Descomposición del viejo régimen y una primavera imaginada: México de adentro y fuera

Los candidatos son como los perros… sólo aprenden a periodicazos

@DonPorfirioDiaz

Antesala

Desde dos ángulos distintos —el de SubVersiones y el de Otramérica— se presenta la oportunidad de reflexionar sobre el panorama en México. Sí, el mismo país que tiene 67 pueblos indígenas y una geografía marcada tajantemente por distintas rutas: las del capitalismo sin tregua, las de la migración que bañadas de sangre centroamericana se mantienen, las rutas de la droga, el crimen organizado, el secuestro, el asesinato, las rutas del desplazamiento forzoso y de las desapariciones, las rutas del campo olvidado y de los que detentan el poder económico, las rutas carcelarias. Aunque nos dan mayor aliento las rutas de la organización social, las de las resistencias, las de la construcción de alternativas, las rutas de la dignidad y la justicia, las rutas de las redes que se fortalecen y de las que nacen, las rutas que muestran lo mejor de estas tierras. Sin unas no entenderíamos las otras. Compartimos pues estas dos visiones, estas dos maneras de entender ciertos fragmentos de la realidad nacional y de resaltar algunas líneas cercanas al movimiento #YoSoy132 con el fin de incitar al debate pero también a la información crítica. Del brazo de la filósofa tijuanense Sayak Valencia “nos interesamos también por seguir los múltiples hilos que desembocan en prácticas capitalistas que se sustentan en la violencia sobregirada y la crueldad ultra especializada, que se implantan como formas de vida cotidiana en ciertas localizaciones geopolíticas a fin de obtener reconocimiento y legitimidad económica”.[1]

Del lado de acá…

Taxi de la ciudad de México, es junio de 2012. Mientras en las avenidas se abarrotan los autos, se amontonan los ruidos y la contaminación, dentro del vehículo se da una conversación particular:
—Joven, ¿me permite hacerle una pregunta?, señala el conductor mientras confirma por el retrovisor que sea un joven el que se encuentra sentado en el fondo del auto.
—Claro, dígame, afirmo sin sospechar que lo que viene es un golpeteo a la memoria y a la política de a pie, o sea, la que al final es la que cuenta.
—¿Usted es universitario? Es que quiero saber su opinión sobre el movimiento estudiantil que ha surgido en estos días, no me lo tome a mal, le pregunto porque con esa barba usted sí se ve bien autónomo
—Ojalá se pudiera platicar de muchas cosas como esta, con esa curiosidad que tiene, ojalá mucha más gente se interesara en preguntar qué pasa allá afuera. Mire, yo pienso que…

…que las aguas están muy revueltas. Eso dirán unos, todavía con la gramática priísta del viejo régimen, que no es momento de dar una opinión, dirán los gatopardos que muestran una cara hoy y mostrarán otra luego que llegue “el momento de las definiciones”. Pero si este país siempre ha estado revuelto, confuso, nunca ha sido tiempo de dar opinión de nada, este país siempre ha sido la vorágine vuelta nación. Lo cierto es que las calles se están llenando de movimiento, de inconformidades, de rebeldías, de creatividad, de autogestión. Pero cierto es que no hay identidad aún, ni colectiva ni sumatoria de muchas identidades, todo está por definirse, y eso, en condiciones como las que vivimos, puede ser una ventaja o un grave error. Esto se vive en estos días, esto se respira en la porosidad del caos llamado México.

Las luchas indígenas no han bajado la guardia, no lo harán y se van profundizando hasta lograr mayores logros, Cherán [ver más: la comunidad como elección de vida] es un punto de quiebre; la aceptación y respaldo a la lucha contra las mineras en la zona sagrada de Wirikuta [ver más: el corazón de la vida bajo el acecho trasnacional] es otra muestra contundente. Pero también se mueven las aguas en amplias zonas de los estados de Oaxaca y Guerrero [ver más: …en tiempos de contrainsurgencia], la rebeldía y la resistencia en Chiapas no se cansa pese a la cárcel y persecución política que amenaza como un verdugo [ver más: en este país los inocentes son culpables]. Este es también nuestro México, el de los yaquis en Sonora, los nu’saavis en Guerrero, los triquis en la Mixteca [ver más: ante el dolor y el olvido], los nahuas en los valles centrales del Anáhuac y en la costa norte de Michoacán, este es nuestro país y de ahí también surge la entereza con la que otros sectores pueden legitimar la lucha…

