Por Susana Norman
Las estadísticas muestran que desde el 1967, más de un millón de palestinos han pasado por las rejas de las prisiones israelíes. Mientras se reportan condiciones inhumanas, graves torturas psicológicas y físicas, frecuentemente se inhibe que organismos de derechos humanos, entren a los reclusorios para documentar las condiciones reales. 30 «antiguos» presos siguen en la cárcel desde antes de los Acuerdos de Oslo, aunque tuvieron que ser liberados, según dichos acuerdos, en 1999. Más de 200 presos palestinos han muerto en prisión, por tortura, por negligencia médica o por ejecución.
Algunos números y reportes de la barbarie
Los presos están distribuidos en alrededor de 17 prisiones en el Estado de Israel. A los detenidos, los soldados se los llevan de noche o de madrugada. Sin explicación y con violencia, son arrastrados, a veces todavía en pijamas y sandalias, hasta la patrulla que les espera afuera de sus casas. El tratamiento es el mismo siendo adulto o siendo niño. «Este trato traumatiza a los hijos, y les quita la tranquilidad en sus propias casas. A las familias no se les explica por qué se les lleva», dice Mohamed en el campamento de refugiados Aida, en Belén. 300 personas de las 5000 que viven en Aida, están encarceladas.
Según el centro Btselem –Centro Israelí de Información sobre Derechos Humanos en los Territorios Ocupados– al final de 2015, 6,066 palestinos se encontraban detenidos en cárceles israelitas, 422 de ellos son menores de edad. La mayoría de los menores tienen entre 16 y 18 años, pero tras el inicio de lo que algunos han nombrado la tercera intifada, en octubre del año pasado, las estadísticas de menores de 16 años en detención se han más que triplicado. Según el mismo centro, 584 de los detenidos están en calidad de detención administrativa, figura que Israel utiliza para mantener a los presos por un tiempo indefinido, sin necesidad, según su propia ley militar, de acusaciones formales.
Según otro informe del Club de Presos Palestinos (PPC), reproducido por The Independent, son 600 los presos menores de edad en prisiones israelitas y 40 por ciento de ellos han sufrido abuso sexual después de la detención. El mismo periódico citó además un informe del Comité Público contra la Tortura en Israel (CPCTI), el cual especificó que «los niños acusados de delitos menores fueron amenazados, encerrados en jaulas y sufrieron violencia sexual y juicios militares sin representación». Israel sería el único país en el mundo que condena de manera sistemática a niños en tribunales militares, en las que a veces sus abogados defensores no tienen acceso a la documentación que sustenta el caso. Muchos de los niños son acusados y sentenciados por tirar piedras. El año pasado Knesset pasó una ley que estipula condenas de entre 5 y 20 años para quién tire piedras. Otros son detenidos en la madrugada, en sus casas, sin acusaciones formales. Estas detenciones administrativas violan los derechos humanos, pues el preso puede quedar en cautiverio durante meses o años sin acusación formal.
El mismo reporte revela que durante una visita de la Oficina de Defensores Públicos de Israel, se encontró que en el centro de detención en el IPS de Ramla, niños estaban siendo mantenidos en jaulas fuera de las instalaciones. En el 2013, el Comité de la ONU sobre los derechos de la niñez (CRC), expresó una profunda preocupación por los reportes de tortura y maltrato a los niños palestinos arrestados, procesados y detenidos por ejército y policía, que se repiten a pesar de varios avisos de organismos internacionales. Adicionó que «hay un uso continuo de la violencia física y verbal, humillación, restricciones dolorosas, utilización de capuchas y sacos en la cara, amenazas de muerte, violencia física, asalto sexual contra ellos o miembros de su familia y restricción del acceso al aseo, la comida y el agua».
