Ciclovida: semillas y veneno en Brasil

Por Anaïs Taracena y Otto Manrique Jaime

Fotografía: Anaïs Tracena y Otto Manrique Jaime

“Mesmo com a terra, se a semente não está liberta, a gente vai continuar na dependência

e a terra não vai poder ter o equilíbrio”[1]

Ivania Alencar

En la lucha social también los grandes ríos

nacen de los pequeños ojos de agua

caminan mucho más y crecen

hasta llegar al mar.

En la lucha social también por la semilla

se llega al fruto

al árbol

al infinito bosque que el viento hará cantar.

 Roque Dalton

Actualmente, las manifestaciones sociales en Brasil han llamado la atención sobre su situación política: ¿estará pagando Brasil el alto costo que acarrea un progreso acelerado? Las reflexiones han sido múltiples, la mayoría volcadas al mundo urbano, puesto que es en las grandes metrópolis dónde está siendo expresado el descontento social. De hecho, políticas neoliberales del país han sacrificado principalmente el mundo rural brasileño y su avance social.  Analizar la realidad del campo, entonces, nos ofrece también un parangón desde donde politizar nuestra relación con la tierra, la alimentación, las políticas de Estado y, porque no, también producir una reflexión acerca de las formas de proponer cambios alternativos.

Este país, que ha corrido para convertirse en una “potencia en desarrollo”, es hoy en día el primer consumidor de agrotóxicos del mundo[2] y el segundo mayor cultivador de semillas transgénicas después de los Estados Unidos. El área plantada con cultivos genéticamente modificados tiene una superficie que equivale al tamaño de Ecuador o 7 veces Costa Rica.[3] El agronegocio ha sido el pilar de la política agrícola y comercial empleada en los últimos 10 años por Lula y su predecesora Dilma Roussef. Este modelo modernizador del campo está basado en una producción extensiva de monocultivos para la exportación de materia prima[4]  apoyado de una agresiva explotación de los recursos naturales.

Además, pese a ser de los pocos países del continente que desarrollaron una reforma agraria funcional, Brasil sigue siendo, junto con Guatemala, líder latinoamericano en concentración de tierras con un coeficiente Gini de 0,87.[5]  Dicha concentración se ha visto acentuada por el crecimiento desenfrenado de los latifundios transgénicos; amenazando a su vez las conquistas obtenidas por la reforma agraria y la lucha social en el campo. Irónicamente, avances conseguidos en los últimos 20 años por los movimientos sociales junto con el Partido de los Trabajadores (PT), en el poder desde el 2002.

En este  escenario: ¿qué enseña Brasil a otros países latinoamericanos que se embarcan en este modelo de desarrollo “progresista”? ¿qué propuestas de resistencia se dibujan desde el los pequeños agricultores brasileños con una fuerte tradición de lucha social? (todavía no sabemos si esa pregunta va a quedar así)

Posibles e innumerables respuestas seguramente descansan entre las palestras y conversaciones de académicos, políticos o en las organizaciones no gubernamentales. A nosotros el abordaje de estas preguntas nos llegó por una fuente peculiar: una familia de campesinos cincuentones, oriundos del humilde nordeste brasileño, que además de ser vegetarianos, artistas y bio-constructores, participaron de un proceso de ocupación de tierras para fundar un asentamiento colectivo independiente del Movimiento de los Sin Tierra[6] y que, hoy en día, hacen parte de un “reservatorio vivo de semillas”. Actualmente, cultivan una agrofloresta en medio del sertão (región semi-árida en el nordeste brasileño) como una alternativa dentro de su lucha frente al agronegocio y la industria ganadera, tejiendo alternativas locales junto a otras globales. El abordaje de esta(s) pregunta(s), entonces, nos llegó por una fuente extraña: Ciclovida.

Inácio e Ivania son los personajes que conocimos en esta propuesta verde y viva llamada “Ciclovida”, en la que también participan diferentes grupos de personas muy diversas que se han propuesto defender mancomunadamente los siguientes cuatro puntos: la tierra, las semillas, el agua y la conciencia.

La tierra

La tierra ha sido, sin duda alguna, desde su juventud el tema principal de lucha y concientización. Ella ha marcado dos pilares en sus vidas: cultivarla y comprender políticamente la realidad social brasileña desde el campo.

