Una ZAD contra el aeropuerto

Nantes, FRANCIA – En la zona donde se planea la construcción de un aeropuerto internacional, mejor conocida como la ZAD, la Zona A Defender (Zone à Défendre) y ubicada en las tierras del pequeño municipio de Notre-Dame-des-Landes, no sólo se vive la represión y la violencia contra las y los que cada día resisten al proyecto. Desde hace cinco años, decenas de personas han venido llegando de todas la regiones del país para ocupar los terrenos amenazados. Poco a poco, los nuevos habitantes, junto con los que ya estaban presentes, están aprendiendo a vivir en la localidad. Su organización y sus esfuerzos cotidianos hicieron de la zona un lugar de esperanza y de creación de alternativas.

La ‘Zona A Defender’ : un tesoro de la naturaleza para proteger

Unos kilómetros al norte de Nantes, saliendo de la ciudad por la ruta que conduce a Notre-Dame-des-Landes, se descubre un paisaje distinto a la zona urbana vecina. Bosques y campos van mezclándose para formar pequeñas parcelas irregulares separadas entre sí por setos vivos y árboles que bordean los caminos. El llamado bocage es un paisaje típico de las regiones atlánticas húmedas de Europa. A diferencia de los campos abiertos, presenta una gran diversidad ecológica y es hábitat de numerosas especies de flora y fauna que forman verdaderos corredores biológicos. También permite retener el agua y ofrece mayor resistencia a la erosión de los suelos. Las cortinas de árboles protegen de los vientos y del exceso de sol en verano.

Sin embargo, esa forma de organización del territorio ha sido paulatinamente destruida por la agricultura extensiva que contrasta con las formas tradicionales de agricultura campesina. Las consecuencias no son menores: en los últimos años se ha observado un deterioro de las condiciones climáticas en regiones donde el bocage ha sido destruido, a tal grado que en algunas regiones francesas, las autoridades locales están empezando a subvencionar su restauración para recuperar sus ecosistemas perdidos.

Los promotores del nuevo aeropuerto de Nantes, que destruiría cerca de 2,000 hectáreas de bocage, no parecen tan preocupados por la problemática ambiental. En cambio, basta mirar las pancartas que colocaron en la carretera los habitantes de la zona, para darse cuenta de que los vecinos no comparten la visión desarrollista del gobierno francés.

Los zadistas: nuevos pobladores para una nueva etapa de lucha

Desde 2009, aproximadamente 200 personas originarias de todas las regiones de Francia han venido llegando, solas o en grupo, para ocupar el área amenazada por el proyecto aeroportuario. Se instalaron en las pocas casas que no habían sido destruidas después de la expropiación de los antiguos dueños, o en las cabañas y caravanas que han florecido entre los campos y los arboles. Obviamente, las condiciones no son lujosas: la mayoría de los habitantes tiene muy poco dinero y las habitaciones son humildes. Aunque casi todas tienen electricidad y agua potable, pocas disponen de agua caliente para bañarse y sólo algunas cuentan con calefacción. El invierno es frio y lluvioso, lo que complica la vida cotidiana. A pesar de las rudas condiciones, los zadistas han aprendido a conocerse, a vivir juntos y con alegría.

Estos nuevos pobladores no llegaron a Notre-Dame-des-Landes de la nada; lo hicieron en respuesta al llamado que lanzó la población local en su desesperada resistencia contra los ataques de los políticos y de los empresarios. Desde los años setenta, cuando se anunció el proyecto aeroportuario, los campesinos del pueblo defendieron sus terrenos mediante la creación de «grupos agrícolas de explotación común» (GAEC) que les permitieron colectivizar sus medios de producción y ampliar el área agrícola. La resistencia fue tan efectiva que la idea del aeropuerto cayó en el olvido hasta principios del nuevo milenio, cuando el “socialista” Jean-Marc Ayrault y sus colegas decidieron retomar las sendas del «desarrollo». Con un tejido social mermado por el éxodo de los campesinos hacia la ciudad y por el envejecimiento de la población, contando con nuevos agro-industriales favorables al proyecto de Estado, los opositores se vieron en la necesidad de renovar sus espacios de organización y resistencia. De ahí nació la Asociación Ciudadana Intercomunal de Poblaciones Afectada por el Proyecto (ACIPA). Apoyada por otras asociaciones de oposición, la ACIPA solicitó un debate público, el cual logró en el 2003. Fue uno de los primeros debates públicos nacionales, pero también un golpe fuerte para las y los opositores al proyecto: después de seis meses de consultas y a pesar de la hostilidad masiva al proyecto, las autoridades concluyeron que era necesario un aeropuerto en Notre-Dame-des-Landes. El 13 de abril de 2007, la Comisión de encuestas que había sido creada en el otoño del 2006 emitió un aviso favorable y el 9 de febrero de 2008, el Consejo de Estado reconoció la «utilidad pública» del proyecto. Frente a la emergencia de la situación, la ACIPA lanzó un llamado a ocupar las casas.

