Los desaparecidos de la Guerra calderonista

“…Si vuelves, te espero en esta hamaca donde quedan aún

nuestras risas inconclusas.

Hermano, si vuelves torturado y perdedor

estaré en el portón aguardando los pasos.

Si es que no puedes retornar,

si tus sueños aniquilaron,

si desapareciste tras un manto de ironías,

seguiré esperándote en la vieja hamaca

donde no existen los olvidos.”

Gustavo Tisocco

De acuerdo a datos de la CNDH (Comisión Nacional de Derechos Humanos), desde el 2006 hasta hoy, es decir desde que Felipe Calderón preside el gobierno del país, hay 5.397 personas desaparecidas. Dos tercios hombres, casi siempre jóvenes y un tercio mujeres, por motivos políticos, trata de personas y la guerra con el narcotráfico[i]. A esto se suman los 11.300 secuestros de migrantes, ocurridos en seis meses (de abril a septiembre de 2010), según afirma la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en su informe sobre el 2010[ii].

Miles de padres desesperados buscan a sus hijos

El destino de muchos de ellos ha sido, sin embargo, la muerte. Aunque nisiquiera esto puede ser certeza para los familiares. En 2009 un miembro del cártel de los hermanos Arellano Felix confesó que había disuelto en ácido por lo menos a 300 personas[iii], en abril pasado un sicario de 20 años, capturado a raíz de la “Matanza de Tamaulipas”, confesó haber participado en 200 asesinatos[iv]. Así, hay muchos más casos escalofriantes. Se han encontrado cada vez más exhumaciones clandestinas —las llamadas narcofosas— en Michoacán, Guerrero, Sinaloa, Nuevo León, Guerrero. En San Fernando, Tamaulipas, se hallaron 8 fosas en las que se encontraron 183 cadáveres, y recientemente en Durango, donde al momento se han hallado 180 cuerpos. La mayoría no han sido identificados.

Cientos de familiares, no han olvidado el último día en que vieron a su ser querido con vida, ni lo último que les dijo, ni qué es lo que llevaba puesto antes de ser desaparecido.

Los “levantados” por grupos armados (ejército, sicarios o policías) de los que nadie vuelve a saber, los que salen en su automóvil con un destino al que jamás llegaron, los que simplemente no vuelven a ser vistos después del trabajo, los mexicanos todos que de un momento a otro no aparecen, los últimos años son claramente eso, son los desaparecidos de la guerra calderonista.

En la mayor parte de los casos se trata de jóvenes trabajadores sin ningún vínculo con organizaciones criminales, son también periodistas, empresarios, o mujeres y hombres que se defienden del abuso o que buscan justicia. Son “cualquiera”, pero no un número más en las estadísticas de muerte, sino cualquiera con nombre y apellido. “Es la suerte” –se suele decir en algunos lugares del norte del país. Salir de una fiesta, visitar a los padres en Torreón, ir de vacaciones a Monterrey, estar en el lugar y hora equivocada, vidas y familias mutiladas, despertar de un día a otro en una pesadilla interminable, ¿“cuestión de suerte”?, ¿cosa del azar?

Las desapariciones en el México de hoy, -como en la guerra sucia de los 70- tienen el mismo efecto que han tenido históricamente. Las sucedidas en las dictaduras que en Sudamérica fueron conocidas con el nombre de “Plan Cóndor”, durante las décadas de los 70 y 80. Cientos de familiares, no han olvidado el último día en que vieron a su ser querido con vida, ni lo último que les dijo, ni qué es lo que llevaba puesto antes de ser desaparecido. Tampoco han cesado en la búsqueda e indagación de su paradero.

Violencia y dictadura, encubiertas o evidentes, son pues los hilos recurrentes que tejen la historia de toda América Latina. Advertencia, control, terror con fines de poder, que pronto pierde cualquier tipo de escrúpulo. Hace sólo unos años “bastaba con no meterse” – eso se decía en México-, ahora ya nadie se salva, la impunidad es tanta que los criminales –de ambos bandos- son ahora indolentes, secuestran, roban, mutilan, torturan, y asesinan, sin ningún reparo. El riesgo se va extendiendo a toda la sociedad. Se trata de un terrorismo en el cual no es fácil identificar la línea divisoria entre los bandos en guerra y la sociedad civil, entre el terror provocado por el crimen organizado y el terrorismo de Estado. Éste último, debe enfatizarse, también es uno de los detonadores de la ola de violencia, por los abusos, violaciones, secuestros, desapariciones y muertes que provoca la violencia militar, paramilitar y policial tanto en el norte del país como en el sur, en la guerra contrainsurgente que también están desplegando Calderón y los gobiernos estatales, contra organizaciones sociales y movimientos de resistencia en Chiapas, Guerrero, Oaxaca y otros estados.

