No todo lo que es oro, brilla: la fotografía en la montaña

Cinco de la mañana. El sol saliente ya dibuja el contorno de los cerros guerrerenses, estos aún no consiguen su tonalidad verde marrón, pero comienzan a resaltar por el rojo amanecer que se extiende encima de la noche. Una vez que quedan bien coloreados, se alcanzan a ver sus pliegues, lo cual es indicio de la cercanía de la montaña. No como en otros lugares, como la ciudad, donde esas figuras son apenas una utopía; o bien, un horizonte de adorno, ajeno, de fondo nomás

El traslado parecía broma. Primera estación: Tlapa, Guerrero. La línea de autobuses SUR se conducía al estilo de un pesero defeño; hubo ascenso y descenso de pasajeros en ‘cada esquina’ durante todo el trayecto. De media noche a siete y media de la mañana. Música de banda norteña, canciones de antaño poco reconocidas, así como el canto del chofer de casi 30 años, nos acompañaba con descaro.

San Luis Acatlán: nos vieron cara de turistas, y sí, nos cobraron más de lo usual para llegar ahí. Fueron casi cuatro horas para delinear las curvas de aquel cerro en el que nos inmiscuíamos. Sí, ya estábamos en la Montaña, los pliegues ahora eran tangibles. Las ruedas del vehículo se deleitaron con su textura: pinos, tierra, pasto; nosotros sólo miramos y dejamos seducir nuestro sueño.

Pascala del Oro: No todo lo que es oro, brilla.

Es dorado el camino de terracería entre San Luis Acatlán y Pascala del Oro. No brilla, pero recubre todo lo que pasa por ahí. El mito popular es que hay oro enterrado debajo de la comunidad. Eso no está confirmado, pero existen otros productos que sí son objeto de disputa; café, plátano, maíz. Ahora es temporada del primero, los colores son impensables: verde, amarillo, guinda. Se recolectan de la planta, se ponen al sol y tapizan los patios de la mayoría de los hogares, luego se desnuda el grano y se tuesta.

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Llegamos a la iglesia. Tercera llamada y comenzamos.

Fuimos invitados a impartir un taller de fotoperiodismo en aquel comunidad, así como a compartir e intercambiar experiencias con estudiantes de la Universidad de los Pueblos del Sur (UNISUR) en Guerrero. Específicamente, quienes elaboran el periódico comunitario Luciérnaga. Ellos pertenecen a diferentes comunidades en la costa chica y la montaña de Guerrero.

Luciernaga: una luz en medio de la obscuridad

El nombre del estado ya anuncia ciertas complicaciones; sin querer, tal vez, o bien porque remite muy recientemente a la escalada de violencia en el contexto de la lucha contra las drogas –emprendida por quien fue presidente de México hasta el 1 de diciembre del 2012, Felipe Calderón; y perpetuada hasta ahora por su sucesor, Enrique Peña Nieto.

Ante ello, han surgido alrededor de 36 grupos de autodefensa comunitaria en ocho estados del país[1], 20 de ellos en la trinchera guerrerense. Se ha establecido la policía comunitaria frente al crimen organizado, pero también la autodefensa tiene que ver con la protección del territorio y los recursos naturales frente a las empresas transnacionales, en el caso concreto de Guerrero, a las cuales el gobierno local pretende abrir paso. Hace poco más de un año, fueron asesinados dos jóvenes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa durante una protesta estudiantil. Además ha sido referente por los diversos grupos guerrilleros que surgieron en las décadas los 60 y 70 a lo largo y ancho del país. Eso, a grandes rasgos.

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Durante el taller, se construyó una definición del concepto de manera colectiva, a partir de las nociones que se tenía en torno a la fotografía: “Es un símbolo visual fijo que genera comunicación y entendimiento en un espacio y tiempo determinados; el cual muestra una parte de la realidad. Lleva un mensaje, construye un diálogo, un posicionamiento, identidad y poder a partir de la subjetividad del periódico”. En amuzgo: «´Naᶯ  naᶯ  n´ia´  ts´aᶯ  yuu,  nts´aaᶯ  naᶯ  ntsisniᶯ  ts´aᶯ  ndo´ndyi tsáᶯ  naqui´  cwii joo ndo´tiempoo, matsi  cmaaᶯ  naᶯ  mayyu´chiᶯ , war´uan cwii  r´unᶯ, mach´eaᶯ  naᶯ  ntsiniᶯ  ts´aᶯ ndo´cabateiᶯ   st´aᶯ  nayaa, mach´eaᶯ jia  na ´a na qui  tyu´aa  n ando maquiaa  naᶯ njdo».

Posteriormente, se proyectó material de SubVersiones, donde se identificaban ciertos elementos a considerar al tomar una fotografía, tanto técnicos como prácticos al interactuar con gente en cierto lugar. Luz, encuadre, composición; cómo se define que es algo noticioso; de qué manera acercarse a la gente sin que se sienta intimidada, etcétera. Asimismo, se discutió el tema de las imágenes amarillistas y la ética periodística:

El amarillismo no es pertinente en términos éticos pues cuando se sale del contexto en el que se inscriben y resulta ser puro morbo, es irrespetuoso e indigno. Si la idea es construir una nueva forma de hacer periodismo y de ver la vida, lo anterior no va acorde con ello porque desvaloriza, insensibiliza y convierte en máquinas. No es un negocio (y esto vende muy bien), se trata de la realidad y la intención de cambiarla. No alimentar el tipo de prensa de la cual nos queremos diferenciar.

Al ataque. En equipos de cuatro a seis personas, con una o dos cámaras por cada uno, salimos a caminar por la comunidad con objetivos muy específicos. Un grupo haría sólo retratos; otro buscaría alimentos característicos y elementos relacionados a su elaboración; el tercero se enfocaría en detalles significativos para la historia de Pascala del Oro, cuya tierra cobriza brilla incansablemente, y a partir de entrevistas que les dieran pistas para ello; el último sería la sombra de los demás para documentar cómo se lleva a cabo la práctica. Los resultados fueron excelsos.

La idea del taller era brindar elementos para ejercer un tipo de periodismo que ellos denominan comunitario, ya que el periódico impreso se elabora desde y para las comunidades, ahí se reparte. Sin embargo, no excluyen noticias de otras localidades; retoman artículos de otros medios de comunicación y, en la medida de lo posible, salen a cubrir fuera de allí. Procuran tomar e impartir talleres para aprender continuamente, y hacer el trabajo con rigor y seriedad. El ánimo para esto es admirable y contagioso. Fue un ejercicio enriquecedor para ambas partes: quienes impartieron y los asistentes al taller, en un proceso de formación colectiva, indispensable y constante.


[1] Redacción AN, «Grupos de autodefensa ya operan en 8 estados», disponible en aristeguinoticias.com