Fragmentos de una jornada de solidaridad global por Ayotzinapa

Texto de Elis Monroy, Romeo LopCam, Jerónimo Díaz y Aldo Santiago
Fotografías de Gustavo Ruiz, Lucero Mendizábal, Juan Manuel García, Yollotl Gómez Alvarado, Kino Luiggi, Heriberto Paredes, Amaranta Marentes, Aldo Santiago y Elis Monroy

Como parte de la #AcciónGlobalPorAyotzinapa convocada por los familiares y compañeros de los estudiantes desaparecidos de la Normal Rural Raúl isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, este 20 de noviembre se realizaron manifestaciones solidarias tanto en México, como en muchas ciudades del mundo.

Ríos de gente con un destino común

En la Ciudad de México, tuvieron lugar tres marchas con destino al Zócalo capitalino. Además, durante todo el día, hubo distintas manifestaciones, entre ellas, la que se llevó a cabo afuera de Televisa Chapultepec por parte de estudiantes de la Universidad del Claustro de Sor Juana, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y la Preparatoria número 7 de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); otra que tuvo lugar en la puerta principal de la Secretaría de Educación Pública (SEP), donde estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) levantaron un muro con tabiques y concreto; y una más en las cercanías del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en la que cientos de estudiantes de diversas escuelas, intentaron bloquear el acceso al mismo, cosa que lograron parcialmente con la ayuda involuntaria del gran despliegue policiaco que en teoría debía evitarlo. En ésta última movilización, tuvieron lugar los primeros enfrentamientos y las primeras detenciones de la jornada.

Fotografía: Gustavo Ruiz

Ciudad de México. Fotografía: Gustavo Ruiz

Las imágenes de camiones del ejército cargados de soldados vestidos de civil que estuvieron circulando en las redes sociales —tal vez como una estrategia de intimidación deliberada por parte del gobierno— no fueron suficientes para amedrentar al pueblo. Cientos de contingentes se hicieron presentes para recordar que en México, no sólo faltan 43 sino muchos y muchas más.

La primera marcha, convocada a las cinco de la tarde, partió del Ángel de la Independencia, encabezada por la caravana«Julio César Mondragón Fontes» —que recorrió el norte del país—  y estaba integrada por múltiples contingentes de la «sociedad civil». Al frente marcharon las y los familiares de los normalistas desaparecidos, seguidos por los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa. Poco después se encontraban maestros de la misma normal, quienes iban con el rostro cubierto debido al clima de persecución que se vive actualmente en el estado de Guerrero.

Durante aproximadamente tres horas, la gente siguió saliendo del Ángel de la Independencia. La diversidad de contingentes fue enorme, entre ellos la comunidad budista, el contingente carreola, la comunidad LGBT, danzantes de capoeira, danzantes aztecas, la comunidad cristiana, maestras de yoga, indígenas de diferentes estados, hare krishnas, artistas, ciclistas, personas a caballo, varios grupos ambientando con su música y miles de personas que no se quedaron en casa a ver como se escribía la historia. Dentro de estas, se encontraba el contingente feminista, integrado por mujeres y hombres que recordaron que los feminicidios —que se han multiplicado a lo largo de los últimos años— muchas veces quedan olvidados, incluso dentro de lo propios movimientos sociales.

«Nosotras queremos decir que los feminicidios no son 43, no son 100, son muchos más, entonces estamos sí siendo solidarias, pero también queremos una solidaridad de vuelta», nos expresó una de las manifestantes. Los feminicidios son un problema de Estado, producto de un sistema que promueve situaciones de violencia hacia las mujeres, situaciones a las que no se atiende debidamente ni se les da la importancia que merecen, aún si se paga con la vida de hasta 7 mujeres al día. «Es una problemática que atraviesa a todas las demás y es necesario visibilizarla», concluyó otra compañera.

