Fotografías de Agencia SubVersiones
Tal vez las instituciones, en el afán de sobrellevar el mundo, no han sabido fomentar otra lógica que la que habla por la maquinaria científico-tecnológica, burocrático-empresarial; tal vez no puedan pensar en otra cosa que en la movilización del engranaje, en los beneficios de ese ser abstracto que es el mercado, en este ir y venir de mercancías que ya inundan este planeta. Pero ¿sabrán ellas definir lo que es el “bienestar”? o simplemente estarán jugando con una especie de reclamo a la naturaleza, controlándola, administrándola, mermándola, en un renovado esfuerzo por explotar su utilidad.
Para esos señores, los tecnócratas, los que impulsan estos nuevos desarrollos, “bienestar” no significa que una comunidad pueda bastarse con sus propios medios. Por el contrario, significa hacer todo un trazado de necesidades para volver a la gente dependiente y que al final casi reconozca que no tiene otra opción, arrinconada bajo la sombra de los mega-proyectos. Bienestar, para ellos, se convierte en simple anacronismo, nostalgia para quien tuvo la oportunidad de vivir un mundo un poco diferente del actual. Ellos, en su afán de cambiarle de antifaz al mundo, prefieren la palabra “funcionalidad”.
Y en contraste con todo esto, está el potencial del orden natural, lo que antes fue un bien pretendidamente inagotable pero que por ahora está sufriendo las consecuencias de estos intentos de progreso.
Dejando de fantasear sobre estas dos abstracciones que son “progreso” y “desarrollo”, seguramente las cosas ya no son como en nuestros días de infancia, cuando el fuego de nuestra imaginación resplandecía ante el hecho de que un día seríamos astronautas, porque en el futuro todo iba a ser viajes interplanetarios y naves volando por la estratósfera, en un mundo hiper-planificado, rebozando de tecnología… El presente, afortunadamente, no es así y la fantasía de nuestra infancia despertó un día, sí con mucha ciencia y tecnología a nuestro alrededor, pero también con muchísima riqueza natural entremezclada y dominante en medio de los manchones civilizatorios de nuestra especie. Pero hemos sido nosotros los promotores del atentado a nuestro ecosistema, de las desigualdades y del desarrollo en el cual va cayendo nuestra civilización consumista: una humanidad en la cual los ricos intentan controlar a los pobres, intentan despojarlos de los recursos que aún tienen y que les son indispensables. Así, la conquista no ha terminado, se presenta ahora candorosa y excitante. Aunque ya no se hable ni de Cortés ni de la Malinche, ahora es ella en la voz y acción de las transnacionales, del nuevo orden mundial y del dinero la que se oculta bajo la máscara del progreso y del desarrollo.
Debemos dejar de ser consumistas, pero para que tenga sentido, ponernos de acuerdo y encontrar el porque de cada accion.