2 de octubre, Ciudad de México

Fotos por Alejandro García  y Elis Monroy.

1968

En ese año, en medio de la Guerra Fría, y siendo vecinos del país que desde entonces abandera el capitalismo, una chispa se convirtió en llama. Y no es que los vientos responsables del fenómeno fueran espontáneos o repentinos; las luchas comenzaron desde mucho antes, y junto con la injusticia, siguieron hasta mucho después. Sin embargo, en la Ciudad de México, en la segunda mitad de 1968, esa chispa se encendió.

Habría que hacer el ejercicio de imaginar esa época. El mundo estaba dividido entre Estados capitalistas y socialistas. Hubo numerosas protestas que se manifestaban en contra de la creciente sociedad de clases, como el llamado mayo francés. La guerra de Vietnam continuaba a pesar de los movimientos de rechazo en Estados Unidos. Las dictaduras latinoamericanas comenzaban a surgir, llenas de tortura y cinismo, financiadas por el régimen estadounidense que no podía permitir una América Latina que no se alineara a sus intereses. En México, el régimen priísta encabezado por Díaz Ordaz concebía al país como un rebaño al que se debía conducir por el «buen camino». Éste era, por supuesto, el que le parecía al presidente, quien nunca dudó en castigar a quien no obedecía.

En ese entonces, el 23 de julio de 1968, granaderos del Distrito Federal irrumpieron en las Vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional con macanazos y bombas lacrimógenas, so pretexto de controlar un enfrentamiento. Lxs estudiantes les enfrentaron con palos y piedras. En los siguientes días, las protestas estudiantiles escalaron y, con ellas, la represión. El 28 de julio se dio a conocer el pliego petitorio del recién formado Consejo Nacional de Huelga (CNH):

  1. Desaparición de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos, de la Porra Universitaria y del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO).
  2. Expulsión de los estudiantes miembros de las citadas agrupaciones y del PRI.
  3. Indemnización por parte del gobierno a los estudiantes heridos y a los familiares de los que resultaron muertos.
  4. Excarcelación de todos los estudiantes detenidos.
  5. Desaparición del Cuerpo de Granaderos y demás órganos de represión.
  6. Derogación del artículo 145 del Código Penal, que sanciona los delitos llamados de “disolución social”.

A 50 años de distancia, es claro que estos puntos no vislumbraban las problemáticas que venían en las siguientes décadas; más bien exigían condiciones mínimas de dignidad para dejar de ser tratados como infantes ante un régimen que se imponía, literalmente, como paternalista y autoritario.

Los meses pasaron. El 18 de septiembre, el Ejército ocupó Ciudad Universitaria. El 23 de septiembre, tomaron la Unidad Profesional de Zacatenco y la Vocacional 7 en Tlatelolco, en donde asesinaron a varios estudiantes.

El miércoles 2 de octubre, en un mitin convocado por el Consejo Nacional de Huelga en la Plaza de las Tres Culturas, los militares abrieron fuego contra la población desarmada. Las cifras oficiales fueron de 26 muertxs, 100 heridxs y 1043 detenidxs. Con los años, otras cifras de asesinadxs fueron apareciendo: 40, 150, 200, más de 300.

Diez días después, en esta misma ciudad, Enriqueta Basilio se convirtió en la primer mujer que encendía el fuego olímpico en un abarrotado, moderno y límpido estadio de Ciudad Universitaria. En esos juegos olímpicos se prohibió la participación de Sudáfrica debido a sus políticas racistas. #plop

2 de octubre 2018. Por Elis Monroy

2018

50 años después, la manera más fácil de seguir el rastro de aquel movimiento y de aquella masacre se devela en la marcha conmemorativa que, desde entonces, se lleva a cabo cada 2 de octubre, de la Plaza de las Tres Culturas al Zócalo. La marcha, siempre encabezada por el Comité ’68, históricamente se ha compuesto de estudiantes de la UNAM, del Politécnico y de la UAM que una y otra vez gritan «2 de octubre, no se olvida».

Pero de cerca, la marcha de este año dejó ver algo más. Entre los contingentes se encontraba la población de Atenco, violentamente reprimida en 2006 por el entonces gobernador del Estado de México y actual presidente del país. Como en 1968, pero 38 años después, el hoy presidente justificó la brutal intervención de los cuerpos de seguridad pues se buscaba «restablecer el orden social».

Lxs padres y madres de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos por la policía en Ayotzinapa, Guerrero, marcharon acompañados del conteo que los contingentes hacen, una y otra vez, hasta el 43. Juntxs, apelan a una justicia que el Estado ha negado y que, por el contrario, al igual que en el ’68, pretende ocultar los hechos mediante mentiras cínicas y bajo el cobijo de las instituciones cómplices.

Lxs estudiantes de CCH Azcapotzalco gritaban, igual que lxs estudiantes de hace 50 años, «Fuera porros de la UNAM». Lamentablemente, no era una consigna alusiva al pasado, sino una demanda actual en reclamo ante las agresiones porriles que dejaron a varios en el hospital apenas hace uno y dos meses.

A lo largo de la marcha mujeres pegaban carteles y hacían pintas exigiendo el cese a la violencia hacia las mujeres y denunciando la invisibilidad de los feminicidios; es decir, demandando condiciones fundamentales para que la mitad de la población pueda vivir en condiciones dignas.

50 años de memoria

Ininterrumpidamente, la marcha del dos de octubre ha mostrado la memoria y la indignación que sigue movilizando a las generaciones de entonces y a las de ahora.

Conmemorar esta fecha se ha convertido en una tradición que, si bien sirve para tomar las calles y repudiar colectivamente las atrocidades del Estado, parece ser en sí el fin de la indignación.

Sin la memoria no habría cómo ubicar los papeles que se han jugado en la historia, los vínculos entre las luchas, la represión del gobierno. La memoria teje la posibilidad de la identidad, de la historia pasada que da cuenta de que las cosas cambian, de la organización. Caminar juntxs honrando esta memoria nos permite vernos las caras, escuchar nuestros gritos y consignas, sabernos ahí.

Y ya que nos vemos, y escuchamos y nos sabemos ¿qué sigue? Ya que nos llenamos de gusto y esperanza de encontrarnos valientes en las calles ¿no nos queda más que guardarnos a esperar a que se cumpla el centenario? ¿A juntar cada vez más y más contingentes que reclamen los mismos abusos del sistema que fue y sigue siendo?

Tal vez, lo más importante de marchar es que se saque chispa, y tal vez entonces, un año, esa chispa se vuelva a convertir en llama, y la llama se crezca y rebase Tlaltelolco, y haga polvo a todo lo que se le ponga enfrente. Entonces las consignas del pasado ya no tendrían sentido y dejarían de arrastrar tanta derrota impune. Tal vez.

 

Fuentes y referencias:

Movimiento estudiantil del 68: la rebelión contra el Estado represor

 

1968 Cronología del movimiento estudiantil mexicano

La Corte dio entrada a una petición para indagar la represión en Atenco

Monsivais, C., 2008, El 68, la tradición de la resistencia, Ediciones Era

http://www.jornada.com.mx/2009/02/17/politica/012n1pol

https://culturacolectiva.com/historia/el-poder-militarizado-cinco-dictaduras-en-latinoamerica/

https://verne.elpais.com/verne/2018/10/03/mexico/1538531197_926166.html

http://www.bbc.co.uk/spanish/especiales/olimpiadas/historia1968.shtml