Damnificados de Majada del Toro, sin lugar para vivir

Por Arturo de Dios/Periódico Debate

La noche luce inmejorable: en el cielo la luna se muestra tan plena que logra iluminar los cerros; el aire fresco circula con libertad y sólo se escuchan los grillos. Sin embargo, las 318 chozas edificadas con láminas, lonas, trapos y con piso de tierra de las familias de San Marcos Majada del Toro, Chilapa, refugiadas desde hace cinco meses en Xicaixtlahuac, recuerdan que la tragedia acá, en la Montaña, no ha terminado.

Entre los caseríos que se logran ver a pesar de la oscuridad, está el de Octaviano Martínez Catarino, un anciano de 80 años que junto con su esposa, Ausencia Castro Carballo, se prepara para dormir.

La luz tenue del foco que está en medio de la casa alumbra a don Octaviano, quien busca la cobija que lo pueda mantener caliente durante la noche. Mientras doña Ausencia se encuentra recostada sobre el catre de palos al fondo de la habitación.

Don Octaviano debe escoger la cobija que lo abrigue lo más posible, si no quiere pasar la noche en vela, porque le toca dormir pegado a la entrada de la habitación por donde el aire entra con toda libertad.

Su casa es similar a todas las demás: piso de tierra, intentos de paredes con un rompecabezas de pedazos de plásticos, trapos y una cubierta de lona. Las puertas no existen y la cocina se forma con tres piedras.

Pese a su edad, Octaviano se mira firme, macizo. Como todos los días, mañana se levantará temprano para ir a buscar un poco de leña. Aunque reconoce que el cansancio cada día lo fustiga más.

Foto: Arturo de Dios

Foto: Arturo de Dios

—Mi papá tenía mi edad y yo lo veía como si nada, creo que antes la gente estaba mejor hecha.

Don Octaviano ahora sobrevive con lo que le dan sus hijos. Además del maíz que se gana cuando ayuda a sus vecinos haciendo trabajos en el campo. La dieta de él y su esposa consiste esencialmente en maíz, frijol y quelites. Nada más.

No tiene trabajo, ni tampoco casa. Donde vive es un pedazo de terreno que le prestaron los pobladores de Xicaixtlahuac desde el pasado mes de septiembre, cuando salieron huyendo de su pueblo por el temor de que el cerro que tenía detrás de su casa se les viniera encima.

Don Octaviano –precisa su hijo Marcos Martínez Castro– fue el primero que salió de San Marcos Majada del Toro el pasado 15 de septiembre cuando la lluvia provocada por la tormenta Manuel no paraba. Caminó casi dos horas con sus cosas al hombro por laderas hasta llegar a Xicaixtlahuac. —Cuando nosotros llegamos de Chilapa, donde fuimos a pedir ayuda, él ya estaba aquí, fue el primero que se salió —cuenta su hijo Marcos.

En San Marcos, recuerda don Octaviano, vio nacer a sus 14 hijos y a sus nietos y bisnietos, que, sin precisar, dice podrían ser unos 100. Sin embargo, asegura, no quiere regresar a su pueblo, tiene miedo que ahora sí en la temporada de lluvia el cerro se le pueda venir encima. Pero, al mismo tiempo le preocupa estar en Xicaixtlahuac.

En el lugar donde vive actualmente, prevé, no podrá pasar tampoco la temporada lluvias, las lonas y los trapos con los que tapa su casa no pueden ser capaces de resistir, además del lodazal en el que se puede convertir. Don Octaviano, así como las otras 318 familias se encuentra en esta incertidumbre de irse a un lugar declarado como inhabitable o soportar las lluvias casi a la intemperie.

Ni una lámina ha llegado

Son mil 600 personas –niños, adultos y ancianos– las que comparten la tragedia, la indolencia gubernamental. La desdicha para ellos no terminó con la última gota de lluvia que provocó la tormenta Manuel, con ese final apenas comenzó su viacrucis.

Es abril y acá no ha llegado nada de la ayuda prometida: ninguna lámina, ningún bulto de cemento. Los alimentos desde hace tres meses dejaron de llegar, pese a que el alcalde de Chilapa, el priísta Francisco Javier García González, firmó una acta de acuerdos con los pobladores el 9 de octubre de 2013 en la que se comprometió mandar constantemente víveres a Xicaixtlahuac.

De su reubicación no hay indicios. Ningún gobierno ha construido un muro, colado un castillo o, por lo menos, pegado un tabique. Los pobladores de San Marcos viven casi de la misma forma que cuando llegaron huyendo de su pueblo.

Para donde se mire en Xicaixtlahuac la vista se topa con chozas construidas con pedazos de láminas de aluminio, lonas de plástico y, en algunos casos, sólo con trapos o con cualquier tipo de material que tuvieron a la mano. Las láminas, las lonas y los trapos fueron conseguidos por los mismos pobladores, ningún material lo recibieron del gobierno, de ningún gobierno. Muchos tuvieron que ir hasta San Marcos y reciclar algunos materiales de sus anteriores casas para levantar estas chozas

En esos lugares viven con lo mínimo. Son cuartos prácticamente vacíos. No tienen ningún mueble, la mayoría no tiene camas, duermen en el piso de tierra sobre colchonetas que les entregaron durante la contingencia.

