Por Diego Lagos
Las calles del pueblo de Tumbiscatío, cabecera del municipio homónimo michoacano enclavado en la región sierra-costa lucen semidesiertas, el sol de media tarde pega con fuerza y el silencio casi sepulcral de sus calles es apenas interrumpido por el canto de algún ave despistada y el chirrido de una vieja radio proveniente de un viejo local donde unos viejos sombrerudos juegan al dominó.
El camino desde Arteaga es sinuoso, decenas de deslaves y derrumbes añaden una dosis de peligro a este cruce de la sierra que va desde La Mira, célebre poblado en el municipio costero de Lázaro Cárdenas, donde elementos de la Marina detuvieron al Dr. Mireles, líder moral de las autodefensas michoacanas, hasta Apatzingan, otrora bastión templario en el corazón de la Tierra Caliente.
Es en este poblado donde fueron grabados algunos de los videos donde Servando Gómez, La Tuta, aparece con políticos, empresarios y periodistas. Desde la calle no es difícil reconocer el color amarillo de las paredes y los acabados en ladrillo de la segunda planta del hotel «Lupita», lugar donde la cadena de noticias Mundo Fox, entrevistó al líder de la organización criminal en diciembre del 2013.
No han pasado muchos días desde el despliegue de un operativo en que la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) incautó al menos 11 inmuebles pertenecientes al grupo delictivo de Los Caballeros Templarios y la zozobra en el pueblo está a flor de piel. La poca gente que se encuentra en las calles guarda silencio y mira con recelo el paso de caras desconocidas.
Tras un breve recorrido por el pueblo, poco a poco van apareciendo propiedades con sellos que anuncian «Inmueble incautado»; un hotel, un autolavado, una gran mansión apenas del otro lado de la iglesia, una casa, etc. La plaza principal es pequeña y la ausencia de kiosco es compensada con una pérgola color turquesa. Éste es el escenario de un video publicado a principios de 2014, en plena convulsión por el avance de las autodefensas, donde aparece La Tuta, líder de Los Caballeros Templarios repartiendo dinero entre la gente de la localidad .
«Ahí es donde sale La Tuta repartiendo billetes», señala un federal con la mirada y completa el gesto usando su AR15 a modo de dedo índice y continúa «acá la gente no nos quiere, hace unos meses era inimaginable estar aquí paseándonos como ahorita, apenas hace como tres o cuatro meses tuvimos un enfrentamiento allá en la sierra, como a media hora de aquí, matamos a mas de 90 malandros, imagínate tú ¿cuántos no eran de aquí?, por eso ni nos saludan».
Un funcionario del municipio que nos recibe, nos comenta que por acá todo está bien, que es más lo que se dice en la tele y «esas cosas» que lo que realmente pasa, su optimismo contrasta con el de la señora de un comedor quien dice que desde que llegaron los federales no ha vendido casi nada, «nadie sale a la calle en el día, la gente anda asustada» remata.
Conforme va cayendo el sol la situación empieza a dar un giro, la gente sale de sus casas y el silencio va dando paso a charlas de portón, al trajín de algunos taqueros montando sus puestos y a las risas de algunos jóvenes que pasean en grupos por el centro. Ha caído la noche y es la hora en que las trocas dan vueltas por el pueblo pregonando –entre música de acordeones, vientos y tarolas– historias de hombres valientes que lucharon hasta el final y cayeron con la frente en alto; el sonido de rafagas de armas de alto poder se mezclan con las notas musicales para darle mas realismo a las epopeyas narradas. Algunos de los sellos que hace apenas unas horas habíamos visto en las puertas de los lugares incautados han sido rasgados como en señal de afrenta. Dentro del hotel un par de luces se encuentran encendidas, ya no hay patrullajes de policías federales quienes se encuentran acuartelados en las instalaciones de un viejo billar
Parece que a esta hora la gente es mas desenvuelta, como si se hubiera sacudido de encima la zozobra y, en un efecto contrario a las leyes de la naturaleza, los rayos del sol se hubieran llevado consigo la oscuridad de las horas anteriores.
Ya se va haciendo más tarde y no tenemos ganas de pasar la noche en este pueblo. Además de que el único hotel esta incautado, la pensión que renta cuartos se encuentra llena y nos dicen que el camino a Apatzingán esta muy feo y hay muchos robos, por lo que decidimos cenar algo y apresurar la salida.
—¿Y cómo andan las cosas por aquí primo? —Le preguntamos al taquero mientras esperamos nuestra la cena.
—Esos hijos de la chingada andan muy tranquilitos porque alguien dijo que ustedes son periodistas o de los derechos humanos o algo así, si no ya estarían chingue y chingue como todos los días desde que llegaron. Acá estábamos tranquilos, nosotros lo único que queremos es que nos dejen en paz —sentencia mientras pica la carne de los tacos a golpe de cuchillo.