Esclavitud en Libia: «la vida humana se ha vuelto más desechable que nunca»

Periodistas de CNN publicaron hace poco un video grabado con una cámara escondida en el que se aprecian imágenes de una subasta de hombres negros originarios de África Subsahariana. En el video –grabado de noche a las afueras de Tripoli, Libia– los hombres son vendidos como esclavos por alrededor de 400 euros cada uno.

A pesar de lo que dicen los medios comerciales, no se trata de una noticia extraordinaria ni un «descubrimiento». Sólo son las primeras imágenes que dan testimonio gráfico de una realidad denunciada desde hace tiempo por una multitud de supervivientes.

«Acá los llamamos Asma boys, son los de la guardia costera de Libia. Cuando agarran a las personas en el mar, las llevan a sus cárceles. Ahí en las cárceles llegan personas que se presentan como representantes de diferentes países y nos van separando, los camerunenses de un lado, los marfileños, los guineanos de otro. Y luego te agarran, te llevan y te venden. Venden hombres, seres humanos como ellos. Se atreven a vendernos por dinero. Nos venden como si fueran al mercado a comprar tomate. Nos maltratan, golpean, dan toques eléctricos. Muchos hombres mueren de dolor», denuncia un hombre originario de Camerún en un video publicado en internet.

«Un día en una subasta, mataron al hombre que estaba a mi lado de un tiro en la cabeza. El que disparó quería probar el arma antes de comprarla», denuncia otra persona.

Una vez vendidos, la mayoría trabaja como esclavos en granjas, campos agrícolas o en la construcción. Algunos son comprados por particulares como trabajadores domésticos. Las mujeres tampoco se escapan de esa realidad y son principalmente vendidas como esclavas sexuales. Los niños y las niñas también.

Según CNN, se han documentado subastas en al menos nueve ciudades además de la capital: Sebha, Zuara, Sabratha, Castelverde, Gharyan, Alrujban, Zintan, Kabaw y Ghadames en el sur y oeste de Libia.

Sí, esa realidad no es noticia, tampoco tiene sólo que ver con Libia: implica de manera muy directa la responsabilidad de los países miembros de la Unión Europea (UE) que llevan años colaborando con el gobierno libio para bloquear a los miles y miles de migrantes que atraviesan el país cada año con la esperanza de llegar un día a Europa.

El Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) –el organismo de la ONU encargado de proteger a los refugiados y desplazados por persecuciones o conflictos– denuncia que se trata de una «cooperación inhumana», entre Libia y la UE, que «condena a más refugiados a detenciones arbitrarias e indefinidas y les expondría a torturas, violación, trabajos forzosos, explotación y extorsión».

«Los dirigentes europeos son cómplices y queremos sus respuestas» declaró Joanne Liu, presidenta de la ONG internacional Médicos Sin Fronteras (MSF), en una conferencia de prensa en Bruselas, Bélgica, el 7 de septiembre de 2017. «Las personas son tratadas como mercancías listas para ser explotadas. ¿Los gobiernos europeos realmente estarán dispuestos a asumir el precio de la violación, la tortura y la esclavitud?», insistió.

Europa extiende sus fronteras al este y al sur

Para impedir el acceso a su suelo a las personas que considera «indeseables», la Unión Europea ha desarrollado varias estrategias a lo largo de las últimas décadas. Además de restringir cada vez más el acceso a las visas y de perseguir, encerrar y deportar a las personas que lograron entrar a su territorio, desde hace unos 20 años la UE ha estado «externalizando» sus políticas migratorias: en vez de encargarse sola de ellas, exporta sus medidas de control y bloqueo fuera de sus propias fronteras. Gracias a esa estrategia, hoy en día el control migratorio empieza desde los países de origen de las personas consideradas como migrantes «indeseables».

Por una parte, esas medidas son puestas en práctica por medio de «acuerdos» bilaterales con diferentes Estados que hacen que las fronteras jurídicas de la UE rebasen sus fronteras geográficas. Así, diferentes miembros de la Unión Europea incitan a los países de tránsito con los que colaboran a incrementar el control de sus fronteras y en varios casos hasta financian su equipamiento en herramientas sofisticadas y el entrenamiento de sus agentes de migración.