Al aumento en el aprisionamiento de niños palestinos, se da paralelamente el incremento de ejecuciones a niños y adultos en Gaza, Jerusalén y Hebrón desde octubre 2015, en el contexto de lo que algunos creen que puede llegar a ser la tercera intifada en Palestina. La frustración que crece en la juventud palestina, aumenta por la pérdida de un futuro, y por la represión de cualquier forma de resistencia pacífica, explica Hisham Sharabati, del Comité de defensa de Hebrón. Aquí está el fondo de los recientes casos individuales de ataques a israelíes, principalmente en los puestos de control. «Entiendo el porqué de sus acciones, aunque no las comparto», continua Hisham. En la ocupación militar sionista, que ha durado más de 67 años, la población palestina ha sido privada del derecho de defenderse. Las palabras de Hisham evocan las de Ernesto Cardenal en los tiempos de la revolución en Nicaragua: «En realidad, todo auténtico revolucionario prefiere la no violencia ante la violencia; pero no siempre se tiene la libertad de escoger. El mismo Gandhi estaría de acuerdo con nosotros».
No obstante, la mayoría de los recién detenidos no tienen relación con estos hechos, y pareciera que Israel instrumentaliza el contexto, para aumentar y justificar su control y dominio sobe la juventud palestina. Uno de los casos que ha despertado repudio es el caso de los cinco muchachos de Hares, condenados el pasado 28 de enero a 15 años en prisión por haber provocado un accidente mortal tras arrojar piedras al carro de un colono. El proceso de investigación y el juicio fue más que turbio, marcado por confesiones obtenidas bajo tortura, y testimonios cambiantes de otros colonos en el área.
Las absurdas condenas perpetuas y el caso de A’hed
El preso con la condena más larga del mundo es palestino. Abdullah Ghaleb Al-Barghouthy, originario de la ciudad de Ramala, en Cisjordania, cumple 67 condenas perpetuas (99 años cada una), lo que le obligaría a cumplir 6,633 tras las rejas hasta recuperar su libertad. Son alrededor de 70 los presos palestinos bajo algún tipo de condena perpetua.
Wassa Yousef vive con sus hijos en un apartamento en Ramala. Su esposo, A’hed Abu Ghulmah, cumple una condena perpetua y 5 años adicionales. En otros términos, su esposo tendría que cumplir 104 años en prisión para obtener su libertad. Wassa cuenta que A’hed había sido buscado por el Estado de Israel desde 1992. Después del inicio de la segunda intifada en 2000, él fue detenido y acusado por la participación en el asesinato de Rehavam Zeevi, ministro de Turismo israelí. Zeevi tenía un turbulento historial de abogacía anti-palestina y por la transferencia de los palestinos hacia fuera de Palestina, y fue asesinado en venganza del asesinato del secretario general del PLFP, Abu Ali Mustafa. «Si han hecho lo que se les acusa o no, no es el tema. Estamos bajo una ocupación militar, y tenemos derecho a la defensa. Nos niegan todos los derechos, de vivir en paz con nuestra familia, y a los detenidos se les somete a tortura psicológica y física para conseguir confesiones. La fase de interrogatorios puede durar hasta 2 meses. En el caso de mi esposo duró 2 meses y medio. Él nunca confesó», dice Wassa, quién no se ha cansado de luchar por la libertad de su esposo y por todos los presos políticos palestinos.
En la época de Yasser Arafat, A’hed fue detenido en Ramala, para después ser transferido a una prisión en Jericó junto con otros 5 presos. La custodia británica del reclusorio garantizaría ante Israel que los presos no serían liberados. El 13 de marzo de 2006 los británicos, en lo que para Palestina significó una traición, se retiraron. De inmediato las tropas israelís sitiaron el lugar. Los israelís exigían la entrega de los 6 presos, bajo amenaza de explotar el local. Fueron entregados. El caso del secretario general del PFLP, Ahmad Sa’adat, es el más resonado de aquel acontecimiento. Un poco más de un año después, en 2008, A’hed fue sentenciado por haber participado en la planificación del asesinato de Zeevi. También su familia fue castigada. Wassa no podía salir de Ramala por 2 años.
