Sirva de préstamo el título de la bienamada novelita de José Emilio Pacheco para hacer referencia a otro tipo de agridulces batallas: las acciones y reflexiones que, hace ya varios años, emprenden sin reposo el pueblo wixárika en su conjunto, sus autoridades tradicionales, y un significativo y respetable grupo de científicos, juristas, artistas, activistas y amigos del citado pueblo indígena, del desierto de Wirikuta, o de los dos.
«Las batallas en el desierto», por Hermann Bellinghausen
A propósito de Las batallas en el desierto, vale la pena detenernos en el reciente anuncio del Consejo Regional Wixárika que da eco a la noticia de la suspensión de cuarenta concesiones mineras sobre el sitio sagrado de Wirikuta, lo cual, sienta un precedente histórico para la lucha de los pueblos indígenas por el reconocimiento de sus derechos y su cultura, ya que dicha resolución se da sobre la base del reconocimiento que hace el Poder Judicial del derecho territorial que el pueblo wixárika (huichol) tiene sobre Wirikuta.
La suspensión otorgada por el Poder Judicial frena cuarenta concesiones mineras en manos de la transnacional Revolution Resources y del Grupo Minero Frisco, que se suman a las treinta y ocho concesiones suspendidas en febrero de 2012 a la empresa canadiense First Majestic Silver. Ello es un paso decisivo que coloca al pueblo wixárika frente a la posibilidad tangible de lograr la cancelación definitiva de las setenta y ocho concesiones mineras en dicho territorio que en su totalidad abarca 140 mil 211 hectáreas ubicadas en el desierto de Real de Catorce en el estado de San Luis Potosí.
Lo que se anuncia es la batalla final y, si bien el título puede sonar a ficción gringa, hay que aclarar que en la lucha por Wirikuta la ficción no existe. Lo que hay es un proceso sóplido de defensa, sostenido desde la espiritualidad y la organización social donde confluyen intelectuales, científicos, juristas, artistas, colectivos, organizaciones y miembros de la sociedad civil que se han encontrado con el pueblo wixárika y con las comunidades mestizas del desierto, reconociendo la importancia y trascendencia histórica de esta lucha.
La lucha es por la vida, advierten los wixaritari. Wirikuta es simbólica, no sólo por ser un pilar del universo, según la cosmovisión wixárika; Wirikuta es simbólica porque en ella podemos encontrar la historia de devastación y de la violencia social ejercida desde el mismo Estado que marca a todo el territorio nacional; y porque en ella también podemos hallar certezas de vida.
Migración, pobreza, marginación, desplazamiento, contaminación ambiental, hostigamiento, negación a los derechos humanos. Todo ello es lo que enfrentan las comunidades mestizas y campesinas que habitan el desierto de Wirikuta, quienes sufren de la agresión directa de un Estado que no acaba de reconocer que abrir las puertas a la minería en zona sagrada es un acto genocida.
La argumentación científica y legal está dada: si el Gobierno Federal lo permitiera, la minería sembraría una bomba en dicho territorio, y sólo sería cuestión de tiempo para que la actividad minera terminara con los mantos acuíferos (principal fuente de agua en la región) y provocara una destrucción ambiental sin precedentes, así como el envenenamiento de los pobladores ocasionado por el uso del cianuro empleado en el proceso de separación del mineral.
Según Carlos Chávez, presidente de la Asociación Jalisciense en Apoyo a Grupos Indígenas (AJAGI), Enrique Peña Nieto está heredando una decisión que quedó trunca en la pasada administración panista: ordenar la cancelación de todas las concesiones mineras en zona sagrada o simplemente decidir “pasar a la historia como el mandatario que ordeno la destrucción de Wirikuta”.
La decisión no debería ser tan difícil: envenenar y desplazar a los pobladores de toda una región y a la par de ello asesinar a una cultura milenaria, o bien, respetar la vida. Ni el oro, ni la plata, ni todo los minerales juntos podrían pagar los daños que la minería en Wirikuta heredaría para la historia de la humanidad.
La defensa de Wirikuta es una lucha que nos traslada a los tiempos primigenios; esos tiempos que señalan los relatos de los wixaritari (huicholes) donde todo era oscuridad, hasta que Kauyumari levantó al sol con sus cuernos en el Cerro del Quemado, para darle paso a la vida.
Hoy regresamos al área de incertidumbre que existe en la amenaza latente al retorno a la oscuridad, no sólo es la vida de todo un pueblo, es la vida del planeta la que se encuentra emplazada, son los derechos humanos que reiteradamente son violados, es la violencia y el acoso a los pueblos que luchan por tener una vida digna.
Es la batalla final del sol que resiste el embate de la serpiente en su deseo de oscuridad, es la lucha por la vida.
Referencias:
- Hermann Bellinghausen (5 de agosto de 2013). «Las batallas en el desierto». La Jornada.
- La Redacción / Proceso (12 de septiembre de 2013). «Justicia federal frena proyectos mineros en territorio sagrado de Wirikuta». Proceso.