Cada uno, por sendas distintas, se unieron a las luchas por el campo en los años 70, época en que el nordeste brasilero sufría una de la peores crisis de hambre y éxodo rural. Acunados en la teología de la liberación, se adentraron en las ocupaciones rurales y urbanas, la lucha sindical y la lucha de los trabajadores sin tierra. Después de un largo periodo de movilización y de lucha con los movimientos en los 90, deciden unirse, junto con otras 8 familias, para ocupar una hacienda y así obtener –por fin- un pedazo de tierra en donde cultivar.

Ahora bien, más allá de obtener la tierra y “ser sus dueños”, su lucha se centró en transformar la forma de relacionarse con ella. “Nos oponemos a la industria del agronegocio, ya que nosotros somos campesinos que ocupamos tierras con la intención de defender una nueva relación con ella. Muchas veces en los asentamientos (tierras ocupadas que ya son legalizadas por el Estado), la tierra cambia de dueño pero no la relación con ella”, afirma Inácio mientras Ivania contaba que toda esta reflexión sobre la tierra es fruto de un proceso constante de análisis y acción: “Nosotros no veníamos de una experiencia ecológica, sino de la agricultura común. Aquí en la región se quema mucho y se cría ganado como se hacía en los grandes latifundios. Los suelos están completamente desgastados. Comenzamos a cuestionar las prácticas que teníamos, a preguntarnos si eran coherentes con lo que pensamos. Finalmente, optamos por plantar de diferente manera, recuperar los suelos secos del asentamiento y crear una agrofloresta[7]

En vez de talar los pocos árboles que quedaban, aprovechando la vegetación  nativa, plantaron en medio de ellos, así fueron cultivando hortalizas y árboles frutales, buscando alianzas y complementos entre ellas. De esa manera, durante 4 años fueron enraizando una solidaridad entre las plantas, armonizándose con ellas y fueron creando un microclima biodiverso que viene posibilitando el reciclaje de los nutrientes y la protección del suelo, respetando y potenciando los ciclos naturales de los organismos. Así, en las condiciones semiáridas -con su histórica devastación-, “liberar” la tierra no sólo consiste en ocuparla y alimentarse de ella, sino “escucharla” y “alimentarla”, pues como afirma Ivania: “la tierra se recupera para mantener la vida viva”.

Además de cultivar y cuidar la tierra, su relación con ella también pasa por entender la política de Brasil y del continente desde una postura crítica, que orienta sus acciones. Su lectura política la hacen desde el campo, desde las condiciones que ellos forjan y es desde éstas que nos interrogan: “¿No es la tierra la principal problemática del Brasil y el resto de los países latinoamericanos?”.

En este sentido, ¿cómo éstos agricultores consideran la reforma agraria de Brasil? En sus palabras: “capitalista y parcial”. Si bien el Estado le ha dado tierra a miles de campesinos pobres, ésta política favoreció sobre todo a los grandes propietarios y dueños de capital financiero que estaban en crisis desde los 70. Según Inácio, “la reforma agraria no solamente es pagada por el Estado[8], sino que además le ha permitido a los grandes propietarios vender las tierras, poco productivas, usadas y secas, al Estado, y así, poder invertir ese capital en nuevas tierras más fértiles y con más acceso a agua. En pocas palabras, la reforma agraria permitió una transferencia de capital hacendario, controlando a su vez un éxodo rural insostenible”. Las tierras que fueron distribuidas a los “sin tierra” eran suelos usados e improductivos pertenecientes a los grandes latifundios. Sin embargo, resulta sorprendente que sean los grandes propietarios los que poseen las tierras más fértiles, cerca de los ríos, situadas en su gran mayoría en el centro del país, desforestando la Amazonia para crear enormes extensiones de monocultivos 100% productivos, o sea, sin posibilidades de ser expropiados por la reforma agraria.

Paradójicamente, actualmente la reforma agraria se encuentra paralizada por el mismo partido que fue su más  ferviente defensor, el Partido de los Trabajadores. La distribución de tierras como medida de desarrollo fue reemplazada por una política que se resume en apoyar la producción integrando a los pequeños agricultores al sistema del agronegocio.

Las semillas

Fotografía: Anaïs Tracena y Otto Manrique Jaime

Dentro de las estrategias para preservar y producir vida y alimentos, las semillas están en el centro de las actividades defendidas por Ciclovida.  Ivania nos asegura que “si las grandes multinacionales controlan las semillas van a controlar los alimentos y esto es estratégico, más poderoso que cualquier arma. Es el mejor método para controlar la población mundial”.  Esa preocupación  no es para menos, basta mirar la cifras  de cultivos transgénicos en Brasil para alarmarse. Fue durante el gobierno de Lula que se liberalizó la entrada de semillas transgénicas por parte de las multinacionales y en 10 años el área de cultivos de transgénicos ya superó la de los no transgénicos, ocupando 37 millones de hectáreas[9]. Además, se estima que el 85 % de las mejores tierras del país está siendo utilizado para soya, maíz y caña de azúcar transgénicos[10], con lo cual se ha ido empujando cada vez más la frontera agrícola en detrimento de la selva amazónica.

