Por Myrna Valencia Banda*
Lee Buaysiacobe: continúa el despojo contra los yoremes de Sonora. Parte 1
En 1917, después de servir a las fuerzas revolucionarias, Dolores Valencia Molina llegó a vivir a los campos de Buaysiacobe, del municipio de Etchojoa, Sonora, como jornalero de los acaudalados de entonces. También vendía leña a sus vecinos, mientras su esposa, María Luz Arenas, se dedicaba a fabricar utensilios, con el barro que obtenía del cerro de Babucawi (en mayo: cerro donde hay barro o lodo para hacer cerámica). Así lo encontró el movimiento de lucha por la tierra.
En 1939 se fundó el ejido de Buaysiacobe, con más de 6 mil 600 hectáreas y 283 ejidatarios. Al recibir la tierra tuvo que trasladarse a ocupar su espacio correspondiente en el pueblo, donde siguió trabajando, esta vez acarreando agua de los pozos a las familias, pues no había agua potable y él era un hombre de gran complexión y fuerza. La gente, hasta la fecha, lo recuerda como un gigante de manos y pies muy grandes, a quien mi madre –niña aún–, Francisca Banda Valenzuela, le temía.
La mayoría de los ejidatarios hacían producir sus 20 hectáreas, salvo Dolores Valencia Molina que, cuando todos sembraban sus tierras, él seguía subsistiendo de la leña que le daba parte de su terreno, donde vivió con su familia, en el cerro Babukawi conocido también como “El Cerrito”, por ser el más pequeño de los cercanos al ejido Buaysiacobe; así fue como se le respetó su hogar, situándose justamente al extremo sur del terreno del ejido. De esa forma transcurrió su vida.
En 1962, José Ángel Valencia Zamora, bisnieto registrado por Dolores Valencia Molina, acordó con el señor David Rochín Ley desmontar las más de 20 hectáreas en la fracción 8-95-88.85 hectáreas, quien se cobró sembrando por un tiempo acordado y posteriormente siguió sembrando a cuenta de renta. Cuando José Ángel Valencia Zamora acudió a las autoridades del Módulo de Riego para el empadronamiento de su tierra de siembra la respuesta fue que “no podía tener padrón” por ser el último pedazo de tierra y lo separaba del resto del ejido el dren que aún funciona. No obstante, se tiene copia de un documento con fecha de 1982 donde él y las autoridades ejidales solicitan el Padrón de Usuario de Riego a la entonces Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH).
Al fallecer José Ángel Valencia Zamora, su esposa Francisca Banda Valenzuela recibe la tierra y empieza nuevamente a tratar a David Rochín Ley, de quien refiere nunca ha recibido trato humano y no recuerda haber firmado contrato de renta, salvo en una ocasión porque su secretaria, llorando, le suplicó firmar un contrato sin llenar, pues de negarse ella sería despedida. A la decisión de no rentar más su parcela, se hizo caso omiso y sembró el ciclo pasado sin pagar un solo peso, lo cual quiso repetir este año, pero le fue impedido ya que los ejidatarios frenaron la trilla, hasta que pagó ante el Ministerio Público del estado de Sonora la renta por las dos últimas cosechas.
El despojo se ha facilitado, ya que tiene su propiedad alrededor de la segunda fracción de la parcela de Francisca Banda Valenzuela, que quiere apropiarse. Aunado a que la Procuraduría Agraria en Sonora sigue dando largas a una queja y le ha demorado –por no decir negado– la asesoría legal y representación. En los archivos del Módulo de Riego número 10, el nombre del usuario del padrón de riego negado a la ejidataria por tantos años está a nombre de David Rochín Ley.
Al parecer no existe voluntad para que la Procuraduría Agraria haga su trabajo y esclarezca por qué David Rochín Ley ha usufructuado la tierra ajena por tantos años y, sobre todo, haga lo necesario para que la actual titular de los derechos agrarios de esta parcela, la indígena yoreme mayo Francisca Banda Valenzuela se le respeten y la ley y el Estado hagan valer el certificado parcelario 000000033707 que está a su nombre.
A finales de abril, cansados de tanta injusticia y con la idea de destrabar este agravio, los ejidatarios de Buaysiacobe se organizaron y con su presencia en el predio La Palma y la demanda colectiva de justicia, exigieron a David Rochín Ley, respondiera por estar despojando a Francisca Banda Valenzuela desde el fallecimiento de su esposo José Ángel Valencia en 1985. También acudió a la Procuraduría Agraria en Sonora en compañía de la directiva ejidal en turno, con sus documentos, para escuchar lo de siempre, que esa parcela no tenía padrón de usuario por ser la parte final del ejido.
Este es un caso testimonial de los abusos que existen en los ejidos del sur de Sonora, donde además del descarado despojo de tierras a los ejidatarios, se les forza a la venta de sus tierras o derechos ejidales a precios por demás injustos, dejando en la orfandad a los yoremes mayo, cuya razón de su existencia milenaria ha sido el arraigo a su territorio y el respeto a la naturaleza de la que forman parte.
Ojalá valga la pena y descanse por fin en paz Dolores Valencia Molina, quien por el deber de cumplirle a su amigo muerto en batalla en la revolución de 1910, se refugió en Buaysiacobe, poniendo a salvo a la familia de quien fuera abatido como soldado mexicano, siendo ambos indígenas Pima-Akimel Oóthan (gente del río) de Sonora.
*Educadora y Concejala del Concejo Indígena de Gobierno por parte del pueblo yoreme-mayo de Cohuirimpo, Sonora