Por Omar Ortega García /COAMI
15 de abril de 2014, un día poco común en el albergue “La 72″, ubicado en Tenosique, Tabasco, donde la afluencia de migrantes fue mayor, pero lo distinto ahora es la presencia de personas voluntarias, activistas, periodistas, defensoras de derechos humanos que se hacen presentes para documentar y ser parte del Viacrucis del migrante. Este año se le agregan dos elementos extra. Por un lado, caminar desde El Naranjo, Guatemala, junto con los migrantes que se unirán durante el camino; y, por otro lado, abordar el tren conocido como La Bestia para llegar al siguiente punto de la ruta: Palenque, Chiapas.
El plan caminaba conforme se había pensado. La concentración de personas migrantes en el albergue aumentaba con el tiempo, llegamos a ser unas 400 personas –entre mujeres, hombres, niñas, niños, jóvenes, personas adultas mayores– quienes esperábamos la llegada del tren para abordarlo. Y así seguir adelante con los sueños y objetivos de cada persona, sin importar la nacionalidad de cada quien. La espera fue cada vez más intensa, durante 10 horas estuvimos esperando escuchar el estruendo entre la máquina y los rieles.
Finalmente alrededor de las 3:30 horas del 16 abril, el grito colectivo se escuchó: ¡ya viene el treeeeen! El sonido alertó a todos los que nos encontrábamos entresueños, con las maletas bien listas para salir a «tomarlo». Una sensación de incertidumbre, temor y decisión al momento que nos acercábamos a las vías. Cada rostro migrante te contaba una historia diferente a través de su mirada, mientras se acercaba sigilosamente la imponente “Bestia”.
Luego de que cada uno logró treparse en los vagones, ayudados únicamente por el poco alumbrado público del pueblo, el ansia de saber en qué momento comenzaría la marcha con rumbo a Palenque para atravesar la penumbra de la noche, se hizo presente. Cada sonido, cada movimiento y cualquier señal, nos mantuvo alertas para reacomodarnos en nuestros lugares, listos para partir, hasta los primeros claros del día. Fueron más de cuatro horas donde el tren se movió únicamente algunos metros. Maniobra de ida y vuelta, una y otra vez, que nos engañaba hasta el punto de hartarnos. Al final la empresa ferroviaria decidió no dar marcha al tren, hasta no llevar ni una persona a bordo. La justificación: “por la seguridad e integridad de cada uno”. Lo que pasó, la presión del gobierno de Veracruz, ante los hechos sucedidos semanas atrás donde fue demandada la empresa ferroviaria (Genesee & Wyoming Inc. la cual opera a través de la filial mexicana Compañía de Ferrocarriles Chiapas-Mayab) como la responsable de las graves violaciones a derechos humanos que enfrentan los migrantes en los vagones.
Inmediatamente se manifestaron comentarios de inconformidad, enojo y tristeza. Así como especulaciones sobre la enorme pérdida económica que ello significaba al no hacer el cobro de cuotas que normalmente se cobra a los migrantes.
Este fue el momento determinante en el que pasó de ser una procesión conmemorativa de la Semana Santa, a un acto político y de presión social para exigir el respeto de las personas migrantes al libre tránsito, a la integridad y a un trato como sujetos de derecho. Exigencia que no sólo busca lograr que la caravana llegue a su destino, sino que también marque el camino para todas aquellas personas que salen de sus países de origen -en su mayoría por cuestiones de violencia e inseguridad-, para que tengan la oportunidad de transitar de manera digna por México.
Los migrantes que conforman la caravana toman la decisión de emprender camino a pie por las carreteras del país. Por lo que nuestra tarea como activistas y defensores de derechos humanos fue acompañarles durante el trayecto, de esta manera se puede visibilizar la situación que viven y las exigencias por las que se está luchando.
Durante todo el trayecto, se contó con el «resguardo» de las autoridades locales y de agentes de protección al migrante, enviados por parte de Instituto Nacional de Migración. Si bien nos estuvieron acompañando durante gran parte del trayecto y no recibimos ningún trato malo, era extraño estar caminando todos juntos, cuando son los encargados de detener a los migrantes.