Paralelamente, debido a que la mayoría de la semillas es adaptada para el uso de algún tipo de agrotóxico, se ha venido desarrollando un crecimiento desenfrenado de los químicos, introduciendo al agricultor en un círculo vicioso de dependencia.  Actualmente, se estima que la cantidades regadas en las labranzas equivale a 5,2 litros de químicos por habitante al año[11], un record mundial para la potencia.

Brasil entró en una lógica del agro-negocio que obliga a los agricultores a depender de las semillas patentizadas por empresas como Syngenta, Monsanto, Bayer. Esta dependencia es también inducida por el Estado, que distribuye las semillas comerciales a los agricultores, imponiéndoles un “paquete tecnológico”. Por ejemplo, para poder acceder a un crédito agrícola, el pequeño agricultor se ve obligado a comprobar  la nota de compras de agrotóxicos y otros insumos .

Esta alarma frente a la amenaza de la agricultura familiar y las semillas naturales no llegó a Ivania e Inácio a través de informes de ONG’s, sino de su propia experiencia como agricultores. Cuando decidieron cultivar su agrofloresta, únicamente a partir de semillas nativas, cayeron en cuenta que ellos mismos ya no poseían esas semillas. Según cuentan, comenzaron a procurar las mismas en los asentamientos cercanos, pero los agricultores les traían el mismo paquetito de semillas comerciales distribuidas por el Estado. Ello los obligó a viajar  cada vez un poco más lejos, pero se topaban con la misma respuesta, y frente a una realidad cada vez más preocupante para la agricultura familiar. Fue entonces cuando decidieron crear Ciclovida como proyecto agrario y como grupo social.

Como militantes y trabajadores de la tierra decidieron emprender una campaña nacional e internacional por el rescate de las semillas nativas. Sin mucho dinero, durmiendo en casas de campesinos y en medio de la autopistas, acogidos por la solidaridad de otras comunidades y de los movimientos sociales, Ivania e Inacio se aventuraron a un viaje de bicicleta con el fin de entrar en contacto con otros agricultores y trabajadores, en aras de recuperar la ancestral práctica del trueque de semillas, y con ellas, el intercambio de comprensiones sobre la realidad rural brasileña y sus propuestas de transformación. Así, llegaron hasta la Argentina y, luego de esta odisea de un año, regresaron a su tierra natal Ceará. En este sitio lograron  articular un banco de semillas volante. Es decir, que en vez de tener sólo un lugar donde todos los agricultores almacenen las semillas, cada comunidad y cada agricultor u organización se asumió como un reservatorio vivo de semillas.

La creación de estas alternativas frente a un mundo que se esfuerza en indicarnos que son cosa del pasado, nos revela mucho acerca del carácter mismo de la revolución, especialmente en su dimensión macro o global: diversas y muchas semillas que nacen aquí y allá, interconectadas, una al lado de la otra, cada una en su espacio, inventando vida, con las formas y colores de cada territorio, en diferentes lugares forjándose simultáneamente.

El agua

Fotografía: Anaïs Tracena y Otto Manrique Jaime

La arena se tiñe sobre el paisaje. Su triste amarillo refleja una de las peores épocas de sequía para el nordeste brasileño en los últimos 30 años. Muchos de los cultivos han muerto y esto los ha llevado a depender de la compra de productos industrializados para abastecerse. Esta difícil situación del nordeste brasileño se encuentra atravesada por políticas publicas que resultan paliativas frente a los megaproyectos hidroeléctricos construidos para abastecer a las grandes empresas.

Por este motivo, los integrantes del proyecto, han acudido a la tierra para cuidar el agua. Gracias al apoyo de un colectivo de permacultura[12] de São Paulo, revivieron las formas tradicionales de construcción, trazando puentes entre algunas técnicas de bioconstrucción; el saber ancestral y el conocimiento local para sobrevivir en el  clima semiárido del sertão. Varias familias no poseen tanques adecuados para almacenar el agua que entrega la alcaldía, de modo que organizaron un mutirão (práctica tradicional de trabajo colectivo) para construir un tanque hecho con barro.  De ese reservatorio se abastecen las otras personas del asentamiento, razón por la cual su casa no tiene puertas ni ventanas cerradas que las incomuniquen con las otras familias, creando así un espacio de colectividad. La casa en donde viven Inácio e Ivania, entre otros que pasan por allí y la habitan, es un espacio que desafía las imágenes de socialización con las cuales estamos acostumbrados a vivir, cuestionando estructuras sociales basadas en la propiedad y el individualismo.

