Mareas de color violeta (3 de 3). Del patriarcado que sostiene al capital

Texto y fotos: Manada Subversiva. Materiales compartidos bajo copyleft CC By NC 4.0
Video: colaboración de Luchadoras, La Sandía Digital & SubVersiones en el marco del proyecto Voces de Mujeres.
Fotografía: Brenda Burgoa

Redecoración del edificio del senado durante la movilización del 24 de abril. Fotografía: Brenda Burgoa

[1] Sororidad: solidaridad y hermandad entre mujeres.

El domingo 24 de abril (#24A) muchas personas desayunamos un torrente de testimonios sobre algunas de las violencias machistas que hemos padecido. Por twitter y facebook, abrimos nuestra memoria para inundar las redes sociales con ella y compartirla con otrxs. Lo que había adentro no eran lindos recuerdos sino retrospectivas interiores sobre las primeras violencias sexuales que sufrimos por ser identificadas sexo-genéricamente como mujeres. De las memorias de acoso surgieron otras que tal vez habíamos decidido olvidar, ocultar, silenciar, bloquear, enterrar, ahogar o reprimir en lo más profundo de nuestra psique: de prejuicios, abusos, agresiones, imposiciones sobre nuestras cuerpas, vidas y dignidades. El ejercicio colectivo se hizo purga, reclamo, catarsis y sanación sororaria[1].

#MiPrimerAcoso fue la respuesta inicial de miles de mujeres a la convocatoria nacional de movilización, visibilización, cuestionamiento y denuncia de las violencias machistas. Porque el feminicidio en México se equipara a un holocausto, porque nos han tomado como botín de guerra. Porque vivas nos queremos.

Razones para movilizarnos en las calles sobran pero el hartazgo y la indignación ante los feminicidios pareciera ser lo más urgente: en México, cada día se asesina a 7 mujeres. Ese desprecio hacia nuestras vidas y cuerpos tiene otras maneras de manifestarse en los demás aspectos de nuestra existencia. Todos los días (una evidencia está en el torrente de testimonios) niñas, jóvenes, adultas y ancianas sufrimos vejaciones que se suman a otras opresiones del capital. Ser considerada mujer es estar en riesgo permanente. Quienes escribimos estuvimos presentes en las movilizaciones de EdoMex-CDMX y Cuernavaca, por lo que los testimonios que se presentan a continuación fueron recopilados en dichas movilizaciones, aunque muchos de ellos se refieren a la situación en contexto nacional o hasta global.

Venimos sufriendo y padeciendo, nos están matando, nos están asesinando, ya estamos hartas, es terrible esta situación; de hecho me parece que es una marcha tardía, pero bueno, estamos acá finalmente porque esta situación ya no se puede aguantar, no aguantamos más violencias contra las mujeres, contra las niñas. Y esta violencia la tenemos que parar las propias mujeres. Y bueno, sobre todo la violencia que ejerce el Estado en este país es terrible: desapariciones, asesinatos, violaciones, y la mujer como botín de guerra. —Nicte (La sexta, DF).

Por Elis Monroy-16

Las estadísticas no alcanzan a retratar la dimensión de la tragedia

Los testimonios son la fuente de donde habremos de sacar el cálculo y el criterio para comprender la magnitud del genocidio:

La verdad es que sí tenemos un problema como país y como mundo en la situación de las mujeres. Este sistema nos ha puesto a competir entre nosotras, como un objeto sexual, como un objeto de placer para los varones. Nos han puesto a las mujeres a competir entre nosotras y ¿qué hacemos nosotras si no nos damos cuenta de esa situación? En lugar de restablecer nuestra fortaleza como lo que somos, seguimos sometidas ante esta situación. Entonces el patriarcado incide en todos nuestros ámbitos de vida: laboral, el hogar, el más personal, el más íntimo con las parejas… —Nicte.

Se está protestando contra las violencias machistas, es una protesta a nivel nacional para demostrar que estamos inconformes contra las múltiples formas de violencia sexista que afectan a las mujeres principalmente pero también a los hombres: desde los acosos en el metro, los chantajes emocionales, las violencias sutiles que se viven a veces en las relaciones de pareja o en las familias, pero también las violencias estructurales, que son las reformas políticas, sociales, económicas… y sobre todo los feminicidios. Creo que es la cima de todas las violencias que hacen que lleguen a un punto de que se asesine a una mujer por el sólo hecho de ser mujer. —Libertad.