En 2004, fue firmado el primer acuerdo de cooperación para el «control de flujos clandestinos» entre Italia y Libia. En 2007, el proceso fue reforzado con la implementación de patrullas marítimas mixtas conformadas por militares libios y policías italianos en aguas libias e internacionales. La meta era «buscar en el mar las embarcaciones candidatas a la migración hacia Europa y, sobre todo, interceptar los barcos que recogen migrantes en las playas libias de Zuwarah, Zaniyah y Miswatah», exponen Cedric Audebert y Nelly Robin en su artículo Fronteras norteñas en aguas sureñas: la externalización de las fronteras. El ejemplo de los aparatos estadounidense y europeos para el control de las migraciones caribeñas y subsaharianas. En febrero del 2017, los dos países volvieron a firmar un nuevo acuerdo con la idea de seguir y reforzar su cooperación, e Italia entregó varios barcos a las guardacostas libias.

Otro tipo de «colaboración» se ejerce a través de la incitación a criminalizar la migración por parte de los Estados hacia su propia población. Así, la introducción del «delito de emigración ilegal» en las leyes nacionales de países como Marruecos, Argelia, Túnez o Egipto limita el derecho de sus ciudadanos a salir de sus países, en total contradicción con el derecho internacional.

Para lograr sus objetivos, lo miembros de la UE tienen varias formas de ejercer presión sobre los gobiernos y así imponer sus condiciones. Las ayudas al desarrollo económico, los acuerdos comerciales o de inversión son instrumentos de chantaje que sirven para corromper a los diferentes gobiernos. Por otro lado, los países que se rehúsan a colaborar son castigados con limitaciones económicas o reducciones del número de visas otorgadas a sus ciudadanos.

FRONTEX, brazo armado de la política anti-migratoria europea

Otro elemento fundamental para la externalización de las fronteras europeas ha sido la creación en 2004 de la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación a las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión Europea, más conocida como Frontex.

Esta agencia se encarga en particular de la capacitación de guardias fronterizas y costeras en una multitud de países externos a la UE; del intercambio de información sobre las rutas migratorias con más de 43 países en el mundo; y del despliegue de fuerzas armadas fuera de Europa. La agencia también organiza la deportación de personas hacia sus países de origen (u otro país más o menos cercano).

 

Para su funcionamiento, cada país miembro de la UE pone un número de guardias fronterizas a disposición de la agencia que los despliega en sus operaciones. Por otro lado, Frontex tiene su propio equipamiento. «En 2009, ya disponía de 25 helicópteros, 21 aviones, 113 barcos y 475 unidades de equipo (radares, cámaras, sondas y sensores), pero no ha dejado de aumentar, tal como su presupuesto», explica Lamia Kaghat de Migreurop. El presupuesto de la agencia pasó de 19 millones de euros en 2006, a 97 millones en 2014 y luego a 254 millones en 2016, lo que representa un aumento del 1336% en sólo diez años.

Con todos esos recursos, Frontex realiza –entre muchas otras cosas– enormes operativos en el mar Mediterráneo para impedir el paso de embarcaciones cargadas con migrantes. En paralelo, se desarrollan operaciones terrestres en las fronteras ubicadas al este de la Unión Europea.

«Hoy en día, esa estrategia de disuasión con armas pesadas que utiliza la agencia Frontex se ha vuelto totalmente común, y el número de víctimas no ha dejado de aumentar», lamenta Lamia Kaghat.

Muchas veces presentada como «agencia de cooperación técnica», Frontex es en realidad «el verdadero brazo armado de la política migratoria europea», según palabras de la campaña “Frontexit”, impulsada por una red de organizaciones, colectivos e individuos del norte y del sur del Mediterráneo.

