Francia: rebelión en contra del racismo de estado

Me echó una mirada –yo le daba la espalda pero a 3/4, entonces todavía alcanzaba a ver lo que hacía– tomó su tolete y me lo metió en el culo, a propósito. Apenas hizo eso, caí al piso, ya no tenía fuerza. Y ahí me dijo: «las manos en la espalda». Tuve que ponerme las manos detrás de la espalda, me esposaron y me dijeron «siéntate ahora»; y les dije «no puedo sentarme, ya no siento mis nalgas», y me echaron gases en la cara, en la boca, un toletazo a la cabeza… pero me dolían tanto las nalgas que ese otro dolor me parecía efímero, era horrible. Tenía los pantalones bajados, me dolía mucho.

El joven sigue su relato explicando cómo los policías intentaron llevarlo fuera de vista de las cámaras, hasta que llegó otro habitante del barrio en apoyo. Ahí fue cuando decidieron subirlo a su vehículo para llevarlo a la estación de policía. «Me costaba caminar, ya no estaba muy consciente. Pensaba que iba a morir, caminaba porque me tenían bien agarrado». Una vez en el vehículo, los policías lo volvieron a golpear y agredir verbalmente con burlas e insultos racistas.

Théo es un hombre negro de 22 años, habitante del municipio de Aulnay-sous-bois en el norte de París, Francia. El 2 de febrero pasado, eran alrededor de las 5 de la tarde cuando salió para llevarle un par de tenis a una amiga. En su camino, se encontró con unos conocidos que estaban siendo controlados con violencia por elementos de la policía, por lo que decidió intervenir. Es cuando fue agredido, insultado y violado por elementos de la policía nacional. Terminó el día en el hospital donde le tuvieron que operar de emergencia ya que presentaba una lesión del canal anal de 10 centímetros de largo. Su herida implica la interrupción total de actividades laborales durante 60 días.

La agresión fue comprobada por una grabación de video y el policía identificado como el principal responsable «admitió» los hechos pero, según él, su tolete se habría «resbalado accidentalmente». Es la versión que hasta el día de hoy sostiene la investigación de la «policía de las policías», que canceló la denuncia de violación para cambiarla a «violencia». Por ahora, los cuatro elementos han sido suspendidos.

Brutalidad policiaca cotidiana en los barrios de Francia

Aunque la policía y los medios quieran pintarla como un episodio aislado, la agresión sufrida por Théo es uno de muchos otros casos de brutalidad policiaca. Todos los días, la policía francesa hostiga, acosa, agrede, golpea, pero también mutila y mata en los barrios populares del país, en particular a los hombres negros y morenos. El uso específico de la violación tampoco es nuevo: tiene una historia larga ya que ha sido y sigue siendo un arma colonial. Por otro lado, no podemos olvidar los ataques que sufren muchas mujeres musulmanas, en particular las que llevan el hijab, los cuales han estado en constante aumento a lo largo de los últimos años. En la gran mayoría de los casos, esos crímenes quedan impunes a pesar de las demandas.

El hostigamiento cotidiano hacia la población suele empezar por repetidos controles de identidad basados en criterios raciales muy claros. Hasta la «defensoría de los derechos», un órgano constitucional independiente del estado francés declaró en enero pasado que «los hombres jóvenes identificados como negros o árabes tienen una probabilidad 20 veces más elevada de ser controlados por la policía que los demás».

Una información generalmente omitida en un país en el que, a diferencia de otros, está prohibido realizar censos donde aparezcan «datos personales que brinden información sobre las raíces raciales o étnicas». Es decir que para las estadísticas poblacionales en Francia, no existen los colores y, por lo tanto, no hay cifras oficiales que permitan demostrar el racismo sistémico.

Pero no se vayan a confundir: Francia no es menos racista que Estados Unidos u otro país donde gobierna la supremacía blanca, sólo está disfrazado de otra forma.

Esos retratos son parte de una serie de 100 retratos de personas víctimas del estado policiaco francés. Han sido realizados por el colectivo Cases Rebelles «para materializar el flujo constante de personas que pierden la vida a manos de las fuerzas represivas. (…) Hay 100 carteles, podrían ser muchos más. Paz y amor a las víctimas y su familias. Basta de impunidad».

Entre rebelión y represión

Las y los habitantes del barrio de Théo no tardaron en salir a las calles para mostrar su digna rabia, denunciar la agresión de su vecino, amigo y hermano, y exigir justicia. Las movilizaciones de día estuvieron acompañadas por motines casi todas las noches.

Sin sorpresa, la respuesta del gobierno fue la represión. La policía invadió el barrio con centenas de elementos y un helicóptero. Al mismo tiempo, el transporte público se interrumpió y la luz fue suspendida varias veces para dificultar las grabaciones por parte de los y las habitantes. Y así dejar más libertad a la policía para agredir en total impunidad.

En la noche del 6 al 7 de febrero, la policía disparó con armas de fuego hacia la población en varias ocasiones.

Veintiséis habitantes del barrio fueron detenidos esa misma noche, seis de ellos fueron procesados el día siguiente. El tribunal actuó como de costumbre, en defensa de la injusticia racista y clasista: mientras los policías culpables de la agresión de Théo están en libertad, dos personas fueron condenadas por cargos de «emboscada» a seis meses de encarcelamiento inmediato; tres obtuvieron una pena de seis meses aplicables en caso de cometer otro delito; y uno fue liberado.