El duelo negado: “… es un calvario lo que se vive”

‘Los que se quedan’ son quienes los lloran, quienes los buscan, quienes los sueñan, y los esperan. Pero no sólo eso, son los que tienen que pasar por un vía crucis jurídico, plagado de corrupción, irregularidades y maltratos. Los familiares de los desaparecidos pasan de la denuncia, a las investigaciones que no llevan a ninguna parte, de la soledad en busca de justicia -y en contra del sistema de “justicia”-, a la persecución, al exilio y hasta la muerte.

Venimos (a la marcha) para que el gobierno vea que aquí seguimos. Hace ya más de un año que el ejército secuestró a mi familia: Nitza Paola Alvarado de 31 años, José Angel Alvarado de 30, y Rocío Irene Alvarado de 18 años. Ellos fueron secuestrados el 29 de diciembre de 2009 por elementos del ejército en el ejido Benito Juárez, Chihuahua. Así que llevamos ya más de un año buscándolos, exigiéndole al gobierno que nos los regrese, no ha hecho absolutamente nada. El caso ya está en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Lo último que hicimos fue pedir ante la ONU que la investigación no la llevaran los militares sino que fuera una autoridad del fuero común. Cuando hicimos esa petición, pues  este año, nos dieron 12 horas para que abandonáramos Ciudad Juárez (…) Hablaron por teléfono para avisarnos que teníamos 12 horas, que ya cerraramos la boca, que ya la habíamos abierto mucho. Y pues abandonamos Ciudad Juárez, abandonamos las casas, los trabajos, los niños dejaron las escuelas, y hasta ahorita estamos escondidos, varios miembros de la familia no quisieron venir por temor. Y pues no se vale que las víctimas seamos las que se tienen que estar escondiéndonos, huyendo del propio gobierno, cuando los criminales son ellos (…) No vamos a parar hasta que el ejército me diga dónde está mi familia (…) Sabemos que es el ejército, ya tenemos el nombre del capitán que llevó acabo la detención, está la aceptación de otro militar del treinta y cincuavo batallón de Nuevo Casas Grandes con cargo A Mayor, que el acepta, pero aun así el gobierno no hace nada contra los responsables.

Juventudes truncadas

No son pocos los familiares que, desgarrados por la pérdida de sus seres queridos, se ven obligadas a huir, pues quedarse, en muchos casos, significaría la muerte. Al momento sería difícil documentar la cantidad de personas que han abandonado sus lugares de residencia, huyendo de las amenazas y de la violencia extrema que se vuelve insufrible.

La familia Alvarado, la familia López Alonso, Chavana Leal, Garza González, Treviño Rodríguez, Moreno León, Otero, Mercado Ortega, Fernández, Medina Enriquez, Rojo Martínez y miles de familias más, no han podido tener la paz del luto. En medio de la desesperación y del dolor, con el nudo en la garganta convertido en piedra, los padres y las madres buscan a sus hijos, peregrinando entre la podredumbre de los laberintos judiciales, en los que no sólo no hay soluciones, sino que hay más dudas y coraje, luego esa incerteza se convierte en impotencia.

“Que por lo menos me devuelvan a mis hijas”, dice el padre de la familia Castro Campillo originaria de Jalapa Veracruz, con la voz quebradiza y tras las gafas obscuras que resguardan ese dolor, que de tan grande, no es posible expresar con palabras. A su mujer y a sus hijas se las llevaron el 6 de enero de este año y hasta la fecha no sabe nada de ellas. ¿Qué dicen las autoridades? Nada, absolutamente nada, como le digo, nada. Y aprovecho este espacio para poder mandar un mensaje a estas personas, para que me las regresen, que me las regresen sanas y salvas, creo que se lo merecen (…) salen de la escuela, apresuradas para poder incorporarse en la vida productiva, y no se vale que pase esto (…)

«Que me las devuelvan», es el clamor del padre de la familia Castro Campillo

Muchos de los familiares han tomado en sus manos la investigación, e incluso llegan a saber quienes son los responsables. El padre de José Mario Moreno, de Ciudad Obregón, Sonora, va denunciando el caso de 6 jóvenes desaparecidos —entre ellos su hijo—, mostrando una pancarta con sus retratos y cargando una copia del expediente completo.