Ahora bien, esta forma de producir sociedad no es apolítica, y menos aún “idealista”. Para ellos, la problemática de la sequía no es sólo climática, sino también política. En el sertão, son los latifundios y las empresas los que poseen el mejor acceso al agua, desviando y desecando ríos. Nos cuentan que “los campesinos como nosotros, se encuentran hoy en día en el centro de esa querella por los recursos naturales estratégicos”. Agencias financieras multilaterales, grandes empresas nacionales y gobiernos se pelean el control geopolítico de la regiones ricas en recursos como el agua, la minería, el petróleo. En ese sentido, Inácio e Ivania se han unido a grandes luchas contra megaproyectos hidroeléctricos en Brasil. Vale resaltar, el proyecto de Usina de Belo Monte en el parque Xingú, territorio indígena en el estado de Mato Grosso (región sur del Amazonas), donde viven 14 etnias diferentes. Este proyecto faraónico, que pretende destruir 640 km2 de selva amazónica para abastecer energía barata a la industria extractiva, ha estado marcado por grandes ilegalidades y violaciones de derechos humanos.

En este escenario, no queda duda alguna de que, hoy en día, la resistencia de los campesinos y el apoyo a estás causas resultan estratégicos a la hora de contener la devastación ambiental y la explotación laboral en el campo.

La conciencia

Fotografía: Anaïs Tracena y Otto Manrique Jaime

La conciencia “se alimenta, se abona, para crear una base para la autonomía”, como señala Inácio. Dentro del asentamiento, hay un grupo de teatro con niñas, niños y jóvenes, en donde a través de la creación colectiva de obras y música se van tejiendo reflexiones sociopolíticas frente a la historia de su región y ante el presente que pueden transformar. De este modo, las conquistas dentro del asentamiento (no quemar ni utilizar agrotóxicos) se dieron gracias a la participación de los jóvenes, quienes plantaron su voz en las asambleas.

Esto nos recuerda las palabras de Marcuse: el arte asume “su función ‘política’ inherentemente radical, al saber enfrentar al hombre con los sueños que traiciona y los crímenes que olvida” (1972). Junto a ellos conviven personas que cultivan ganado y que no necesariamente están comprometidas como Inácio e Ivania. Por ejemplo, varios de sus hijos e hijas pueden ser sensibles al tema, más no siguieron el mismo camino de militancia ni su línea ecológica. Dentro de todo, tampoco imponen la conciencia.

Por otro lado, Ivania e Inácio se consideran internacionalistas y campesinos, ubicándose en un movimiento constante entre la reflexión y la acción para poder tejer relaciones de solidaridad entre lo local y lo global.  Así, por ejemplo, en su casa, que es un lugar colectivo, nos encontramos con canciones escritas por ellos en honor al preso político afroestadounidense Abu Jamal; guardan fotografías de sus reuniones con los comités de apoyo a la lucha zapatista y conocen la historia de resistencia de los otros países latinoamericanos, inclusive de Centroamérica. Para ellos, la solidaridad internacional es global, pero se trabaja a nivel local. La mejor manera de apoyar la lucha de otros, según afirman, “es transformar desde su propia realidad y sus propias necesidades”. Es decir, la lucha es entendida a partir de procesos organizados, autónomos y, a su vez, articulados en acciones conjuntas y globales.

De esta forma, el viaje en bicicleta para el rescate del trueque de semillas nativas tuvo como resultado un documental rústico pero genuino y, gracias al apoyo nacional e internacional, fueron invitados por asociaciones ecologistas a dar una gira por los Estados Unidos. Hoy en día, continúan viajando a nivel regional para presentar el documental, truequear semillas y reflexionar con otros agricultores brasileños sin dejar de cultivar sus tierras y participar en las actividades del asentamiento.

