La comunidad como elección de vida: Cherán y sus enseñanzas. Primera parte

La historia como aprendizaje, la historia como arma

Cherán es cabecera municipal y tiene entre 20 y 25 mil habitantes y es hoy un ejemplo de organización comunitaria autónoma gracias a la silenciosa acumulación de experiencias colectivas, las cuales se convirtieron en una realidad posible, dada la fuerte cohesión existente entre sus pobladores, por su origen (según testimonios recogidos directamente en el lugar, el 98% de la población es de ahí y permanece viviendo en este municipio o bien, si se van, regresa constantemente) y por el amplio conocimiento que se tiene de las condiciones sociales, económicas y políticas de la región.

Históricamente la región de la meseta p’urhépecha se ha mantenido relativamente bien organizada, es decir, antes de la llegada de europeos en el siglo XVI  luego del proceso de conquista y la larga noche de la colonia, los distintos pueblos de la región (hoy conocidos como Santa Fe de la Laguna, Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Cucuchucho, Janitzio, Carapan, Tacuro, Huancito, Sopoco, Santo Tomás, Tanaquillo, Uren, Chilchota, Etucuaro, Cherán, Ichan, Acachuen, Terecuato, Terejero y Nurío) han luchado por conservar su organización comunitaria en función de sus usos y costumbres políticas, han defendido la manera en cómo entienden y practican la organización social y económica, han resistido defendiendo su cosmovisión, lo mismo frente a los mexicas que frente a los europeos.[1]

Basta mencionar, además del carácter unificador e identitario de la cultura p’urhépecha, que fue precisamente en esta región montañosa y lacustre en donde tuvieron lugar diversas rebeliones, entre ellas resalta la ocurrida en 1766 en toda la región p’urhépecha; en aquel entonces “los líderes fueron descuartizados, a todos se les amarró de cada pie y cada mano a cuatro caballos a los que hacían cabalgar a galope, asesinando de esta forma a nuestros antepasados”.[2]

A finales de la década de 1970 los pobladores de Santa Fe de la Laguna comienzan a sentir la falta de tierras, se percatan de la invasión que hacen los pobladores mestizos de la vecina Quiroga a las tierras comunales cuando traen a miles de cabezas de ganado. Este hecho desencadena una lucha comunitaria por la recuperación de las tierras ocupadas y logra cohesionar de manera determinante a la comunidad santafesina, además de la efectiva toma de poco más de 2 mil hectáreas; es importante este antecedente para entender lo que sucederá pocos años después cuando el gobierno federal intenta establecer un Centro de Investigaciones Nucleares.

En este contexto en el que el Estado se entromete en la vida comunitaria sin previa consulta, sin previo diálogo, es que se desata un nuevo reto para la comunidad: la aprobación o rechazo del establecimiento nuclear en tierras productivas. Santa Fe de la Laguna vuelve a atravesar un periodo complicado de movilización pero sobre todo atraviesa un momento complicado al dividirse en dos posturas principales, quienes están a favor de la construcción y quienes se niegan. Apegados a las formas comunitarias, y apoyados por el propio sindicato de este ramo, el Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear (SUTIN), es a través de varias asambleas que se discute el proyecto y se ponen frente a frente las dos posturas, sin embargo, es entonces cuando el principio de defensa de la comunidad se posiciona como único objetivo y se toma la decisión de no aprobar la instalación del centro nuclear. Se detiene la intervención impositiva del Estado y se frena la división comunitaria, pero sobre todo, esta experiencia doble permite el reforzamiento de lo que hoy conocemos como la Nación P’urhépecha.

De esta época es de donde proviene la bandera que unifica esta nación comunitaria y que representa también la recuperación de símbolos propios; el lema que la encabeza, Juchari Uinapikua en lengua p’urhépecha, significa “Nuestra Fuerza”. También de esta experiencia se puede hablar del fortalecimiento de algunas organizaciones campesinas, el más conocido es el de la Unión de Comuneros Emiliano Zapata (UCEZ) pese a que años después ésta se aliara a cúpulas priístas.