Pero ¿contra quién o contra qué se lucha? Contra la basura nacional, contra lo que apesta en este país. Bien decía una alumna del ITAM en una entrevista hecha recientemente, que Enrique Peña Nieto es el síntoma de la enfermedad[2], que no basta con atacarlo a él sino que hay que curar a este país de un gran mal llamado Partido Revolucionario Institucional (PRI) porque, de lo contrario, será un mal incurable. Lo que representa ese partido político, la gente que lo compone y quienes también lo alimentan desde una supuesta oposición, es la materialización de la injusticia, de la violencia, de la corrupción, de la explotación, de las largas décadas de opresión —bien disfrazada, es necesario precisar—, de las largas cuentas que la historia tiene aún pendientes, del dolor que millones de personas han tenido que tragarse día a día en cada rincón de este país. Eso representa ese partido y este régimen, esto representan Enrique Peña Nieto y Beatriz Paredes. El primero, un títere que no sabe sino hundirse así mismo y la segunda, muy estudiada y muy hábil pero muy priísta y salinista, muy retrógrada. Esto son Javier Duarte, los hermanos Moreira, Mario Marín, Ulises Ruiz, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa Patrón, Jorge Hank Rhon… Y si diseccionamos con detalle encontraremos que nadie se salva, que nadie es capaz de mantenerse en pie por su honestidad o compromiso con el pueblo. Y en los otros partidos ni qué decir: Juan Ramón de la Fuente, el Rector que autorizó la entrada de la Policía Federal Preventiva a Ciudad Universitaria aquel domingo 6 de febrero de 2000 para acabar, tal y como lo llamaron en aquel entonces, “el problema universitario”, es el mismo personaje que será Secretario de Educación Pública si uno de los cuatro candidatos gana las elecciones. ¿Es que acaso el desorden nacional es sinónimo de olvido, de falta de memoria histórica? Este es tan sólo una muestra de que tampoco hay salidas desde la supuesta oposición.

Resulta mucho más clara la postura antipartidista de #YoSoy132, por lo contundente de esta primera definición y por lo que hay detrás. O lo que por lo menos puede suponerse hay detrás de la principal bandera que hasta ahora ha defendido el movimiento surgido como una ola que lo cubre todo. Se trata de la animadversión en contra de un personaje que encarna al viejo régimen, pero también se trata de la parte visible de la hegemonía cultural (Gramsci dixit) que ha marcado lo peor de este país, la reproducción del modelo capitalista sin conmiseración alguna, es decir, los medios de comunicación. En las calles se respira un aire peculiar, algo producido por la expansión de un rechazo, de las ganas de discutir lo que nos pasa día con día y de no callarlo más, sea en mercados o callejones, en los camiones o parques, la política se hace popular y comienza a legitimar un movimiento que no cuenta con rostros visibles ni líderes, un movimiento surgido en el corazón de la burguesía nacional y que por tanto nos obliga a replantearnos aquellas esperanzas de que desde la pobreza surgiera la revolución y entonces todo se transformara. Tal vez sea buen momento para valorar las posibles relaciones que se van gestando desde el interior de #YoSoy132 hacia movimientos sociales que han logrado sobrevivir a la represión, a la cárcel y a la persecución política.

Del lado de allá…

Primaveras maceradas

No hay primaveras. Eso es un invento mediático. Las que llaman ‘primaveras’ arden como el verano, duelen como las gotas de tormenta de altura al desbordarse en los cuerpos caminantes, congelan la sangre de los poderosos ante el temor al lento despertar de las conciencias. No hay primavera mexicana, hay el desborde de un vaso, el derrame de un proceso, la lenta acumulación de pequeñas resistencias, de grandes ideales, de tejidos sutiles invisibles que se conectan en la periferia. ¿Será así? Esa es la sensación.

Junio de 2012. Conozco a Alejandro Solalinde en el florecer de esa primavera que es en realidad la maduración del fruto. Esperaba encontrarme a un hombre enfadado o entristecido, nostálgico o conmocionado. No es fácil aceptar que hay que retirarse un tiempito (aunque sea breve) del territorio de tus luchas para no terminar abonándolo. A quien me encuentro es a un hombre sonriente, feliz de ver a los jóvenes en la calle, desafiando al enquistado estado de las cosas en México, poniendo un espejo al sistema mediático-político para demostrarle que la imagen resultante es la que no aguanta más.