«Las autoridades lo que han hecho es hacerse pendejos nada más»

Tengo un hijo que está desaparecido, Jorge Mario Moreno León, junto con dos amigos suyos, Giovani Otero y José Francisco Mercado Ortega, Mario Enrique Díaz, Mario Medina Enriquez murió la misma noche que los corretearon y los balacearon saliendo de un antro, el día primero de julio del 2010. Yo hablé con los secuestradores, le hablaba a Jorge Mario y me contestaban ellos, ya al último me lo pasaron para que me despidiera de él, y ya no volví a saber nada de él (…) Las autoriadades lo que han hecho es hacerse pendejos nada más. Después de la balacera mi hijo se escapa y va a dar a un pueblito, entra en un OXXO y en las cámaras se ve cómo entran los sicarios a comprar ahí, se salen y luego vuelven a entrar pero ya armados, entonces lo sacan, y lo esposaron y se lo llevaron, sale en las cámaras, grabado. Pero el Ministerio Público se hizo pendejo, yo solicité por medio oficial los videos para que no se fueran a extraviar o borrar (…) ¿Y sabe que hicieron los del Ministerio Público del fuero común? la hicieron pedazos la evidencia, desaparecieron la evidencia. Cambiaron de Ministerio Publico a los 3 días de que pusimos la denuncia, y hasta la fecha no me han querido contestar. O sea, ellos ya saben quien fue, fueron los policías los que hicieron esto, los policías levantaron a mi chamaco.

Por si fuera poco, a la negativa de respuesta por parte de los aparatos de impartición de justicia, sigue la criminalización de las víctimas:

Muchos padres han tomado la investigación en sus manos

Y luego dijeron que los muchachos andaban mal, que eran gente de los Beltrán Leyva, y que uno de ellos era hijo de un capo, pero Mario Enrique Díaz era hijo del doctor Díaz, el director de salud de ahí de Hermosillo, y el papá de José Francisco Mercado es Don Goyo y vende tacos de canasta dentro de la Universidad.

Ante esta situación de impunidad y frente la evidente complicidad entre los cuerpos armados de “seguridad” y los grupos criminales. Cada vez son más los familiares que se han organizado con la firme convicción de hacer justicia y de que no se destruyan más familias. Ese es el caso del padre de Vicente Rojo Martínez, quien desapareció el 19 de marzo de 2009 en Piedras Negras, Coahuila, junto con 12 personas más. Él participó en la marcha del 8 de mayo como parte de la organización Fuerzas Unidas por Nuestro Desaparecidos en Coahila (FUNDEC)[v]:

Lo que nosotros buscamos es que el gobierno federal ponga una solución. Nada más dice que va a seguir con su lucha, pero el pueblo es el que está pagando todo. Yo tengo un hijo desaparecido, y tres nietos, y me están diciendo a cada rato ‘que su papá, que su papa, que su papá (…) es un calvario, es un calvario lo que se vive. Después de 2 años y un mes de lucha, nos acaba de ver la fiscalía de Saltillo, fuimos nosotros y levantamos una demanda en la PGR, y al mes nos dijeron que no, que no procedía (…) Lo que nosotros queremos es nada más que aparezcan nuestros familiares (…) Que el gobierno nos haga caso, para que ya nos quiten de sufrir, desgraciadamente no nada más los desaparecidos sufren, sino todos los familiares como estamos sufriendo también.

“Los levantaron…”

Se ha vuelto una frase común con la que empiezan cientos de historias desgarradoras, quizá miles.

Lourdes Hernández, organizada con Justicia para Nuestras Hijas y con el Centro de Derechos de la Mujer (CEDEM), vino a la ciudad de México desde Chihuahua, Chihuahua, a reclamar justicia para su hija desaparecida el 25 de julio de 2010, a “exigirle al gobierno que nos responda”, “que aparezca a nuestros desaparecidos”:

Las autoridades del Estado no han hecho nada, simplemente nada. A mi hija se la lleva un grupo armado en combinación con la policía del Estado, eso es lo que sabemos nosotros y esta comprobado que fue así, y las autoridades simplemente dicen que fueron policías clonados, gente vestida de policía.

La madre de Luis Alberto Josué López Alonso, empresaria de Acapulco, Guerrero, cuenta como sucedió la desaparición  de su hijo, y lo que ha tenido que pasar desde entonces:

No hemos encontrado eco con la policía o con el gobierno, verdaderamente nadie, nadie se ocupa de los casos de desaparición, de secuestro. Simplemente se desaparece y hacen como que no sucedió nada. Luis Alberto iba con 4 amigos: Oscar Chavana Leal, Leonardo Garza González y Daniel Treviño Rodríguez. Fueron a esquiar a la presa La Boca, algunas personas vieron que al salir la policía detuvo su camioneta. Cuando me avisaron fui a Monterrey y fui a levanter una denuncia. Y la policía dice que ellos no fueron, sin embargo hay gente que vio que fueron ellos. Y desde entonces yo he tenido que andar peregrinanado, mandé cartas a Felipe Calderón, he buscado con una organización, otra (…) Pero obviamente si fue la policía, pues no va a investigar la policía.

Se fue de vacaciones a Monterrey y no lo han vuelto a ver...

