La conciencia en rebelión: los legados incompatibles de King, Mandela y Sharon

Por Camilo Pérez Bustillo

…lo que quiero sacar es cierto pensamiento humano, clarividente, limitado en el tiempo; una determinada conducta en la que la vida estaría armada para sí misma y no para los sueños a los que sirve de pretexto.

–Cita de la correspondencia de Albert Camus, diciembre 1939
(Todd, 2013: 219) /20 de enero, 2014

Hoy en todo Estados Unidos se conmemora como día festivo nacional la vida y obra del Rev. Dr. Martin Luther King, Jr. (nacido el 15 de enero de 1929 y asesinado en Memphis, Tennessee, el 4 de abril de 1968). Su figura y su ejemplo son más pertinentes que nunca en un momento cuando su país de origen está atravesado por niveles históricos de desigualdad y pobreza, y por la persistencia de un racismo institucional que permea su sistema penitenciario, de justicia, y de educación. La incapacidad y falta de arrojo de Barack Obama, el primer presidente afro-estadounidense, hace más evidente que nunca el vacío dejado por King, Malcolm X, y movimientos como las Panteras Negras.

Las últimas semanas han estado marcadas mientras tanto por la muerte de Nelson Mandela en Sudáfrica y de Ariel Sharon en Israel. Las tres efemérides nos pueden servir para explorar la misma pregunta: ¿qué significa -o qué debería significar- la política en un mundo como el que ellos enfrentaron e intentaron transformar?

Esta es una pregunta especialmente apremiante en un México agobiado por los escenarios de guerra latente en Michoacán y otras regiones donde se juega la relación compleja entre la soberanía popular, en rebelión, y la soberanía nacional pisoteada, en manos de un estado capturado por los intereses transnacionales del neoliberalismo globalizado capitalista y sus aliados neo-Priístas.

Desde el inicio es necesario un deslinde tajante. King y Mandela se identificaron con y encabezaron la lucha por la liberación de sus pueblos, por la que se jugaron la vida y la libertad. Sharon, por su lado, en nombre de lo que los sionistas conciben como una tarea equivalente, quedará, en cambio, asociado para siempre con el despojo y el terrorismo de Estado generalizado y cotidiano contra el pueblo palestino. Y con varias masacres específicas como la de cientos de refugiados palestinos en los campamentos de Sabra y Chatila -el Acteal sionista- durante la invasión israelí en Líbano que el ex-primer ministro comandó en 1982. Curiosamente las políticas que impulsó y administró Sharon contra los palestinos han sido comparadas, precisamente, por figuras tan disparejas como Jimmy Carter y Noam Chomsky, a las del apartheid (separación forzosa de las razas) sudafricano, contra el cual luchó Mandela, y al segregacionismo racial imperante en toda la región del sur de los Estados Unidos entre 1876 y 1965, contra el cual se dirigió el movimiento de los derechos civiles promovido por King.

Podríamos subrayar, en resumen, como tanto King como Mandela dejaron un legado que gira alrededor de sus aportes, fundamentales pero incompletos, para expandir el “reino de la libertad” contra el “reino de la necesidad” inherente a los regímenes contra los que lucharon. Y todo esto lo emprendieron en la misma época histórica cuando Sharon impulsaba la restricción y supresión de los derechos de los palestinos.

Otro contraste importante entre King y Mandela, por un lado, y Sharon, por el otro, es que tanto King como Mandela se destacaron también por su insistencia en vincular la lucha específica de sus pueblos a una visión anti-racista profundamente internacionalista, y precursora de lo que hoy definiríamos en términos del paradigma multiculturalista o de la interculturalidad. Este paradigma ha sido desarrollado muy creativamente en los contextos andinos y mesoamericanos -desde Bolivia hasta Chiapas- donde movimientos indígenas como el Zapatismo han logrado fusionar los horizontes de luchas anti-racistas, de origen local, con visiones y demandas universalistas; dándoles así proyecciones mundiales, como los movimientos asociados previamente con King y Mandela.

Todo esto forma parte del “giro decolonial” (ó “epistemologías del sur” como las describe Boaventura Sousa Santos) promovido por pensadores como Enrique Dussel (Argentina/ México), Ramón Grosfoguel (Puerto Rico), Aníbal Quijano (Perú), Walter Mignolo (Argentina/Estados Unidos), Catherine Walsh (Estados Unidos/Ecuador), etc. Las experiencias de King y Mandela, y los movimientos que inspiraron y acompañaron, son puntos de partida esenciales para estas reflexiones, en conjunto con el Zapatismo y otros movimientos “equivalentes”.

Los sectores más ágiles e imaginativos de la “primavera árabe” en contextos como Egipto y Túnez, y del movimiento palestino, tienen también este tipo de ímpetu, reflejado en reflexiones críticas imprescindibles como las de Edward Said o el poeta Mahmoud Darwish, y en los esfuerzos organizativos de dirigentes como el Dr. Mustafa Barghouti, comprometido con la no violencia como camino necesario para la resistencia palestina, con las experiencias de King y Mandela como antecedentes claves.

Sharon mientras tanto se replegaba más y más en un nacionalismo y neocolonialismo reaccionario arraigado en una identidad religiosa excluyente, tan integrista o fundamentalista, e intolerante, como las versiones más retrógradas del islamismo y/o del cristianismo.

Una de las lecciones más importantes aportadas por los diversos tipos de conmemoración de legados como los de King, Mandela, y Sharon es como suelen traicionar la esencia de sus verdaderos aportes y responsabilidades. Los medios de comunicación mundiales hegemónicos resultaron dándole un trato muy suave a Sharon, no obstante su responsabilidad indudable por crímenes muy graves contra el pueblo palestino y árabe en general, que son por definición crímenes contra la humanidad en su conjunto.

Tristemente hicieron algo semejante con Mandela, como con King previamente, diluyendo y esquivando sus experiencias y aportes más radicales, y su compromiso revolucionario en los momentos más claves de sus trayectorias, al hacerlos más mercadeables como estatuas difusas pregonando lugares comunes. Mucho más digerible es Mandela como estadista conciliador, que se llegó tristemente a alejar de los sectores y demandas que hicieron posible la emergencia de su liderazgo, y su propia liberación después de 27 años de cárcel punitiva, que como luchador y prisionero político comprometido con todo lo que fuera necesario para lograr la liberación de su pueblo.

La memoria de los pueblos es mucho más perdurable y exigente. Desde allí, desde ese lugar de la historia, desde las trincheras de nuestras luchas compartidas y eventualmente convergentes en todo el mundo, quedarán muy claros los aportes de figuras de la talla de King y Mandela, y los crímenes y responsabilidades de Sharon, mucho más allá de la espuma de los medios y sectores más poderosos, y más huecos.

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[1] Todd, Oliver (2013) Albert Camus: Una Vida. Tusquets.

[2] Algañaraz, Juan Carlos (2009) Entrevista a Mustafa Barghouti, político palestino: «Israel no se fue de Gaza sino que cambió la forma de la ocupación». palestinalibre.org