Parece tan mediático hablar de la primavera mexicana como de los indignados españoles o los occupy gringos. Hay una realidad de articulación de resistencias; hay también un tímido activamiento de unas clases medias que, una vez cerradas las puertas del ascenso, miran hacia abajo, desde donde se está produciendo, sin duda, un fenómeno incomprensible para periodistas convencionales, políticos y sociólogos de salón. No hay antecedentes en las historias que se cuentan, tampoco seguimiento tras las mega manifestaciones o los actos espectaculares. Por eso conviene escuchar a las y los que están en las resistencias cotidianas y ahora se tejen, se entretejen, se visibilizan.

Cree, Alejandro Solalinde, que Chile [ver más: la transversal indignación chilena] es un buen  ejemplo. «Han esperado 40 años para despertar pero nunca dejaron de resistir». Para él, después de «las masacres a los jóvenes en 29 países en 1968, ellos siguieron resistiendo». Es continuo, las luchas entendidas como procesos acumulativos, aunque el sacerdote y director del albergue para migrantes Hermanos del Camino, cree que la incorporación de «los jóvenes urbanos de clase media» acelera los procesos. En una charla pública, un par de días después de nuestro encuentro, reconocía que el zapatismo ha jugado «un papel clave en México».

También se siente la acumulación en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Quizá hace todo más complicado: la convergencia de movimientos y redes tan diferentes articulados en este movimiento que nació de forma explosiva —otra primavera—. Hablo con varios de sus miembros, los que no están en la primera fila de las cámaras y hay fuertes debates, dudas, cuestionamientos a Silicia, reconocimiento de su papel, diferentes apuestas de futuro. La fuerza del MPJD busca cómo canalizarse, cómo transformarse de protesta a propuesta. Sicilia habla mucho de Dios e, incluso, de la Iglesia católica. Viajó a Roma en contra de la opinión de algunos de sus compañeros a entregar una carta a un Ratzinger que en su visita oficial a México, unas semanas después, no miró hacia abajo y se conformó con referencias genéricas al fin de la violencia. Solalinde parece más crítico que él. Critica con extrema dureza las jerarquías eclesiales, cuestiona la cercanía de éstas con el poder, su burocracia, su distancia de los excluidos. Él, así lo cuenta, habla a menudo con Jesucristo y está seguro de que el Jesucristo que él conoce es el de verdad.

Las verdades

Escribo sobre dos resistentes a los que, a pesar de conocerlos poco, admiro. Hay que tener un alma especial —si esa víscera existe— para enfrentarse a una estructura institucional y no institucional tan violenta como profesional. Lo que Sicilia y Solalinde han logrado es lo que las redes humanas del #YoSoy132 están consiguiendo ahora: romper la verdad oficial.

Miremos si no. No conocíamos la dimensión numérica pero, ante todo, humana, de la violencia desatada por la mal llamada «guerra contra el narcotráfico» impulsada por el presidente de México, Felipe Calderón, hasta que el dolor desgarró a Sicilia [ver más: dolor de México], sus palabras conmovieron a una parte del país y su voz se hizo multitud. No es que no se hubiera contado antes, es que las voces no habían adquirido la fuerza mediática necesaria para que el mundo girara la cabeza y dejara de creerse los discursos oficiales. En tiempos de simulacros, es preciso que el ruido tenga rostro… o foto. Y el MPJD ofreció una foto con contenido que se regó como semilla a través  de medios de comunicación como EmergenciaMx o con el rostro de personajes famosos como Daniel Jiménez Cacho y de artistas agrupados.

El caso de Solalinde es diferente. Él forma parte de un magma de resistencias más denso y tupido a lo largo y ancho del país, desde las Patronas hasta otros defensores y defensoras de derechos humanos que llevan años señalando que el drama de los migrantes centroamericanos que son secuestrados, extorsionados, maltratados y asesinados a su paso por México tiene el poder simbólico de contener a la humanidad. El «migroma humano», como lo denomina Solalinde, es una metáfora sangrante de las consecuencias y las brújulas que impone el sistema capitalista, las desigualdades enquistadas del colonialismo, la animalización brutal a la que nos vemos —quizá todas y todos— abocados [ver más: todos somos migrantes].

