Ilustración: Marduk Chimalli
Creer en la justicia, sí. Incluso aún en este país llamado “México”; el problema es que ésta no ha de ser divina (o si acaso, a más de ella, ha de ser esencialmente humana), ha de ser una justicia propia a una sociedad, no de un “buen sistema jurídico”, sino de sólidos valores morales; ha de ser una justicia en la que se crea, por sus hechos, y no ciegamente por los principios abstractos de la “democracia burguesa”. Si lo primero justo ha de ser, en concreto, en los hechos, una sociedad democrática –así sea burguesa– con proyección a futuro, entonces, lo primero es respetar a su juventud, creer en ella, formarla en los más altos valores morales. Creer en la justicia, sí. A pesar de toda la inmundicia que es ya esto llamado “México”, por qué no; pero ello ha de ser cuando socialmente dicha justicia exista; irracionalmente, no se pida al revés.
Cuando una política de Estado que por intolerante (la “Cero Tolerancia”), se hace por ello mismo totalitaria, es porque se ha dejado de creer en la democracia –aún burguesa– y en la juventud, y toda ésta pasa a ser delincuencia común en potencia. Pero cuando por una política de Estado se atenta contra toda dignidad humana, aquel víctima de tal política, se convierte, necesariamente, en un perseguido o preso no sólo de conciencia, sino en un perseguido o preso político; es decir, en un perseguido o preso por razones políticas, por ahora, encubiertas por el Estado en un contexto de “delincuencia común”. Pero, más aún, como apunta Jesús Robles Maloff en su Blog, sinembargo.mx: “Algo que poco se ha señalado de Marduk es que desde hace años es monero. Un monero muy bueno. Cómo todos crítico y mordaz. En su blog podemos ver su compromiso. Critica a los medios convencionales, al discurso vacío de Peña Nieto y la represión policiaca con la fuerza de sus dibujos. ¿Sabían los policías del compromiso político de Marduk? Yo no tengo duda. Esta semana he conocido en carne propia lo que los gobiernos saben de ti en vía de intervenciones ilegales. Mientras Marduk no salga de su injusta prisión, para mí es un preso político. Un joven perseguido por sus ideas políticas”. Y, a más, agreguemos a ello: ¿Acaso Marduk es víctima de una represión indirecta a su padre –el que esto redacta–, que ha estado asesorando al magisterio del Comité Nacional Democrático del SNTE en la fundamentación, con rigurosos argumentos científicos, a su propuesta de “Programa Alternativo Nacional de Educación y Cultura”, contrapuesto a la “Alianza para la Calidad Educativa”?
Un joven inocente es detenido, culpado inmoralmente por no más que por “imputación directa” sin necesidad de prueba alguna adicional (contra lo que no hay, en términos absolutos, nada que se pueda hacer); si “confiesa” (tal como en los juicios de la Santa Inquisición, aún siendo inocente), recibirá “beneficios de ley” con la reducción de su pena, de modo que alcance la liberación inmediata; pero si se niega (por lo cual el antiguo “hereje” es hoy “el negado”), en el más aberrante de los eufemismos, tendrá que demostrar su no-culpabilidad, o, es decir, tendrá que demostrar su inocencia, pues de la parte acusadora basta su dicho por “imputación directa”, sin necesidad de prueba alguna más. En esas circunstancias, ¿se puede creer en la justicia en abstracto, cuando todo se finca precisamente en lo contrario dado por los hechos?
Qué se está haciendo a futuro de esos jóvenes “confesos”: no más que inconsciente resentimiento, desconfianza, incredulidad absoluta, lógico y merecido desprecio no sólo a las instituciones, sino a una sociedad misma indiferente a la destrucción de la condición humana de éstos. Pero he aquí que, a su vez, qué se está haciendo a futuro, de esos jóvenes “negados”: pues no más que lo mismo, pero con una cierta diferencia; la formación de una consciencia social y política revolucionaria en potencia; razón por lo que son, pues, desde ahora, no sólo presos de conciencia, sino una forma real de la condición del preso político, que adquiere necesariamente la conciencia de rescatar la dignidad de la condición humana de la sociedad misma.
Así, destruyendo la vida social, cava este sistema totalitario su propia tumba. Ya sólo es cuestión de tiempo, todo lo demás, el empleo, la producción, la educación, un proyecto de individuo y de sociedad a futuro, está ya aniquilado. Más de dos meses de injusta prisión, tanto en la “prisión de adentro” (el “México” tal cual reproducido con toda su crudeza en el reclusorio), como en la “prisión de afuera” (el “México” indigno de vivirse al interior de los muros de sus “fronteras”), nos ha esclarecido ideológica y moralmente. Toda pamplinería de patrañas jurídicas están agotadas, de modo que lo que persiste, no es más que represión política cuya respuesta es, y no puede ser, sino: ¡Este régimen fascista debe ser derrocado!