Publicación dinámica sobre las protestas en Brasil, junio de 2014.
La manifestación en las calles no es un crimen
Por Heriberto Paredes
Aquel 23 de junio, lunes, Fábio Hideki viajaba en los vagones de la línea amarilla, iba retrasado aunque las manifestaciones nunca empiezan a tiempo. Llevaba la camiseta azul que luego se vería en las fotografías de su detención, tenía su casco blanco cubierto con su chamarra verde, una mochila con libros y una botella de agua. Tuve la oportunidad de cruzar unas palabras porque yo viajaba en el mismo vagón que él, estábamos parados de frente y fue un libro sobre los black blocks lo que le llamo la atención de mi, con voz baja pero firme me preguntó: “¿vas a la manifestación? Yo voy para allá también”.
Al levantar la vista del libro lo reconocí perfecto, lo había visto en otras manifestaciones recientes, como aquella del 12 de junio que fue brutalmente reprimida por la policía militar. Sí, el mismo día que se inauguró el Mundial de Fútbol. Así que le respondí que no, que en realidad iba para casa porque tenía trabajo que hacer pero que algunas amistades muy cercanas estaban allá reporteando para algunos medios independientes. Seguimos la plática y me hizo otra pregunta: “¿qué piensas de los black blocks? Para mi son grupos que están defendiendo su lucha y que es legítima como muchas, yo no soy parte de ellos pero entiendo la cuestión de defenderse y protegerse, por eso llevo mi casco, porque la policía es muy violenta aquí. Simplemente creo que manifestarse en contra de las cosas que están sucediendo en este país, además de ser un derecho, es necesario porque todo va muy mal.”
Le sugerí que reconsiderara ir a la manifestación (aunque en realidad no había mucha certeza de la gente reunida pudiera siquiera iniciar una caminata), le mostré el mensaje que recién acaba de llegarme en donde se mostraba lo desproporcionado de la situación: 20 o 30 manifestantes y varios cientos de policías militares, entre los grupos de choque y la policía montada. Fábio miró con sorpresa el mensaje y aseguró que él no era suicida, que en ese caso reconsideraría o iría con mucha cautela. Llegamos a una estación antes de Paulista, él cambió de lugar, nos despedimos y no volví a verlo sino en los reportes de detenciones que llegaron más tarde. Una sensación de profunda impotencia se mantiene hasta ahora.
Simultáneamente, la selección de Brasil comenzaba un juego más, como si todo el mundo girara en torno al fútbol. En una de las principales avenidas de São Paulo, las personas que protestaban contra las desigualdades sociales, políticas y económicas eran rodeadas por un número exagerado de violentos policías, los reportes llegaban constantemente: un teniente de la policía afirmó que los cuerpos de seguridad comenzarían a detener personas y que no se permitiría que la manifestación se llevase a cabo. Las personas, entre enojadas y asustadas por la probable represión comenzaron a dispersarse y fue justo en ese momento en que fueron detenidas dos personas: Rafael Marques, al lado de un puesto de periódicos y Fábio Hideki, en las escaleras del metro.
Las dos detenciones resultan particulares. Por ejemplo, en el caso de Fábio Hideki, estudiante de la Universidad de São Paulo (USP) y sindicalista de base del SINTUSP (sindicato de la universidad), se trata de cinco acusaciones graves: asociación criminal, incitación de la violencia, resistencia a la detención, desacato a la autoridad y portación de artefacto explosivo. Su abogado, Renato Pincovai afirma que las acusaciones contra Fábio son absurdas y tienen el objetivo político de demostrar que la policía militar “encontrará” a los responsables por los destrozos del 19 de junio pasado, sin embargo, utiliza a personas inocentes como el estudiante y trabajador. “El secretario [de Seguridad Pública, Fernando Grella] está queriendo mostrar servicio por la fragilidad de él en la otra protesta que destruyó las inmediaciones de la avenida Paulista. Fábio nada tiene que ver con los crímenes imputados” declaró el abogado en luego de revisar el caso.
