Ejido de Tila: un año construyendo autonomía

Por Dante A. Saucedo y Luis Gutiérrez Arias.

I

«Estamos más tranquilas», «ya no tenemos miedo», «nos sentimos más libres, felices». Ha pasado un año desde que el pueblo ch’ol del Ejido Tila —en la región norte de Chiapas— decidiera ejercer su derecho a la autonomía expulsando al Ayuntamiento ilegalmente asentado en tierras ejidales, y el sentimiento es compartido: luego de décadas de despojo y discriminación, la comunidad puede, al fin, habitar colectivamente la tierra que le pertenece.

Hace un año, el 16 de diciembre de 2015, luego de décadas de batallas legales ganadas pero incumplidas, ejidatarios y ejidatarias marcharon para exigir, una vez más, la salida del Ayuntamiento. La escalada violencia generada por los partidos políticos durante las elecciones locales de aquel año fue el último de una larga serie de agravios ejercidos contra el pueblo ch’ol. Ese mismo día, la comunidad expulsó al Ayuntmiento. Lo poco que queda de ese edificio se mantiene como la ruina de una historia que, hace un año, llegó a su fin.

Hoy, la historia y los ánimos son otros: el pueblo organiza colectivamente cada aspecto de la vida en común. Cada decisión es primero discutida en las casas barriales —desde hace un año, puntos de encuentro y discusión activos día y noche— y luego, en la asamblea general. Luego de la expulsión del Ayuntamiento, la prioridad fue organizar la guardia ejidal: había que resguardar las entradas y protegerse de los hostigamientos que vendrían. Los ocho barrios que constituyen el núcleo urbano del ejido formaron grupos para recorrer sus calles. Doce meses después, esos grupos continúan caminando las calles de Tila.

«De nada me sirve el ayuntamiento, yo no vivo ahí. Yo sé trabajar, sé cortar café, sé tapiscar maíz, doblar maíz, sembrar frijol, limpiar cafetal, cortar leña, cargar leña. Y yo no me canso de luchar mientras vivo»

La organización comunitaria se ha vuelto cada vez más compleja. Mientras el Comisariado se hace cargo de los asuntos agrarios y del ejido en general, un juez ejidal —designado a principios de 2016— se encarga de los problemas ‘penales’. La justicia autónoma funciona de manera radicalmente distinta a la que impartía el municipio: no se cobran multas, y el juez simplemente verifica que el daño sea reparado.

Aún con estos cambios, la base fundamental de la organización colectiva —la asamblea de ejidatarios— continúa siendo la máxima autoridad. Lo que la asamblea decide, el comisariado ejecuta; las autoridades ejidales han cambiado la política de promesas por la del trabajo colectivo. El Secretario del Comisariado lo dice con claridad: «la autonomía ejidal se trata de que el pueblo manda y el gobierno obedece».

Gracias a esta organización se ha podido afrontar un año que no ha sido fácil. El pueblo ha recibido amenazas y hostigamientos constantes de un pequeño grupo de caciques —perfectamente identificados por la asamblea— cercanos al ayuntamiento y a los partidos políticos e históricamente vinculados al grupo paramilitar Paz y Justicia. El pasado 24 de noviembre, ese grupo realizó una marcha dentro del ejido que apenas logró convocar a un puñado de ex-empleados del ayuntamiento.

También las fuerzas del Estado han hostigado de manera permanente a la comunidad. Además de las órdenes de aprehensión levantadas contra miembros de la asamblea desde diciembre de 2015, la policía judicial de Chiapas ha rondado los límites del ejido, hostigando y amenazando a miembros de la asamblea. Aun más, el pasado 2 de agosto, miembros de la Marina Armada ocuparon el parque central de Tila para tomar fotos y notas del ayuntamiento en ruinas. El convoy de la Marina salió del pueblo escoltado por elementos de la policía municipal, mostrando una vez más el involucramiento de todos los niveles de gobierno.

Pero las amenazas a la autonomía ejidal no se presentan siempre de forma tan evidente. Ejidatarios y ejidatarias saben que el grupo cercano al ayuntamiento visita comunidades cercanas para sembrar rumores sobre supuestas intenciones de la asamblea para ampliar los límites del ejido. Los caciques y paramilitares han llegado incluso a ofrecer seiscientos pesos a cualquier persona dispuesta a conformar grupos de choque.

Las y los ejidatarios, sin embargo, no han caído en provocaciones y han sabido responder con serenidad a estas amenazas. Las mentiras difundidas por el grupo cercano al ayuntamiento son desmentidas siempre a través de comunicados que la asamblea hace públicos en sus páginas oficiales en Internet. A pesar de la rabia que generan las amenazas y los insultos, el pueblo sabe que las autoridades de los tres niveles de gobierno buscan generar confrontación para justificar el uso de la fuerza. Una de las autoridades ejidales lo resume en una frase: «la lucha no se gana con armas, sino con inteligencia».