La segunda marcha, convocada a las seis de la tarde, salió de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, encabezada por la caravana «Julio César Ramírez Nava» —que recorrió el estado de Guerrero— e integrada principalmente por contingentes de las diversas escuelas que se sumaron al gran Paro Nacional impulsado por los normalistas de Ayotzinapa y gente solidaria con su causa. Entre estos, se encontraban diversas escuelas y facultades de la UNAM, el IPN, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), la Universidad del Claustro de Sor Juana, la Universidad Iberoamericana, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), el Centro Cultural Ollin Yoliztli, el Colegio de Bachilleres, la Univerisdad Autónoma de Chapingo (UACh) y la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), entre otras. Como suele suceder, la vitalidad y alegría de la juventud se hicieron presentes y contagiaron al resto de los y las manifestantes cuando dicha marcha se mezcló con las otras dos, ya en el Zócalo capitalino.

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Miradas encapsuladas. Fotografía: Yollotl Gómez Alvarado

Minutos antes de que las movilizaciones comenzaran a salir de sus puntos de reunión, un grupo de niños de diferentes edades, acompañados de sus papás, se encontraron en el Hemiciclo a Juárez, ahí, con crayolas pintaron caricaturas y consignas como «¡Vivos los queremos!» y sobre todo su sentir respecto de lo que pasa en su país.

Una niña de 9 años comentaba que lo que pasaba era injusto: mientras un niño un poco mayor (12 años) dibujaba un Peña Nieto mal encarado, acartonado, junto con un mensaje de rechazo, los más pequeños (niños de 2 o 3 años) sólo ponían color a una manta que iba a encabezar su contingente con el lema «Niños con Ayotzinapa». Al terminar sus carteles, los padres de los infantes hicieron vaya para acompañarlos e integrarlos a la manifestación.

Finalmente, la tercera movilización partió del Monumento a la Revolución a las cinco de la tarde, aunque en varios carteles estaba anunciada a las seis, encabezada por la caravana «Daniel Solís Gallardo» —que recorrió el sur del país—, e integrada por organizaciones campesinas, sindicales y del movimiento urbano popular, como el Frente Popular Francisco Villa Independiente (FPFVI), el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), o el Sindicato de Trabajadores de la UAM (Situam), destacando la presencia de amplios contingentes integrados por campesinos de Tlaxcala y Guerrero. Fue en este sector en donde la presencia de familias enteras era notable. Padres, madres, hijos, abuelos, contaban una y otra vez hasta el número 43, en alusión a los normalistas desparecidos, finalizando con el reclamo que nos ha venido uniendo como sociedad en los últimos días: «¡Justicia!». Ésta movilización fue una de las más nutridas, ya que una gran cantidad trabajadores y trabajadoras se unieron a ella en virtud de que también se sumaron al Paro Nacional, como fue el caso de los que pertenecen al Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM).

La plancha del Zócalo fue llenándose sin pausa, con ríos de gente que entraban al mismo tiempo por 5 de mayo, Tacuba y 20 de noviembre. Los primeros contingentes llegaron poco después de las seis de la tarde, mientras que los últimos seguían atascados en Avenida Juárez, a un lado de La Alameda Central y frente al Palacio de Bellas Artes, poco antes de las nueve de la noche. Al final muchos desistieron, mientras otros esperaron pacientemente para entrar, cosa que lograron gracias a que el flujo de gente que salía del Zócalo por las calles de Madero y 16 de septiembre empezó a crecer. Lo grandioso fue que aunque la gente entraba y salía, el espacio se mostró lleno durante horas.

Fotografía: Gustavo Ruiz

El Zócalo capitalino hasta el tope. Fotografía: Gustavo Ruiz

Es necesario destacar que el ambiente que se respiraba era de esperanza y comunión, al ver a tanta gente compartiendo su indignación y solidarizándose con una causa como la de Ayotzinapa, que tan sólo es una muestra del daño que vivimos desde hace décadas en este país. Un momento culminante, fue cuando un contingente que llevaba una enorme figura de Enrique Peña Nieto, realizada con alambre y cartón piedra, ingresó al mítin por el lado de 20 de noviembre buscando un lugar más o menos central, la colocó en el suelo y le prendió fuego. Luego de un primer momento de sorpresa, la multitud aplaudió y gritó consignas como «¡Fuera Peña!», saludando la acción. Los que estaban más cerca grababan el suceso o tomaban fotos del mismo en sus celulares, al fondo, viendo hacia el edificio en donde se localiza el Portal de Mercaderes, las figuras de Francisco Villa y Emiliano Zapata dispuestas como parte de la iluminación para los festejos del aniversario de la Revolución Mexicana, vigilaban la escena