Entonces, ¿qué hacer ante el ningunéo, los insultos y los acosos que nacen de una cultura en la que nuestras vidas no importan? Y con los prejuicios, chantajes, los hostigamientos, los «castigos» a las diferencias, las amenazas, la explotación, la imposición de roles, las agresiones físicas y psicológicas, el «amor» romántico opresor, la represión, la compra-venta de mujeres y esclavitud moderna, las violaciones y torturas sexuales, los asesinatos… el femini-genocidio. Algunos de estos temas buscan una respuesta en las etiquetas de la movilización: si tocan a una respondemos todas, ninguna agresión sin respuesta, ni una menos. No hay respuestas fáciles ante la proporción de la guerra.

Por Elis Monroy-2

Vivas —autónomas, dignas y libres— nos queremos

El llamado se pasó de boca en boca y la movilización se organizó rizomáticamente por mujeres diversas, en tanto que individuas o en tanto que integrantes de colectivas, organizaciones o redes de mujeres. Se hicieron asambleas físicas y virtuales, sin demasiados trámites ni politiquería. No sin contradicciones, no sin conflictos y tensiones. Pero la otra herramienta que permitió el avance de la auto-organización de la movilización fue que de dichas asambleas salieron acuerdos, tareas, comisiones y una convocatoria nacional, pública, callejera y sin partidos políticos:

#24A es una manifestación organizada por asociaciones, colectivas, asambleas y feministas independientes, se pueden sumar todas las mujeres que deseen hacer algo para visibilizar, cuestionar y denunciar todas las violencias machistas de las que somos víctimas todos los días, en todos los espacios, las mujeres. ¿Qué mujeres? Todas las mujeres: cis, trans, les, bi, etc. Si algún colectivo masculino quiere participar puede hacerlo, sin acaparar el discurso, sin robar espacios, ni vaciar el contenido combativo de esta manifestación, la cual es principalmente un reclamo contra la estructura política, económica y social que está solapando esta violencia: el patriarcado.—Convocatoria nacional.

Aproximadamente en 40 ciudades, mujeres y contingentas diversas respondieron a la convocatoria. Entre todas hicimos viral la difusión y las propuestas de acción, la organización para los performances, las consignas, canciones, poemas. Las contigentas fueron surgiendo: de artistas, de danzantas, de maestras, de sordas, de agrupaciones militantes, de mujeres en bici, de batucadas, de madres, de madres lesbianas, de mixtos. Y fue fácil, porque cada una conoce a una que conoce a otra que tiene una amiga que tiene una hermana que tiene una madre que tiene una compañera de trabajo que tiene una red de amigas que…

Fotografías: Cuernavaca, Oaxaca, Querétaro, Edomex, Ciudad de México.
Audio ‘Sonoridad feminista’ (Oaxaca): lluvia obsidiana.

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No queremos igualdad de privilegios sino destruir el capital

Los reclamos y advertencias iban pintados en las cuerpas, mantas, paraguas, telas, cartones, volantes, canciones, consignas, manifestamos nuestro repudio a las violencias machistas, así como nuestra alegría y fuerza por salir, organizarnos, estar juntas. Ahí pudimos platicar con algunas compañeras y preguntarle sus motivos de asistencia:

Estoy participando porque a pesar de que existen leyes que defienden a las mujeres, vivimos una violencia terrible, y en lugar de mejorar con los años parece que está regresando el machismo y la violencia en las escuelas y en la calle (…) Yo soy maestra y veo como en las escuelas ya habían dejado de haber golpes entre los novios y otra vez regresan. O las chicas de la prepa se dejan de vestir como se visten porque son agredidas por sus compañeros o en la calle (…) Yo creo que vivimos en una cultura que promueve la violencia, no solamente contra las mujeres, aunque nosotras lo hemos vivido desde que nacemos, pero sí hay mucha agresión, está lo de los estudiantes de Ayotzinapa, la marginación… yo creo que estos son momentos de concientización pero hay que hacerlo en aplicación efectiva: en la casa, en las escuelas, en la televisión, en lo que vemos en los medios también. —Rosalía.

El gobierno mexicano ha demostrado abiertamente que es un gobierno asesino, es un gobierno omiso (…) nos criminaliza por ser mujeres, nos criminaliza por ser indígenas, nos criminaliza por ser gays, travesti, transgénero, transexuales y es una responsabilidad venir a esta serie de manifestaciones pero no sólo eso, sino organizarnos como sociedad para combatir la embestida del gobierno, que es brutal. —Drag Queen Alberta Canada.