La fuerza histórica de la comunidad indígena en esta cabecera municipal, y también, en mayor o menor medida, en las otras regiones cercanas, en realidad, está nutrida por la fortaleza de la organización comunitaria que vela por la distribución y asignación de elementos tan fundamentales como la tierra y el agua.[3] Esto se logró con un cúmulo de luchas por mantener la dinámica cultural, social y sobre todo política que son las raíces de la potencia social en Cherán, a pesar del ingreso del sistema partidario y republicano, de la migración de su población rumbo a los Estados Unidos, de las agresiones estatales, de la aparición del crimen organizado, de los talamontes y el narco, que socavaron y aún pretenden socavar la dimensión comunitaria.

La comunidad en este sentido, no es un ente quieto en el tiempo, ha tenido sus propias contradicciones internas, pero es a través de esas luchas y levantamientos comuneros, que ahora es posible que exista una virtual toma de la vida cotidiana y sobre todo de la seguridad, o sea una auto-protección y auto-regulación social desde las y los habitantes de Cherán.

No es novedoso hablar de gobiernos indígenas autónomos, ya que en el marco de las elecciones nacionales de 1988, la zona fue partícipe de una toma masiva de alcaldías, posterior a una organización a través de entes de decisión como son las “casas comunales” y la participación de jóvenes que habían regresado de estudiar en diferentes universidades. Cherán, junto a otros 49 municipios michoacanos, tomó su alcaldía y sostuvo una organización que se masificó ante los intentos de toma de la zona por parte de la policía y el ejército. Así se reestructuraron nuevamente, con viejos e insólitos elementos, los organismos comunales y sus liderazgos.[4]

Otro de los acontecimientos que abrevan de esta fuente de organización comunitaria es el recibimiento en Nurío de la delegación zapatista que recorría parte del país en la Marcha del Color de la Tierra entre febrero y marzo de 2001; en aquella ocasión, la comunidad se preparó tiempo antes para recibir a los comandantes indígenas, al subcomandante Marcos y a todas las personas que venían en aquel recorrido que buscaba sensibilizar a la clase política mexicana para modificar la Constitución y generar un nuevo marco político, en el cual, la autonomía figuraba como mecanismo principal para reconocer ciertos usos y costumbres enmarcados, en principio, en los Acuerdos de San Andrés.[5] Esta comunidad p’urhépecha también fue sede del III Congreso Nacional Indígena, el cual se realizó aprovechando la visita del EZLN.

La comunidad de Cherán es parte y heredera de este proceso histórico e identitario, por lo que es posible comprender que no se trata de una experiencia espontánea, por lo menos no en el sentido de que el levantamiento ocurrido el 15 de abril de 2011 proviene de la nada. Es tan cierta su herencia que lo que hoy es su ronda comunitaria de vigilancia, no es una cuestión de resarcir la ausencia de policía, es sobre todo la recuperación de una tradición que tiene entre 60 y 70 años y tiene como objetivo cuidar a la comunidad. Antes del proceso organizativo actual, el municipio pasó por un periodo que se antoja similar a lo que sucede en muchísimas regiones del país: al presencia de grupos criminales, levantones, asesinatos, la destrucción de recursos naturales (miles de hectáreas comunales de bosque en este caso), la complicidad de las autoridades con los grupos criminales, una división creciente motivada por la presencia de los partidos políticos y un alto resquebrajamiento del tejido social que se traducía en miedo, indiferencia y aislamiento.

A lo largo de los 3 años anteriores, Cherán vive un clima de violencia cotidiana al mismo tiempo que ve pasar todos los días camiones enteros cargado con las maderas preciosas de sus bosques. Es tal el grado de robo, que las autoridades tampoco disimulan su complicidad con estos talamontes y tampoco hacen algo por resolver los cientos de denuncias por secuestro, los asesinatos de quienes repudian abiertamente la tala inmoderada e ilegal del bosque comienzan a volverse costumbre. Nadie dice nada, se agacha la cabeza frente a las armas que amenazan con dispararse  la menor provocación, el ambiente en el pueblo recuerda más a un periodo de guerra que una vida en libertad, tal y como no se cansan de anunciar quienes encabezan los distintos niveles de gobierno del estado.

Recuerda uno de los comuneros -uno de los encargados de organizar el acopio que solidariamente mandan organizaciones sociales y, sobre todo, la iglesia- que diariamente se veían pasar como trescientos vehículos cargados de madera, […] [la gente] no decía nada por temor, porque, si decía algo alguna persona, inmediatamente era levantado, en la última reunión que se tuvo aquí a nivel comunidad, se levantaron a tres y hasta la fecha no han aparecido. Fue en febrero. Continúa una mujer que cumple las mismas funciones y afirma que empezaron a hacer reuniones, el representante de Bienes Comunales, que es el encargado de proteger nuestros bosques y empezaron a hacer un llamado de atención al pueblo, que qué haríamos para defender al pueblo, para que ya no hubiera saqueo, lógico que la gente tuviera temor, la gente no iba o iba muy poca y los pocos que había, pues con esos opinaban. Aquí mismo en nuestro pueblo, decíamos, teníamos “orejas”, así llamamos a los que escuchaban lo que estábamos planeando hacer para defendernos, llegaba a oídos del enemigo y lógico que daban detalles de todas las personas que estaban en contra de eso, las levantaban, desaparecían simplemente

Para el cura local la vida actualmente resulta una experiencia “única y muy bonita”, y expresa abiertamente su gusto por los acontecimientos recientes, sin embargo coincide en que antes del levantamiento del 15 de abril de 2011, ciertamente estaba dividido el pueblo, aquí incluso en la presidencia, me tocó que a mi llegada la gente se ponía día y noche en plantón y el presidente municipal rentando en dónde despachar hasta que, más o menos terminaron la casa de la cultura y la acondicionaron para despachar como presidencia. Aquí la gente sí impidió al presidente despachar y a mi sí me tocó observar ese proceso de desunión del pueblo que tanto señalan […] y ahorita, en estos últimos tres años, ha sido mucho trabajar a favor de la comunidad, como iglesia hacer que ellos retomen ciertas cosas que ellos estaban perdiendo, por ejemplo el sentir de comunidad, de pertenencia, aquí suelen ser muy solidarios y, pues, sencillamente, eso ya no lo veía por la división. La división fue causada por la política, por grupos concierta tendencia, inconformes porque había ganado el otro y eso ayudo a que la gente peleada en lo interno, no se diera cuenta a tiempo del problema tan grande que iba creciendo a pasos agigantados en el monte. Yo sí, como sacerdote, muchas veces, cuestionaba a la gente, de decirles, hagamos algo y sencillamente lo hacía porque mis colegas me decían, qué está pasando en Cherán, por qué no se hace lago para detenerlo, sin embargo aquí iba creciendo porque ya no nada más era la tala sino los secuestros y la gente que decía algo…hay testimonios dela gente a la que llegaron a su domicilio y la acribillaron, era gente que quería levantar la voz porque estaba aumentando la violencia, así que aunada a la tala ya estaba presente la delincuencia, ya no es voy y robo un arbolito, ya se estaban defendiendo muchos intereses, […] cuando la gente por fin se levantó, dijeron, ahora sí estamos todos unidos porque los padres están con nosotros.

El papel de la Diócesis de Zamora ha sido fundamental, como puede verse, para que las voces de descontento que permanecían atemorizadas ahora encuentren espacios de expresión y diálogo; tal vez lo más complejo de la presencia de la iglesia en este proceso es su cambio de práctica, mientras que, tradicionalmente, acostumbra utilizar el espacio de los sermones para incitar a determinadas posturas o actividades, en esta experiencia comunitaria han sido dos factores los que han llevado a que sea la iglesia la que tome una postura, por un lado la situación previa al levantamiento y en un sentido más directo, el temor de la gente que ocultaba sus deseos de cambio.

Otro de los factores que probablemente desencadenaron el levantamiento y la instauración de las formas comunales como mecanismos de organización social, se el de la nula presencia del Estado en su defecto, la presencia negativa de los representantes del gobierno michoacano. El cura nos menciona acerca de una reunión que tuvo lugar en Paracho, otra cabecera municipal cercana, en donde se reunieron los comuneros de Cherán y algunos representantes del gobierno. Él fue invitado dado su interés en esta situación de conflicto y fungió como testigo de los acuerdos de aquella reunión. El resultado no puede ser más claro: quienes asistieron a nombre del gobierno de Leonel Godoy afirmaron que esto sólo lo podía resolver el gobierno federal, curiosamente encabezado por otro michoacano… Felipe Calderón, ¿es que acaso hay alguna relación en este caso? ¿a dónde irá a parar tanta madera si consideramos la cifra de trescientos vehículos diarios retacados de ella durante por lo menos tres o cuatro años? ¿será que además de toda la violencia y sangre que ya se registra en nuestro país por las ocurrencias de este presidente ilegítimo, ahora tenemos que enterarnos de que también tiene preferencia por las maderas preciosas? El hecho que confirmó que sólo la acción popular tomaría cartas en el asunto fue que luego de esta reunión, al menos tres de los comuneros que asistieron fueron secuestrados y están desaparecidos hasta la fecha.

Todo cambió la mañana del 15 de abril cuando a las afueras de la iglesia del Calvario en Cherán, un grupo de jóvenes, luego acompañado de mujeres, hicieron sonar las campanas para llamar al pueblo a levantarse e impedir la entrada de más vehículos. Aquella mañana en que el pueblo fue uniéndose al movimiento, hubo resistencia por parte de los grupos de talamontes y sus grupos armados, las balas que fueron disparadas alcanzaron a herir a algunos comuneros, sin embargo la defensa de la comunidad se mantuvo y no hubo un paso atrás.

Notas bibliográficas

-Ávila, Patricia, Escasez de agua en una región indígena de Michoacán, El Colegio de Michoacán, México, 2006.

-Dietz, Gunther, La comunidad p’urhépecha es nuestra fuerza. Etnicidad, cultura y región en un movimiento indígena en México, Abya Yala, Ecuador, 1999.

-Marín Tello, María Isabel, “Los bienes de comunidad de Nuestra Señora de la Asunción Parácuaro, 1787-1810”, conferencia dictada en la Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo, 21 de noviembre de 2008.

Paredes Martínez, Carlos y Terán, Marta, Autoridad y gobierno indígena en Michoacán, Colegio de Michoacán/CIESAS/INAH/ UMSNH, Zamora, Michoacán, 2003.

-Pérez Ramírez, Tatiana, Memoria histórica de la insurrección cívica purépecha en 1988, Manuscrito, sin fecha.

-Talavera Aldana, Fernando y Muñoz Apreza, Francisco, La Nación P’urhépecha. 500 años de resistencia, Taller de Economía del Trabajo, Facultad de Economía, UNAM, México, 1992.

-Zárate Vidal, María del Carmen,  En busca de la comunidad. Identidades recreadas y organización campesina en Michoacán, Colegio de Michoacán/UAM, Michoacán, 1998.

 


Notas


[1] Talavera Aldana, Fernando y Muñoz Apreza, Francisco, La Nación P’urhépecha. 500 años de resistencia, Taller de Economía del Trabajo, Facultad de Economía, UNAM, México, 1992.

[2] Talavera, op. cit., p.6.

[3] Dietz, Gunther, La comunidad p’urhépecha es nuestra fuerza. Etnicidad, cultura y región en un movimiento indígena en México, Abya Yala, Ecuador, 1999. Ávila, Patricia, Escasez de agua en una región indígena de Michoacán, El Colegio de Michoacán, México, 2006.

[4] Es importante señalar, que aunque la movilización se había iniciado con el apoyo al Frente Democrático Nacional de Cuauhtémoc Cárdenas, también se decantó hacia una insurrección directa contra el PRI y, fundamentalmente, en una reorganización de las comunidades que participaron en la toma de las alcaldías y que organizaron el manejo municipal bajo los cánones comunitarios, hecho también notorio en la manera en que se trata elegir y sustentar las autoridades municipales, hechos con todos sus límites, por supuesto. Algo sobre este tema es posible revisarse en Pérez Ramírez, Tatiana, Memoria histórica de la insurrección cívica purépecha en 1988, Manuscrito, sin fecha.

