Video: Judith Gómez
Piratas y otros cuentos para un documental libre
Si los espacios de expresión política se están cerrando apresuradamente en un país como México, las opciones de acceso a distintos elementos de la cultura son cada día más escasas, no existe una política cultural adecuada a las necesidades de una población diversa y múltiple en sus expresiones y capacidades. No existe esta política porque lo que ocupa su lugar es la misma vieja canción de la cultura elevada, la farándula llena de poses, los chismorreos acerca de la vida personal (y demasiado plastificada) de supuestos artistas y cantantes, lo que sí existe es la fama alcanzada a través de un lamebotismo que lo mismo alcanza a curadores de arte que a escritores, lo que sí existe es la negación explícita y tácita (depende del descaro del agente cultural) de una fuente cultural de la cual abrevan raíces culturales diversas, potenciables todas, que generan un torbellino de fuerza e identidad múltiple.
No se puede hablar de una sino de muchas culturas abigarradas y entrelazadas históricamente a través de las distintas luchas y resistencias que hemos vivido y protagonizado los que no estamos dentro de la cúpula económica que pretende un país homogéneo y único.
Y dentro de todo lo barroco que puede sonar este tianguis cultural, encontramos a los agentes culturales más conscientes y preocupados, más preparados e informados: los piratas. Especie en franca expansión, acercan las diversas producciones musicales, las corrientes más recientes del cine documental, lo mejor de las expresiones espontáneas de la moda y la manera de bailar o de sobrevivir en un ambiente babilónico como puede ser cualquiera de las ciudades de este maltrecho país.
Queremos presentar a uno, un pirata de piratas, uno que vio y acertó en su tiro al blanco para entender que –en este caso hablando del género documental y cinematográfico- es en los bajos fondos en donde se gestan las heroicas masas de mexicanos que amplían su visión y descubren el mundo a través del séptimo arte. El creador de Naranjas de Hiroshima tuvo, y tiene, la sensibilidad necesaria para entender que si queremos conocer las culturas que construyen las diversas sociedades mexicanas, hay que mirar muy abajo y adentrarse en los pasillos y corredores de una vida vivida entre la falta de opciones educativas y el acceso ilimitado al comercio universal, por supuesto ilegal.
Mucho de lo bueno que pasa en este país ocurre en la ilegalidad, y no porque se trate de actos o sujetos criminales sino porque las legislaciones no se adecuan a la vida real y carecen de legitimidad para millones de personas. Si hablamos de autonomía, si hablamos de educación popular, si pensamos en cine, en literatura, en organizaciones políticas, en diversión, en amor, todo ocurre fuera de la ley, todo termina siendo ilegalizado por la cultura oficial, por las instituciones, por las políticas sociales. Naranjas de Hiroshima resulta una apuesta que surge del gusto y de la espontaneidad pero que en su camino mexicano se encontró con que la única manera de abordar las ideas es caminando entre nylons de colores y puestos de comida, es mirando a lo que se ofrece en los puestos que flotan altivamente en las banquetas y salidas del metro, como verdaderos piratas que defienden su territorio de la corona. En su caminar y descubrir, Luis deja claro la fuente de la que abrevan sus propuestas, sus búsquedas y pone en cuestión lo obvio: ¿dónde está realmente la cultura? ¿es acaso el cine documental un bicho raro en los hábitos de mercadeo popular mexicano?
No importa si es Pátzcuaro o Monterrey, la Ciudad de México o Iguala, en cada rincón ha surgido un pequeño puesto que trae lo mejor y más reciente del documental, se asolean o se congelan los materiales de Canal 6 de Julio, o las producciones europeas o sudamericanas sobre infinitos temas, recientemente hasta nosotros como proyecto tenemos ya el honor de circular en esta gran red arterial que mueve las ideas en nuestro país, o por lo menos acerca lo que las industrias cinematográficas aún quieren controlar y limitar a través de los derechos reservados y las licencias cerradas. ¿No se dan cuenta de que no hay candados que no se puedan romper ni materiales que no se puedan conseguir? Porque mientras, o nos vemos un documental a través del internet o lo buscamos en nuestro puesto distribuidor de confianza al mismo tiempo que comemos unas quesadillas o tomamos una cerveza –qué calor hace a veces en los tianguis.
Las cajas de naranjas
La primera vez que escuché hablar del proyecto de Luis, el y yo no nos conocíamos. Algún amigo en común me contó que había una página en donde yo podía acceder gratuitamente a muchos documentales sobre una cantidad indefinida de temas, me dijo el nombre y lo primero que me vino a la cabeza fue una caja que mis padres tenían cuando yo era pequeño (aún la conservo) y que en su exterior decía: “Mandarinas de Michoacán”. Tal vez el destino juega bromas de ese tipo, pero lo cierto es que hace casi treinta años que a alguien se le ocurrió vender cítricos en cajas con nombres particularmente pegajosos, y, como bien lo define la Tropa Ballenata, los caminos de la vida nos van llevando por dónde no pensábamos. Ahora, en los inicios de este siglo, el documentalista y pirata usa Naranjas de Hiroshima para dar a conocer un espacio de total libertad en lo que respecta al conocimiento e intercambio del cine documental, un espacio que abona a las nuevas formas de entender el acceso a la cultura; y afortunadamente nada lleva el nombre de las mandarinas michoacanas.
Durante varios meses intercambiamos ideas y posibles líneas de trabajo conjunto pero fue hasta que los propios proyectos se fueron acercando que ubiqué la dimensión del trabajo de Luis: la piratería como metáfora de la libertad. Su minucioso trabajo de búsqueda (aunque aún sigo esperando que me consiga Est of Havana, pero bueno…) en el mundo del documental, sus pláticas con mucho bagaje de fondo, las investigaciones para su documental y su iniciativa incansable hacen que este proyecto vaya encontrando muchos aliados y mucha fortaleza. Pero sobre todo, ha generado que las cosas vayan saliéndose de la pantalla y aterrizando en buen puerto: México, la tierra soñada de los piratas.
En la cítrica página se exponen los motivos del proyecto que es al mismo tiempo una suerte de Aleph de otros proyectos, con precisión se afirma al respecto de las dos líneas en las que se apoya este barco pirata: “A partir de aquí el Cine Documental se convierte para nosotros en el mejor espejo de lo que fuimos y de lo que somos, gracias a él podemos acceder desde importantes momentos históricos a instantes cualquiera de una vida ajena, desde historias sociales o políticas hasta oníricas realidades poéticas. En cualquier lugar del planeta y situarse en todas las épocas posibles desde la creación de cine hasta hoy en día”.
“[…]Además de todo esto es imprescindible para nosotros comprender la realidad latinoamericana respecto a las posibilidades de acceso a internet y sus redes; somos conscientes del privilegio que puede suponer en muchos lugares no solo la conexión sino el disponer de las herramientas dedicadas a ello. Por ello, queremos crear vínculos tangibles, más allá de internet, y ofrecer la información y el acceso a nuestro archivo para facilitar la difusión cultural a través del cine documental.”
Y ya con mayor precisión, quien entra en este sitio puede encontrar fácilmente el camino para descubrir un proyecto documental que parece ser la Rayuela de nuestra época, así lo pienso cuando escucho “El abordaje de las ideas”, y tal y como en su momento lo hiciera Julio Cortázar en la advertencia a su novela que será siempre muchas novelas, Luis nos dice claramente: “Por otro lado el documental se convertirá en algo vivo, un proceso mixto e interactivo, en el que el espectador podrá crear su propia película, con los temas, puntos y duración que así desee, podrá ver su propio y especial “Montaje del Espectador” y además podrá descargar, copiar, distribuir, así como remezclar la obra, gracias a las licencias abiertas Creative Commons con las que contara todo el metraje de “El Abordaje de las Ideas”.
No puedo sino detenerme aquí y dar paso a lo que naturalmente viene, es decir, adentrase en los mares de la libertad creativa y la piratería colectiva, porque si Luis es un pirata, lo somos nosotros todo el tiempo, a veces sin darnos cuenta. Y los piratas, al igual que los rebeldes y los anarquistas, conocen de la libertad no porque la lean en un manual sino porque día con día luchan para construirla y la defenderemos a capa y espada.
Visita con mucho detenimiento www.naranjasdehiroshima.com y www.elabordajedelasideas.org