Nosotros como organización… aunque somos de izquierda, o más bien zapatistas, y todas las organizaciones y en todos los ámbitos sociales se tiene ese problema: el machismo y el desprecio a las mujeres. Aunque sea muy velado, aunque sea oculto, en las mismas organizaciones de izquierda existe [la problemática] (…) Me parece importante que digamos, no sólo la violencia que es muy visible ya —y es terrible que nos esten matando— sino tambien la violencia sutil, la violencia cotidiana, la violencia que ejercen los mismos compañeros, las parejas… Nosotras como mujeres, como madres, ¿cómo enseñamos, a lo mejor inconscientemente, esa violencia a nuestros hijos? Entonces justamente es [necesario] romper, deconstruirnos a nivel muy personal, muy pequeño, pero desde ahí tenemos que empezar, desde ahí tenemos que dar la batalla. Por supuesto: la batalla más grande es ya parar estos asesinatos terribles en todo el país y en el mundo, pero también hacer la lucha pareja en nuestros hogares, desde lo más cercano a nosotras, que es nosotras mismas. Luchar nosotras mismas contra este machismo que nos puede estar atacando, desde «cuidar verme bien para los hombres» ya basta de eso, no, voy a luchar y a acompañando a mis hermanas. (…) Nosotras, como Sexta, como mujeres, pensamos que el sistema capitalista es el sistema patriarcal, o sea, el sistema capitalista usa al patriarcado para seguir subsistiendo porque no sobreviviría sin la explotación de las mujeres y de mucha humanidad… entonces vamos contra el capitalismo y ¿quiénes lo detentan? Pues los hombres, el gran capital, los empresarios. Ellos son los que están asesinándonos, a toda la humanidad. —Nicte.

El patriarcado es un sistema que dice que está centrado en los hombres, pero de un tipo de hombre: un hombre «güero», económicamente pudiente, capaz de lastimar, romper o sustraer, de romper con los recursos naturales, de imponer su sistema económico capitalista. Es un tipo de hombre capitalista que oprime no solo a mujeres sino a otros hombres (…) Las mujeres, al final de cuentas, fueron criadas por este sistema capitalista patriarcal y la mayoría de las mujeres tratan de imponer, de jugar estos juegos de poder de «tu ganas o yo gano» también tratan de jugar este juego de poder (…) Ambos estamos criados en este sistema y ambos tenemos que dejar de reproducirlo. (…) Hay colectivas que dicen que la autodefensa es la opción, creo que sí, la autodefensa, empezar a conocer, a organizarte con otros colectivos pero con perspectiva de género y horizontalidad, que no haya un «tú mandas, yo obedezco» sino que todxs construimos en conjunto y nos cuidamos y protegemos. —Libertad.

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¿Contra cuáles violencias machistas nos posicionamos?

La violencia física es toda agresión que se dirige al cuerpo y deja lesiones leves o graves, internas o externas, visibles o invisibles. Las más comunes son:

  • Golpes, cachetadas, jalones de pelo, apretones dolorosos, pellizcos, cinturonazos, empujones.

  • Encierro, aislamiento, privación de la libertad, secuestro.

  • Violación y toda forma de agresión sexual.
  • Amenaza con armas.

  • Abandono en lugares peligrosos.

  • Obligarte a vestir de un modo que no te gusta.

La violencia psicológica es la más difícil de detectar, pues no deja huellas visibles, y es la más difícil de curar, pues disminuye la autoestima y la autoconfianza.

  • Abuso verbal: insultar, ridiculizar, humillar, utilizar juegos mentales, ironizar para confundir, interrumpir, no dejar hablar, no escuchar, imponer argumentos, chantajear, manipular, coercionar, etcétera.

  • El bullying: el ‘cabuleo’ o burla por parte de familiares, compañerxs de escuela, trabajo, amigxs.

  • Intimidación: asustar con miradas, gestos, gritos, ruidos, arrojando objetos o destrozando cosas.

  • Encierro: aislamiento, prohibición de salir.

  • Sometimiento: control de la vida de la mujer mediante de vigilancia de sus actos y movimientos.

  • Desprecio: tratar a la persona como inferior, tomar decisiones por ella, hablar en su nombre, minimizarla y callarla en público.