Es preciso señalar que Fábio ya fue trasladado a la cárcel de máxima seguridad de Tremembé, localizada a unos 147 km de São Paulo y en donde están recluidos algunos de los principales criminales de este país. Anteriormente, él estaba recluido en el Centro de Detención Provisional (CDP) de Pinheiros, sin embargo, por órdenes directas del secretario de Seguridad Pública, se llevó a cabo dicho traslado. La defensa de Hideki asegura que buscará la libertad provisional pero que si este recurso no es aceptado exigirá un habeas corpus, recurso mediante el cual se pretende evitar los arrestos y detenciones arbitrarias, asegurando los derechos básicos de las víctimas. Todo es incierto aún para poder determinar la libertad de Fábio, de quien, por cierto, hablan muy bien varios universitarios que se han manifestado a favor de él, “es una buena persona, tranquilo, él sólo vino a manifestarse como nosotros y eso no debe ser criminalizado, es muy buen compañero” afirmaron algunos conocidos en un acto por si libertad el pasado 27 de junio.
Entre las personas que han levantado la voz públicamente, en contra de la criminalización de la protesta social y a favor de la libertad de Fábio, está el padre Julio Lancelloti –conocido por su lucha a favor de las personas en situación de calle dentro de la labor de la arquidiócesis paulista- quien presenció la revisión de las pertenencias que llevó a cabo la policía en las instalaciones del metro, constatando que el sindicalista no tenía nada de explosivos, versión que contrasta con lo declarado por la policía posteriormente. El video muestra el momento de la detención y la revisión.
En posteriores actos en favor de la libertad de Fábio, el padre Julio ha hecho declaraciones a distintos medios sobre la represiva actividad de la policía militar, primero porque una de las bombas que lanzan los grupos de choque estalló cerca de él sin razón alguna y porque los propios encargados de los operativos han limitado de forma absoluta el ejercicio del derecho a la libre manifestación. Tales declaraciones le han costado amenazas directas de altos mandos de la policía militar, como ha denunciado el colectivo de Abogados Activistas.
Desde la cárcel de Tremembé, Fábio mandó recientemente algunos mensajes luego de la visita que pudo realizar su hermano: “Soy sindicalista, miembro del Consejo Director de Base del SINTUSP. No soy miembro formal de ningún partido o corriente política; no soy de la organización de ningún movimiento social; la manifestación de las calles no es un crimen; usar equipo de protección para no dispersarse en los primeros ataques de la policía no es un crimen; no tenía ningún explosivo; no soy black block; soy militante independiente de cualquier colectivo, corriente o partido, sólo del SINTUSP”.
En el caso de Rafael Marques se tiene menos claridad. El profesor universitario y ex policía militar permanece en detenido en el CDP aunque se le acusa de los mismos cinco delitos que a Fábio. No hay declaraciones de la defensa y hasta ahora no se sabe si permanecerá ahí o también será trasladado. Cabe destacar que la policía ha declarado que es uno de los primeros black blocks en ser detenido en flagrancia, sin embargo, también hay que subrayar que ni Marques ni Hideki se conocían antes de esta detención, por lo que las acusaciones de asociación criminal no están sustentadas.
A pesar de las inamovibles afirmaciones de la policía militar, hasta ahora, no ha especificado qué explosivos fueron encontrados o ha dado más detalles de las acusaciones hechas a ambos detenidos, mientras que profesores y profesoras de la USP se han manifestado en favor de la libertad de Fábio, respaldando no sólo su actividad académica y sindical sino haciendo énfasis en la solidaridad que él ha mostrado con varias causas sociales. El sector académico de esta universidad exige su liberación inmediata y cuestiona al aparato de justicia que acusa a una persona inocente de ser un criminal, sobre todo en un país que presume de tener derechos políticos.
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Fotografías de Ingrid Fadnes
Mientras Brasil comienza el juego contra Camerún, la policía impide el ejercicio de la libre manifestación política e impide las legítimas protestas contra una Copa Mundial de Fútbol a todas luces corrupta y fraudulenta. En las imágenes vemos a una joven en un acto de protesta en la avenida Paulista; detenida por la policía e intimidada con revisiones, afortunadamente fue liberada posteriormente.
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Ahora sólo faltan 3 reales
Fotografías y texto por Heriberto Paredes
Desde hace casi 9 años, el Movimiento Passe Livre (MPL) ha luchado por una concepción distinta del transporte público, para este movimiento es necesario retirar a la iniciativa privada y generar las condiciones para que sean los trabajadores los que operen y controlen este sector. Según los planteamientos de este movimiento federado es posible tener un transporte gratuito y de calidad, lo que entra en total desacuerdo con la lógica capitalista que impera en los gobiernos tanto federal como estatales de Brasil. Y del resto del mundo.