Luis Alberto salió de vacaciones y no volvió a Acapulco. Se encuentra desaparecido desde el 12 de enero de 2008. Como en muchos casos, no se supo nada, a él y a sus amigos los “levantaron”, decían que los secuestraron, pero por ellos nadie pidió rescate. La polícía no sólo dice no saber nada, sino que llama a la madre de Oscar Chavana y le advierte que deje de buscar y de investigar, porque sino también a ella la mataban.

La violencia ejercida por efectivos policiales, también se ha desatado en otros lugares del país, como es el caso del periodista Federico Chilián Orduña, quien perdió a su hijo Pablo Chilián Espinosa en Veracruz. Federico Chilián participó en la caminata desde Cuernavaca hasta el Zócalo capitalino. Al llegar a San Miguel Topilejo, hizo uso de la palabra en el acto de recibimiento a la caravana, y denunció:

muchas gracias pueblo de Topilejo por esta cálida, amorosa bienvenida, yo soy un padre más de los muchos mexicanos que hemos perdido a uno de sus hijos, el mío fue brutalmente golpeado hasta acabar con su vida el día 10 de diciembre del año 2009 en la ciudad de Costa Rica en Veracruz, a los 37 años de edad, un muchacho de trabajo, deja en la orfandad a un pequeño de 4 años. Fue levantado por policías, fue subido a una patrulla junto con un amigo  que le acompañaba, Jorge Ansaldo se llama el amigo. Ambos, mi hijo y él, fueron golpeados desde que estaban en la patrulla, fueron trasladados a un lugar cercano a Costa Rica y allí mi hijo se resistió a la detención arbitraria, pidió explicaciones, pero toda respuesta recibió golpes, golpes y mas golpes que le fracturaron toda la estructura osea hasta que terminaron con su vida. ¿Qué significa esto ciudadanos? Que el crimen y los delincuentes están penetrados en los aparatos de seguridad, en los aparatos de procuración de justicia. ¿Cómo puede esperar ganar una guerra ¿Dónde están los delincuentes? ¿Dónde están los criminales? Por eso pido al gobierno que  cese esta guerra.

"Venimos acá para ver si aquí si nos hacen caso"

…la respuesta gubernamental a la desesperación es tajante y ya conocida: cierren la boca.

Ante esta vorágine de guerra y sangre, algunas respuestas surgen desde la sociedad que no tiene a nadie a quién recurrir, más que a ella misma, para no ser espectadora y víctima inerme de los asesinatos. La resistencia de las comunidades purépecha de Cherán en  Michoacán y la defensa armada parcialmente exitosa de vecinos de Zacatecas ante el narco[vi], son signos dramáticos pero importantes de esta ya “guerra civil” que se esta viviendo, pero también de las iniciativas y respuestas de autodefensa y autoorganización de la gente.

Por el contrario, la respuesta gubernamental a la desesperación es tajante y ya conocida: cierren la boca. Y entonces ¿cómo se sale de la pesadilla?, ¿cómo se curan las heridas?, ¿cómo se sigue viviendo?

Miles de madres, de padres, hermanos, que no tienen un nombre que importe a los medios nacionales e internacionales — la mayoría—, quedan anónimos en medio de su dolor, en medio de su búsqueda y del llanto ahogado que provoca la impotencia. La herida no puede cerrar, por el contrario, la impunidad hace las heridas dolientes e interminables, no hay luto posible.


[i] Según cálculos de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos  de los tres mil desaparecidos hasta el 2010: “400 por razones políticas, 500 mujeres y niños relacionadas con la trata de personas, y 2 mil 100 por razones de narcotráfico.” (http://www.kaosenlared.net/noticia/mexico-van-3-mil-desaparecidos-sexenio-calderon). Ya en el 2011 se habla de 5 mil desaparecidos y de que “los cuerpos de más de 9.000 personas que murieron en el mismo lapso por diversas causas aún no fueron identificadas”.

[ii] CNDH, Informe especial: Secuestro de Migrantes en México, 22 de febrero de 2011.

[iii] http://yucatanhoy.com/opinion/desde-que-calderon-es-presidente-5-397-desaparecidos.html

[iv] El Mundo.es, 27 de abril de 2011  en: http://www.elmundo.es/america/2011/04/27/mexico/1303939404.html

[v] FUNDEC se formó en diciembre de 2010, actualmente esta conformada por familiares de 200 desaparecidos.

There is one comment

  1. Omar

    Uff, lo que se expone es suficiente para dejarme con un dolor de cabeza, es tanto el dolor y sufrimiento que se reproducen en las palabras de las familias que no logro entender porqué tanta insensibilidad en el asunto (no de su parte, claro) sino en principio de los ‘hidepu’ que no dan la cara para esclarecer tanta injusticia.
    Perturbador el artículo, sin duda, pero debo reconocer el valor y compromiso de uds. para comunicar el «México subterráneo».

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