La historia de Inácio e Ivania, y la actualidad brasileña nos deja sin duda alguna una reflexión y un estado de alarma sobre el modelo agrícola moderno, las políticas de libre mercado, la apertura a los transgénicos, los tratados de libre comercio y las cláusulas de patentes que avasallan el continente americano. “En el agronegocio la comida no es para comer, es para vender y generar lucro, por eso no resuelve el problema del hambre”, afirma Inácio. Agarrándose del argumento que representa la solución contra el hambre en el mundo, este modelo agrícola ha resultado ser una desgracia social y ambiental, con el agravante que ahora esta política pretende ser exportada a Mozambique y otros países de África. La actualidad del país no hace más que demostrarnos las contradicciones del neoliberalismo como política de desarrollo. Por más que los gobiernos impulsen políticas de justicia social, el privilegio acordado a las medidas neoliberales opacan éstas últimas.

No obstante, Brasil está lleno de experiencias como Ciclovida. El tejido social y las acciones locales allí son sólidas y existen cientos de historias de lucha desde las cuales inspirarse y colaborar en forma de redes. Dicho así, éste no es más que otro ejemplo y una propuesta revolucionaria basada en la voluntad de rescatar la herencia de la agricultura tradicional y cuidar la biodiversidad.  Esta mirada crítica del campo responde a una revisión política del modelo contemporáneo de agricultura proponiendo una deconstrucción de las relaciones mercantilistas a través del trueque, la solidaridad, el compartir y vivir. Nos deja tal ejemplo, entonces, una invitación a reflexionar desde el lugar donde se piensan las propuestas de transformación.

Ellos nunca se propusieron ser un movimiento de masas con banderas ni se aislaron para crear su pequeño mundo hermético. “Tampoco se trata de «tomar el poder», de construir un nuevo Estado, un nuevo monopolio de la decisión política, sino de defender experiencias plurales, formas de democracia no representativa, usos y costumbres no estatales” (Virno, 2003: 43). Optaron siempre, por articularse y constituir formas de organización más líquidas, formas que no son partidos, que no tienen una coordinación centralizada, pero que tampoco son espontáneas; formas en las cuales el poder se diluye en definitiva, formas de organización y articulación en forma de rizomas (Guattari & Rolnik, 2006). El reservatorio volante de semillas puede ser, pues, una muestra diáfana donde las acciones de transformación son situadas y los procesos articulados, interconectando lo global y lo local, protegiendo las semillas y libre circulación de la vida.

 En este sentido, ¿cómo ampliar procesos de articulación entre distintas propuesta de hacer revolución con el resto de América y el mundo? Sin ir tan lejos, preguntémonos: ¿cómo dialogan las multitudinarias manifestaciones en las ciudades con las realidades y luchas del campo brasileño?, Quedan abiertas las preguntas y la invitación a más reflexión.

Recordemos, el lugar desde donde encontrarse no puede ser otro que la alegría y coherencia con que Inácio y Ivania viven y luchan cotidianamente, llenos de colores, entre semillas y canciones, sumando esfuerzos con las propuestas de aquí y allá, manteniendo vivas las preguntas y el aprendizaje de la naturaleza, la capacidad de escucharla y de sentir el ritmo de la tierra para danzar juntos; cada uno con su arte, haciendo su parte.

Obras consultadas:

Boaventura De Souza Santos (2013) “O preço do progresso” En: http://www.cartamaior.com.br/templates/colunaMostrar.cfm?coluna_id=6151

Folgado, C. (2013). A luta constante contra os agrotóxicos”. En: http://www.brasildefato.com.br/node/11533

Guattari, F & Rolnik, S. (2006). “Micropolítica. Cartografías del deseo”. Madrid: Traficantes de sueños.

Marcuse, H. (1972). El arte como forma de la realidad. En:

http://www.marcuse.org/herbert/pubs/70spubs/727tr04ArteRealidad.htm

Pappon, T. (2013). “Pela 1ª vez, transgénicos ocupam mais da metade da área plantada no Brasil”. En:

http://www.bbc.co.uk/portuguese/noticias/2013/02/130207_transgenicos_cultivo_tp.shtml

Ribeiro, S (2013). “Transgénicos, ¿producen o no?”. En:

http://www.jornada.unam.mx/2013/03/23/opinion/024a1eco

Smink, V. (2010) “Brasil, principal tierra de agrotóxicos”. En:

http://www.bbc.co.uk/mundo/ciencia_tecnologia/2010/06/100531_0306_brasil_agricultura_agrotoxicos_jaw.shtml

Stedile, J. (2013) “O dilema da Reforma Agrária no Brasil do agronegócio”. En:

http://www.mst.org.br/content/joao-pedro-stedile-o-dilema-da-reforma-agraria-no-brasil-do-agronegocio

Virno, P. (2003). Gramática de la multitud. Madrid: Traficantes de sueños.