Para las ciudades la lógica del capital es la que define las estrategias bajo las cuales se regulan los servicios básicos o se mejoran, no hay una participación de la ciudadanía, ni de parte de los usuarios (que se limitan a eso, a usar) ni de parte de los trabajadores (limitados a operar la infraestructura); quienes deciden los rumbos, en este caso del transporte público, son especialistas en urbanismo, contratistas de empresas constructoras, integrantes de la burocracia gubernamental y por supuesto, grandes inversionistas.
El MPL confronta esta lógica y propone otra que nace de la participación popular, de la eliminación del capital como centro de mando. Hace un año, este movimiento logró detener un aumento de 20 centavos (suena poco aunque represente una fortuna) a través de las manifestaciones masivas que el mundo vio a través de muchas cámaras de medios independientes.
Este 19 de junio de 2014, a una semana de iniciada la Copa Mundial de Fútbol, una nueva convocatoria para salir a las calles movilizó a aproximadamente 4000 personas: #NãoVaiTerTarifa. De manera muy organizada, los contingentes -ente los cuales estaban también el Comité Popular da Copa, Territorio Livre, Luta do Transporte do Extremo Sul, algunos integrantes del pueblo guaraní y, lo que se ha denominado como Black Blocs- salieron desde la Plaza del Ciclista (avenida Paulista) y se dirigieron por pasos a desnivel y calles de diversos tamaños hasta llegar a una de las arterias principales de São Paulo: Marginal Pinheiros.
Además de la demanda de tarifa cero, se exigió la readmisión de 42 trabajadores metroviarios que fueron despedidos luego de la huelga que encabezó el Sindicato de Metroviarios de São Paulo para exigir un alza salarial. Cabe señalar que el movimiento fue reprimido en varias ocasiones y que la huelga, levantada como un gesto de voluntad al diálogo, no tuvo la misma respuesta del gobierno estatal. A partir del 11 de junio se acordó, en una asamblea del sindicato, luchar por la readmisión de estos trabajadores y muchos movimientos, entre ellos, el MPL, se sumaron a esta lucha solidariamente.
Durante toda la movilización se escuchaba la música y la alegría de la Fanfarria del Mal y las consignas de cada contingente –un ambiente que no se vivió en las recientes protestas– al llegar a punto marcado, la gente fue acomodándose para presenciar el acto que sintetiza la opinión de mucha gente sobre los torniquetes, las famosas catracas, símbolo de la imposibilidad de moverse libremente: fueron quemadas en un ritual que afirma la continuidad de la lucha.
Como la temporada lo indica, un juego de fútbol no podía faltar y de inmediato se dispusieron las líneas que definen una cancha, las porterías, los jugadores aparecieron y un torneo expreso fue motivo de aplausos y vivas en mitad de la avenida cerrada. La fiesta prometida tenía lugar como pararte de la estrategia de lucha.
Tal y como se llegó a este punto, de la misma forma los contingentes fueron retirándose, sin embargo en la última parte una serie de destrozos a comercios y establecimientos, bancos (sobre todo cajeros automáticos) y una agencia automotriz (carros incluidos) enrarecieron el ambiente. Mientras que el MPL apelaba a la retirada pacífica, las personas –no vamos a caer en la fácil salida de llamarlos Black Blocs o anarquistas– que reventaban cristales y carros comenzaron un enfrentamiento con la Policía Militar. Lo que sigue es más de lo mismo: demasiados elementos policiacos, sin distinguir entre los manifestantes a quienes se retiraban pacíficamente y quienes estaban confrontándoles, comenzaron a disparar gases lacrimógenos.
Desafortunadamente, los últimos minutos de una gran movilización terminó en la dispersión violenta, la confusión y el miedo. A continuación la crónica en imágenes.
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Desalojo de artistas, entre el fútbol y el desprecio
Por Heriberto Paredes
Fotografías de Ingrid Fadnes y Heriberto Paredes
Video de Susana Norman del Centro de Medios Libres de Guatemala
Algunos dicen que ocurrió a las 5:30, otras personas ubican el hecho a las 4:00, lo cierto es que en la madrugada no se tiene mucho registro del tiempo, sobre todo cuando se duerme luego de un día de trabajo. Por eso entre los desalojados del Laboratório Compartilhado TM-13 existe confusión sobre la hora en la que la Guardia Civil Metropolitana (GCM) llegó a el predio ocupado. Se trata de un acto violento que no tiene precedentes jurídicos, no hubo avisos previos ni algún tipo de señalamiento que indicara que los artistas moradores serían sacados del predio a patadas y jaloneos de cabello.