¿Porqué condenar estos territorios fértiles para construir un aeropuerto cuando la ciudad de Nantes ya tiene uno? ¿Cómo puede ser que un proyecto que planea destruir 2 000 hectáreas de tierras agrícolas y decenas de especies protegidas, sea promovido como un proyecto de “Alta Calidad Ambiental”? Frente a los absurdos argumentos de los promotores, decenas de personas acudieron al llamado.

Ahora bien, con la ocupación de la ZAD, no sólo se pretende frenar la construcción del aeropuerto:

“Nuestros deseos, al venir a habitar la zona, son múltiples: habitar un territorio en lucha, lo que nos permite estar cerca de las personas que se oponen a ello desde hace 40 años y poder actuar en tiempos de obras; disfrutar de los espacios dejados en el abandono para aprender a vivir juntos, a cultivar la tierra, a ser más autónomos frente al sistema capitalista” —explican los zadistas en su página oficial.

Experimentando la autogestión y la autonomía

La ZAD no es un pueblito. Aquí, el hábitat es disperso: varios kilómetros pueden separar cada lugar de vida. Sin embargo, la organización es pensada de manera colectiva, a distintas escalas: la de las «casas» y la de la zona entera. Cada casa, donde pueden vivir más de 10 personas, es libre de elegir su funcionamiento interno. En esta escala, los espacios comunes como las cocinas y los baños son de todas y todos, la comida se comparte. Para poder moverse, también se hace uso común de carros, camionetas y camiones; así como de bicicletas. La coordinación entre estas pequeñas células se hace mediante la organización de reuniones semanales, donde se toman las decisiones a nivel zona. Con esa forma de manejarse, los habitantes van experimentando los principios de la democracia directa.

Además, una diversidad de saberes se transmiten entre los zadistas en distintos espacios que han ido tomando vida. Este es el caso de un taller de costura que nació hace poco tiempo en una de las casas ocupadas. El taller se abre los martes para quien quiera aprender y todos los demás días para quienes ya saben utilizar las maquinas de coser. La comunicación tiene un papel importante en la vida del área. El semanal Zad News difunde noticias y avisos sobre la región y la organización colectiva. La Radio Klaxon —“manejada por piratas que nunca habían hecho radio”, como reza su lema—, emite de manera diaria con su transmisor de 10 watts. Con ella, salen al aire programas comprometidos con la resistencia contra del aeropuerto y de otras luchas que existen en el Francia como en el mundo.

“Siembra tu ZAD”: ocupar, cultivar, resistir

El hecho de que la mayoría de los nuevos habitantes no venga de familias campesinas no impide que la relación con la naturaleza y la producción agrícola tengan una importancia central. Yendo de la mano con algunos campesinos de la región y bajo el nombre “Siembra tu ZAD”, se impulsó una asamblea para organizar los cultivos colectivos y la producción de semillas.

Hoy existen varios proyectos de cultivo de hortalizas, cereales, de cría de vacas, cabras y otros animales que ocupan las tierras y permiten también la producción local de pan y queso. Estos productos satisfacen una parte de la necesidades alimentarias de los habitantes y los excedentes son vendidos cada viernes en el irónicamente bautizado “No-mercado” de la ZAD. Todos estos productos son comprados a “precio libre”: cada quién da lo que puede dar para acceder a los bienes. Los beneficios que resultan de las ventas no se quedan en los bolsillos de los productores, sino que son dirigidos hacia la caja común de “Siembra tu ZAD” para fortalecer los proyectos existentes e impulsar nuevas iniciativas agrícolas. Una parte también va a la caja de la Comisión legal de la zona, para apoyar a los que tienen problemas judiciales vinculados con su presencia en la lucha.

A través de esa estructura, las y los habitantes demuestran la posibilidad de crear alternativas frente al proyecto de la transnacional Vinci. “Hacemos fértil lo que quieren hacer estéril, esa es nuestra fuerza”, es uno de sus lemas. Con ello, van construyendo un futuro distinto a las lógicas impuestas por el concepto de desarrollo de los mercados capitalistas. Un porvenir en el que cada quién pueda tener poder sobre su alimentación, elegir qué comer y cómo producir sin ser dependientes de la comida-basura que está inundando los supermercados. No es una tarea fácil. Como ya lo hemos visto, las y los que actualmente habitan la zona, en su mayoría no son campesinos: todo lo que están haciendo, lo tuvieron que aprender partiendo casi de cero.

La participación de algunos agricultores locales representa un gran apoyo pero también supone muchos aprendizajes. «El encuentro [de los agricultores] con nosotros fue bastante complicado”, me confió un zadista. “Para ellos, el proyecto ha implicado muchas cosas nuevas. Por ejemplo, cuando empezamos, llegaron con sus proyectos de cría de animales, pero de los zadistas muchos somos vegetarianos, no comemos carne sino verduras. Y de hortalizas y esas cosas no sabían mucho al principio. Tuvimos que intercambiar mucho para entendernos y empezar a aprender juntos”.

