Fotografías de Carlos Martínez
Suenan los cohetones. Brillan los machetes. Atenco llega a la Ciudad de México para encabezar una marcha desde el Ángel de la Independencia al Zócalo. Más de mil personas se suman en el camino. Corean: ¡Atenco vive! ¡La lucha sigue!
La marcha cierra dos días de actividades organizadas por el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) para marcar la represión brutal del 3 y 4 del mayo de 2006 en San Salvador Atenco y Texcoco, donde se daba una lucha en apoyo a los vendedores de flores. El terror policiaco de mayo rojo, alentado por los medios de comunicación, fue un castigo contra un pueblo que logró echar abajo el proyecto estelar del gobierno de Vicente Fox en el 2002 –un aeropuerto que les hubiera despojado de sus tierras.
Sólo unos pocos días antes, el Subcomandante Marcos había dicho en una visita al pueblo de Atenco: «Venimos a reconocerles como nuestros hermanos mayores, porque nos han enseñado también a desafiar al poderoso, a enfrentarlo y a defender con nuestra propia fuerza aquello que nos quieren quitar: la tierra, la libertad y la vida. Esta tierra digna de Atenco tiene mucho que enseñar, no sólo a nosotros como zapatistas, sino a toda la gente que está luchando».
Por eso tantos grupos y organizaciones en todas partes del país han invitado a los compas de Atenco a visitar sus comunidades y explicarles cómo lograron la derrota del proyecto principal de Fox. Y cuando hace falta solidaridad, Atenco siempre responde.
Desde la camioneta del sonido en la marcha, escuchamos:
«Que nunca se olvide la invasión de 3,500 policías federales y estatales en nuestro pueblo, los violentos cateos de casas, las golpizas sangrientas, los asesinatos de los jóvenes Alexis Benhumea y Javier Cortés, las detenciones de 207 compañeros y compañeras y la tortura sexual de por lo menos 26 mujeres, 11 de las cuales que llevan una demanda internacional contra el Estado».
La represión del Mayo Rojo fue ordenada por el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, ahora presidente de México. Él está orgulloso de esto. Alardea de esto. Esa represión quedó impune.
«Pero aún con todo lo que nos hicieron, nosotros no venimos como mártires. No venimos a llorar. Ahora enfrentamos un nuevo despojo, un nuevo plan de construir un aeropuerto en nuestras tierras. Y nosotros venimos a decir NO al aeropuerto de Enrique Peña Nieto. NO a este proyecto de muerte, y NO a la nueva Ley Eruviel, que legaliza la represión», dice América del Valle.
Lo mismo se dijo el día anterior en el acto cultural. Al estar enfrentados con un horrible ruido del evento a un lado organizado por el gobierno local del PRI, obviamente diseñado a arruinar el nuestro, seguimos con nuestro programa, animados por la música fogosa de Cayo Vicente, una marcha de machetes impulsada espontáneamente por la compañera Alicia, los chistes del Mastuerzo y los sonidos bailables del Mexican Sound System. «Nos quieren ver tristes y abatidos», dijo Gabo Revueltas, «pero ¡no les demos el gusto! ¡Bailar también es resistir!». Y bailamos.
Diversos contingentes de pueblos, estudiantes y trabajadores se suman a la marcha. Se destacan mantas y carteles solidarios de Ayotzinapa, Xochicuautla, Coyotepec y adherentes a la Sexta. También se nota una manta en apoyo a los jornaleros de San Quintín con una convocatoria a un boicot a la empresa Driscoll en Estados Unidos. Un compañero hace uso del micrófono para hablar de su situación.
En la marcha nos encontramos con nuevos y viejos amigos –con compañeras y compañeros que siempre estaban en los actos por la libertad de los presos políticos de Atenco. Y gracias a una lucha constante con apoyo nacional e internacional, todas y todos salieron libres. Aún cuando Ignacio del Valle y Felipe Álvarez fueron condenados a pasar lo demás de sus vidas en prisión, salieron en 4 años, mientras las personas perseguidas pudieron regresar a casa.
Al pasar por el monumento a los 43, el FPDT se toma un momento para expresar su solidaridad con los padres y madres de Ayotzinapa y corear: «¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!».
En el Zócalo se llama a resistir las incursiones del ejército y las empresas que traen maquinaria a las tierras de los pueblos. En el blog del FPDT Atenco, se reporta que en la comunidad de Tocuila hace poco era necesario expulsarlos y quemar algunos de los materiales introducidos para construir la autopista Pirámides-Texcoco, la cual es parte del proyecto aeroportuario. Y un día después, los campesinos excavaron zanjas para desviar parte de la corriente del agua e inundar las tierras, así evitando la entrada de los constructores.
Felipe Álvarez nota que todas las comunidades tienen amparos contra la construcción que no han sido respetados. «Los medios de comunicación nos difaman como revoltosos», dice, «pero nosotros tenemos el derecho de defender nuestras tierras y es lo que vamos a hacer».
Habla una compañera de 86 años con mucha experiencia: «No queremos el aeropuerto y no queremos tantas calles. El presidente de Atenco anda repartiendo dinero para comprar votos pero esto no le va a servir. Hace 15 años ganamos, y ahora vamos a ganar. ¿Para qué queremos carreteras? Estamos bien. Si ponen una carretera aquí, ¿cómo vamos a caminar? Es un pueblo, no una ciudad. Que nos dejen vivir como queramos. Peña Nieto tiene sus dineritos. Aparentemente él se va bie….Nosotros no tenemos dinero pero sabemos defender lo nuestro».
Dos compañeros del pueblo de Xochicuautla recuerdan el terrorismo del Estado en Atenco en 2006. Hablan de la manera en que ellos también han sido despojados y reprimidos, igual que gente en Chiapas, Guerrero, Ostula y tantos otros lugares. Se están organizando contra el saqueo con otros pueblos en La Campaña Nacional en Defensa de la Madre Tierra y los Territorios. Hay que juntarnos, dicen: «¡Y no queremos la ‘ley Eruviel’!».
El compañero de Tocuila reporta que las empresas siguen enviando a personas a invadir las tierras para meter maquinaria y materiales. Como estrategia para poder seguir resistiendo el proyecto del aeropuerto, se ha tomado la decisión de sembrar árboles. Piden nuestra ayuda. «Para enfrentar este proyecto de muerte, regálanos una pieza de vida», dice. «Dona un árbol».
«Hoy sabemos que no estamos solos», dice Trinidad Ramirez. «Esta lucha no la vamos a perder si están los estudiantes, los maestros, si están todos».