La legislación brasileña en São Paulo marca que durante un periodo de 48 horas inmediatamente después de una ocupación, puede llevarse a cabo su desalojo, siendo las fuerzas tácticas de la Policía Militar las que tendrían que llevarlo a cabo. En caso de que en dicho plazo esto no tenga lugar, lo que sigue es un proceso jurídico que involucra a diversas instituciones, el cual puede durar meses o años e implica el envío de avisos, la suspensión de servicios y la presentación de la policía con la orden expedida por el juez correspondiente. Nada de esto aconteció.
Diversos testimonios de habitantes del Laboratório, indican con mucha precisión que a un mes y medio de haber ocupado el local de una vieja escuela de baile, ni se presentó la policía, ni llegó aviso alguno y sin embargo la madrugada del 18 de junio, un comando de la GCM llegó acompañado de dos personas vestidas de paisano —de las que aún no se sabe su identidad—, sujetando bolsas de plástico con algo desconocido adentro. De manera simultánea, los elementos policiales entraron y sacaron a la gente en medio de la confusión.
El Laboratório Compartilhado TM-13 es una articulación entre diversas personas que, utilizando las herramientas del arte, comenzaban a construir algunas alternativas para la gente en situación de calle. No sólo para aquella que ya vivía en este sector -entre la plaza Ramos y el valle de Anhangabaú- sino para todo aquel que se acercara a los talleres y eventos organizados por la gente que participaba en el proyecto. Dicho espacio además se ocupaba en proporcionar un lugar limpio e higiénico para dichas personas, que más allá de los estigmas sociales que cargan, merecen un trato digno en tanto que seres humanos. El tema no es menor, dado que dicho un apoyo, en países como Suiza o Alemania (referentes locales del capitalismo a seguir) sucede de manera legal y con el apoyo institucional especializado. Brasil, con poca experiencia en este tema, reprime y estigmatiza en lugar de problematizar las causas y todas las implicaciones de esta situación. El desalojo de la ocupación del Laboratorio es un ejemplo claro.
Alrededor de 40 personas eran parte de los talleres y demás proyectos del Laboratório, que aunque no se trataba de una ocupación para atender una demanda de vivienda, algunas personas pernoctaban en ella, por lo que había gente durante dicha madrugada. El objetivo del local era consolidar un espacio adecuado para ofrecer alternativas culturales y artísticas –con creatividad y bajo una visión política horizontal- en una ciudad gobernada por el Partido de los Trabajadores (PT) e invadida por su «proyecto cultural». Bajo la óptica del partido dominante, las expresiones que no se adecúan a sus lineamientos ideológicos o comerciales, simplemente están fuera y son, han sido y serán reprimidos.
El desalojo al que asistimos es un hecho violento que ocurrió a tan sólo 20 metros de donde tiene lugar un conglomerado de pantallas, espectaculares y bardas metálicas que separan al Brasil del desarrollo y la fantasía del fútbol del país que no niega sus contradicciones pero trata de sobrepasarlas con alternativas y proyectos a pesar de la adversidad que significa nadar contra el gran pez. Sin que los turistas asistentes a la transmisión del partido entre Holanda y Australia percibieran algo fuera de lo “normal”, la policía militar mantenía ocupado el predio mientras algunas personas sacaban lo último de sus pertenencias e instalaban un campamento de resistencia en esta plaza. Por si fuera poco, una torrencial lluvia cayó y terminó de completar el fallido cuadro.
En el video que acompaña este texto, es posible escuchar algunos testimonios de las personas que conforman esta lucha artística y que pasaron por la penosa experiencia del desalojo. Algunos de ellos fueron agredidos físicamente, para otros bastó el shock de la confusión para colapsar, pero todos coinciden en la legitimidad de su propuesta cultural, su derecho a ocupar espacios ociosos para revitalizarlos desde una perspectiva popular y su derecho a participar política y socialmente más allá de las imposiciones gubernamentales.
Ocupando mientras el fútbol distrae
Por Heriberto Paredes
Fotografías de Ingrid Fadnes y Heriberto Paredes
No conocemos los preparativos y en esta ocasión es mejor no conocerlos, sin embargo la emoción previa a entrar se nos contagió media hora antes de llegar al lugar, justo cuando nos enteramos de que el “evento” que cubriríamos sería la ocupación de un edificio de 14 pisos, en la zona más cotizada del centro de São Paulo. Así que simplemente guardamos discreción, el Mundial había comenzado en la mañana y la faena en las calles significó gases lacrimógenos, correderas, tensión y adrenalina. La Policía Militar reprimió fuertemente las protestas y el ambiente en las calles no era el mejor para anunciar abiertamente una acción; el primer juego del evento estaba por comenzar, encabezado por la selección brasileña.
