El domingo 2 de marzo de 2014, diversos grupos de la sociedad civil llevaron a cabo una jornada cultural contra la Autopista Urbana Oriente, que atravesará las delegaciones de Xochimilco, Iztapalapa e Iztacalco, en un trazo de 14.5 kilómetros sobre el actual periférico. Este «segundo piso» a cargo del consorcio Cemex-Ascendi-GAMI, tendrá una cuota estimada de 26 pesos y –al igual que la polémica Supervía Poniente– traerá consecuencias nefastas para los barrios populares y el medio ambiente.
El evento al que asistieron alrededor de 50 personas, se realizó frente al mercado de Constituyentes de 1917, en Iztapalapa, en un espacio público pronto a desaparecer bajo toneladas de concreto y puentes vehiculares. Tras una lectura de poesía por parte de un joven de la colonia vecina, el grupo de danza Ameyaltzin —que ocupa este espacio una vez a la semana– realizó una conmovedora ceremonia ritual que concluyó con palabras de aliento. “No podemos defender este valle si no conocemos nuestras raíces», puntualizó una danzante. En este sentido, vecinos del pueblo de San Gregorio Atlapulco, en la delegación Xochimilco, manifestaron la necesidad de unir esfuerzos para frenar este proyecto que afectará toda la zona.
En entrevista para Subversiones, el biólogo Fernándo Córdova Tapia, quién coordinó un análisis sobre la manifestación de impacto ambiental (MIA) de esta obra, aseguró que el gobierno intenta dividir a la opinión pública ofreciendo estudios parciales que impiden ver el conjunto de las afectaciones. El integrante la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS) recalcó la falta de independencia del organismo que presenta la MIA y sugirió que la mega-obra, lejos de proyectarnos hacia la modernidad, nos estaría llevando «cuarenta años atrás”. Sin duda, la destrucción de los espacios públicos y el privilegio acordado al transporte privado responden a una visión arcaica del urbanismo.
Por su parte, Juan José Lizaola del colectivo Gavilán, recordó que además de la devastación ambiental, la obra amenaza con desplazar un número aún desconocido de habitantes. Ante la falta de información, dijo, se han realizado cinco asambleas vecinales tendientes a unificar la lucha de los barrios afectados. Según este vecino de la colonia Constitución de 1917, puesto que la autopista responde a un «capricho» del Gobierno del Distrito Federal, es urgente exigir una consulta pública amplia e informada. Al igual que la mayoría de quienes tomaron públicamente la palabra, Lizaola estima que la autopista no contempla el bienestar de los habitantes de esta zona empobrecida. Por lo contrario, se trata de facilitar el flujo de mercancías y de gente rica proveniente de Puebla, haciéndolos pasar literalmente «por encima» de la gente.
Ante la imposición de este estúpido proyecto carretero, domina el sentimiento de rabia y la voluntad de recuperar el esplendor de la Cuenca de México. Aunque aún son pocas las personas que conocen y entienden las implicaciones de la autopista, todavía se está a tiempo de construir propuestas alternativas para mejorar la movilidad y la calidad de vida de los habitantes del oriente de la ciudad. Es cuestión de romper el cerco informativo y de multiplicar este tipo de iniciativas político-culturales.
Para mayor información sobre las próximas actividades, puedes consultar la página de Facebook: Supervía Oriente No Pasará.