¡Nâo vai ter copa!

La Copa Mundial de Fútbol comienza el 12 de junio próximo, hasta ahora es uno de los eventos más comentados, no por su alta calidad deportiva, tampoco por las grandes expectativas para los encuentros entre las selecciones de fútbol, este evento es mencionado, sobre todo, por la poca legitimidad que tiene al interior de la sociedad brasileña, anfitriona en esta ocasión. Mucha inconformidad, poca aceptación, grandes cuestionamientos y un número exorbitante de ganancias para las empresas involucradas en este negocio, sean constructoras o sean patrocinadores; lo importante es mantener a la población inconforme controlada y si eso no se puede por medio de métodos no violentos, la violencia será usada sin restricción, sin duda alguna.

Tal vez si este evento «deportivo» hubiera acontecido al final de la década de los sesenta, Dilma Rousseff –actual presidenta de Brasil– hubiera estado en las calles manifestando su inconformidad ante un evento que supera cualquier lógica posible, ¿destinar más dinero a la construcción de estadios, villas deportivas y demás parafernalia, que a construir hospitales, escuelas, viviendas dignas para millones? Lo que antes podría encajar perfectamente en la visión de la dictadura, hoy es parte de la lógica de gobierno, no sólo de ella, también del Partido del Trabajo (PT) el que en los últimos doce años ha consolidado a Brasil como una potencia continental y muy probablemente mundial.

La ilógica idea de mantener, a como de lugar y a cualquier costo, un evento como éste, pertenece a una visión de desarrollo que no es compartida por la mayoría de las personas. Hay dos puntos débiles: la propia idea del desarrollo es ya por sí misma un tema para discutir profundamente; en segundo lugar la falacia de la «elección» de Brasil como sede para la Copa Mundial de Fútbol, cuando en realidad fue una decisión por eliminación, ya que los otros candidatos no cumplían los criterios. Y la fiesta deportiva seguirá en el país por varios años, luego del evento de este verano vendrán los Juegos Olímpicos y más parafernalia perfeccionista del desarrollo, de la modernidad capitalista que reina aún.

Alrededor de 3000 personas se congregaron en la esquina de Consolaçâo y avenida Paulista, dos grandes arterias de Sâo Paulo. Poco a poco se conformaron las batucadas, los contingentes con grandes mantas que dejaban ver las preocupaciones más inmediatas y las que perdurarían por más tiempo: un «NO» rotundo a la Copa Mundial de Fútbol, la exigencia de más escuelas, de hospitales, de viviendas dignas para millones de familias, trabajo, educación, transporte público gratuito. Una gran calavera vestida con el uniforme de la selección brasileña de fútbol paseaba entre la gente, bailaba mientras sostenía el galardón de oro que se entrega al final de esta fiesta «deportiva».

La policía, gris y sin gestos en los rostros, hacía acto de presencia y ocupaba las posiciones clásicas para control del orden social en manifestaciones de «grupos peligrosos». Todo marcha conforme al ritual, existe un ambiente particularmente festivo, que en México –mi país de origen– se ha perdido gracias a la ola represiva que ha azotado las manifestaciones en los últimos dos años. Aquí los tambores suenan en cada rincón de la manifestación, la gente canta en coros que dan ánimo y fuerza para manifestarse, oscurece; la marcha comienza alrededor de las 20:00 hrs.

Hago un recorrido por toda la marcha y entre los primeros contingentes me encuentro con Noé, amigo y compañero de trabajo; decidimos dar una vuelta por los contingentes de las diferentes organizaciones que se están manifestando, avanzamos a mediana velocidad, saludamos a algunas personas que hemos conocido antes, alcanzamos a ver el final del bloque e intentamos alcanzar el frente lo antes posible para tener una visión más completa, pero no lo logramos debido a que escuchamos una detonación de gas lacrimógeno y la gente que estaba en el frente comienza a correr en sentido contrario.

Sólo han transcurrido 20 minutos y la policía ya dispara «armas no letales» contra los manifestantes. Días después nos enteraremos de que, al parecer, una persona infiltrada estalló un explosivo para provocar y justificar la acción policiaca, explicación que es muy viable, tomando en cuenta la gran cantidad de policías vestidos de paisano que deambulaban entre los contingentes.

Fieles asistentes a manifestaciones, aquí tratamos de vislumbrar un poco la estrategia de la policía brasileña, sus experimentos, las cosas que intentarán en las protestas que vienen y que serán uno de los rostros de la gesta deportiva. La policía aquí no es como la mexicana; y no hablo sólo del salto cualitativo entre los comecarnitas conacionales y los más altos y más fornidos brasileños, hablo de la discreción con la que ejercen la violencia. Primero actúan los elementos de la Guardia Civil Metropolitana (vestidos de gris con chalecos amarillos y casquitos blancos), ellos disparan un poco, tienen algunos grupos con escudos y se encargan de romper la manifestación. Luego vienen los de la policía militar, gente más grande aún, con otro entrenamiento y bajo las órdenes de un mando distinto; estos últimos usan un uniforme camuflado entres negros y grises y viajan en camionetas que serán las julias de la velada.

Todo parece muy confuso, la gente no sabe hacia dónde dirigirse; luego de los primeros actos de violencia cometidos por la policía, en cada lugar en donde nos tratamos de refugiar surgen contingentes de policías. Estamos rodeados en un radio amplio pero poco a poco van cerrando la pinza. Al final podemos mantenernos con relativa estabilidad en una zona a la que conseguimos llegar y donde hay mucha gente. En esta jornada de manifestaciones a nivel nacional e internacional, el saldo en Sâo Paulo es de 20 detenidos, de los cuales no conseguimos saber nada más después, pero que corresponden a detenidos de otras manifestaciones que ocurrieron simultáneamente.

Como grita un manifestante –que curiosamente porta una camiseta roja con un corazón amarillo y las letras CH, signo inequívoco de que conoce a Chespirito, o como se dice aquí, Seu Madruga– mientras da auxilio a una chica asfixiada por los gases: «Este es el rostro del país que va a recibir a la Copa, este es el retrato de los cobardes y los corruptos…». Este es el rostro que miran muchas personas, el de un país gobernado por un partido que se dice de izquierda y que opta por la vía capitalista para el desarrollo en lugar de transformar las cosas al interior y luchar contra la desigualdad social. No quiero ni pensar que Brasil gane el Mundial, la sociedad puede estallar en una polarización sin precedentes.