Las razones son las de siempre: la lucha continua en Michoacán

Fotografías de Juan José Serafín Estrada

En Cherán –el pueblo de la meseta p’urhépecha que fue el primero en enfrentar a un cártel del crimen organizado en Michoacán– los festejos para el tercer aniversario del levantamiento comenzaron desde el viernes 11 de abril y hasta el día 16, todavía no se habían terminado. Han sido días de música y fiesta, pero también de reflexión y memoria, con el recorrido de las fogatas y las denuncias de las mujeres que no nos permiten olvidar donde estamos y cómo se lograron estos resultados. A pesar de los rasgos de idealización que esta lucha empieza a tomar, en las palabras de algunos visitantes, Cherán nunca ha sido el paraíso, y sigue sin serlo: todos sus logros son el fruto de un trabajo incansable y de un esfuerzo constante de su población.

Sin embargo, saliendo del pueblo y agarrando la carretera rumbo a Uruapan, ya a la altura de Paracho es muy difícil resistir a la tentación de considerar esta comunidad, si no como el paraíso, por lo menos como una isla de paz en la tempestad michoacana.

Nuestro destino es la región de Tierra Caliente, el centro neurálgico de las autodefensas michoacanas. Para entender la importancia estratégica de la zona es suficiente recordar que lugares como Tepalcatepec, Buenavista Tomatlán, La Ruana, Apatzingán y La Huacana son los pueblos natales de personajes como Juan Manuel Mireles, Simón o El Americano, Hipólito Mora, el padre Gregorio López, Uriel y Juan José Farías, Estanislao Beltrán y Miguel Ángel Gallegos Godoy, entre otros. Aquí surgió el movimiento el 24 de febrero de 2013, aquí cambió su status por primera vez con los acuerdos de Tecalpatepec el 27 de enero de 2014 y un sentir común indica que aquí se podría acabar, el 10 de mayo de 2014. Esta es la fecha establecida por el gobierno para que los grupos de autodefensa entreguen las armas. Precisamente por eso estamos en camino, para escuchar la voz de los que desde hace más de un año están combatiendo el crimen organizado, logrando resultados que el gobierno no alcanzó en décadas de supuesta guerra contra el narcotráfico; ahora, el gobierno federal nuevamente, ve estos esfuerzos como una mera cuestión de uso de armas. La entrega de las armas amenaza con quitarles la única medida con la cual, no sólo siguen avanzando, sino con la cual conservan la vida.

Hay también otra razón por la cual decidimos recorrer esta carretera, había que pasar por los territorios que aún son inseguros: Paracho, Capacuaro y Uruapan; los pueblos que siguen, desde San Juan Nuevo hasta Apatzingán, resultan parte de los 20 municipios liberados o definidos como “abandonados” según un artículo publicado por Milenio el mismo día en que nosotros decidimos viajar. Que los retenes y las barricadas hayan quedado vacías mientras el doctor Mireles anuncia los acuerdos para un eventual desarme, no es una noticia cualquiera.

Llegando a San Juan Nuevo, la primera señal de que el pueblo está liberado no es la atmósfera de fiesta alrededor de los castillos del Señor de los Milagros sino la cantidad de efectivos de la policía federal que circulan por las calles al lado de las autodefensas. Esta será una constante: de la meseta p’urhépecha a Tierra Caliente, en los pueblos controlados por los comunitarios la presencia de la policía federal y del ejército es masiva; por el contrario, en los territorios que todavía quedan bajo el control del cártel no hemos encontrado a ningún funcionario de la seguridad pública. Allí los pueblos siguen vacíos, las tiendas cerradas, los muros anunciando conciertos de narcocorridos que nadie se ha atrevido a borrar. Frente a este panorama, es casi imposible no preguntarse cuál es el objetivo real del control gubernamental, si los Caballeros Templarios o el pueblo michoacano.

El movimiento sigue firme. Saliendo de San Juan Nuevo nos retienen y controlan en las barricadas de La Soledad, Aguacate Norte, Autolata, a la entrada y salida de Tancítaro, de Los Fresnos, Palo Picado, Pareo y Buenavista Tomatlán. Creíamos haber dejado las fogatas en Cherán, pero esta “gira nocturna” nos revela que el fuego de la resistencia arde en todo Michoacán, que la necesitad de seguridad sigue siendo muy fuerte y que las autodefensas siguen cumpliendo con un papel que ni siquiera les tocaría pero que asumen con ánimo y de una forma comunitaria.