II

A pesar de los hostigamientos, la asamblea no ha parado de trabajar. Los preparativos para la fiesta del primer aniversario son una prueba del funcionamiento de los trabajos colectivos. En los días previos a la celebración, Tila se nota activa, organizada, alegre. Todas y todos los miembros de la comunidad están involucrados en la organización: la fiesta es un regalo que el pueblo se da a sí mismo para conmemorar el primer año de autonomía y para comenzar una nueva cuenta con los ánimos y las fuerzas renovadas.

Desde semanas atrás se comenzó a organizar el programa cultural de los festejos. Además de celebrar la expulsión del ayuntamiento, la Asamblea ha hecho de la fiesta un momento de recuperación y renovación de la memoria de la comunidad. Una obra de teatro colectiva da cuenta de la historia del ejido: las largas caminatas que los abuelos hicieron hasta Tuxtla para exigir las tierras que hoy se siguen defendiendo. También se ha preparado una representación del baile del negrito y las ‘maruchas’ y de la lucha entre los toros y el tigre, parte de la celebración tradicional del carnaval de Tila.

La víspera de la celebración comienza con una sorpresa: un colectivo solidario ha ayudado a montar una radio comunitaria. El Milagro del Ejido Tila transmite desde el 103.5 y pronto se escucha en los altavoces de cada barrio y tras las puertas de las casas. En la plaza comienza a construirse una tarima de madera y en uno de los ‘anexos’ —comunidades que pertenecen al ejido pero que no se encuentran en el núcleo urbano— hierve ya la comida para el día siguiente.

El 16 de diciembre los festejos comienzan temprano. En el parque central, flanqueado por las ruinas del ayuntamiento y por el Casino del Pueblo, está listo ya el templete que presidirá el mitin. A sus pies, un amplio espacio servirá de escenario para las presentaciones preparadas por la comunidad. Del lado izquierdo, los puestos de agua y comida son protegidos del intenso sol por lonas azules.

Cuando el parque está lleno a reventar, y la gente comienza a subir al viejo Ayuntamiento para tener una mejor vista, las autoridades ejidales marchan por el centro de la plaza hasta llegar a su lugar en el templete. Allí, el Comisariado se dirige a ejidatarios, ejidatarias y pobladores. Luego de él, los principales brindan su palabra a la comunidad. La lengua ch’ol retiembla de nuevo en Tila.

Una comisión de la región sur del Congreso Nacional Indígena (CNI) toma después la palabra. Se habla de la propuesta del EZLN y el CNI para conformar un Concejo Indígena de Gobierno. Pero, sobre todo, las y los compañeros del CNI reconocen y celebran la lucha por la autonomía en territorio ch’ol. Tila es, ya, un ejemplo de resistencia para todos los pueblos originarios del país.

El programa cultural comienza después del mitin. Además de la obra de teatro y de la representación del carnaval, la comunidad ha preparado bailables y canciones interpretadas por niños y niñas. Poco antes de la comida —puchero, barbacoa, agua fresca hecha con limones de los árboles de Tila— se presentan los músicos invitados: jaranas y hip-hop mixe-popoluca del sur de Veracruz.

La celebración continúa hasta que la tarde comienza a caer. En el templete se libera el espacio para que, por la noche, la banda pueda instalarse y el baile comience. Niños, niñas, jóvenes, adultos y ancianos culminan así un día dedicado a celebrar sus propias vidas, su organización, su tierra, su autonomía.

III

El pueblo sabe que el primer año de lucha es apenas un momento en el largo y paciente tiempo de la resistencia. Algunos ejidatarios recuerdan los años invertidos en recuperar los documentos del ejido y visitar cada comunidad para mostrar los planos y comenzar la lucha. Cada miembro de la comunidad tiene una historia personal ligada a las décadas de organización y resistencia.

Esa misma paciencia marca el ritmo para el futuro: «vamos poco a poco», repiten las autoridades. Aunque prácticamente todos y todas las integrantes de la comunidad están involucrados en la organización ejidal, el pueblo comienza a hacer planes para lo que viene. Una de las jóvenes más activas en la organización recuerda que aún es necesario fomentar la participación de las mujeres en los cargos de autoridad y, tal vez, generar talleres para que los niños y niñas se involucren desde pequeños en la lucha.

Aún con la cautela propia de una comunidad que conoce los retos que debe enfrentar, el pueblo ch’ol de Tila no puede ocultar su sonrisa. Como ellas y ellos no dudan en afirmar, el 16 de diciembre de 2016 comenzó una nueva cuenta; un nuevo tiempo marcado por la alegría, la organización y la autonomía.

«El desarrollo lo hace el pueblo, no lo hace un municipio, ni lo hace un presidente municipal. Porque el desarrollo lo podemos hacer nosotros mismos.»