Después de cierto tiempo, cientos de manifestantes se congregaron frente a las vallas reforzadas que elementos del Estado Mayor Presidencial habían instalado frente a Palacio Nacional, mismo que estaba custiodado por decenas de éstos. A lo largo de todas ellas, la gente se recargaba para increparlos. No eran solo jóvenes a los que por su actitud y vestimenta se tiende a asociar al movimiento anarcopunk, había señoras y señores mayores, adolescentes, amas de casa, trabajadores, normalistas. Ocasionalmente algunos grupos llamaban a la calma y a la no-violencia, desde el templete se llamaba a «no caer en provocaciones». Y así se mantuvo durante un buen rato, lo más que sucedía era que algún brazo les aventara los restos de un elote, o una botella de plástico vacía, a los uniformados. Sin embargo con el paso de los minutos la tensión escaló. 

Primero se escucharon algunos cohetones, luego un grupo empezó a jalar las vallas y a hacerlas caer. Se lanzaron algunas bombas molotov. Al poco rato, granaderos que estaban apostados sobre la calle de Corregidora hicieron su incursión, siendo casi inmediatamente secundados por otro grupo de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF) que llego por 20 de noviembre. Los granaderos, armados con palos y toletes, lanzaron gas lacrimógeno y polvo de extinguidor a los manifestantes en repetidas ocasiones, la gente sin embargo aguantó lo más que pudo, con miedo pero sin caer en pánico. Sin embargo al final, en una operación que duró como mucho unos 20 minutos, los uniformados comenzaron a avanzar a lo largo de toda la plancha golpeando a las personas que se encontraban a su paso, encontrando resistencias fugaces por algunos grupos de manifestantes aguerridos. La gente les gritaba enérgicamente, cuestionando su «lealtad» y el que protegieran ese edificio que hoy tan sólo es un monumento al mal gobierno.

Fotografía: Gustavo Ruiz

Una consigna. Fotografía: Gustavo Ruiz

Al final, los cuerpos policiacos se ensañaron con aquellos que se quedaron atrás, ya sea porque decidieron confrontarlos para dar pie a que el resto de la gente corriera, o porque no pudieron avanzar lo suficientemente rápido. Los granaderos agredieron incluso a personas que estaban en los restaurantes de las calles aledañas al Zócalo que nada tenían que ver con la manifestación.

Comenzaron entonces las detenciones arbitrarias, tan habituales en un país en el que las instituciones están ahí solo para proteger los intereses de políticos corruptos —y al parecer, los de sus parejas— asociados con los peores criminales. Con todo, esta no es la conclusión de la jornada, no puede serlo, porque de lo todo lo que observamos concluímos que la gente está perdiendo el miedo poco a poco, abriendo los ojos a una relidad dolorosa y promoviendo acciones de apoyo mutuo y solidaridad. Nade dijo que sería fácil lograr un cambio, pero este ya empezó.

Solidaridad en un país lastimado

Acciones de protesta grandes, pequeñas y medianas, tuvieron lugar en muchas ciudades de la República, desde Ensenada hasta San Cristóbal. Gracias a las redes sociales y al trabajo de compilación de algunos medios libres, podemos mencionar las siguientes:

En Monterrey, estudiantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), organizaciones como las Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos y miles de manifestantes, marcharon de Plaza La Purísima a la Procuraduría General de Justicia del estado. En Tamaulipas, tuvieron lugar importantes movilizaciones en Tampico, Ciudad Madero y El Mante, a pesar de que el contubernio entre el Cártel del Los Zetas y el gobierno de dicho estado, mantiene desde hace años asolada a la región. De igual modo, la gente salió a las calles en lugares como Torreón y Ciudad Acuña, en Coahuila; Los Mochis, Sinaloa; Tepic, Nayarit; La Paz y Mexicali, Baja California.