Desde su creación, Frontex ha recibido una multitud de quejas y denuncias por los abusos que comete. Sin embargo, la agencia se beneficia de un estatus jurídico borroso y ambiguo que hace que sea muy difícil condenarla de alguna manera por sus actos. «A pesar de múltiples violaciones Frontex actúa desde su creación en total impunidad», denuncia la campaña Frontexit.

Muertes, presas y esclavos

Recientemente, la UE y Frontex han celebrado una disminución significativa del número de migrantes que llegan a Italia después de haber cruzado el Mediterráneo. Según cifras de Frontex, en julio del 2017 han llegado sólo 11,459 personas migrantes a Italia contra 23,552 en julio del año anterior, ¡lo que representa una disminución del 57 por ciento!

Esas «victorias» por parte de la «Europa fortaleza» tienen un costo humanitario muy elevado: tan sólo en 2016, más de cinco mil personas perdieron la vida al intentar cruzar el mar Mediterráneo según William Spindler, portavoz del Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas. En los últimos años, las cifras sólo han aumentado: el cierre de las fronteras hace que los trayectos migratorios sean desviados hacia rutas cada vez más largas, caras y peligrosas.

Para Hassiba Hadj Sahraoui, consejera para Médicos Sin Fronteras sobre cuestiones migratorias, los barcos libios apoyados por los de la UE también favorecen las muertes: «Supuestamente vienen para “salvar vidas” en el mar pero los guardacostas ni traen chalecos salvavidas para los migrantes, y a veces hasta los golpean. Están más interesados por la idea de detenerlos que de salvarlos», denuncia.

Además de las miles de personas que pierden la vida cada año en las aguas del mediterráneo, otras miles son enviadas a los centros de detención y campos cerrados –que no son más que cárceles para migrantes– que florecen en Marruecos, Argelia, Egipto, Túnez, Libia, Jordania, Líbano, Siria, Turquía, Armenia, Georgia, Ucrania y más. En esas zonas de detención se multiplican las violaciones a los derechos humanos de cientos de miles de migrantes cada año. Y es justo ahí donde se organiza el tráfico de personas migrantes, incluyendo las ventas de esclavos como las que salieron en video.

El negocio de la seguridad fronteriza

El cierre de las fronteras representa un negocio impresionante que funciona a costa de las vidas de miles y miles de personas. Los que se benefician no sólo son «traficantes» sino empresas privadas de las industrias del armamento, la aeronáutica, la vigilancia, así como todo una serie de empresas involucradas en la gestión del asilo, el encierro y la deportación (constructoras, servicios de alimentación, lavandería, transporte, etcétera). Podemos citar, por ejemplo, empresas como Bouygues, Sodexo, AirFrance, o bancos como la BNP o la Société Générale.

Según la organización Migreurop, entre 2002 y 2013 la UE y la Agencia Espacial Europea financiaron 39 proyectos de investigación y desarrollo para la seguridad de las fronteras, con un gasto total de 225 millones de euros:

Orientados hacia el desarrollo de tecnologías de seguridad en el sector de la vigilancia, esos proyectos tienen como meta, entre otras, crear «perros rastreadores mecánicos» (proyecto Handhold – 3.5 millones de euros), drones para vigilar las fronteras terrestres (proyecto Talos – 12.9 millones de euros) y marítimas (proyecto i2c – 9.9 millones de euros) así como un sistema de vigilancia satelital (proyecto Limes – 11.9 millones de euros). Esos proyectos son una verdadera bendición para las empresas involucradas, entre ellas Thales, Finmeccanica y Airbus.

De acuerdo con un informe del Transnational Institute, el mercado de la seguridad fronteriza debería de alcanzar los 29 mil millones de euros al año en 2022. Las empresas de seguridad no sólo se benefician pasivamente de las políticas europeas sino que «esas empresas, así como la industria militar en general, promueven activamente al aseguramiento de las fronteras de la UE y están dispuestas a ofrecer tecnologías cada vez más perfeccionadas y costosas para llegar a ese fin», analiza Migreurop.