Zibechi, R. (2013). “El fin de la reforma agraria en Brasil”. En:

http://www.jornada.unam.mx/2013/01/11/opinion/023a1pol

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[1]“Así mismo, teniendo la tierra, si la semilla no está libre la gente a continuará en la dependencia, y la tierra, no podrá tener su equilibrio”

[2] “Desde 2008, Brasil es el mayor consumidor de agrotóxicos en el mundo. Las cantidades regadas en los cultivos equivalen a cerca de 5,2 litros de veneno por habitante por año”. Folgado, C. (2013). “A luta constante contra os agrotóxicos”,  Brasil de Fato.  http://www.brasildefato.com.br/node/11533

[3]“Según la consultoría Céleres, especializada en agronegocio, el total del área plantada con cultivos genéticamente modificados este año llega a 37,1 millones de hectáreas (…) Hoy en día, Brasil es el segundo mayor cultivador de transgénicos en el mundo, perdiendo apenas después de los Estados unidos.” Pappon, T. (2013). “Pela 1ª vez, transgénicos ocupam mais da metade da área plantada no Brasil”, BBC Brasil, En:http://www.bbc.co.uk/portuguese/noticias/2013/02/130207_transgenicos_cultivo_tp.shtml

[4] El modelo del agronegocio brasileño está basado la exportaciones de materia prima en forma de commodities que favorezca un superávit comercial. Los commodities son materias primas que han sufrido procesos de transformación muy pequeños o insignificantes, que se comercializan internacionalmente generalmente a través de contratos futuros, como el café, el azúcar, el algodón, el tabaco, el oro y la plata.

[5] Según del Censo Agropecuário del Instituto Brasileiro de Geografia yEstatística (IBGE) del 2006, la concentración de a propiedad de la tierra media a través del Indice Gini passo de 0,852, en 1996, para 0,872 en 2006. 4.367.902  de los establecimientos de agricultura familiar, que representan 84,4% del total del área rural, ocupan apenas 24,3% de la superficie  total de los establecimientos agropecuários brasileños.

[6] El Movimiento de los Sin Tierra (MST) es el más grande movimiento social campesino del país  actualmente está presente en 24 estados del país. La ocupación de la tierra ha sido su principal instrumento de lucha, en total se estima que 350 mil familias han obtenido tierras a través de la lucha dentro del MST. El movimiento nació  en los años 80 fruto de la desigualdad social en el campo y las reivindicaciones sociales ligadas a la iglesia. http://www.mst.org.br

[7] Agrofloresta o “Agroflorestería” es un término relativamente nuevo para calificar las prácticas tradicionales de algunas comunidades tropicales de combinar árboles con cultivos. se trata de plantar en un mismo espacio arboles y arbusto con diferentes tipos de cultivos sean raíces, hortalizas, Esta convivencia  permite, el reciclaje de los nutrientes creando un microclima respetando los ciclos naturales de los organismos.

[8] La reforma agraria en Brasil es un proceso realizado por el Estado que compra o desapropia tierras poco “productivas” de los grandes latitudinarios (la ley Lei 8.629/93, dice: “La propiedad rural que no cumple función social es pasible de desapropiación”). El Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria – es quien establece si una propiedad es pasible de expropiación y la redistribuye en lotes de tierras a familias campesinas. En la mayoría de los casos el INCRA llega a una negociación y compra los terrenos nada productivos de los grandes propietarios, lo cual se puede concluir que la reforma agraria en Brasil es pagada.

[9] Pappon, T. (2013). “Pela 1ª vez, transgénicos ocupam mais da metade da área plantada no Brasil”, BBC Brasil, En: http://www.bbc.co.uk/portuguese/noticias/2013/02/130207_transgenicos_cultivo_tp.shtml

[10] Folgado, C. (2013).“A luta constante contra os agrotóxicos”En http://www.brasildefato.com.br/node/11533

[11] Folgado, C. (2013). “A luta constante contra os agrotóxicos”,  Brasil de Fato.  http://www.brasildefato.com.br/node/11533

[12] La permacultura constituye un sistema proyectado sostenible que integra armónicamente la vivienda y el paisaje, ahorrando materiales y produciendo menos desechos, a la vez que se conservan los recursos naturales.  El diseño de hábitats humanos sostenibles y sistemas agrícolas, que imita las relaciones encontradas en los patrones de la naturaleza.