La caminata de las antorchas

Las calles de Polanco, llenas de gente cenando, tomando alguna bebida, platicando en las terrazas, lo que un sábado por la noche puede ofrecer como escenario. Las calles coloridas, llenas de anuncios y luces, autos de lujo en las agencias de marcas extranjeras, joyas en los aparadores, ropa costosa, en síntesis, un mundo que está destinado sólo para algunos, aquellos que privilegiados pasean por estas calles sin mayor preocupación, sin que en sus rostros algo cambie. Como si el país no padeciera los tiempos oscuros que hoy son el pan de cada día para la mayoría.

Pero algo que comienza como un rumor y que poco a poco va creciendo hasta convertirse en un coro uniforme que grita lo inevitable, lo indecible: «¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!». Lo indecible caminando en el reino de lo decible. Los rostros sorprendidos de mujeres y hombres no acreditan lo que sus oídos escuchan con claridad: «¡Justicia!». Toman sus bolsos de los percheros, colocan las sillas por delante y levantan sus copas, lo más osados sacan sus celulares y nos toman fotografías como si un circo se hubiera equivocado de ruta, alguno que otro despistado dedica un par de sonidos de su claxón en señal de apoyo, pero nadie se para a mirar realmente, nadie se suma a la lucha de las familias de los normalistas desparecidos y asesinados hace ya 14 meses en la larga y oscura noche de Iguala.

«¡1,2,3,4,5,6,7,8,9,10,11,12,13,14,15,16,17,18,19,20,21,22,23,24,25,26,27,28,29,30,31,32,33,34,35,36,37,38,39,40,41,42,43, justicia!»

Como parte de las actividades del plantón indefinido –ubicado un poco antes de la entrada del metro Auditorio–, esta caminata nocturna irrumpió organizadamanete en una de las zonas más exclusivas de Polanco. Rodeados por la policía de tránsito de la Ciudad de México, estudiantes normalistas, organizaciones sociales y asistentes del plantón se sumaron a la convocatoria hecha por las madres y los padres de los normalistas desaparecidos. Sin ningún contratiempo, la caminata fue abriéndose paso entre el Hotel Intercontinental y varios Starbuck’s, pasó enfrente de agencias de autos como Porsche y Ferrari, iluminó aún más los contornos de parques y las esquinas llenas de restaurantes, dejó sin tránsito la avenida Presidente Masaryk y, finalmente, la caminata regresó al plantón, en donde de inmediato se sirvieron cafés, se atendió a los padres y madres y se continuó con las guardias respectivas.

Fotografía: Heriberto Paredes

Fotografía: Heriberto Paredes

Dos Méxicos se mantienen enfrentados, el país de los de arriba y el país de los de abajo. No sorprende la indiferencia de algunas miradas o el pánico de los comensales al ver esta protesta pacífica.

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«Así damos un paso al frente para informar que se nos ha hecho daño.

La primera vez que se informó que estaban descuartizando a nuestros amigos, lanzamos un grito de horror. Luego descuartizaron a cien. Pero cuando descuartizaron a mil y la matanza parecía interminable, un manto de silencio lo cubrió todo.

Cuando el mal se precipita como la lluvia, nadie se atreve a decir “¡basta!”

Cuando los crímenes comienzan a apilarse, se vuelven invisibles. Cuando el sufrimiento se hace insoportable, se deja de oír el llanto. También el llanto cae, como la lluvia en verano.»

Bertolt Brecht, Las Visiones