  • Provocar confusión: quien agrede niega que lo hace, culpa a la persona agredida, da instrucciones contradictorias, manipula para presentar a la otra como mentirosa, confundida, loca.

  • Compararte con otra persona de manera humillante.

  • Contarte aventuras o relaciones sexuales con otras mujeres sin que tú estés de acuerdo.

  • Infantilizarte: tratarte como si fueras una niña, como si no pudieras ser responsable de tí misma.

  • Discriminarte o humillarte por tu orientación o autodefinición sexo-genérica.

La violencia sexual es todo acto de agresión relacionado con tu vida sexual y tu capacidad y libertad reproductiva. Entre las más comunes:

  • Violación sexual: que te obliguen a tener relaciones sexuales con una o más personas. Tu pareja, un amigo, un familiar o cualquier persona desconocida.

  • Durante el acto sexual consentido, que te obliguen a realizar acciones que te duelan o humillen.

  • Tocar cualquier parte de tu cuerpo sin tu consentimiento o contra tu voluntad; manosearte.

  • Dirigirse a ti con apodos sexuales.

  • Ignorar o no respetar tus necesidades y deseos sexuales y reproductivos.

  • Prejuzgarte, condenarte, delatarte, perseguirte o castigarte por decidir abortar o por decidir no hacerlo.

  • Obligarte a usar o no usar cualquier método anticonceptivo.

  • Burlarse de tu cuerpo, de tus preferencias, deseos o relaciones sexuales.

La violencia económica se ejerce para determinar e impedir el movimiento, la manutención, la supervivencia, la independencia y autonomía de las mujeres. Por ejemplo:

  • Control de tu dinero y tus finanzas.

  • Recompensas o castigos monetarios.

  • Obligarte a o impedirte trabajar.

  • Negación o condicionamiento del sustento.

  • Bloquearte o impedirte el acceso a recursos materiales y económicos.

Además de todas estas violencias machistas, comunes en las relaciones familiares y de pareja, están otras violencias estructurales y sistemáticas:

  • Ataques que vivimos en los espacios laborales, por parte de jefes o compañerxs de trabajo;

  • El hostigamiento y agresión sexual en escuelas y universidades, por parte de profesores, autoridades o compañerxs;

  • La cosificación del cuerpo de la mujer en los medios publicitarios y de comunicación;

  • La estandarización de roles y mandatos de género implícitos en las telenovelas, programas, series y películas en el cine, la radio y la televisión,

  • La violencia pornográfica que opera como pedagogía social de la sexualidad de manera ‘escondida’, pero masiva;

  • La escasa, confusa o nula información y educación sexual en las escuelas, espacios comunitarios y centros de salud;

  • El maltrato y falta de atención humana y adecuada en las instituciones de salud públicas y privadas;

  • La violencia gineco-obstétrica (las esterilizaciones forzosas, el ejercicio autoritario de la medicina y el trato inhumano en los partos y embarazos; el desprecio institucional a las parteras, las yerberas y médicas tradicionales, etc.);

  • La estigmatización social, persecución moral y penalización de las mujeres que abortan;

  • La discriminación sexista en los espacios públicos y de participación y decisión políticos;

  • La estigmatización y fobias, en todos los ámbitos de la vida, a las disidentes sexuales, la lesbofobia, la transfobia (o sea, fobia a las lesbianas, a las trans, a las bisexuales);

  • El sexismo social (hombres contra mujeres, en abstracto);

  • El odio y agresiones hacia las feministas (nos llaman histéricas, malcogidas, viejas insatisfechas, feminazis, etc.);

  • El racismo (el maltrato y odio a las mujeres que no corresponden al modelo racial colonialista y de belleza del primer mundo);

  • El clasismo (el maltrato y sojuzgamiento a las mujeres pobres y oprimidas estructuralmente; las que no pudieron ir a la escuela, las trabajadoras del hogar, las trabajadoras sexuales, las migrantes, las mujeres que viven o trabajan en la calle, las obreras de maquiladoras y ensambladoras, las que trabajan haciendo limpieza para otrxs; las cuidadoras profesionales, enfermeras y acompañantes de personas de la tercera edad; las que trabajan en telemarketing, las que ganan apenas y el sueldo mínimo, las desempleadas, las ambulantas y comerciantes informales, etc., etc., etc.);

  • El especismo (el maltrato y abuso a seres vivos de especies no humanas);

  • La emergencia planetaria: el despojo, saqueo, invasión, extracción, contaminación y abuso a la Madre Tierra, así como la persecución de mujeres, defensoras de comunidades y pueblos que históricamente han cuidado de ella, y que están teniendo también que autodefenderse frente a todo tipo de amenazas corporativas y gubernamentales, de poderosos intereses empresariales capitalistas, desarrollistas, progresistas, nacionales y transnacionales.

