«Las ciencias frente al muro». De la militarización de las investigaciones a la posibilidad de una «ciencia compa»

Fotografías: RadioZapatista
Audios: CIDECI – RadioZapatista

Cuatro días de trabajo, cincuenta ponentes, más de treinta horas de charlas sobre los más diversos temas de los más diversos campos científicos. “¿Y eso por qué?”, pregunta el taxista que nos lleva al Centro Indígena de Capacitación Integral (CIDECI) de San Cristóbal de Las Casas, en la mañana del segundo día del encuentro “L@s zapatistas y las ConCiencias. Las ciencias frente al muro”.

Ojalá que al chofer le haya dado curiosidad, y se haya sintonizado en la frecuencia de “Radio ConCiencia” que, del 26 al 30 del pasado diciembre, estuvo transmitiendo en vivo las intervenciones de los y las estudiosas. Ojalá lo haya hecho porque, entre las varias ponencias, hubo una que iba a contestar su pregunta.

Era la lectura de la doctora Fabiola Méndez Arriaga, titulada “La ciencia y la tecnología según el brazo armado del capitalismo versus la otra ciencia” y su argumento central era que “existen evidencias y signos claros de que el vinculo estratégico gobierno-empresa-militares-academia es en México una realidad cada vez mas cercana”. En otras palabras, la ciencia, en México, se usa cada día más para desarrollar tecnología bélica con finalidades agresivas y/o represivas.

Y no, no es un delirio paranoico-otromundoposibilista, y tampoco es “retórica desde abajo”. Es, más bien, la “forma de cómo siguió creciendo la cabeza represiva de la hidra capitalista, metiéndose hasta la cocina de los laboratorios de ciencias experimentales de las instituciones y centros de investigación públicos y privados del país”. Por eso también se organizó este encuentro; para buscar, de forma colectiva, la manera de resistir a la embestida de la violencia económica impuesta por el capitalismo y de la violencia física perpetrada por sus sicarios.

La injerecia del sector militar en la investigación científica no es un riesgo, si no una realidad, dijo la doctora Méndez, y la actual repartición de los fondos en México lo demuestra.

Por un lado, se dice que «no hay estadísticas que hagan concordar las cifras, cuando se habla de los presupuestos destinados a las actividades de ciencias e investigación”, mientras que, por el otro, se sabe que “el presupuesto de egreso de la Federación que se asigna al Programa de Ciencia, Tecnología e Innovación, no sólo lo recibe el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), sino que se reparte también ente otros sectores y secretarías”, entre ellas, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), la Secretaría de Comunicación y Transporte (SCT), la Secretaría del Medioambiente y Recursos Naturales (Semarnat), pero también la Secretaría de la Marina Armada de México (Semar), la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Secretaría de Gobernación (Segob).

Esta cercanía entre Conacyt y armada mexicana, según la doctora, se remonta al 2001, durante el sexenio de Vicente Fox, cuando se firmó un fideicomiso ente la Semar y el Conacyt, denominado Fondo Sectorial de Investigación y Desarrollo en Ciencias Navales y se creó el Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Armada de México (Inidatem), con sede en Veracruz.

Sin embargo, es hasta el primer año de gobierno de Peña Nieto que, en el “objetivo 3” del Plan Nacional de Desarrollo —que a la letra dice: “hacer del desarrollo científico, tecnológico y de la innovación, pilares del progreso económico y social sostenible”—, se reconoció de forma literal la inclusión de las fuerzas armadas y navales como actores y colaboradores dentro de las actividades científicas y de investigación del país.

En el documento se trazan una serie de objetivos y líneas de acción para las Fuerzas Armadas: fortalecer el sistema de inteligencia militar, la investigación y el desarrollo tecnológico, la doctrina militar y la calidad de la vida del personal militar; impulsar las actividades de investigación sobre el arte y la ciencia de la guerra; fortalecer la investigación tecnológica, desarrollar y modernizar la producción y material de guerra, vehículos blindados y equipo; optimizar las becas nacionales y en el extranjero para la formación profesional, la capacitación y adiestramiento militar del ejercito y fuerzas armadas y ampliar la cobertura de programas de eventos e intercambios académicos, científicos y culturales, con instituciones educativas nacionales y extranjeras, publicas y privadas.

Así, según los planes del ejecutivo de Peña Nieto, en 2013 entró en función el Centro de Investigación del Ejército y Fuerza Aéreas Mexicanos (Cidefam) y se creó, en la oficina de la Presidencia, la Coordinación de Ciencia, Tecnología e Investigación, lanzando varias convocatorias para el desarrollo de proyectos científicos entre Semar, Sedena y Conacyt. Ahí se firmaron nuevos convenios entre estas instituciones, haciendo explícito el compromiso de impulsar las cuatro áreas estratégicas del sistema de telecomunicaciones; desarrollo de hardware y software especializados; sistemas de vigilancia; proyectos en materia de seguridad nacional.

Un año después, en 2014, se creó también el Instituto de Investigaciones Estratégicas de la Armada de México (Iininvestam), con el objetivo principal de “realizar y/o guiar objetivamente los proyectos de investigación en los temas de defensa y seguridad nacional, que sirvan de apoyo a la toma de decisiones del alto mando y del mando supremo”.

