Por Marlene Mondragón, R. Rahal y Xilonen Pérez
Foto de portada: Yollotl Alvarado
Tras un periplo que comenzó el 21 de diciembre en Xochicuautla, los días 2 y 3 de enero se realizaron las actividades finales del Festival de las Resistencias y Rebeldías contra el capitalismo en el Centro Indígena de Capacitación Integral (CIDECI), en el estado de Chiapas. El día 2 de enero fue un espacio para la exposición y reflexión de las comparticiones realizadas en Xochicuautla, Amilcingo y Monclova.
Ese mismo día [2 de enero de 2015] Adán Abraham de la Cruz –unos de los 43 desaparecidos– cumpliría 25 años de edad; su padre, Bernabé, tomó la palabra para recordarlo con lágrimas en el rostro y el mismo clamor de justicia que lleva en cada paso, «ya basta de que nos estén pisoteando», exigió.




En la última jornada, el Congreso Nacional Indígena (CNI) hizo una reflexión sobre todas aquellas comunidades invisibilizadas por el sistema capitalista-colonialista en México y en el mundo, y acentuó el papel del CNI como un espacio donde los pueblos indígenas y oprimidos pueden confluir para su emancipación, por el empoderamiento de la diversidad de saberes, narrativas, oralidades y geografías, mismas que históricamente han sido consideradas residuales, improductivas y atrasadas por las estructuras de colonialidad.
Asimismo, reconocieron el consenso como el mayor órgano de decisión dentro del CNI, así como el entendimiento y reconocimiento a través del espejo Zapatista, específicamente, con sus siete principios: «servir y no servirse; bajar y no subir; convencer y no vencer; proponer y no imponer; construir y no destruir; representar y no suplantar; obedecer y no mandar».





Las voces solidarias de distintas organizaciones, colectivos e individuos también se escucharon. Los padres y madres del Movimiento Ciudadano por la Justicia 5 de Junio enviaron un mensaje contundente a los familiares de los normalistas de Ayotzinapa: «sus hijos son nuestros hijos y nuestros hijos son sus hijos», es por ellos que nos duelen. Por su parte, Mario Luna –vocero de la Tribu Yaqui, prisionero político desde agosto– y Mario González –ex preso político de la Ciudad de México– mandaron un mensaje a través de una llamada telefónica y de una carta respectivamente, en la que ambos hicieron llegar palabras de aliento y solidaridad a los presentes.
También participaron de manera activa el movimiento estudiantil nacional e internacional, y los medios libres, alternativos, autónomos o como (nos) llamen, quienes suscribimos un pronunciamiento en el cual se propone entrelazar procesos de aprendizaje comunicativos recíprocos.

Fotografía: Marlene Mondragón
Luchas y Rebeldías: rompiendo fronteras
A lo largo del festival se registró la participación de 49 países, además de los 31 estados de la república y el Distrito Federal. Los y las representantes de cada estado y país compartieron sus luchas y resistencias, sus palabras hilaban la rabia ante los distintos rostros del despojo: recursos naturales, vivienda, cultura, educación, salud, trabajo digno.
La voz no fue solo de los presentes: asesinados, desaparecidos y presxs políticxs por el mal gobierno también hablaron a través de otrxs. Todos aquellos y aquellas que lucharon por mantener y dignificar sus costumbres, desenlodar sus derechos, por defender lo que naturalmente les pertenece; en voz alta se dijeron los nombres y apellidos de los combatientes que jamás claudicaron, de tanta sangre derramada que ahora fertiliza la lucha, que teje esperanzas y hoy marca el camino por donde andar.



Los caminos de los pueblos del mundo tanto en el campo como en la ciudad con su propio rumbo se conducen en el rastro dejado por sus propios ancestros, caminos que se dividen, se intersectan y cruzan con los nuestros, hasta que encuentran un mismo rumbo, marcado por la dignidad rebelde que habla en tantas lenguas y es de tantos colores como es la naturaleza misma que se teje con pequeños bordados para poder construir lo que necesitamos ser. (Extracto del pronunciamiento del CNI)
«La justicia se teje con convicciones y acciones»
El CNI y EZLN comparten un vínculo esencial: el mismo dolor, la misma rabia, el mismo enemigo; el capitalismo que se enquista en las comunidades. De esa manera, señalan «que nuestros pasos sean firmes aunque sean pequeños», «no sólo es compartir sino organizarnos juntos», «a los pueblos originarios nos duele Ayotzinapa», «la justicia se teje con convicciones y acciones» desde los campos, montañas, ciudades organizaciones y colectivos se debe recuperar lo que ha sido arrebatado, porque sabemos que dialogar y hacer justicia no forman parte de los intereses del estado.
El mensaje de los pueblos originarios en resistencia fue explícito: el total desconocimiento a los partidos políticos y cualquier tipo de proceso electoral dentro de las comunidades, planteando como necesario trabajar en propuestas que permitan hacerlo tangible y afianzar los lazos entretejidos a lo largo del Festival. Dichas propuestas incluyen: acudir a los pueblos originarios para conocer sus problemáticas y continuar el trabajo de compartición y articulación, trabajar en la construcción de autonomía territorial y alimentaria, organizar coordinadoras regionales, la reivindicación de las lenguas indígenas, recuperar y/o retomar la sabiduría ancestral de los pueblos y las formas de organización entre otras.
Bajo la premisa «un mundo donde quepan muchos mundos», las luchas se entrelazan abrazando las diferencias, ya sean religiosas, ideológicas o de usos y costumbres. Durante todo el festival, se abrazó la lucha de los normalistas y familiares de Ayotzinapa como un nodo que actualmente unifica los diferentes procesos de lucha en México y el mundo, y se reafirmó el apoyo que es y seguirá siendo a través de diferentes acciones.
Tales fueron las conclusiones del festival, en el que se entretejió una hermandad de luchas, que de ahora en adelante ya no estarán solas:
«cada pueblo, cada tribu, cada cultura, cada nacionalidad, es responsable de salvarse», subrayó la palabra colectiva del CNI.




