Cristian y María: el día que los conocí

Por Semilla Libertaria

La sensación que tuve el día que conocí a Cristian Fajardo y Maria Peralta fue de mucha empatía. Ambos, en sus distintas formas y desde su distinta condición de género, aportan a un proyecto común: la reconstrucción de Nicaragua. En palabras del mismo Cristian “tendría que emerger  necesariamente desde el pueblo y para el pueblo”, quizás por eso nos encontramos en Monimbó, al que muchos llaman “El corazón de Nicaragua”.

El ambiente era festivo. Había música, había vida, había esperanza, todas mezcladas con la tensión del momento. El gobierno había venido arrasando desde hace varios días con las barricadas. Los pobladores sabían que no faltaba mucho para que Daniel Ortega tratara de desmantelar la resistencia de Monimbó.

Mientras platicábamos, pude percibir que Cristian, aunque convencido de su lucha, también temía por su vida. Lo supe cuando me platicaba el caso de un policía que fue torturado por otros policías, en eso sonó un mortero, él tuvo un sobresalto que trato de disimular bien. En el fondo sabía que esta lucha no tenia garantías de nada, ni para él, ni para su compañera. Que muchos de los desaparecidos los encontrarían muertos o torturados en El Chipote. “Por eso ando huyendo, por que están agarrando a los líderes, así como Medardo que lo agarraron en el aeropuerto”, me comentó.

A María le toco ver de cerca la crudeza de la resistencia. Ella aclara que no es un combate «por que esto es una lucha desigual, si fuese un combate ambos [bandos] tendríamos armas” . Tiene razón. Hay una saña desproporcionada y un coraje gubernamental contra la población y detrás de eso un miedo enorme a una sociedad que se indigna, se organiza y se levanta, una sociedad que dice “Hoy es un buen día para morir”.

Mientras escribía este texto, Cristian y María fueron detenidos bajo el cargo de terrorismo. Sin ninguna garantía, a la deriva de un gobierno aferrado al poder que insiste en entrevista a un medio de comunicación estadounidense que no hay nicaragüenses muertos, que no hay represión y tortura.

Nos toca ser solidarios con el pueblo de Nicaragua, pues como decía Gioconda Belli  «la solidaridad es la ternura de los pueblos.»