El parlamento otorga a la policía nacional permisos para matar

Como si no fuera suficiente, el miércoles 8 de febrero también fue el día que eligió el parlamento francés para votar a favor de una ley que extiende las posibilidades de «legitima defensa» por parte de la policía. En otras palabras, esta aprobación le ofrece a la policía nacional permisos para matar. Así, los policías pronto podrán hacer uso de sus armas en contra de la población en cinco nuevas situaciones: frente a la amenaza de una persona armada; en caso de no poder defender su terreno de otra forma, cuando una persona se quiera escapar durante un arresto y que no haya otra forma de realizarlo; para detener un vehículo que represente una amenaza; y finalmente, para impedir una «travesía mortífera». La ley también permitirá aumentar los cargos para los delitos de ultrajes y rebelión. El texto fue aprobado de forma unánime por los diputados presentes, pertenecientes a la derecha, la extrema derecha y al partido socialista. De los ausentes, sólo el Frente de Izquierda anunció su abstención, pero absolutamente nadie se opuso al texto.

El racismo, pilar del sistema neoliberal

Todos estos hechos no pueden ser percibidos como si estuvieran aislados unos de otros. Son significativos como parte del fascismo que está progresando tanto en EEUU, como también en la mayor parte de Europa hoy en día. También nos ayudan a recordar que el racismo basado en la supremacía blanca no es exclusiva de Trump y sus millones de seguidores, sino una parte fundamental del sistema neoliberal global en el que las auto-proclamadas «democracias» modernas construyen su «progreso» con base en guerras imperialistas. Para sentar su dominio, esos países han desarrollado técnicas de control policial y (para)militar aplicadas a miles de millones de personas alrededor del mundo, pero también a ciertas partes de la población que vive dentro de sus propias fronteras: la comunidades pobres y en particular las de color.

«Quien siembra la haggra [1] cosecha la intifada»

Por otro lado, lo que sucede ahora mismo en Francia refleja las múltiples resistencias que existen y se mantienen en esas mismas comunidades. Así, en los suburbios de París, el descontento provocado por la violación de Théo y la represión de la protesta por parte de la policía aumentaron el descontento, no sólo en la ciudad de Aulnay-sous-bois sino que se expandió a varios otros municipios de Seine-Saint-Denis (zona 93): en las ciudades de Tremblay-en-France, Montfermeil, Clichy-sous-Bois, Villepinte, Pierrefitte, Bobigny, Noisy-le-Grand o le Blanc-Mesnil; así como en varias ciudades de Essone (91), Val d’Oise (95), Seine-et-Marne (77) o Yvelines (78).

Motines y protestas han reunido a miles de habitantes para denunciar las injusticias que tienen que vivir cada día. Todas esas protestas también nacen después de varios meses de lucha y resistencia por parte de los familiares, amigxs de Adama Traoré, así como muchxs habitantes de su barrio, asesinado por la gendarmería el 19 de julio del 2016 en la ciudad de Beaumont-sur-Oise.

En ese marco, muchas personas insisten en la importancia que tuvo la rebelión que empezó en Ferguson en 2015 y se extendió al resto de Estados Unidos, como una fuente de inspiración y esperanza para luchar del otro lado del atlántico.

Esos dos últimos momentos recuerdan a su vez el movimiento que levantó a los barrios de Francia durante tres semanas en el 2005. Esos motines habían empezado después de la muerte de dos jóvenes, Zyed Benna y Bouna Traoré, electrocutados en una caja eléctrica mientras se estaban tratando de escapar de un control policial. En 20 días, casi 10 mil vehículos y 300 edificios (principalmente representaciones del estado tales como escuelas o gimnasios) fueron quemados. El estado francés proclamó el «estado de emergencia» para detener la rebelión [2].

Además de esos momentos históricos de revueltas, grupos, organizaciones, colectivos, vecinos y familias, se están organizando todos los días en sus respectivos barrios, con el punto común de organizarse de forma autónoma y colectiva, fuera del teatro político corrupto. La rebeldía, la humildad, la auto-organización, la solidaridad que se encuentran en esas comunidades más que en cualquier otra, son fuerzas que se deben valorar y cultivar para poder enfrentarnos a lo que viene, que sea en Francia o en cualquier otro país.

Protesta en Bobigny
Foto: MILI

[1] Haggra: (del Árabe) humiliación, desprecio

[2] Es importante recordar que el estado de excepción fue creado y aplicado las primeras veces durante la guerra de independencia de Algeria entre 1954 y 1962. Y luego en los años 1980 en varias ocasiones en territorios «ultra-marinos franceses»; es decir, en territorios todavía colonizados hoy en día. Así vemos con más claridad que el mismo «estado de emergencia» proclamado en 2005 –y actualmente en el suelo francés en el marco de la supuesta «lucha anti-terrorista»– no es más que la prolongación de una estrategia larga de control y dominio colonial. No sorprende que las poblaciones más golpeadas por su represión sean justamente las comunidades descendientes de la migración post-colonial.