Caminamos algunas cuadras desde la avenida Paulista y llegamos a la calle Pamplona. De pronto nos encontramos en el preciso momento en que los nuevos habitantes del predio entraban acompañados de una fanfarria (la maravillosa Fanfarria del Mal) que le dio mucha festividad a este acto político y de justicia social. No había personas en las calles ni autos ni patrullas, todo mundo estaba atento al partido de fútbol. No podía ser mejor momento para entrar y ocupar.
A diferencia del tratamiento que algunos medios locales y nacionales dieron al acto, consideramos adecuado respetar lo que Andy Marshall, integrante del colectivo Androides Andróginos (organización que apoyó la acción) recalcó en entrevista para Subversiones: «lo que hemos hecho no es una invasión, es una ocupación, que significa una acto de justicia y de respuesta concreta al problema de la vivienda en esta ciudad». La periodista Regiane Teixeira, del periódico local Folha de São Paulo –por ejemplo– encabezó su artículo de esta forma: «Predio de los Jardines, a dos cuadras de la Paulista, es invadido por los sin techo» (Folha de São Paulo, 15 de junio de 2014), sin embargo en el corto espacio que le dedica a su nota, no especifica que ser invasor representa un acto delictivo, diferente a lo que la ocupación, como acto político, es ahora frente a la extendida demanda de vivienda accesible y digna para millones de personas en condiciones de extrema pobreza. De esta manera se relata el suceso y se mantiene el lenguaje acusatorio sin aportar elementos para que los lectores puedan construir su criterio.
En este gran aprendizaje que es realizar un trabajo periodístico en un país como Brasil, han sido los procesos sociales los que nos han encaminado a ser muy cuidadosos con el lenguaje usado, así que diría que lo acontecido el 12 de junio por la tarde, a la misma hora que comenzó el partido de fútbol, fue la ocupación de un edificio que llevaba abandonado más de cinco años; hay que decir, además, que los nuevos moradores son personas que no pueden pagar las altas rentas ni solventar los diversos problemas de vivienda que por aquí pululan, también algunas organizaciones artísticas que hasta este día pasaban grandes dificultades para encontrar un taller o un espacio para desarrollar sus actividades con total libertad.
El Movimento pela Moradía na Região Centro (Movimiento por la Vivienda en la Región Centro, MMCR) tiene 10 años de existencia y cuenta con cuatro ocupaciones además de ésta de la calle Pamplona. Está conformado por varios militantes originarios de otros estados, que como muchas personas, al migrar a São Paulo encuentran imposible pagar los altos precios de las rentas. Dado que existen diversos movimientos, no siempre las formas de lucha son las mismas y en varios casos existen diferentes estrategias. La generación de varios movimientos responde a esta situación, y el MMRC nace en esta coyuntura en la que se buscan los caminos para resolver una legítima demanda social de vivienda.
Este movimiento utiliza la cooperación y articulación de otras organizaciones o colectivos que no necesariamente estructuran sus actividades en la lucha por la vivienda, pero que pasan por la misma situación de precariedad. Así el colectivo de Androides Andróginos y el Movimiento Passe Livre (MPL) son dos actores fundamentales para la concreción de esta nueva ocupación; mientras que el primero se dedica a actividades artísticas, el segundo lucha por la eliminación de la tarifa de transporte público, al mismo tiempo que cuestiona el carácter público de los transportes en las ciudades.
Guilherme explica que «muchas veces, para poder realizar las ocupaciones se requiere de la ayuda de mucha gente, incluso de personas que ya viven en otras ocupaciones». Por el momento él es el coordinador –por parte del movimiento– de esta ocupación, quien continúa la explicación del contexto en el que se dan estos actos políticos. «Ahora hay varias coordinaciones de los movimientos por la vivienda, varias ocupaciones han sido realizadas en esta idea de cooperación e incluso hubo una jornada llamada ‘abril vermelho’, [abril rojo] en la que se hicieron más de 20 ocupaciones». El tema de la vivienda no es un tema menor, por el contrario, se trata de un problema cada vez más grande, sobre todo en un país en el que el acelerado desarrollo ha significado el aumento en el costo de la vida, así como del individualismo y la intolerancia, así lo afirma el padre Julio Lancelote cuando habla de las 15 mil personas que viven en las calles de esta gran ciudad.
