«Vándalos» en la UNAM

Por Alberto Híjar Serrano

Hace 40 años, CLETA (Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística) ocupó el Foro Abierto de la Casa del Lago, un magnífico escenario al aire libre con camerinos y baños en su base y un cómodo graderío para unos 400 espectadores. Durante décadas, CLETA ofreció conciertos, obras didácticas, debates, talleres en alto contraste con la alta cultura (sic) en la casa donde un pequeño teatro, una galería y años más tarde un edificio anexo para cine y exposiciones, presenta obras de autores reconocidos entre ellos mismos. La coexistencia parecía pacífica pero no lo era porque todo el tiempo CLETA sufría una campaña descalificatoria. El conflicto estalló cuando el Foro Abierto fue proclamado el primer Aguascalientes en el Distrito Federal en solidaridad con la primera convención convocada por el EZLN. Pese a la guardia nocturna de cletos inermes y con la complicidad de los vigilantes universitarios, una noche de 1996 atacó un comando con máquinas demoledoras y no sin grandes esfuerzos por lo sólido del concreto armado, destruyó el Foro. En los meses siguientes quedó como un prado más. El patrimonio universitario fue arrasado con la anuencia de Rectoría. Alguien contrató al Chiquilín, un hampón egresado de la Preparatoria Popular que se apropio del Plantel Fresnos para hacer el gran negocio de educación privada protegido por el gobierno del DF, la Secretaría de Gobernación y la Rectoría de la UNAM como ejército de reserva para lo que se ofreciera. El primero de mayo CLETA presentó un acto en el lugar de los hechos.

En mi efímero paso por la subdirección cultural de la UNAM en 1995, me di a la tarea de visitar edificios subutilizados de la UNAM que bien podrían servir de centros culturales. El edificio colonial de Mascarones, llamado así por los relieves de su entrada principal estaba en buen estado pero en sus altos del fondo, el vandalismo autoritario había arrancado la instalación eléctrica con todo y plafones, los pisos estaban levantados sin importar los restos de la fina duela, las paredes presentaban las huellas de los contactos y apagadores arrancados y entre los muebles amontonados estaban algunas vitrinas rotas de maderas finas y con los cristales biselados. Todo para que no volviera a meterse la Preparatoria Popular en busca de local para servir a los estudiantes rechazados. La misma suerte corrió la casa señorial en Tacuba donde estuviera la originaria Preparatoria Popular dividida por un feo muro de la escuela de Diseño Grafico de la UNAM. Por largos años los locales permanecieron cerrados y nadie denunció nada.
Al ocupar la UNAM el ejército y las policías por invitación de la Rectoría de De la Fuente, el Auditorio Che Guevara fue arrasado. Se trata del auditorio histórico de Ciudad Universitaria que albergó grandes asambleas, cineclubes de vanguardia, conciertos inolvidables, conferencias, mesas redondas, la instalación del Tribunal Bertrand Russell contra Soberón que promoviera la ocupación militar de la UNAM. A este auditorio la Asamblea de 1968 lo nombró Che Guevara como todo mundo lo conoce olvidando el nombre de Justo Sierra -el Secretario de Instrucción Pública de Porfirio Díaz que fundó la Universidad Moderna en 1910. Las cómodas butacas fueron arrancadas, la gran pantalla y las instalaciones eléctricas igual, la cabina de proyecciones destruida, inutilizadas las instalaciones sanitarias y una pesada puerta de acero sustituyó la que permitía el cómodo acceso al centro de reunión más importante de la comunidad universitaria. De la Fuente logró que la UNESCO nombrara patrimonio cultural de la humanidad al campus originario de la UNAM. Ni así el Auditorio Che Guevara ha sido restaurado como hace unos dos años propusieron Adolfo Gilly y Pablo González Casanova, no sin condenar la ocupación de viciosos.
En vacaciones, Rectoría hace de las suyas. Cuando se reabren las escuelas hay sorpresas porque los espacios de reunión han sido cancelados. Así pasó luego del 2 de octubre de 1968 con el larguísimo pasillo bajo la loza más larga del mundo. Permitía caminar desde la Facultad de Filosofía a la de Derecho, a la de Economía y llegar hasta Ciencias Políticas cuando era dos salones colaterales. Rejas como de prisión de alta seguridad impiden el paso. Hasta hace unos tres años, el tianguis afuera de la Facultad de Filosofía permitía la reunión amigable y la parte trasera de la Biblioteca Central cubierta de mosaico de piedras coloridas por su autor Juan O’Gorman para narrar la historia del saber, permitía que en prados y muretes de piedra se descansara, se conversara y se practicaran arrumacos amorosos. La policía que siempre vigila vio con malos ojos todo esto y peor cuando descubrió que había ahí asambleas estudiantiles y peor aún, presentaciones de videos cuando anochecía. Alambradas y obstáculos destruyeron este espacio y construyeron locales comerciales en el amplio pasillo que hay de la biblioteca al Circuito Exterior de CU. Seleccionaron a quién darles la concesión con una cuota semanal. Se acabaron los mejores nachos de la región, los libros usados y los discos y videos de lo mejor y más raro. A cambio se arreglaron espacios interiores para que ricos concesionarios instalaran cafeterías y restaurantes fuera del alcance de la mayoría. Durante el Movimiento Estudiantil de entre siglos, proliferaron los murales y las pintas y al menos dos o tres merecían respeto. En el vestíbulo de entrada de la Facultad de Filosofía y con la firma de Argeo fue pintada una parodia de La Escuela de Atenas de Rafael Sanzio cambiando a los sabios griegos por los de ahora. Las brigadas grises ordenadas por los hombres de traje y mente gris, destruyeron todo esto como lo había hecho el siglo pasado con los murales de Mario Falcón, en especial, el que cubría la gran fachada del antiguo auditorio de la Facultad de Ciencias que cierra la gran explanada patrimonio de la humanidad. Obviamente, nada quedó de pintas históricas como aquella monumental en el terraplén del estacionamiento de la Facultad de Filosofía que decía: “Ni paz ni guerra, revueltas” con alusión al santón cultural, al director de la facultad y al comunista sin partido, solidario con el Comité de Lucha del 68.
Estorban estudiantes, profesores e investigadores críticos. La cultura se reduce al arte y éste a mafias de escritores privilegiados que se reparten homenajes, viajes, ediciones, becas y nombramientos. Nadie conoce la costosa Revista de la Universidad y no hay publicaciones estudiantiles ni esperanza de que Radio y TV UNAM admitan algún programa de las organizaciones de la base. Prohibido organizar cineclubes sin autorización de las direcciones. Una estructura de poder virreinal con rectores nombrados por una Junta de Gobierno donde los consorcios económico-políticos ponen y quitan autoridades y aprueban proyectos previamente negociados así como en el Pacto por México donde deciden los poderosos sin el estorbo de los mugrosos.
Hizo bien Pablo González Casanova en no firmar con los 5 ex rectores la condena de la ocupación de Rectoría. Otros 45 rectores bien portados para ver si así solucionan la carencia de presupuestos, se sumaron a la condena desmemoriada de las tropelías autoritarias en la UNAM. Está en juego, entre otras cosillas, la institución procreada durante la corta rectoría del distinguido maestro: el CCH en proceso de desmantelamiento. Sólo le falta explicar a todos por qué no firmó.