Ambos resistentes en la tierra, aunque apelan de forma machacona a su Dios, han mostrado la verdad cruda del sistema, de las violencias estructurales que, para perdurar, precisan de invisibilidad, o de confusión. Escribe sobre México la fronteriza Sayak Valencia que «los medios de información y de entretenimiento nos han sobresaturado de información y han causado estragos en nuestra capacidad de percibir, aceptar y actuar en la realidad».[3]

Otra verdad —otras verdades— es la que están revelando los miles de jóvenes y adultos a través del movimiento #YoSoy132 o la llamada Primavera Mexicana. Las movilizaciones, acciones y asambleas multitudinarias han provocado la salida de la sombra de muchas voces que llevaban años dejándose el alma en mostrar las mentiras del sistema.

¿Y después?

Si hay una debilidad en el discurso de Solalinde o Sicilia es en el futuro. Conjugan el presente con ellos mismos formando parte de él. Hablan del pasado con claridad y señalan que los problemas de México son los problemas del mundo y que los problemas del mundo tiene que ver con las estructuras. No con las conyunturas.

Pero el futuro lo componen de una forma vaga. En el caso del MPJD pude ser testigo de cómo muchos de sus miembros trabajan en un espacio sin cámaras en la construcción de una ecuación que proponga cosas concretas para un futuro concreto. Quizá ahí está la clave. En ese trabajo lento para construir alternativas reales. El propio Sicilia duda en privado y en público del Estado, pero no renuncia a exigirle que cumpla con su deber. «En teoría, es el Estado el que debe defender nuestros derechos, debe buscar a los desaparecidos, debe proteger nuestras vidas», argumenta. Solalinde se refiere a Sicilia como «una autoridad moral», pero matiza: «No va a ser él el que catalice todo esto que está pasando, es demasiado. Tienen que surgir otros líderes, hay otra gente en el MPJD y yo apuesto a que será gente joven la que lo haga». Tampoco cree en la actual institucionalidad. «El PRI y el PAN han tenido secuestrado a México pero confío que este 1 de julio (día de las elecciones) los jóvenes y las mujeres le pongan un pare a los políticos». Por eso propone «un nuevo pacto nacional, nos tenemos que unir para refundar México». Una propuesta tan deseable como indefinida para un país al borde del abismo.

Los políticos y los contrapesos

Parece evidente que en el modelo de democracia liberal occidental se puede plantear un cambio de políticos, no de sistema. En México, hasta ahora, estaba limitado. Cuando Vicente Fox alcanzó el poder en el año 2000 los medios internacionales hablaron del fin de la autocracia del PRI y lo vendieron como una renovación. Los hechos hablan por sí mismos.

En el año 2006, el candidato de la izquierda suave del PRD, Andrés Manuel López Obrador, se quedó a las puertas de Los Pinos en un resultado tan ajustado contra Felipe Calderón que el olor a fraude impregnó la Plaza del Zócalo y se extendió por todo el país. La maquinaria había funcionado y no sirvieron de mucho las multitudinarias concentraciones denunciando el pucherazo.

El 1 de julio se celebran elecciones en México. Hace tres meses Javier Sicilia dijo que no se trata de elegir entre partidos políticos sino entre cárteles del crimen organizado. Su tendencia a cambiar al sistema desde adentro lo hace sentarse después con los candidatos presidenciales, incluido la polémica baza del PRI, Enrique Peña Nieto. Pero la campaña y los gestos del MPJD o de otras organizaciones están matizados por unos nuevos gritos y unos intencionados silencios.

Los gritos han surgido del movimiento estudiantil, que se encendió en la elitista Universidad Iberoamericana. Solalinde está convencido de que algo tienen que ver los voluntariados de los estudiantes de la Ibero en centros de acogida a migrantes como los de Las Patronas. Un mes y medio antes de las elecciones se regó la gasolina de la indignación contra la censura mediática a favor de Peña Nieto y la duda ahora es si el altavoz mediático ha sobredimensionado el poder de esta «primavera» o si de verdad tendrá una incidencia significativa en los comicios.