A diferencia del modelo ocupar-presionar-conseguir casas o apartamentos, que algunos movimientos históricos usan cada vez más (Movimiento de Trabajadores Sin Techo, MTST), el MMRC tiene otro tipo de horizontes, que están más cerca de reactivar edificios o locales abandonados u ociosos. Además el cuestionamiento está en el propio modelo de casa. Por ejemplo, para Guilherme, las viviendas otorgadas por los programas gubernamentales (como Minha Casa Minha Vida) «son unos cuartos pequeños, dormitorios iguales a los que difícilmente pagaban las personas que ocupan, cuartos hechos para que la gente duerma, se levante y trabaje, dormir y trabajar y que tú seas parte de este ciclo siempre. En esta ocupación, más allá de resolver el problema de vivienda, es está dando el espacio para nuevas formas de existencia, para la existencia de proyectos nuevos, de una nueva convivencia, de una vida colectiva que ningún programa Minha Casa Minha Vida podrá dar».
En un extraordinario artículo de investigación, Passa Palavra (sitio de internet que tiene varias investigaciones y reportajes críticos con asuntos de la realidad brasileña e internacional) pone sobre la mesa un argumento que parece olvidado cuando se trata de los programas de asistencia social que el gobierno del Partido del Trabajo (PT) ha establecido en todo Brasil: al aceptar las viviendas a baja renta se genera un crecimiento en la especulación financiera en el terreno de la vivienda y al final se termina siendo un pequeño socio del capital con que se construyen estos predios. Por otro lado y siguiendo de cerca el análisis de Passa Palavra, el otro modelo que se contrapone es la ocupación-reconstrucción-vivienda a partir del cual se construyeron muchos barrios que ahora han colapsado o sobre poblado, tal vez sea una visión que no de suficientes propuestas de alternativas a estos dos caminos, sin embargo, algo se encuentra ahí para ser tomado en cuenta.
Cabe la posibilidad, reflejadas en las palabras de Guilherme pero sobre todo en las articulaciones con actores que tienen experiencias de vida política diversas, de que estas “nuevas formas de existencia y de convivencia” permitan regenerar a los propios movimientos que luchan por la vivienda, no sólo en las formas de relación –poca, mucha o nula- con las instituciones del Estado, sino en las reivindicaciones de fondo, en entender que la solución a la vivienda no se trata de cuatro paredes y un techo sino de todo un proyecto integral de vida que fortalezca la libertad, la justicia y la dignidad y que cuente con educación, salud, trabajo y buena alimentación. Si algo ha cambiado en el rostro de las personas que ahora están construyendo esta ocupación es la posibilidad de vivir una vida distinta en un barrio que está tradicionalmente destinado a la clase media alta que tiende a despreciar a los sin-algo.
Willians Luis de Oliveira, recién llegado a esta nueva ocupación de la calle Pamplona, originario de Río de Janeiro, nos recibe feliz en su nueva habitación que comparte con su compañera Rafaela Pereira. No hay mueble alguno, hay un colchón reforzado por unas cobijas, una cubeta que funciona como mesa para poner el café, varios pares de zapatos está formados en fila en una de las paredes, una tela gris hace de división entre este cuarto y uno más pequeño en donde se seca la ropa recién lavada, la luz del día se cuela por algunas ventanas ubicadas en el resto del apartamento. Tienen tan sólo dos días y están felices, tomando las cosas con calma y compartiendo el espacio con más familias y personas, pareciera ser que esto le ha dado un impulso vital luego de varios años, como dicen, “batallando por sobrevivir”.
Nuestro amigo carioca nos cuenta acerca de la vida en la calle, él pasó por ahí y decidió no seguir el camino del tráfico de drogas o de la violencia entre favelas, luego de muchos empleos ahora trabaja en la construcción y reconstrucción de casas, “cobro caro en los barrios ricos porque no me parece justo que esas personas siempre quieran pagar menos por un trabajo duro que no saben hacer, como yo estoy especializado y sé hacer mi trabajo simplemente cobro lo necesario para vivir bien. Nos deben mucho más que eso” afirma con una sonrisa y muchas lágrimas que se le escapan al pensar en las duras condiciones de vida que ha conocido.