  • La violencia del Estado (desaparición forzada, persecusión política de defensoras, criminalización y encarcelamiento de luchadoras sociales, tortura sexual, asesinatos; impunidad, mentiras históricas, falta de voluntad para averiguar y esclarecer los miles de casos…).

  • La violencia por la guerra contra las drogas (enfrentamientos, secuestros, violencia sexual, tortura, asesinatos y más desapariciones).

Como si todo esto no fuera suficiente, hoy en México hay una violación sistemática a miles de mujeres y niñas migrantes, mexicanas, centroamericanas y de otros lugares, que sufren todo tipo de vejaciones y abusos en el trayecto hacia su destino a México y los Estados Unidos.

Toda esta violencia machista y patriarcal la hemos venido padeciendo durante años y siglos, pero la actual guerra global la ha recrudecido: la llamada «guerra contra las drogas» nos convirtió en botín de guerra. Se han detectado y denunciado ya diversas redes de trata de niñxs y mujeres. El Estado y sus instituciones no han demostrado ninguna voluntad para esclarecer los miles de casos de mujeres y niñxs desaparecidas y asesinadas, violadas, torturadas y explotadas sexualmente. La violación a nuestros derechos humanos es sistemática.

Por todas estas razones es que las mujeres de todo el país salimos este #24A a apropiarnos de la calle. Para encontrarnos, para abrazarnos, para hablar de procesos de sanación, de transformación, para gritar, para clamar y reclamar, para compartir el hartazgo de este histórico ningunéo que nos está aniquilando en todos los ámbitos de nuestra vida. Nos están matando y decidimos movilizarnos. Esto es: no es sólo marchar sino encontrarnos, hacer más, organizarnos en nuestas comunidades y colectividades.

Nos anteceden miles de compañerxs, hermanxs, maestrxs, madres, abuelas. El feminismo ha sido una lucha histórica de las mujeres en todas partes del mundo. Reivindicamos esta lucha desde la identidad de mujeres porque el mundo está organizado, dividido asimétrica y jerárquicamente, por géneros. Nacer con pene o vagina genera privilegios u opresiones, de igual manera que el color de piel, la clase económica, el origen cultural, la espiritualidad y la religión, la «patria». Las opresiones son transversales y se yuxtaponen para componer el tejido complejo, pútrido y violento que es el capital. Nosotrxs hemos aprendido a rebelarnos, a luchar, a atrevernos, a liberarnos, a defendernos.

Estamos aprendiendo a desprogramarnos, a desacondicionarnos, a deconstruirnos, a auto-recuperarnos, para vivir como soñamos. No buscamos igualdad con los hombres sino que se asuman nuestras diferencias, nuestros diferentes seres. Asumir esto pasa por aceptar lo que el torrente de testimonios en #MiPrimerAcoso deja a todas luces ver: si una mujer nace es probable que alguien muy próximo a ella la abuse sexualmente en la infancia (el tío, el vecino, el primo, el padrastro, el padre, el maestro…) La cifra oficial dice que 7 de cada 10 mujeres han sufrido una violación o agresión sexual, nosotras casi podríamos asegurar que el 100% de las mexicanas hemos vivido más de una agresión sexual.

Padecemos constantemente la amenaza intrínseca en los “piropos”, las miradas lascivas y deliberadas agresiones sexuales en los espacio públicos, el transporte, así como en espacios laborales y grupos de amigxs. Asumir la diferencia es reconocer que en todas las estructuras e instituciones sociales, privadas y del Estado, las mujeres tenemos que ir a contracorriente para encontrar un lugar para participar, para hablar, para acceder a la independencia económica, para proveer y cuidar a la familia, para expresarnos pública y políticamente, para tomar decisiones sobre asuntos colectivos, para tomar decisiones sobre nuestra propia vida, nuestra propia cuerpa. Asumir la diferencia es aceptar que nosotras estamos expuestas a todas las violencias machistas, todo el tiempo, en todos los ámbitos. Y que aún así, hemos encontrado los caminos para no vivir victimizadas, para ayudarnos unas a otras, para darnos una mano, un abrazo largo; para acompañarnos a abortar; para acompañarnos a parir; para acompañarnos en la decisión de no parir, para decidir soberana y autónomamente sobre cómo y cuándo nos relacionamos con quién, o no, sexualmente.