[5] Existe una basta bibliografía que puede consultarse respecto a este hecho, el sustento político y jurídico de este proceso, pero en este caso recomendamos el documental “Caminantes” para puntualizar sobre la participación comunitaria de Nurío.

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  1. Cherán. La historia como aprendizaje, la historia como arma « Sitio de Resistencia Alternativa…

    […] No es novedoso hablar de gobiernos indígenas autónomos, ya que en el marco de las elecciones nacionales de 1988, la zona fue partícipe de una toma masiva de alcaldías, posterior a una organización a través de entes de decisión como son las “casas comunales” y la participación de jóvenes que habían regresado de estudiar en diferentes universidades. Cherán, junto a otros 49 municipios michoacanos, tomó su alcaldía y sostuvo una organización que se masificó ante los intentos de toma de la zona por parte de la policía y el ejército. Así se reestructuraron nuevamente, con viejos e insólitos elementos, los organismos comunales y sus liderazgos.[4] […]

  2. Cherán. La historia como aprendizaje, la historia como arma « Palabras Despiertas- MLC

    […] Basta mencionar, además del carácter unificador e identitario de lacultura p’urhépecha, que fue precisamente en esta región montañosa y lacustre en donde tuvieron lugar diversas rebeliones, entre ellas resalta la ocurrida en 1766 en toda la región p’urhépecha; en aquel entonces “los líderes fueron descuartizados, a todos se les amarró de cada pie y cada mano a cuatro caballos a los que hacían cabalgar a galope, asesinando de esta forma a nuestros antepasados”.[2] […]

  3. Cherán. La historia como aprendizaje, la historia como arma

    […] Históricamente la región de la meseta p’urhépecha se ha mantenido relativamente bien organizada, es decir, antes de la llegada de europeos en el siglo XVI  luego del proceso de conquista y la larga noche de la colonia, los distintos pueblos de la región (hoy conocidos como Santa Fe de la Laguna, Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Cucuchucho, Janitzio, Carapan, Tacuro, Huancito, Sopoco, Santo Tomás, Tanaquillo, Uren, Chilchota, Etucuaro, Cherán, Ichan, Acachuen, Terecuato, Terejero y Nurío) han luchado por conservar su organización comunitaria en función de sus usos y costumbres políticas, han defendido la manera en cómo entienden y practican la organización social y económica, han resistido defendiendo su cosmovisión, lo mismo frente a los mexicas que frente a los europeos.[1] […]

  4. Cherán. La historia como aprendizaje, la historia como arma « Palabras Despiertas- MLC

    […] Históricamente la región de la meseta p’urhépecha se ha mantenido relativamente bien organizada, es decir, antes de la llegada de europeos en el siglo XVI  luego del proceso de conquista y la larga noche de la colonia, los distintos pueblos de la región (hoy conocidos como Santa Fe de la Laguna, Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Cucuchucho, Janitzio, Carapan, Tacuro, Huancito, Sopoco, Santo Tomás, Tanaquillo, Uren, Chilchota, Etucuaro, Cherán, Ichan, Acachuen, Terecuato, Terejero y Nurío) han luchado por conservar su organización comunitaria en función de sus usos y costumbres políticas, han defendido la manera en cómo entienden y practican la organización social y económica, han resistido defendiendo su cosmovisión, lo mismo frente a los mexicas que frente a los europeos.[1] […]

  5. México: Cherán. La historia como aprendizaje, la historia como arma | LaGuarura.net

    […] Basta mencionar, además del carácter unificador e identitario de lacultura p’urhépecha, que fue precisamente en esta región montañosa y lacustre en donde tuvieron lugar diversas rebeliones, entre ellas resalta la ocurrida en 1766 en toda la región p’urhépecha; en aquel entonces “los líderes fueron descuartizados, a todos se les amarró de cada pie y cada mano a cuatro caballos a los que hacían cabalgar a galope, asesinando de esta forma a nuestros antepasados”.[2] […]

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