Rafaela sonríe nerviosa, nunca antes la han entrevistado, sus palabras suenan bajo pero las dice con mucha entereza, nos cuenta que estaba viviendo en otro lugar donde no había condiciones decentes, que ahora estaba reconstruyendo su vida, sobre todo a partir de algunos problemas con drogas y de la reciente muerte de su madre. Ella al igual que otras 150 personas está en la encrucijada de tener un espacio para construir estas nuevas formas de convivencia y será parte de las discusiones en las que colectivamente se decida el futuro del predio recientemente ocupado.
El plazo de 48 horas, fijado legalmente, para ser desalojados por las fuerzas tácticas de la Guardia Civil Metropolitana ha terminado y, a pesar de las varias visitas que recibieron, los nuevos y contentos habitantes no han sido molestados, por lo que ahora comienza una nueva etapa de diligencias jurídicas para determinar la situación del predio, por ello reciben la asesoría del Colectivo de Abogados Activistas, el cual, con un año de existencia, está dando el acompañamiento necesario en el proceso. “Existe un gran problema de vivienda en una ciudad como esta, además de una situación de criminalización de las ocupaciones, por lo que es nuestra tarea acompañarles y dar los elementos legales para evitar situaciones lamentables” comentó Daniel Biral, abogado presente en el predio.
Antes de salir del edificio, algunas de las otras personas que nos encontramos en las escaleras o en otros espacios aún vacíos, nos dicen quitadas de la pena: “Deberían de ocupar un espacio aquí, necesitamos de más gente que esté dispuesta a construir proyectos de vida diferentes, sin tantos vicios generados por los partidos políticos”. Suena tentador, suena bien y algo de eso está ya aconteciendo de alguna manera.
Fútbol a toda costa
Por Heriberto Paredes y Andalucía Knoll
Fotografías de Heriberto Paredes
Días antes, la tensión se sentía en las calles, muchas personas opinaban que esta Copa era algo inusual, que no había mucha emoción y eso se notaba en las pocas banderas que se veían en las ventanas de los departamentos o en las puertas de los carros. Los propios jugadores declararon –una semana antes de la inauguración– que no había mucha motivación dentro de la selección, que en todo caso la única figura relevante que podía tener ciertos seguidores era Neymar (Estadão, 5 de junio de 2014). Así que de fiesta esto tenía poco antes y tiene poco ahora, sobre todo luego de la primera jornada en la que una movilización fue violentamente dispersada con varias cargas de la Policía Militar y otros agrupamientos.
No sólo hubo compras de tela amarilla y verde para la confección de millones de camisetas, banderas o cualquier tipo de parafernalia futbolística, también se destinaron recursos para mejorar el armamento de la policía y los cuerpos especiales que protegerán al país de su propio pueblo. Por ejemplo, se compraron 270 mil granadas de gas lacrimógeno y 263 mil cartuchos no letales conocidos como balas de goma o balas de borracha. La seguridad es un rubro en el cual se invierte mucho dinero (900 millones de dólares para este evento, según datos recopilados por Folha de São Paulo), basta revisar la estrategia conocida como «Garantía de ley y orden» en la que se explica la movilización de elementos, se crean cuerpos especiales para la gesta deportiva; una de las mayores preocupaciones es mantener el orden, sobre todo si las fracturas y desigualdades sociales intentan ser escondidas.
El día de la apertura de la Copa algunos movimientos estaban convocando a una concentración en el metro Carrão para avanzar de ahí hacia el estadio de fútbol ubicado en Itaquera. La concentración recibió varias dosis de gas lacrimógeno y la estrategia de dispersión por parte de la Guardia Civil Metropolitana y algunos elementos de las fuerzas de choque de la Policía Militar. Los manifestantes no eran muchos y no se requirió de más para dispersar esta primera protesta. Una observadora jurídica salió lesionada por los gases y fue trasladada del lugar para ser atendida.
La prensa, que recientemente tiene un atuendo más cercano a Robocop que a Kapucinsky, de pronto se quedó sin manifestantes, rodeados por la policía hasta que finalmente alguien avisó del nuevo punto en donde movimientos sociales y trabajadores (que también tenían un acto previsto) estaban reconcentrándose: las afueras del Sindicato de Metróviarios de São Paulo. Alrededor de dos mil personas se encontraban ya en la formación de contingentes, un vehículo con sonido arengaba a las organizaciones y les pedía concentrarse para poder salir, aunque la ruta original que preveía avanzar por la avenida Radial estaba cancelada por la presencia de elementos de la Policía Militar.