No existe jerarquía en las opresiones: hemos observado que se nos oprime por el sólo hecho de ser mujeres, pero también por ser lesbianas; por no querer casarnos; por ser madres solteras o por no querer ser madres; por ser indígenas, morenas o negras (y a algunas hasta por ser güeras, fuereñas); por ser trabajadoras sexuales; por ser gordas, flacas, chaparras o altas; por ser velludas y tener estrías o celulitis; por ser pobres o desclasadas; por no haber ido a la escuela o por haber tenido que trabajar desde pequeñas; por haber tenido que migrar; por ser precarias, marginales, informales; por ser rebeldes, por no dejarnos mangonear ni ningunear, por defendernos legítamente de violadores y acosadores; por ser críticas; por no seguir los mandatos de género, por querer transformar nuestros cuerpos según nuestros deseos; por travestirnos; por tomar decisiones sobre nuestra sexualidad, nuestros afectos, nuestras cuerpas; por testimoniar las violencias que padecimos –o por no denunciarlas ‘correcta’ y pacíficamente, sin dramas, sin gritos, sin palabras escandalosas o agresivas; por defendernos cuando quisieron agredirnos, o por ayudar y defender a nuestras madres, nuestras hermanas y amigas; por luchar por la libertad de expresión e información, y por que salga a la luz la auténtica verdad histórica sobre las muertas en Juárez, Estado de México, Morelos, Guerrero, Veracruz…, sobre todas y todos lxs desaparecidxs (Ayotzinapa y lxs miles desaparecidxs por este Estado); por luchar junto a otrxs por la defensa de sus tierras y sus territorios; por intentar construir caminos y espacios de autonomía, reciprocidad, apoyo mutuo y autogestión; por protestar, por exigir derechos, por enunciarlos, por ejercerlos… si bien todas estas opresiones se comparten con el 99% de la humanidad, su origen es el sistema patriarcal, vertical, jerárquico, basado en figuras de autoridad masculinas, en la figura de los “especialistas” o “expertos” que supuestamente tienen legitimidad para decidir sobre nosotrxs, en la obediencia ciega a la autoridad, en la educación basada en el miedo, el premio y el castigo. El capitalismo se sostiene en el patriarcado.

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La sororidad está floreciendo para que primavera nunca vuelva a ser la misma

Las colectivas, organizaciones, asambleas autónomas, grupos, redes de amigas; las contingentas de danzantes, las performanceras, jaraneras, ciclistas, feministas autónomas, independientes, activistas, periodistas, raperas, teatreras, artesanas; las madres de desaparecidas; las maestras, las lesbianas, las trans, las cis, las bis, todas las mujeres. Ninguna iba sola. Todas íbamos con todas. Algunas iban con sus compañeros sentimentales, sus madres o padres, sus hijxs, sus amigxs. Lo más sobresaliente es que íbamos todas enredadas, acuerpándonos, organizando nuestra rabia digna. Enredadas en nuestras afinidades, en nuestros dolores compartidos, en nuestra alegría y nuestra furia, nuestro amor y nuestra rabia. Íbamos decididas a expresar nuestro clamor, nuestro reclamo: ¡ya basta de violencias machistas!

Creo que estos encuentros hacen que nos unamos y que veamos que así juntas podemos hacer un gran cambio. Entonces yo estoy aquí por mí, para tener una vida mejor, pero también para darle una vida mejor a mis hermanas, a mis sobrinas y a todas las mujeres que tienen miedo de alzar la voz. —Casandra, Divulvadoras, Cuernavaca.

En sus diversas sedes, el ambiente estuvo cargado de emotividad y reflexión ante las expresiones de hartazgo, denuncia, sororidad, fuerza y resiliencia que se compartieron mediante actividades artísticas y discursivas. El foco de la jornada fue visibilizar las vivencias de las mujeres frente a las diversas violencias machistas –que históricamente han sido sostenidas y reproducidas por la sociedad mexicana–, apelar a la imaginación de alternativas para detenerlas y para generar otro tipo de relaciones humanas.

Por Elis Monroy-1