Los silencios se miden en un proceso paralelo que camina en México sin tanta atención de medios convencionales o analistas. La construcción autónoma y autogestionada de los Caracoles (la estructura de organización territorial y política en las zonas de influencia del EZLN-Ejército Zapatista de Liberación Nacional) en el sur del país, o los nuevos procesos autonomistas en comunidades indígenas como Cherán, Michoacán; marcan un camino que supera el concepto colonial de las dos repúblicas (la de «indios» y la de blancos y mestizos) y plantea un reto a la forma de entender la política, la economía, la cultura y las relaciones de poder.

Poética, política, mística: realidad

La realidad de México es, entonces, mucho más compleja de lo que se podría presuponer desde fuera. Ni son todos los que vemos los que luchan por un nuevo país, ni luchan por ese país todos los que deberían. Es cierto que Solalinde y Sicilia son hombres de profunda mística. El padre Solalinde, en su exilio de dos meses, me aseguraba que no teme morir -«porque el espíritu santo siempre queda»- y se confiesa inspirado sólo por «Jesús, él nunca me defrauda». Sicilia, también enganchado a su fe, cuenta cómo, «de algún modo», la muerte de su hijo lo hizo darse cuenta de algo poco terrenal: «dios me había quitado a mi hijo pero me daba la gracia de liderar este movimiento».

Solalinde, un hombre que ha tenido muchas transformaciones en su vida, se apoya en los hechos, en el trabajo a pie de vía con los migrantes. Sicilia, como poeta, se apoya en las palabras, en textos cargados política y poéticamente. Comparte esa arma con otros líderes del país, como el Subcomandante Marcos. Pero los diferencia la praxis. Los zapatitas, después de un largo intento por incidir en la totalidad del país y por despertar con palabras y pasos en interminables marchas y concentraciones, han optado por el silencio mediático y el trabajo azaroso en sus comunidades al margen del Estado y de sus trampas.

Todos los anteriores son hombres, lo cuál parece paradójico en un país que resiste el derrumbe anclado en mujeres poderosas en los movimientos de base. Pocas son mediáticas, quizá porque como dice Solalinde «este país es muy mariano y muy guadalupano pero irrespeta a la mujer, es feminicida». Por eso el sacerdote pone su esperanza en los jóvenes «y en las mujeres, que van a jugar un papel clave». Si se trata de un nuevo México, será preciso revisar ese papel. Sayak Valencia asegura que «las construcciones de género en el contexto mexicano están íntimamente relacionadas con la construcción del Estado». Y recuerda que Carlos Mosiváis solía decir que el término «macho» está altamente implicado en la construcción estatal de la identidad.[4]

Muchas son las mujeres que suponen la energía cotidiana de las resistencias. A finales de 2011 Blanca Velázquez, una valerosa activista por los derechos laborales de los trabajadores de las maquilas y del sector automotor en Puebla, me lo advertía: «yo siempre he abogado por el camino pacífico y por la incidencia en las políticas públicas… pero… México también tiene historia y yo siempre digo: ‘No despierten a México bronco’. Hay muchos ejemplos de cómo la gente se está organizando y va a llegar un momento en que no aguante más y yo no sé cómo va a reaccionar. No queremos violencia, pero la verdad es que la violencia la venimos viviendo en muchos sentidos. Entonces….mmm. No sé, no sé… me da mucho miedo que en un momento se levanten campesinos, se levante la ciudadanía concientizada… y la que no lo está porque… porque estamos hasta el cuello… y de pronto tengamos que enfrentarnos”.

…y de regreso

La temporada de lluvias ha comenzado y poco a poco el cielo se desgaja en tormentas que refrescan algunas zonas del país, otras regiones viven sequías sin tregua. Un día cualquiera, avanzo entre la telaraña de gente en el metro de la capital y me abro paso hasta alcanzar el andén, sorpresas de la vida, invadido por decenas de personas que tienen por cabeza una televisión hecha de cartón. De las pantallas de estos insectos televisivos se alcanzan a distinguir rostros de hartazgo y de rebeldía, se escapan gritos y consignas contra la mayor empresa de telecomunicaciones existente en México: Televisa. Recuerdo de inmediato que estoy viviendo la estación Balderas mientras que arriba se gesta una protesta diseñada exclusivamente contra este monopolio, una década antes esta protesta no habría podido llevarse a cabo, dos décadas antes, la misma protesta le habría costado la vida a varios y serían las balas quienes hablarían. -¿Qué hora es?, pregunta despistado el Sr. Presidente. -Las que usted diga, contesta servil Jacobo Zabludovsky momentos antes de comenzar su vácuo noticiero 24 horas. Pero esta generación que atiborra los torniquetes y andenes hoy no tiene miedo ni lo tendrá, están dispuestos a avanzar hasta el final.