Construir otro mundo no es una tarea fácil, pero las cosas van avanzando

En realidad, desde sus principios, las y los ocupantes de la ZAD tuvieron que enfrentarse con varias dificultades, muchas de las cuales no han sido resueltas.

Primero, los zadistas no son dueños de los terrenos en los que están viviendo, los están ocupando sin permiso, por lo que los actos de represión y la persecución policíaca son frecuentes. En octubre del 2012, más de mil policías antidisturbios invadieron el área en un operativo que duró varias semanas.

Además, entre los rebeldes también existen tensiones. Como en todas las esferas de la sociedad, las relaciones entre hombres y mujeres se complican al reproducir formas de violencia de género:

“En los primeros tiempos, hubo muchos casos de agresiones hacia mujeres. Por ejemplo, llegaban unas compas solitas acá, y les agredían sexualmente. Supimos de casos de chicas que no conocían a nadie y cuando les pasó, no supieron a quien acudir y se fueron así sin más” —me contaba una zadista.

Ante a esa situación, un grupo de reflexión fue creado por mujeres. También fueron tomadas decisiones para intentar acabar con esta situación: “Hasta expulsamos varios hombres agresores de la zona”, precisó. Sin embargo, la violencia física no es la única expresión de la violencia ejercida por el sistema machista y patriarcal vigente. “Cuando llegó la represión, se armaron varios grupos, de defensa legal, de atención médica… y rápido nos dimos cuenta de que dentro de ellos, estábamos casi puras mujeres, como sí sólo nosotras tuviéramos que encargarnos de cuidar a los demás”. Estas características más discretas de las diferencias socialmente construidas entre los roles de hombres y mujeres también han sido objeto de reflexión. Aunque no es fácil transformar estas actitudes, sí se pueden observar los cambios en algunos aspectos en la vida de los habitantes. En la ZAD, las mujeres conducen camiones y usan herramientas tradicionalmente reservados a los hombres. A la inversa, varios hombres participan en el taller de costura y saben manejar las máquinas tan bien como lo hacen sus compañeras.

El tema de las relaciones entre zadistas y habitantes del municipio de Notre-Dame-des-Landes también es complejo. Aunque las y los nuevos pobladores hayan llegado después de un llamado por parte de la ACIPA, no siempre se han logrado tomar acuerdos y adoptar posiciones comunes. “Los miembros de la ACIPA tienden a ser muy legalistas”, me contaron en la ZAD. “Por lo general quieren luchar quedándose en al marco de la ley y privilegiando el dialogo con las instituciones, y eso crea a veces desacuerdos con la visión de muchos zadistas que tienden a optar por la acción directa. Sin embargo, en la ACIPA a veces han reconocido la utilidad de nuestro posicionamiento. Por ejemplo, en los últimos meses, se organizaron varios sabotajes para impedir el desplazamiento de especies protegidas fuera de la ZAD. Una empresa construía estanques en zonas cercanas a la ZAD para trasladar a los animales, y sistemáticamente armamos grupos para destruirlas. En la ACIPA, tuvieron que reconocer que había funcionado, más que el dialogo con el que siempre terminamos por ser engañados”.

Tejiendo Redes entre la ZAD y demás luchas en el Mundo

Si bien, poco a poco, se está fortaleciendo la resistencia a nivel local en el territorio de Notre-Dame-des-landes, la ZAD también va construyendo más vínculos de solidaridad con otras luchas del país y del planeta. El caso del movimiento NO TAV en Italia es ejemplar, pero en las discusiones, se habla de muchos más. De hecho, la resistencia mexicana de Atenco es una referencia muy importante. Esos vínculos son lógicos en una época en la que los mega-proyectos se van multiplicando alrededor del mundo, como producto de un sistema global. En este contexto, la lucha zadista es una esperanza para todas y todos los que resisten; es también un llamado hacia afuera:

“La ZAD no soló está peleando en contra de proyectos inútiles, sino también en contra de la expansión de una cierta relación a la naturaleza que usa la tierra según los beneficios que pueden obtener de ella (…) A partir de eso, cada quien puede sembrar su ZAD, dentro de su trabajo como en el Val de Sousa, pues no pertenece a nadie, ni a los eco-decrecientes ni a los campesinos enojados, es de tod@s”.

Respecto a las amenazas de desalojo, los zadistas ya advirtieron que están listos para resistir con el apoyo de las cada vez más personas y colectivos solidarios con su lucha. Así lo advierten: “Si vienen a desalojarnos, de nuevo vamos a resistir, a reocupar y reconstruir, con las decenas de miles de personas que ya se han aliado a los vecinos y campesinas de la ZAD. Lanzamos desde hoy mismo una invitación a organizarse para bloquear la región y ocupar centros de poder por toda Francia y las representaciones diplomáticas, o lo que sea, en el resto del mundo en caso de una nueva gran operación policial. A VINCI, Auxiette, Ayrault y demás dirigentes, decimos: ¡fuera! ¡Vivan las ZAD!” (en línea).