Cuba no cabe en un cuadro

Texto y fotografías de Daniela Parra

Lo esencial, lo justo, lo indispensable, lo superfluo.

Por lo que se espera, por lo que se lucha, por lo que se camina, por lo que se regresa.

La tierra roja, las calles rotas, la fiesta larga, el tabaco, el ron, los campos diversificados.

Las guaguas, los cubataxis, los cocotaxis, los autos que de milagro caminan, los motores que echan humo por la boca.

Los cuerpos esculturales, los sudores, las formas de caminar el cuerpo, los modos de pisar el suelo, las maneras de hacerse ciudad y campo.

Las miradas, el fuego de las miradas, la complicidad de las miradas. La intensidad del beso, las manos que se entrelazan, los cuerpos que se aprietan, los chasquidos con la boca. El calor, el sol radiante, la luz perfecta, los reflejos, las sombras, el coqueteo con la vida. La luz artificial que apenas ilumina.

Lo cubano. El saberse otr@, distint@, únic@. Su imaginario del mundo, su forma de salir al mundo ante la presencia del otro, sus desdoblamientos.

El viento que no necesariamente trae cambios, la vida detenida, el presente anclado en el pasado, la implacable corriente del futuro que choca con lo inmutable.

Los deseos, las prisas, las pretensiones de huir, lo añorado, las ganas de no irse, de nunca irse. Lo apremiante, lo lejano, lo aquí a la mano, la desconexión.

El Estado, la propaganda, la historia oficial. Martí, el Apóstol. Camilo. Fidel. Raúl. El Che en todas sus presentaciones. Los edificios gubernamentales, los oficiales abandonados al escritorio. Las viejas oficinas decoradas con banderas. Los uniformes verdes, el trabajo obligatorio, las consignas revolucionarias, los viejos rótulos de los CDR’s, la mezquindad gubernamental.

El desfase generacional, la juventud volcada al reggaetón, la bachata, la salsa y el son. Los discursos vacíos, la identidad nacional. La Patria. La Patria y la Muerte. Los grandes acontecimientos. El 26-7, el ’59, los 5 mártires, la Revolución, la Revolución, la RE-VO-LU-CIÓN.

El acceso universal, lo básico resuelto, la masificación de los servicios. Las contradicciones no manifestadas, las contradicciones acalladas.

Las escuelas, el helado en el recreo, los pañuelos rojos, las faldas cortas, las piernas largas, los paseos por la plaza.

La Cuba del turismo, lo falso, lo creado, lo planeado, lo montado. La Cuba ingrata. Lo que innegablemente sí es Cuba.

Lo viejo, lo destruido, lo derruido, lo condenado, lo irrenovable, lo irremplazable, lo inacabable, lo irrevocable, el pueblo inacabable.

La alegría, el hablar gritando, el contacto humano, la interpelación, la mami, el papi, la candela, el ¡asere qué volá!, la mielda, el ¿sí me entiendes lo que te digo?

El pan seco, el papel de baño de cartón, el arroz moro, la cerveza, la malta, los batidos, el ron en el malecón, el malecón en el ron.

Lo afro, lo blanco, lo indígena, lo cubano. La santería, lo hermoso, lo horroroso. Los aportes, la diferencia, la sensualidad, lo erótico paseándose por la calle.

La poesía y la pintura de las almas, la música y el baile de los cuerpos, el canto de los sueños. Las otras violencias, las confianzas, los colores. Todos los colores.

La escasez. Lo que debería de haber, lo que tampoco debería de haber, lo que se acaba, lo que ya no hay, lo que ya no se tiene, lo que se tenía, lo que ya cerró, lo que aún no abre, lo que todavía no pasa, lo que va lleno, lo que está “perdío”. Lo que se tiene que ganar; ganar luchando…

Cuba no cabe en un cuadro. Tampoco cabe en un click. Cuba es un paréntesis, una burbuja, un punto y aparte, un nudo trazado de pasado en el presente.

Estas imágenes y palabras son sólo intentos de retratos, de historias, de cotidianidades, de retazos de lo que vi, sentí, viví en la isla. Fuera de las grandes consignas y acontecimientos, este relato apunta a la vida diaria de una Cuba que rebasa cualquier intento de demarcación. Ojalá que quien lea y vea, perciba un poquito del color, del sabor, del sueño, de la esperanza de Cuba.