Televisa, al igual que TV Azteca y algunos otros emporios que aún existen en este México de 2012, es una empresa de dimensiones inimaginables[5], de alcances descomunales y de construcción de realidades increíbles. Por el momento dejaremos los asuntos escandalosos que otros medios han sacado a la luz pública[6], lo que en estas líneas es importante resaltar, es que se trata de esta gran amalgama mediática la que ha vaciado de contenido muchas de las mentes de este país, la que ha permitido una dominación sin control sobre muchos aspectos de la vida social, política, económica y cultural. Es el síntoma que se materializa en la popularidad de Chespirito, en el alcance mundial de las telenovelas (fieles ejemplos de una sentimentalidad desgastada e ilegítima), en las mentiras y mentiras acumuladas que se transmitían desde los noticieros y desde la fallida cadena de noticias ECO, Televisa es la matriz de la que surge TV Azteca —el bizarro de mala calidad— al igual que es el PRI el origen de los partidos que hoy se llaman opositores. En política, como en comunicación, México tiene dos cánceres que generan metástasis sin control y es momento de que esta situación termine definitivamente. Así como durante décadas estas empresas mediáticas han construido ideas precisas de cómo debe ser la sociedad mexicana y han reproducido los estereotipos de cómo deben comportarse las personas, de la misma manera los falsos medios de comunicación han defendido intereses económicos y lealtades de capital político para que las estructuras estatales no se modifiquen y se mantenga su emporio. Fiel a esta afirmación, la contundente frase del fundador de Televisa, Emilio Azcárraga Milmo: “Soy el mejor soldado del PRI”.

En este entendido en que medios de comunicación y partido de Estado han compartido el capital político y económico para sostener su poder incuestionable, la resistencia que desde abajo se ha gestado combate con propuestas e iniciativas: crea medios independientes que no temen decir la verdad, se van configurando experiencias de comunicación e información que retoman las voces que la sociedad quiere escuchar[7]. La lucha por la democratización de los medios de comunicación es una demanda legítima que tiene detrás largas luchas por la apertura de los medios de comunicación, por la necesidad de ser constructores y actores de estos medios; es una demanda que ahora resulta, como nunca antes, indispensable.

Una hipótesis probable se va dibujando en estas líneas, pero ha llegado el momento de hacerla explícita a través de los cuestionamientos que se les ha hecho a este movimiento nacido de redes sociales y teléfonos con cámaras fotográficas e internet. ¿Por qué concentrar manifestaciones y consignas a una sola persona? ¿Qué conexiones existen entre Enrique Peña Nieto y Televisa? ¿Por qué se legalizan uniones como la de Televisa y TV Azteca (a través de una empresa de telefonía) a dos semanas de las elecciones presidenciales? Lo que sugieren estas preguntas son posibles caminos, y de entre ellos, nos atrevemos a afirmar que la fractura del viejo régimen priísta no tiene lugar con la sucesión presidencial de 2000, que este proceso se trató de una reconfiguración interna de las fuerzas políticas dominantes. Creemos que se debía cumplir con ciertos compromisos y pactos establecidos con el Partido Acción Nacional (PAN) pero que, una vez hechos, ahora se trata de recuperar lo que hacia fuera parecía perdido: el control del país.

Es más, afirmamos que una transición no ha tenido lugar hasta ahora y que no hemos sido sino testigos de la descomposición, del envejecimiento de un régimen que busca perpetuarse esquizofrénicamente. Existe la posibilidad de que el periodo en que el PAN ocupó el poder ejecutivo —con sus terribles consecuencias, los más de 60,000 muertos, más de 20,000 desparecidos, nuevos enriquecimientos, los conservadurismos exaltados y una larga lista de agravios— haya sido un periodo de transición, de esos que tanto nos gustan a los mexicanos, de esos largos periodos en que las cosas se acomodan lentamente mientras el desgaste social se acelera y nos presenta nuevos umbrales que creíamos imposibles de soportar. Es una modesta hipótesis pero se trata de una manera de comprender lo que ahora sucede: que la verdadera transición se está gestando en esta coyuntura política de movilizaciones y de ingobernabilidad.