Cada paso fue representando un reto diferente, pues en cada uno de los puntos se tenía que negociar de nuevo, dependiendo la jurisdicción. Las respuestas fueron tan contradictorias, públicamente nos brindaban todo el apoyo y la solidaridad pero nunca se nos entregó algún apoyo para el traslado de la caravana.
Día con día era un ambiente distinto. Nos adaptábamos a las condiciones y decidíamos entre todos cual sería el siguiente destino y los medios para lograrlo. Esta fue la manera en la que se intentó visibilizar y posicionar la realidad de cientos de centroamericanos que cruzan todos los días por el país. Esta fue la primera vez que un grupo de distintas nacionalidades y unos 400 migrantes, transitaron de manera “libre” por las calles, carreteras y caminos.
Tal fue el impacto que se decidió llegar a la Ciudad de México; para ese momento la caravana estaba conformada por más de 800 centroamericanos de Honduras, Guatemala, el Salvador y Nicaragua. Se caminó por la Avenida Reforma y se llegó a Los Pinos entonando a una sola voz la consigna «libertad de tránsito urgente y trato digno para personas migrantes». De esta forma, se consiguió un oficio de salida emitido por el Instituto Nacional de Migración, que permite la estancia hasta por un periodo de 30 días en territorio nacional a la persona extranjera que lo posee.
Ante ello, la euforia colectiva estalló, el contraste de emociones que expresaban las personas presentes en la caravana fue impresionante. Hasta cierto punto se había obtenido una respuesta favorable para aquellas que planeaban llegar a la frontera, pero para quienes su destino final era algún estado de la república, implicaba una caducidad en su estadía que al término de la vigencia le obligaría a abandonar el país.
La firme convicción de todas las personas que acompañaban y eran parte de la caravana, dio pie a que se continuara a paso firme hasta el último punto posible, que en este caso fue la frontera norte del país. Es importante recalcar que ya no sólo significaba llegar a sus destinos, pues varias de estas personas habían cumplido con ese objetivo, sino que la caravana se había convertido en un movimiento de empoderamiento y lucha de los migrantes.
Una semana después se organizó una segunda caravana desde Tenosique, Tabasco. A pesar de que a la primera caravana se había dado un trato digno por parte de las autoridades, la segunda no tuvo la misma suerte: se les impidió el ejercicio del derecho a libre tránsito y haciendo uso de de la fuerza, las autoridades golpearon a los defensores de derechos humanos que acompañaban, detuvieron y deportaron a los migrantes.
El contraste en la respuesta del gobierno mexicano es abismal. La primera caravana contó con el acompañamiento de personas que trabajan en pro de la dignidad humana, medios de comunicación y figuras públicas, por lo que la respuesta de las autoridades ante esta presión, y los costos políticos que significaba, obligaron a que se les permitiera un libre tránsito. La segunda caravana no corrió con el mismo acompañamiento, por lo que la respuesta fue distinta.
Lo ocurrido me lleva a pensar que la lucha en defensa por los derechos humanos en general, y en especifico la gente que acompañamos a las personas migrantes, es un trabajo constante. No sólo se trata de exigir el cumplimiento de las obligaciones por parte del Estado, sino que va de la mano con crear empatía desde la sociedad hacia los grupos que se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Lo que predice Aarón está sucediendo :el crimen organizado y el INM y policías han estado endureciendo sus movidas. Han habido secuestros y detenciones masivas. Lo que fue un acto combativo y liberador en la semana santa, en la caravana-via crucis que las personas migrantes decidieron iniciar en Tenosique puede ser ahora un evento que se vuelva en contra de ell@s mismos. Debe buscarse otra estrategia. Están en serio peligro!!
Sin duda fue una gran experiencia, desfortunadamente no creo que las caravanas puedan ser una acción permanente, por un lado el Estado puede endurecer su actuar y, por otro, las ONG´s no podrían continuar con el apoyo sin desgastarse.