A pesar que es ya muy tarde, en una de las barricadas del municipio de Tancítaro nos dedican el tiempo para una larga conversación que después de un reservado inicio se hace paulatinamente más relajada. El tema principal es el desarme, el tema está creando confusión y desconfianza no sólo hacía el gobierno que lo propuso sino también hacía el doctor Mireles quien lo está abordando. Quienes permitieron la entrevista se dicen dispuestos a conceder el beneficio de la duda para este plan, el cual, en una reunión del Consejo General se planteó también como una estrategia para legalizar las autodefensas y limpiarlas de los “arrepentidos” (aquellos que pertenecieron al crimen organizado pero que decidieron cambiar el rumbo de sus actos oportunamente). De hecho en las barricadas no se habla de desarme sino más bien de registro y legalidad. Sin embargo, hay muchos aspectos que no quedan claros, por ejemplo, de dónde viene la certeza de que los “arrepentidos” irán a registrarse como guardias rurales si ya saben que serán detectados y posiblemente detenidos; o como el estado piensa cumplir en menos de un mes con las condiciones establecidas por las autodefensas, es decir la liberación de los detenidos, el restablecimiento del Estado de derecho y la limpieza total de Michoacán.

Por primera vez escuchamos la noticia de la creación de otro cuerpo de policía, pagado por los productores de aguacate y por el municipio y conformado por 90 elementos, de los cuales 45 ya tienen una semana de capacitación. Una diferencia considerable, sobre todo en lo referente a la composición actual del movimiento, es que todos los comunitarios entrevistados no dudan en definir a las autodefensas como “pura gente del pueblo”, voluntaria, que invierte dinero propio para garantizar la seguridad de sus familiares.

“Todos somos gente del pueblo que cada día vamos a trabajar y que cuando le toca asume la tarea de estar en la barricada. No somos gente que se dedica nomás a esto, el día que nos toca vamos a cuidar y al otro día regresamos a nuestro trabajo, y quien no pueda manda a alguien que venga a cubrirlo, pagándole los gastos”. Gastos que, según nos cuentan en otra barricada, se acercan a los 700 pesos diarios, considerando gasolina, comida y el dinero que se pierde al no presentarse al trabajo. Sería interesante conocer el pago de este nuevo grupo armado que se supone entrará en servicio bajo el resguardo del plazo fijado para el 10 de mayo, aunque los comunitarios afirman desconocer toda información más detallada, cuándo y de qué manera entrará en funciones, cuál será su exacta naturaleza y si acompañará a los rurales o pretenderá sustituirlos.

Si este es el nivel de información proporcionado a los pueblos, es decir, la gente que a la una de la mañana cuida una barricada en medio de la nada, no asombra que todo el tema del desarme esté envuelto en la sospecha de que se trate sólo de una maniobra gubernamental para controlar un movimiento que empieza a tener una verdadera fuerza social y que supo enlazar comunidades indígenas y mestizas de las diferentes regiones del estado.

Este es otro punto: el discurso alrededor del desarme ha puesto otra vez la atención en las armas ocultando a las personas, como si la dicotomía legal-ilegal fuera más importante que vivos o muertos y, sobre todo, como si no se estuviera dando en Michoacán este proceso de reconstrucción del tejido comunitario el cual sigue siendo el respaldo más fuerte del movimiento de autodefensas.

Para quitarnos la duda de que las barricadas sean activas sólo por la noche y profundizar el tema, dos días después regresamos por la mañana. En todos los retenes que, desde Buenavista, suben hasta Tancítaro, somos recibidos por grupos de voluntarios que están pasando el viernes santo a lado de una carretera en vez de estar lado de sus familias. Sus rostros cubiertos confirman que la desconfianza ha vuelto entre esta gente que lleva recuerdos de muerte tan frescos y heridas tan profundas.

Hace apenas un año, en el arco de la entrada que hoy nos da la bienvenida a Limón de la Luna, se encontraron seis cuerpos colgados y entre ellos lo de una mujer embarazada, sobrina de un integrante de las autodefensas recién levantadas. Testimonios de la furia templaria, como este, los escuchamos tres veces en el lapso de tres horas, son los que nos hacen preguntar como podrán estas personas aceptar quedarse nuevamente indefensas en el caso que se reciba la orden de entrega de las armas. De hecho ellos dicen que no podrán.

A la entrada de Apo del Rosario, en la primera barricada que encontramos, los comunitarios al principio se negaron a hablar, sugiriendo que nos dirigíeramos al Concejo Ciudadano de Condembaro. Al fin contestan y hablan de un movimiento mucho más organizado, mucho más de base de lo que se está contando. En cada municipio hay un representante y en cada pueblo un comité, en cada comité se encuentran veinte grupos formados de veinte personas, más o menos, todos con su comandante y equipo. No es necesario hacer cuentas exactas para entender que estamos hablando de mucha gente, y toda con la misma postura: “aunque Mireles diga que sí, si el municipio de Tancítaro se niega no se las entregan, para que no vaya a empezar otra vez que se escuche que han levantado o desaparecido a tal persona”.

Son temores concretos los que están detrás del rechazo a este acuerdo, el pueblo se siente expuesto a la venganza del cártel y siente que en el caso de que se dieran nuevamente estas condiciones de inseguridad, los funcionarios públicos no estarían de su lado, razón por la cual tampoco quieren registrarse como guardias rurales. La confianza en una posible colaboración con el gobierno, situación que se respiró en estas tierras por un breve tiempo a principios de 2014, ha sido substituida por una prudente observación de los acontecimientos. Lo único en que no cabe duda es en que el movimiento no se va a parar: “Seguiremos con patrullas. Si este se hecha por abajo, uno desde adentro [de los pueblos] puede estar cuidando. Todo se mueve por los radios, puras esquinas, orillas, recorridos, si hay una camioneta desconocida, o si se mira gente armada, uno se entera por el radio y en un rato se mueve la gente”.

De hecho tuvimos la oportunidad de averiguar como “todo se mueve por el radio” cuando en la barricada siguiente encontramos un comunitario esperándonos con una lista de preguntas acerca de nuestra procedencia e intención. Superado el examen, y con la prohibición de grabar y fotografiar, los comentarios aquí se hacen más fuertes: “si el gobierno viene, se levanta todo Tancítaro con sus 82 comunidades […]porque no somos un grupito sino todo el pueblo y nadie está de acuerdo con la entrega de las armas. El gobierno necesita destruir todo Tancítaro para quitarnos las armas”.

Las razones son las de siempre: el hartazgo de llorar muertos, de buscar desaparecidos, de aguantar atropellos; el deseo de conducir una vida libre, la determinación a proteger sus propias familias para que “no vuelva a pasar que te levanten a tu hija y te la regresen en pedazos, aventándotela en los pies”. Los actos criminales de los Caballeros Templarios todavía no se han acabado en el estado, pero en los territorios liberados las palabras de las autodefensas ya suenan como un “nunca más”. Y a la indignación por la incapacidad del gobierno se suma la denuncia en contra de la policía federal, la cual no estaría dejando que el movimiento limpie la ciudad de Uruapan. “En el centro de Uruapan hay templarios, nosotros ya tenemos las casas ubicadas pero están resguardados por el mismo gobierno que no nos deja entrar. Dejaron pasar una marcha sin armas pero a nosotros sólo nos dejaron llegar hasta las orillas”.

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Las denuncias siguen siendo las de siempre. Si al principio los entrevistados responden con cuidado, mostrando una postura casi conciliatoria, sus verdaderos sentimientos no tardan mucho en aflorar. La colusión del gobierno, el silencio pagado de la prensa, la complicidad de la seguridad pública han sido tan descarados en Michoacán que es impensable que la población cambie su visión de un día a otro. Lastimosamente no parece ser necesario, porque los comunitarios afirman que los únicos cambios que se han dado en el Estado son mérito de las Autodefensas, porque “el gobierno ni siquiera ha cumplido con las tareas más sencillas, como entregar ‘el alta’ a los que se han registrado, sino que se ha limitado a tomar nota de sus datos y del número serial de sus armas”.

Una vez más escuchamos a la población de Tierra Caliente denunciar que a pesar de los logros la lacra de la estructura templaria sigue intacta, intactos sus vínculos con la política y sus enlaces con la fuerza pública. El estado no está limpio, Tierra Caliente no está limpia. Al escuchar que el 10 de mayo se darán las condiciones de seguridad para que las autodefensas se retiren, a los comunitarios les parece escuchar una vez más el refrán de los últimos diez años, cuando “todo iba bien, pero luego uno se quedaba con el ojo cuadrado cuando venía por acá y veía cuerpos descabezados y descuartizados que aparecían en las calles”.

La cuestión del desarme tiene que ver con el control del movimiento y el intento de desprestigiarlo, mientras, por otro lado se dibuja la imagen de un Michoacán que no corresponde a la realidad. Las autodefensas esperan, observan y siguen en su trabajo. La mejor manera de vigilar que sigan bien no es atacarlas o desarmarlas sino cuidar de ellas.