En Chihuahua, además de la mega-marcha que tuvo como punto de partida la rectoría de la Univesidad Autónoma de Chihuahua (UACH), se tomaron diversas casetas y puentes de la entidad en una acción que el partido de Andrés Manuel López Obrador, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), se quiso adjudicar por sobre los diversos grupos independientes de la sociedad civil. En dicho contexto se registró también una valiente interrupción del desfile militar conmemorativo de la Revolución de 1910 por parte de estudiantes, tanto en la capital de estado como en la fronteriza Ciudad Juárez (UACJ). Y es que tal parece que las élites norteñas no han entendido, o no quieren entender, que la Revolución sigue en marcha, desde Creel hasta Camargo.

En Sonora, más de cinco mil manifestantes, entre los que se encontraban estudiantes y trabajadores de la universidad del estado, padres de las víctimas del incendio en la Guardería ABC de Hermosillo y damnificados por el derrame minero en el río Sonora, consiguieron tomar el congreso local y proclamar desde la tribuna el «reinicio de la Revolución». En Guadalajara, miles de personas se unieron al coro de los normalistas «Pueblo, despierta, la muerte está en tus puertas». Otras manifestaciones también interrumpieron la «normalidad» en diversas ciudades como Cuernavaca, Colima, San Luis Potosí y poblados de Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Aguascalientes, Querétaro, Oaxaca, Chiapas, Morelos, Yuactán, Michoacán, Campeche, Quintana Roo.

En Xalapa, Veracruz, las intensas lluvias no lograron contener la marea humana que arribó a la Plaza Lerdo. También se registraron algunas actividades pequeñas en el Puerto de Veracruz. En Coatzacoalcos y Tuxpan los  telefonistas se unieron al Paro Nacional, mientras que en Orizaba y Poza  Rica los universitarios llevaron la batuta. Desde la capital veracruzana, el Comité Universitario de Lucha emitió un llamado a la comunidad  internacional: «Estamos en sus manos y en nuestras manos también que se alzan con la  digna rabia en defensa del mundo nuevo que llevamos en nuestros  corazones».

Los ojos del mundo siguen mirando a Ayotzinapa

Destacan las acciones realizadas en América Latina. En ciudades como San Salvador, El Salvador; y Managua, Nicaragua; en donde los centroamericanos manifestaron su solidaridad con el pueblo mexicano. Por ejemplo, precisamente desde El Salvador, jóvenes universitarios dijeron con claridad: «Expresamos nuestra inconformidad con la versión que ha dado la Procuraduría General de la República, consideramos, al igual que los familiares y amigos de los desparecidos, que no se puede dar a los 43 normalistas por muertos, sin que esa afirmación sea sostenida con argumentos y evidencias científicas sólidas» —aseguraron los estudiantes salvadoreños en un comunicado.

En otras ciudades como Santiago, Atacama, Temuco, en Chile; Lima, Perú; La Paz y Cochabamba, en Bolivia; Quito y Guayaquil, en Ecuador; Asunción, Paraguay; Montevideo y Maldonado, en Uruguay; y Bogotá, Colombia; Guatemala; activistas mexicanos acompañados por gente sensible a la causa hicieron actos de presencia frente a embajadas y consulados. Particular fuerza cobraron las marchas en Buenos Aires y La Plata, en Argentina; así como en La Paz, en Bolivia; donde pudieron verse tremendas demostraciones de creatividad y solidaridad.

A la convocatoria de distintos colectivos peruanos, principalmente de jóvenes estudiantes, respondieron más de 500 personas en el parque Washington de Lima. Los contingentes marcharon hasta la embajada de México en Perú para manifestar su solidaridad y apoyo a la indignación de la población mexicana, uniéndose a las exigencias de justicia y presentación con vida de los 43 estudiantes normalistas. Además, los asistentes recordaron en está acción a los estudiantes y profesores peruanos de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, mejor conocida como la Cantuta, en la periferia de la ciudad de Lima. [1] «Ayer fue Cantuta hoy Ayotzinapa; México y Perú es la misma lucha» era una de las arengas que más motivaban el grito colectivo de apoyo a la inconformidad y denuncia de los pueblos hermanos. Las movilizaciones de Lima, son una muestra del interés y apoyo que internacionalmente nace hacia los reclamos de México, en la medida que también son reclamos que se empiezan a unir desde las distintas latitudes de América Latina y el mundo.