Su esposo sufrió la tortura que significa el aislamiento en la «solitaria». En esta celda, solo su abogado y la Cruz Roja podían visitarlo. Hay presos que han permanecido en aquellas condiciones inhumanas durante 14 años. Él y otros presos realizaron una huelga de hambre durante 48 días, hasta que fue liberado de la solitaria después de dos años y medio. Las huelgas de hambre han sido una fuerte arma, y quizás la única al alcance, de los presos palestinos. En octubre, 2015 había 17 presos en huelga de hambre en prisiones israelitas. Alrededor de cada 4 meses A’hed es transferido a una prisión diferente. Los traslados se hacen por la madrugada. Wassa cuenta que en un carro de hierro él debe soportar el frio, mientras traslados en distancias cortas se prolongan en el tiempo. Su historia duele y duele más saber que en Palestina todas las familias tienen alguien en estas condiciones.
Visitar un preso de condena perpetua
«Tienen 7 años sin permitirme visitarlo», cuenta Wassa. Sabe de él solo por medio de sus hijos y el abogado. Israel únicamente permite a los parientes de primer grado visitar a los presos; hijos, esposos, padres y hermanos. Cuando los hijos cumplen 16 años, se reduce su «derecho» a dos veces por año. «En el caso de mi hijo, esto ha ocurrido. La hermana menor todavía tiene 15, y visita su papa dos veces al mes», dice Wassa. En autobuses de la Cruz Roja, acompañados por patrullas israelitas, pasan por varias revisiones del vehículo antes de llegar hasta la prisión. Hay veces que las mujeres tienen que pasar por regímenes vejatorios para visitar a sus esposos. «Les exigen entrar en un cuarto pequeño, en donde una voz, por medio de micrófono, ordena que se quite la ropa o se voltee. Puede ser hasta la ropa íntima. Ellas no ven quién les observa. Imagínate la humillación para una mujer, y luego musulmana». El viaje, las revisiones y la espera dura unas 12 horas. De estas 12 horas, solo 45 minutos son en compañía de su familiar preso. Por medio de una línea telefónica, separados por una ventana. Bajo vigilancia.
Su hija se asoma a nuestra plática. «Nunca tuve un papá en casa, entonces para mí es normal visitarlo cada 2 semanas. Hacemos chistes, y me da recomendaciones para mis estudios. Si él realmente hizo lo que le acusan, y mi mamá hubiese estado embarazada de mi, le reclamaría. Porque, ¿cómo haría una cosa así si supiera que yo estaba en camino? Pero no, y además de lo que se le acusa fue antes de que mi mama se embarazara de mi». Ella dice que está orgullosa de su papá y resuenan las palabras de otro compañero palestino, Rashed Kundari, del Valle de Jordán: «Antes daba vergüenza tener familiares presos, ahora da vergüenza no tenerlo».
La libertad
Son miles las familias palestinas que claman por la libertad de sus familiares. No pierden la esperanza de algún día abrazar nuevamente a sus esposos, hijos, hijas, madres, padres. Wassa tampoco pierde la esperanza de que un día su esposo será liberado. Para Wassa, una esperanza son posibles negociaciones futuras entre Israel y el Hamas. En 2011, 1,027 presos fueron liberados en dos grupos a cambio del soldado israelí Gilad Shalit. A’hed estaba destinado para salir en el último grupo y Wassa cuenta que la familia ya se había preparado para recibirlo, cuando en la ultima hora Israel se echó para atrás. La decepción y tristeza es difícil de describir con palabras. «Ahora Hamas dice que tiene otro preso de la guerra de Gaza. Israel dice que quiere pruebas de que existe y está vivo, pero eso no lo va a dar Hamas hasta que se sienten a negociar. Y por ahora ahí el asunto está parado», dice Wassa.
«Hemos hecho varias cosas con la ONU y organismos de derechos humanos. Para mostrar lo que acontece con los palestinos. Existe apoyo internacional, pero no ha resultado en la libertad de los presos. Se necesita una presión internacional muy grande. Infelizmente el caso de los presos palestinos es político, por eso difícilmente encontraremos una solución hasta que haya una solución política al conflicto entero». Los miles de presos de palestinos, junto al derecho al retorno de los millones de palestinos refugiados y el control sobre el agua, es precisamente una de las llagas en las tentativas de negociaciones sobre una salida de Israel de los territorios ocupados. La demanda palestina de que sus presos sean liberados y de que se les cumple el derecho de retorno a los palestinos refugiados, es irrenunciable.