Conversaciones con Patricia Ravelo y Beatriz Loyola*
“No tengas miedo”. Eso le decían al pasar por la calle a un amigo capitalino de Beatriz Loyola, en una ocasión en que fue a visitarla a Ciudad Juárez. Después ella se lo explicaría: “Ahora así se saluda la gente, es como dar las buenas tardes”.
Solo hasta entonces esta luchadora social juarense se dio cuenta de la gravedad de lo que acababa de decir; ya se había acostumbrado a verlo como algo normal. Lo que sucede —dice— es que “uno a veces en Juárez no logra captar la realidad en el momento, sino que tienen que suceder otras cosas que te permitan ver lo que está pasando. Siempre estamos sobre lo inmediato, como un remolino.”
La impunidad
Lo primero que es importante decir, es que la violencia ya no viene sólo del crimen organizado, sino también de la percepción que tienen los civiles de la impunidad en la que viven. A la mayoría de la gente a la que agarran cometiendo un delito declara, no que no supiera lo que estaba haciendo, sino que no pensaba que la pudieran agarrar. “Aquí no agarran a nadie”, ésa es la idea. Primero que nada, se piensa que a cualquiera lo pueden matar, porque se sabe que matan también a personas inocentes, sólo por ir caminando por ahí, y la segunda, que a nadie le van a hacer nada por cometer un crimen. En conclusión, se piensa, cumplir la ley no va a aumentar tu seguridad.
No sé si la impunidad en Juárez sea mayor que en el DF, no tengo los elementos para decirlo, pero la idea generalizada de la población es que en Juárez hay impunidad. No he escuchado, por ejemplo, a las autoridades de otros estados decir que no tienen el control, que no pueden con el crimen organizado.
Las escuelas y la juventud
Hay una materia en la secundaria, creo que es cívica y ética, donde los jóvenes tienen que hacer su proyecto de vida, pero —nos cuentan algunos profesores amigos nuestros— regularmente los chavos no entienden que sentido podría tener eso: “y para que lo hago, si no sabemos si mañana me asesinen”. Y bueno, por supuesto que la situación es ésa, pero tenemos que apostar por la vida y ver, como adultos, qué elementos les podemos dar para salir adelante.
Guadalupe Carreón, quien tiene diez años de experiencia como maestra, señala que la situación de violencia en la ciudad ha propiciado grandes cambios en los jóvenes. En 10 secundarias que observó, se han alterado las dinámicas de convivencia. Por ejemplo, se dan casos como el de un adolescente que les cobraba “cuota” a sus compañeros para que pudieran salir al receso: también se han implementado rituales violentos de socialización sólo para divertirse, como la práctica de golpear entre todo el grupo a la persona que cumple años (en la participan tanto hombres como mujeres).
Es alarmante la situación de una jovencita que tenía amenazada a otra con ejecutar a su familia si dejaba de juntarse con ella, y el caso de un joven que amenazó de muerte a los directivos y a todos los maestros por hacerle un reporte. La reproducción de estas prácticas mafiosas entre los jóvenes revela la gravedad y complejidad de la situación en Ciudad Juárez.
Lo último que he estado viendo es que es tal el grado de miedo en los adultos que están optando por ya no mandar a los niños a las escuelas.
Ha habido asesinatos masivos de jóvenes en centros nocturnos, barrios, centros de rehabilitación para adictos y prisiones. Esto ha provocado terror entre la población en general, pero algunos jóvenes han reaccionado de manera distinta, manifestando sus posturas y sus demandas en acciones diversas.
La resistencia
Los jóvenes se han manifestado en los espacios públicos y cibernéticos accesibles a ellos y comienzan a articular un incipiente movimiento social, guiado por sus demandas comunes contra la violencia de la que son víctimas y contra la permanente violación a los derechos civiles. Los jóvenes están tomando conciencia de la problemática de la violencia, de la exclusión y de la ausencia de un Estado de derecho.
La principal organización que han formado es el Frente Plural Ciudadano, que se compone mayoritariamente de estudiantes universitarios, pero en él también participan colectivos que hacen trabajo en la calle; gente que trabaja mucho, de manera informal, con los jóvenes. Además, participan organizaciones que atienden a trabajadores, como la Pastoral Obrera, por ejemplo, y asociaciones que atienden los derechos humanos de las mujeres, o que trabajan con niños.
En el Frente —dice Brenda, que es una de sus integrantes— hacemos sobre todo denuncia pública y acompañamiento solidario a quienes han sufrido violación a sus derechos. No se puede decir que hagamos un acompañamiento completo; no le hemos dado, por ejemplo, seguimiento legal a los diferentes casos. Y eso se debe principalmente a que la gente que ha sido violentada y su familia no lo quieren así.
Voy a ponerte un ejemplo: Nosotros denunciamos la masacre ocurrida en Horizontes del Sur. Acudimos al lugar y, curiosamente, resultó que nadie conocía a los jóvenes asesinados. No hubo manera de contactar a los familiares. La gente tenía miedo de entablar conversaciones con nosotros. Es difícil que la gente se atreva a llevar acciones legales, porque no hay confianza en las autoridades; la información se filtra, y se acosa a quienes han exigido justicia. Y sin embargo sigue habiendo personas que se organizan para defender los derechos civiles y atender a las víctimas de la violencia, y eso es lo que hay que destacar. Ésa es nuestra esperanza.
* Este artículo ha sido formado por el comité editorial de la Revista Izquierda con fragmentos de una conversación con Beatriz Loyola y Patricia Ravelo, y de un artículo, escrito por ambas mujeres, llamado “De norte a sur de este a oeste, ganaremos esta lucha cueste lo que cueste. Protestas y acciones de los jóvenes en Ciudad Juárez”.