Por Mina Lorena Navarro y Leonardo Carmona (texto y fotografías)
A más de 17 años de haberse iniciado la resistencia contra Minera San Xavier (MSX), el fin de semana pasado se celebró la doceava edición del Festival de Cerro de San Pedro, que año con año es organizado por el Frente Amplio Opositor (FAO) para denunciar la irreparable devastación ambiental y cultural producida por la explotación a gran escala de los recursos minerales de la región.
Este tradicional Festival arrancó por primera vez en 2001 como parte de las acciones de defensa del patrimonio cultural e histórico de Cerro de San Pedro. Desde sus inicios se trataba de acercar a la población a este bello recinto, una invitación a apreciarlo más allá del lenguaje mercantil de MSX que sólo se interesa por aquellos recursos que producen algún valor monetario.
Si bien, la resistencia del FAO logró bloquear, y retrasar por algunos periodos el inicio de la explotación minera, lo cierto es que en 2006 ésta arrancó. No obstante, el Festival se ha mantenido como un símbolo de la persistencia del proceso de oposición y defensa de Cerro de San Pedro. A lo largo de estos doce años, esta iniciativa ha tenido el alcance de difundir la problemática a través de la organización de actividades diversas (mesas de discusión, presentaciones de libros, exposiciones, conciertos) y acercar a miles de personas al inconmensurable patrimonio histórico, cultural y ambiental, en riesgo de perderse completamente por la voracidad de la actual explotación a cielo abierto.
Y es que pese a las evidentes muestras de destrucción del entorno, así como la ilegalidad y corrupción con la que ha venido operando Minera San Xavier, el Frente Amplio Opositor y las organizaciones e individuos afines han tenido que pelear día con día por denunciar una situación que ha tendido a normalizarse en la región.
Es como si se tratara de un espacio vacío, en el que el patrimonio histórico y cultural, la biodiversidad, las formas de vida de sus habitantes y su arraigo con el territorio, simplemente no existieran, o por lo menos, no valieran más que lo extraído. Desde la lógica del capital, el desarrollo económico requiere de espacios sacrificables, y para las empresas y gobiernos, Cerro de San Pedro es uno de ellos.
A simple vista uno puede darse cuenta de los efectos irreversibles que la minería a cielo abierto ha producido en la región, como es el caso de la demolición de los cerros que aparecen en el escudo de armas, insignia de la fundación del estado de San Luis Potosí. Y qué decir de los patios de lixiviación -donde se coloca la roca molida y el cianuro disuelto en agua para separar el metal del resto de los materiales- que se encuentran a pocos metros de algunas comunidades y a sólo 5 km de la capital potosina. A este respecto, se sabe que la población contigua a las piletas de lixiviación y a los desechos producidos ya enfrenta visibles afectaciones a la salud, lo que se ha constatado por el incremento de casos de insuficiencia renal en la zona, clásico en ambientes con altas concentraciones de cianuro. Otro problema serio es la escasez y contaminación de agua. Hasta la fecha se tiene el registro de que Minera San Xavier consume 33.6 litros por segundo, es decir, cerca de 30 millones de litros de agua diariamente. Cantidad que es extraída sin ninguna dificultad pues la empresa adquirió desde mediados de los años noventa los títulos de concesión de los pozos más preciados de la zona.
Este desastroso cuadro ha sido posible por el despliegue de múltiples estrategias de la empresa en coordinación con todos los niveles de gobierno, para continuar la extracción de minerales, y expandir el polígono de influencia. En este sentido, el propio FAO ha denunciado que recientemente MSX ha presentado dos nuevas Manifestaciones de Impacto Ambiental (MIA’s) -una federal y una estatal- para ampliar el tajo y las zonas de lixiviación. La sed de expansión y acumulación de MSX no tiene límites.
En este contexto, resulta vital la resistencia e incesante trabajo del FAO contra la resignación y el olvido. El Festival de Cerro de San Pedro es un vehículo que no sólo sirve para comprobar el carácter destructivo y voraz de la megaminería, sino a valorar el patrimonio natural, histórico, social que se ha logrado preservar gracias a la resistencia de algunos de sus habitantes y organizaciones afines. Se trata de un reducto que ha logrado sobrevivir y subsistir pese a los obstinados intereses de MSX por destruirlo todo.