Texto, fotografías y video de Gisela Delgadillo
Espectador. Espectador-observador. Espectador-observador-voyeur. Individuo que se dispone a mirar anchamente, sin flacuras, a la vez maravillado y crítico. Y mientras observa, se pregunta: ¿Cómo es esto posible, siendo verdad? Porque la verdad es algo imposible de tan prodigiosamente desdoblada.
Pilar Urreta
En «Flota» no existe una historia y si se pudiera hablar de ella ésta sería el accidente y lo inesperado como método de búsqueda y de encuentro desde la acción de «caer». Caer a lo desconocido, caer hasta llegar al instante preciso donde «todo es para dejar de ser».
La caída vista como el instante donde todo se transforma, el instante de cambio que lleva al cuerpo a habitar otros espacios de la realidad en los cuales ejecuta acciones simultáneas, captadas por tres cámaras conectadas en circuito cerrado que captan cómo se desdobla la acción del cuerpo suspendido en un arnés.
Eso es «Flota» según su creadora Bárbara Foulkes, quien le concede los créditos de su pieza a la caída, la experimentación y a los encuentros. Una pieza que dentro de sí guarda el principio de construcción y de transformación donde el cuerpo, el lugar que ocupa en el espacio, el tiempo y el uso de la perspectiva, son el tema central.
Bárbara Foulkes, es una coreógrafa argentina nacida en Buenos Aires. Desde los 15 años inició su formación en las artes escénicas vinculadas al interés de la acción y el cuerpo, lo cual la llevaría a estudiar la carrera de Coreografía en la Universidad Nacional de Artes en Buenos Aires.
Desde el principio me acerque a dar clases como ayudante, a trabajar en la calle. Me gustaba mucho la calle. De ahí saque la cuestión de que no haya frentes, de trabajar mucho con lo inesperado y de estar buscando siempre dialogar con el público.
En el año de 2009, Bárbara llega a México y es ahí donde comienza su acercamiento al arnés como espacio de investigación y de experimentación. La sala Jaime Sabines fue el lugar donde inició sus ensayos de prueba y error. En sus prácticas, Bárbara cuenta como desde el cuerpo se iban generando encuentros inesperados con el espacio, el cual se encontraba habitando desde distintos ángulos con respecto a la perspectiva del uso del arnés.
Las ideas se fueron uniendo; van apareciendo, las vas agarrando y las vas poniendo en diálogo. Y esa es una manear de trabajar que me resulta, no trabajo con un método en específico. Son las ideas y el trabajo el que me va guiando.
«¿Cómo es esto posible, siendo verdad?»
El manejo del espacio es uno de los elementos que cabe destacar de esta pieza donde se pierde la relación convencional con la gravedad, o sea con el piso o bien con el centro.
El cuerpo fuera de la relación convencional con el tiempo y con el espacio expuesto a una especie de «pérdida del centro» y de extravío que modifica su comportamiento cotidiano abstraído, en primera instancia, del temor a caer.
La caída, como Foulkes lo señala, se vuelve una posibilidad de cambio y de ir más allá. La caída que deja de ser caída para transformarse y transitar a otros planos de la realidad, lo cual también conduce a la rearticulación del movimiento y de la acción del cuerpo que pierde su brújula para encontrarse con un espacio que se vuelve habitable en todas sus dimensiones.
«La piedra es un peso»
Para Bárbara Foulkes la piedra es un peso extra que modifica su percepción corporal respecto al espacio. La piedra resignificada en un espacio interno (el cuerpo) y en el espacio externo donde se desata un flujo de energía que se vuelve caótica una vez que ésta cae al piso.
Se ha perdido el centro y entonces toca ir más allá, donde incluso los límites espaciales plantados desde un inicio de la pieza se pierden junto con un cuerpo que también se vuelve intermitente.
El movimiento como un fenómeno humano da cuenta de quiénes somos y de qué manera cambiamos cultural, histórica e ideológicamente hablando, señala Laban. El abandono de las formas es una constante en el quehacer artístico que desde la práctica explora las otras formas de la realidad, aquellas que no vemos en la cotidianidad pero que sin embargo existen.
Con «Flota», Bárbara Foulkes hace una aportación significativa a lo real y a lo posible, nos expulsa de lo cotidiano y se asienta en un plato horizontal para dejar hablar al cuerpo y permitirle accionar desde los principios básicos del peso.
Al final, cuando pareciera que todo está dado, lo que le sigue a ello es la búsqueda que pareciera estrecharse en estos «tiempos de riesgo», donde el cuerpo se encuentra emplazado por el espíritu de la perfección, por la amenaza permanente de las líneas y las formas que buscan contenerlo, habitarlo y dejarlo sin significados.
Muy buen artículo