En Puerto Rico, además del apoyo rendido por el grupo Calle 13 durante la entrega de los Premios Grammy Latino, el rector de la universidad nacional aprobó que la principal torre de dicha institución académica se mantuviera iluminada con los colores verde, blanco y rojo, durante los próximos 43 días.

En Estados Unidos, hubo importantes demostraciones de apoyo como la de Nueva York, Washinton DC, Seattle, Bostón, Chicago, Atlanta, Salt Lake City, Raleigh, Miami, Indianápolis, Dallas, Houston, San Antonio, Denver, El Paso, Berkley, Santa Ana, San Diego, Los Ángeles, tan solo por citar algunas de las que han dejado rastro de sus actividades en las redes sociales, por medio de fotografías y videos. Las imágenes de Tampa Bay, por ejemplo, revelan importantes contingentes tomando la calle con los retratos de los normalistas y bajo  una consigna que se hace cada vez más habitual: «!Fuera EPN¡».

También se realizaron actos de protesta en varias de las capitales europeas, entre las cuales destacan París, Madrid, Barcelona y Londres, donde las concentraciones alcanzaron centenares de personas. En la Plaza de la República de la capital francesa, ondearon banderas mexicanas, peruanas, mapuches y cubanas en una demostración de solidaridad internacional sin precedentes.

En menor medida, pero no menos importantes, fueron los actos realizados por pequeños grupos en Hong Kong, Delhi, Melbourne, Amsterdam, Estocolmo, Göteborgs, Copenhague, Helsinki, Ginebra, Oslo, Viena, Praga, Atenas, Belfast, Munich, Santiago de Compostela, Murcia, Colonia, Leipzig, Postdam, Frankfurt y Nottingham. En Roma, la comunidad católica mexicana y miembros de la asociación italiana Libera —que promueve  una campaña denominada Paz por México— protagorizaron una acción solemne. Asimismo, se registraron actividades en en Boloña, Italia, a cargo de Ya Basta Bologna, Centro sociale TPO y Làbas Occupato. En Trento, individuos y colectivos se fotografiaron vestidos de negro y lanzaron mensajes de apoyo con pancartas. Lo mismo se hizo en ciudades como Toulouse, Marsella, Lyon, Lille, Niza y Estrasburgo, donde los manifestantes recibieron el apoyo de varios sindicatos franceses de trabajadores de la educación.

Falta lo que falta

Este despliegue de solidaridad nacional e internacional en donde las y los pocos nos encontramos para descubrirnos en otros —como dirían los zapatistas—, es uno de los pasos en la construcción de alternativas para deshacernos de este gobierno corrupto y criminal, al que es absurdo pedirle justicia, pues está instaurado gracias a la falta de ella. Nadie dice que este camino es fácil de andar, o que será sencillo llegar a acuerdos entre nuestras opiniones y formas de lucha, pero ahora, poco a poco, tenemos más claro quienes somos y quienes son ellos.

Nota

[1] La madrugada del 18 de julio de 1992 el Grupo Colina (escuadrón paramilitar conformado por miembros activos del ejército peruano bajo las órdenes del mayor Santiago Enrique Martin Rivas) irrumpió en las residencias de la universidad tachada por los oficialistas como “un centro de cultivo de políticas radicales”. En el acto, nueve estudiantes y un profesor “sospechosos” de haber participado en la detonación de un coche bomba dos días antes en el barrio de Miraflores en Lima, fueron secuestrados, torturados y asesinados, todo bajo el consentimiento del ejército y del entonces presidente Alberto Fujimori quien actualmente paga una condena de 25 años en cárcel por este y otros actos de genocidio.