Ejemplos cómo estos son muchos, ahí está Alicia Martínez, una mujer joven que duerme sola con sus dos hijos en un cuarto vacío en el piso sobre una colchoneta, porque su esposo se fue al corte de café. O también está Espiria Hernández Silvestre que su choza la construyó de bajo de un árbol y que parece una exposición de trapos viejos. Ella dentro de su casa no tiene nada, sólo dos camas hechas de palos, donde en una duerme ella y su esposo y en la otra sus tres hijos. A estas mujeres, como al resto, les pasa lo mismo: el huracán los escupió de su pueblo y la indolencia gubernamental los tiene sumidos en la miseria.

Acá la vida es complicada, las carencias son sus fieles acompañantes. La dieta es estricta: maíz, frijol, quelite y sopa aguada. Cada vez el maíz es menos. No tienen agua, el baño es cualquier monte que los deje hacer sus necesidades con discreción, que les permita ocultar la mierda.

Los mil niños que van al kínder, a la primaria y a la telesecundaria, unos toman clases al aire libre, bajo hules que los cubre del sol y otros bajo toldos prestados y que tienen sus días contados. No reciben atención médica porque la doctora, Alma Delfina Oregón Arismendi, no los quiere atender en esa comunidad y para tener agua limpia deben recorrer de cinco a seis kilómetros donde se encuentran los manantiales.

Xicaixtlahuac es una comunidad pequeña que hasta antes de la tormenta era habitada por no más de 150 personas que vivían en unas 25 casas. Esta localidad no sufrió ningún daño, pero la tormenta Manuel le cambió su fisonomía: ahora es un gran albergue improvisado e insuficiente.

La urgencia de reubicar a las familias

Pedro Reynoso Martínez, uno de los pobladores que por su activismo se ha convertido en uno de los principales líderes del pueblo, junto con el comisario de San Marcos Majada del Toro, Francisco Bruno Carbajal y los dos delegados, Damián Salazar Flores y Marcelo Martínez Castro, tienen un objetivo claro: que se logre al reubicación en el menor tiempo, si es posible, dicen, antes de la temporada de lluvias, porque de no ser así, se enfrentaría a un problema serio: no tener un lugar donde vivir.

De la alimentación, dice Francisco Bruno con un gesto de urgencia, ellos buscan la forma de sobrellevarla.

Sin embargo, la reubicación y la construcción de las 318 casas para antes de la temporada de lluvias parece casi imposible. Imposible porque hasta ahora ningún gobierno se ha comprometió con seriedad en la construcción de su nueva comunidad.

El pasado 9 de octubre el presidente municipal, Francisco Javier García González, hizo diferentes acuerdos con los pobladores de San Marcos Majada del Toro tal y como quedó asentado en el acta de acuerdos que firmaron. En esa reunión García González se comprometió que de forma provisional y para que no estuvieran en la intemperie, les entregaría lámina y cemento para que levantaran más en forma una casa. Ni la lámina ni el cemento ha llegado. Después que los pobladores le informaron que los comuneros que integran los Núcleos Comunales de Hueycantenango, habían aceptado donarles un terreno para que se asentaran, el priísta se comprometió a enviar al ingeniero Esteban Ramírez García y a un topógrafo para que revisaran el terreno y realizaran un plano urbanístico para determinar, se asentó en el acta, incluso áreas de uso común.

Estos dos acuerdos, García González firmó que los resolvería en un mes, es decir, el 9 de noviembre del año pasado.

Sin embargo, de la reubicación con el presidente municipal, los pobladores no hablan desde hace cinco meses que fue la última vez que los visitó. En esa visita, además de llevarles ropa y zapatos –a algunos niños les entregaron calzado del número 7– el alcalde les dijo que las láminas ya las tiene embodegadas, que cuándo quisieran se las podría llevar, pero es la hora en que a Xicaixtlahuac no llega ninguna.

Ahora, la única que los visita es la síndica, Flavia García García, pero consigo sólo lleva saludos del alcalde. —Acá sólo viene y nos dice que el presidente no puede ni dormir porque está preocupado por nosotros —contó uno de los pobladores.

Foto: Arturo de Dios

Foto: Arturo de Dios

Regresar a su comunidad de origen es complicado, a finales de septiembre del año pasado, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) consideró de “muy alto riesgo” habitar San Marcos Majada de Toro, tras los daños que provocó la tormenta Manuel. Con esa determinante, la Subsecretaría de Protección Civil del gobierno del estado recomendó al gobierno municipal evacuar al total de familias, debido al inminente riesgo de deslizamientos. «En la localidad de San Marcos se recomienda evacuar al total de familias de dicha población, debido al riesgo eminente de deslizamiento», comentaron funcionarios de la dependencia.

Por su parte, el informe que emitió el CENAPRED indica que en esta comunidad se documentaron «poco más de 30 deslizamientos y un gran número de grietas entre las viviendas, que los pobladores denominaron cracks, ya que éstas se propagan por debajo de las casas y eventualmente las derrumban. Dichas grietas se distribuyen por toda la comunidad y son indicios de que el terreno irremediablemente se deslizará, lo cual representa un muy alto riesgo para los habitantes».

—Acá en La Montaña las lluvias comienzan antes, por eso pedimos la reubicación, y no es por uno (los adultos), sino por lo niños que se nos enferman mucho con las lluvias —y de esta forma Pedro Reynoso resume su preocupación.