Al frente de la posible manifestación estaban los trabajadores del metro, quienes en días recientes llevaron a cabo una huelga y ahora habían parado para poder concentrarse en la lucha por la reintegración de los operadores despedidos durante los días de conflicto. Sin embargo, fuera de la formación y un poco más adelante estaban los integrantes del grupo Não vai ter Copa y del llamado Black Bloc. Una barricada comenzó a formarse con la participación de varios manifestantes, al fondo de una bocacalle la Policía Militar se convertía en un escudo mecánico.
Los ánimos estaban encendidos, las fuerzas del orden no permitirían que el tránsito rumbo al estadio fuera interrumpido y los manifestantes exigían su derecho a disentir contra la Copa Mundial de Fútbol. El resultado de estas dos posiciones encontradas no sería positivo, se convertiría en una demostración de fuerza que deja clara la postura del Estado brasileño: el evento internacional se llevará a cabo, con o sin la aprobación popular, lo más importante es dejar una imagen del país que se centre en el progreso, el desarrollo y la potencia que ahora representa a nivel internacional.
Sin mayor complicación las fuerzas de choque comenzaron a disparar gases lacrimógenos e hicieron retroceder a los manifestantes. Esta situación se repitió por lo menos en tres ocasiones, siendo la última las más complicada, ya que las personas intentaron entrar al edificio sindical para resguardarse. No todos fueron bienvenidos, hay que resaltar que existe una pugna entre sindicalistas y anarquistas que generó que los últimos no fueran recibidos y que incluso se les llamara infiltrados y provocadores. A veces la miopía del sindicalismo llega a grados absurdos y genera suspicacias.
No hubo marcha, las cosas terminaron ahí y el resto del tiempo sólo fueron negociaciones para impedir que la policía continuara reprimiendo. Una aparente tregua planteó la dispersión total de los manifestantes o de lo contrario tocaría a los cuerpos de seguridad «limpiar la calle que hasta entonces había sido bloqueada por causas de fuerza mayor». Buena parte de los asistentes decidieron retirarse y lo hacían en calma, sin ejercer más acción que la de caminar rumbo al metro más cercano; algunos, inclusive, al pasar frente a la policía levantaban las manos para demostrar el fin de la acción.
La policía no comprendió, dada su torpeza de origen, que era momento de frenar su ataque, por el contrario, volvió a disparar con mayor violencia. En esta ocasión algunos elementos persiguieron a civiles que corrían para protegerse y no pararon ni siquiera en el interior del metro, donde también hubo violencia por parte de quienes deberían de proteger a la población y no agredirla. A lo largo de estos acontecimientos pudimos observar que defensores de derechos humanos, monitores jurídicos, reporteros y camarógrafos, civiles, fueron agredidos con gases lacrimógenos, golpes y algunos conatos de detenciones arbitrarias.
Algunos de los encabezados de los principales periódicos nacionales fueron los siguientes: Folha de São Paulo en un pequeño espacio escribió «SP recibe la Copa con bombas, repudio a la FIFA y devoción a la selección»; Estadão simplemente limitó su encabezado principal a «Brasil favorito en la Copa» aunque en páginas interiores refrenda la posición gubernamental al resaltar las declaraciones de la presidenta Dilma, luego de las protestas en su contra durante la apertura del evento: «Eso no me enflaquece, afirma Dilma luego de las consignas en la apertura de la Copa». Nadie está hablando sobre los derechos civiles violentados en ese momento o de las inconformidades y sus razones.
En la potencia gobernada por la «izquierda», es la clase política la que aplaude la represión y la violencia contra las voces disidentes, todo sea por mostrar un país ordenado y listo para su papel en la historia contemporánea. Es la presunta izquierda la que no resuelve las demandas populares que se escuchan a gritos: vivienda, educación, salud, trabajo, alimentación, fin de la represión y la censura, fin del racismo. Si fuera tan sólo nuestra decisión, hablaríamos sólo de las cosas buenas que muchas personas nos han mostrado aquí, de la calidez de la gente, de su ímpetu para luchar día con día y resistir con dignidad, hablaríamos tal vez de la música, del baile y de la cultura, sin embargo, es el propio devenir de las contradicciones económicas y políticas el que nos obliga –por ética y por consciencia– a dar cuenta de lo que realmente acontece bajo la pantalla de la Copa Mundial de Fútbol. No callaremos.