implica para los pueblos una postura de lo que quieren y valoran como comunidad. Para intentar entenderlo escuchamos en el Centro un ejemplo de ello:
Es importante darnos cuenta que todos estos proyectos que no surgen de la comunidad benefician no a la comunidad sino a otros intereses. Si de nuestra comunidad surgiera la idea de un tren, podría ser un tren para unir a nuestras comunidades, podría ser un tren para unir a nuestros centros ceremoniales, no lo sé. Siempre que surja de la comunidad es válido para nosotros. Pero cuando son proyectos que se imponen, que otras personas piensan y cuando son proyectos que en realidad no traen beneficio para nuestro pueblo sino todo lo contrario un perjuicio gravísimo para nuestras comunidades, es necesario hacer algo.
El pueblo cruzob es un pueblo que ha resistido y su tierra se conserva gracias a su lucha. Resistieron a la esclavitud, a la devastación, a la educación formal y al olvido. Con los abuelos sembrando en el campo o con las abuelas bordando se aprende una sabiduría increíble de cómo defender el territorio.
Cada vez que hay una ceremonia de cha’chac nuestra cultura maya vive, cada vez que hay una danza de mayapax, una música de mayapax nuestra cultura maya vive, cada vez que se habla nuestra lengua nuestra cultura maya vive. Cada vez que hay una ceremonia y se cocina un pib nuestra cultura maya vive. Si la apreciamos, si la valoramos, la podemos defender, la podemos cuidar.
Los abuelos y las abuelas hicieron la tarea que ahora corresponde a las siguientes generaciones: defender lo suyo. A la vez entendiendo que “lo más importante es que no somos dueños, somos parte de un entorno natural”. Hay que escuchar a la naturaleza, a lo que pide, porque si no, “nos lo va a cobrar”.