Ya en 2016, se conformó un grupo de enfoque con la presencia de tres instituciones de educación superior y centros de investigación, cuyos posgrados se alinean a las necesidades de formación de capacidades tecnológicas de la policía federal. “De momento”, señala Méndez, “se han enviado cinco propuestas de investigación, resultando dos pertinentes y una aprobada, sin que sea publico el contenido de dichos proyectos”.

Esta creciente tendencia de apoyo político y económico a la investigación militar en México se consolidó, finalmente, en diciembre de 2017 cuando, paralelamente a la presentación a la Cámara de Diputados de la nefasta iniciativa de Ley de Seguridad Interior, se hicieron públicos algunos resultados de los apoyos económicos al sector militar. Estos, en palabras del director del Cidefam, “pasaron del 0.39 al 0.50 del PIB nacional”, lo que demuestra, según Méndez, que

lo que está por venir, será la consolidación de consorcios empresariales, militares y académicos, tal como ya lo empiezan a sugerir capitalistas bélicos internacionales con experiencia en la materia, buscando presionar para crear las condiciones necesarias que logren la otorgación de créditos y compensaciones a las empresas, para que impulsen la industria militar con proveedores interesados, nacionales o extranjeros, que establezcan contratos con compañías mexicanas para el subministro de partes o componentes, o para que se involucren en el desarrollo de tecnología específica. Dichos créditos, en el peor de los casos, serán devueltos con los mismos productos de la investigación, es decir con armamentos.

No es muy romántica, la doctora Méndez. Como científica que es, invita a ser objetivos, y a reconocer la obviedad de los temas de interés que motivan al personal de las Fuerzas Armadas. Los científicos saben bien, en su opinión, que estos intereses incluyen simuladores tácticos de entrenamiento de navegación y misiones aéreas para aviones caza y helicópteros cougar, campos virtuales de control de tiro, sistemas de vigilancia aérea, terrestre y marítima y desarrollo en ingeniería y mejora de armas. También los científicos saben que, dentro de los desarrollos tecnológicos ya alcanzados o en proceso dentro de las fuerzas bélicas armadas, se encuentren por ejemplo simuladores estratégicos operacionales, para el juego de la guerra y el desarrollo de la herramienta hardware y software para el modelado y construcción de una base de conocimiento para el análisis de escenarios de seguridad nacional.

Estos intereses son, según ella, “los obvios y normales intereses que motivan científicamente la investigación y desarrollo de las fuerzas armadas oficialistas, que son capitalistas y destructoras de por sí”. Sin embargo, y a pesar de su visión desencantada, todavía queda algo que la sorprende e indigna, y es que estos proyectos de investigación militar sean considerados “un auténtico motivo de curiosidad científica dentro de las universidades y centros públicos de educación superior y que contribuyan ya en conjunto para no decir en complicidad o contubernio con la Sedena y el Semar”.

La doctora se indigna porque son “conocimientos científicos civiles, formados por las instituciones de educación superior pública, que están siendo puestos al servicio de la guerra capitalista en este país: “la investigación militar”, concluye, “es sinónimo de muerte y destrucción en sí misma, por ir en contra de la humanidad y de su bienestar, una aberración y un despropósito, nace de la anti-ciencia misma”.

Sin embargo, no todo está perdido. Como todo escenario de muerte, la investigación militar y sus nefastos vínculos políticos y económicos, tienen su contraparte en el plan de vida propuesto por la “ciencia otra”, una ciencia “artesanal», capaz de tejer «un ámbito cabal con la realidad, con todos los hilos disponibles de colores, sabores, olores y sentimientos que disponemos de por sí desde la ciencia”.

Una ciencia que no sólo busca nuevas alternativas a la homologación capitalista, sino retoma las que ya existen, como los microorganismos bacteriófagos estudiados por el doctor Rémy Freissart: antibióticos naturales tan efectivos como los de las farmacéuticas, pero sin patentes ni efectos colaterales [Escucha la ponencia completa del doctor Freissart “Salud y Negocio frente a las resistencias”].

O como la “otra matemática posible”, propuesta por el maestro Martín Cañas, “donde dos y dos no siempre da cuatro, porque dos dúos no hacen un cuarteto, o dos medios reces no hacen una vaca”. [Escucha la ponencia completa del maestro Caña “Lo cuantitativo: otras matemáticas son posibles”] O los conocimientos campesinos sobre el manejo agroecológico de las plagas, estudiado por Helda Morales [Escucha la ponencia completa de la doctora Morales “Manejo agroecológico de plagas: un necesario dialogo de saberes”], o las implicaciones políticas de la resistencia a los transgénicos de los apicultores yucatecos acompañados por Rémy Vandame [Escucha la ponencia completa del doctor Vandame “Abejas y apicultores, de la producción de miel a la acción política”].

Una ciencia “creativa, crítica, desobediente al capitalismo antihumano”, en otras palabras, “una ciencia compa”. Y, sobre todo, una ciencia que no se pueda utilizar para finalidades bélicas, donde se observen los códigos de ética y se contrastan los objetivos militares, donde se toman los medios de producción y difusión científica y del conocimiento, y donde se ejerce colectiva y constantemente una práctica anticapitalista de ciencias experimentales para la humanidad.

Más material del encuentro «L@s zapatistas y las ConCiencias. Las ciencias frente al muro»: