“Si no lo hacemos nos puede tocar un día a nosotros, por eso estoy aquí. Y por luchar contra la reforma educativa que quieren imponernos”, sentencia una joven estudiante de la Escuela de Educación Física. Ella no supera los veinte años y está alistándose para pasar la primera noche de este campamento que exige la liberación de los ocho normalistas presos. Luego de la refriega que se vivió en las instalaciones de tres Escuelas Normales -dos llamadas Rurales (Tiripetío y Arteága) y una nombrada Indígena (Cherán)-, lo que queda es la lucha por conseguir la liberación de cada normalista preso y por impedir que se imponga una reforma educativa que más que mejoras lo que trae consigo es una deshumanización de la educación y una mecanización del conocimiento. Por lo menos esas son algunas de las conclusiones de los estudiantes. A pesar de estar en contra, muchas veces se propuso el diálogo para solucionar el conflicto.
El gobierno del estado de Michoacán decidió no dialogar y utilizar la fuerza pública para reprimir de manera exagerada a quienes defendían las instalaciones que permanecían tomadas. No sólo no hubo diálogo, hubo también un bestialismo desmedido que quedará como uno de los momentos más grotescos de los años recientes.
La plaza Melchor Ocampo está ubicada a un costado de la catedral de Morelia, no es muy grande pero resulta suficiente para que poco más de mil estudiantes, madres y padres de familia y maestros instalen un campamento de manera indefinida. Exigen la liberación de los “muchachos”, anuncian que estarán ahí hasta que no quede normalista alguno en las cárceles del estado, y con mucha decisión explican que seguirán las movilizaciones, que el plantón será el punto de encuentro para esta lucha que se recrudece la madrugada del 15 de octubre con el operativo policíaco que reprimió a estudiantes normalistas.
Grandes lonas de plástico se convierten en protectores que resguardan a muchas casa de campaña, pese a que desde la tarde se va instalando el plantón, por la noche aún continúa llegando gente para unirse y al día siguiente la cifra de manifestantes se habrá duplicado. Pero quizás esto no lo sabe el joven estudiante que de pronto se sienta en uno de los cubos de concreto que hacen las veces de bancas públicas, este joven que abre un libro gastado de letras pequeñas y que se pone a leer pese al ruido de las cantinas aledañas, los autos, el rumor de la propia gente del plantón. Este es el verdadero rostro de muchos mexicanos que luchan día con día para sobrevivir y para no permitir que la dignidad se les escape. Es muy probable que hayan sido jóvenes como él, lectores de madrugada, trabajadores de día, los que terminaron en la cárcel o los que, heridos, lograron escapar de la represión.
El olor a café y a atole empiezan a poblar este plantón, las filas de casa de campaña están muy bien definidas y es visible la exigente pulcritud de estos estudiantes: escobas en muchos puntos, cubetas con agua, bolsas de basura, nada parecido al infierno que promueven las medios como La Voz de Michoacán, Provincia o el ABC de Morelia, infierno de supuestas pérdidas económicas que, según ellos ascienden a varias decenas de millones de pesos. Argumentan que la presencia de los normalistas y del magisterio en las calles y en esta plaza afecta a los comercios, que ahuyenta al turismo, como si quienes se manifiestan no tuvieran el derecho a estar ahí simplemente, a manifestarse con libertad y a exigir lo mínimo, el cumplimiento de sus demandas. Peor aún, las calles de día y de noche están llenas, los locales y cafeterías están repletos de gente y se vive una cotidianeidad que no concuerda con el ambiente de pánico que describen los diarios.
Michoacán está en un momento de mucha movilidad social, por lo menos las zonas cercanas a la capital y la propia Morelia se están organizando, la meseta p’urhépecha no deja de mostrar que el vacío que ha dejado el Estado está siendo cubierto por diversas experiencias de autodefensa que comienzan a surgir en varias comunidades. Las fuerzas políticas vinculadas a la Sección XVIII del magisterio democrático se van unificando poco a poco y ya están planteándose las diversas estrategias para continuar la lucha a través de diferentes frentes.
Luego de seis días de campamento y varias movilizaciones, tanto en Morelia como en la Ciudad de México, la toma pacífica de la representación del gobierno de Michoacán en la capital, protestas intermitentes y la opinión pública condenatoria hacia la manera de actuar del gobierno de Fausto Vallejo, se anuncia en una improvisada conferencia de prensa[1] que los ocho normalistas presos podrán continuar con su proceso penal en libertad bajo fianza y que será en la madrugada del 24 de octubre cuando salgan del penal en el que están recluidos. El plantón, con toda su dinámica de organización interna y su nutrida constitución, ha cumplido con su objetivo. Queda el ímpetu de jóvenes como aquella chica que empezó a solidarizarse porque es un deber político y porque se sabe alguien a quien también le puede pasar lo mismo, por lo menos eso es lo que le dice a su madre, que preocupada le pide que no se quede a dormir en el plantón.