Siguiendo esta pista, la historia mexicana más reciente es una historia compleja, llena de ritmos distintos, llena de conciencia en los sectores más golpeados por el neoliberalismo panista y el crimen organizado, una historia que abajo se cuenta en clave de resistencia y con organización pero que también tienen el rostro de la miseria y del desencanto, de la apatía y de la descomposición del tejido social. Arriba, la historia se cuenta en el número de toallas lujosas que se compran con dinero del erario público, es la historia de las oscuras relaciones entre los distintos niveles de gobierno y el narcotráfico, se trata de la historia de las figuras de transición que el viejo régimen ha utilizado para intentar contener lo inevitable… su muerte. Este periodo, corresponde a los últimos 12 años y deja abierto el capítulo en la posibilidad de construcción de algo inesperado o la opaca repetición de la amorosa pero ya caduca nomenclatura política. Eso es parte de otro debate, la coyuntura nacional supera estas elecciones y #YoSoy132 comienza a plantear un horizonte distinto que tal vez abra la puerta a redes entre movimientos sociales y entonces la construcción de una sociedad diferente sea posible. Pero también cabe la posibilidad de que vivamos la frustración de su lenta desaparición: las monedas están al aire.

Si lo anterior resulta atinado, entonces estamos frente a un umbral inesperado y hemos vivido en un periodo oscuro de agonía del viejo régimen. Falta mucho por testimoniar, hay muchos obstáculos por derribar y, sobre todo, una nación justa y libre por construir.

Epílogo

Pocos días faltan para que la vorágine de las maquinarias electorales se apoderen por completo de este país. El tiempo se consume y las expectativas nos obligan a hacer un corte de caja, no sólo para posicionarnos como medio de comunicación independiente y autónomo en este contexto tan complejo, también para reafirmar nuestra posición política desde el ejercicio del derecho a la información y a la construcción de discursos de comunicación. Nuestra mirada está más allá de esta coyuntura y se centra en la construcción de alternativas sociales que parten de principios distintos a los de la llamada democracia representativa, creemos que es necesario redefinir la política para construir un país distinto, libre y justo, un país basado en la diversidad, una nación que rompa con las viejas prácticas de corrupción y violencia que aseguran la presencia del capitalismo como columna vertebral. Desde nuestro papel periodístico, creemos que es posible tener una praxis distinta que se base en el compromiso con los distintos pueblos que componen este México; dolido y fracturado.

Por Heriberto Paredes Coronel (Del lado de acá… y de regreso) y Paco Gómez Nadal (Del lado de allá)


Agencia Autónoma de Comunicación (AAC)

[1] Valencia, Sayak, Capitalismo Gore, Melusina, España, 2010, p.17. Todas las citas de la autora son del mismo trabajo editorial.

[3] Valencia, Sayek, íbid.

[4] Valencia, Sayak, íbid., p.39.

[5] Recomendamos revisar el reportaje de Jenaro Villamil que fue publicado en la edición 1857 del semanario PROCESO titulado “Se llama ‘TV’ y es el juguete del magnate”.

[6] El periodista Jenaro Villamil ha investigado con detenimiento las entrañas de la maquinaria televisiva mexicana y una buena serie de reportajes puede verse en: http://homozapping.com.mx/tag/televisa/ Además los reportajes e investigaciones del periódico inglés The Guardian acerca de las vinculaciones entre televisoras y candidatos presidenciales son de consulta necesaria para comprender el momento coyuntural que viven los medios de comunicación y el sistema político mexicano. Se pueden consultar en http://homozapping.com.mx/tag/the-guardian/ y en http://www.guardian.co.uk/media/televisa

[7] Actualmente existen muchos medios de comunicación independiente que se han arriesgado para sobrevivir al aislamiento, a la represión por parte de cuerpos policiales de varios estados del país y del ejército, al asesinato sistemático de sus locutores y a la destrucción de sus instalaciones. Sólo quisiéramos mencionar algunos de ellos: Radio Ñomndaá en Guerrero, La Voz que Rompe el Silencio en la región triqui, Radio Regeneración, Radio Zapote, Radio Fogata, Radio Pozol, el periódico El Comienzo, Rompeviento TV y una larga serie de experiencias más que suman un capítulo fundamental en la composición de la comunicación independiente mexicana. Sin ellos no sería posible entender lo que sucede en esta batalla por la democratización de los medios.