En la lista de las y los que se benefician de las políticas anti-migratorias, Claire Rodier –quien es parte de un grupo de abogados franceses solidarios llamado Gisti y co-fundadora de la red Migreurop– agrega otros dos sectores: el de los abogados que hacen dinero en los juicios, y el de las ONG y asociaciones civiles que reciben fondos para gestionar la asistencia hacia las personas migrantes (sea a lo largo de las rutas migratorias o en los países de destino). «El hecho de que una AC o una ONG tenga como misión apoyar a los migrantes no nos puede prohibir cuestionar la dimensión económica de su trabajo», argumenta Rodier.

El racismo específico hacia las personas negras

Existe en el mundo un racismo específico hacia la población negra, también llamado negrofobia, que está directamente vinculado con la época colonial y esclavista. La ideología que estableció la inferioridad de la gente negra –y por tanto la superioridad de la blanca–, según la cual las personas negras eran «salvajes» y «peligrosas», permitió justificar su deportación masiva y su explotación entre los siglos XV y XIX. A pesar de la abolición de la esclavitud, esas ideas han permanecido en los imaginarios europeos y norteamericanos pero también en Asia, Latinoamérica y el norte de África. La persistencia de ese racismo específico permite que personas negras puedan ser vendidas, compradas y esclavizadas todavía.

Esclavitud y tráfico de personas, síntomas del sistema global

Tristemente, aunque la historia de Libia tiene sus particularidades, no es única. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hoy en día alrededor de 21 millones de personas alrededor del mundo están en situación de esclavitud moderna. Gran parte de ellas son mujeres, niños y niñas en casos de esclavitud sexual. En cuanto a los hombres, son más propensos a ser esclavizados para trabajo forzado.

Un informe publicado en diciembre del 2016 por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) establece que ningún país en el mundo se salva en cuanto a crímenes de esclavitud. En las regiones más ricas –Europa, América del Norte y la parte sur del Medio Oriente– es donde se concentra la diversidad más importante de víctimas, provenientes de todo el planeta.

Las personas originarias de África Subsahariana y Asia del este son las más vulnerables. Víctimas de esas regiones han sido encontradas en 69 países alrededor del planeta, en particular en África, Medio Oriente y Europa, aunque también se encuentran en Asia y las Américas.

Según el informe, existe una clara correlación entre los flujos migratorios y el tráfico de personas. «La mayoría de las víctimas (alrededor del 60%) son extranjeras en el país en el que se encuentran esclavizadas. La mayoría son migrantes internacionales».

Siddharth Kara, un economista que ha trabajado con base en más de cinco mil entrevistas con personas víctimas de esclavitud, explica en una entrevista para The Guardian que los enormes flujos migratorios actuales producen una oferta enorme de personas fácilmente explotables, tanto en sectores ilegales como legales. «La vida humana se ha vuelto más desechable que nunca. Esclavos pueden ser adquiridos, explotados y desechados en periodos relativamente cortos, produciendo a la vez beneficios enormes para los explotadores», señala Kara.

Y los conflictos que se multiplican alrededor del planeta empeoran la situación, alerta la UNDOC. «Las personas que escapan de guerras y persecuciones son particularmente vulnerables de volverse víctimas de tráfico. El aumento rápido del número de víctimas sirias justo después del inicio del conflicto en Siria es un ejemplo de cómo se manifiesta esa vulnerabilidad».

Según dicha organización, el tráfico de personas es una industria criminal global, que funciona a la par de los tráficos globales de armas y drogas.

La esclavitud de migrantes subsaharianos en Libia, como la de los 21 millones de esclavos que se encuentran hoy en día en el mundo no son casualidad sino que son parte de un sistema global que le da más importancia al dinero que a las vidas humanas, y más cuando esas vidas son las de personas originarias del sur del mundo, pobres, negras, morenas, indígenas.

«A menos que la esclavitud empiece a ser percibida como una forma de explotación peligrosa, esa realidad no cambiará», concluye Kara.

Recientemente se han organizado protestas en ciudades como Dakar (Senegal), Conakri (Guinea), Yaoundé (Camerún), Abidjan (Costa de Marfil), Bamako (Malí) y París (Francia).

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