6 de septiembre de 2015, Chuimek’ena’, Guatemala. Luego de cinco meses de manifestaciones callejeras que ocasionaron la caída del presidente Otto Pérez Molina, cuatro días antes de la primera vuelta de elecciones nacionales, la jornada electoral se llevó a cabo en un contradictorio ambiente. Mientras unos llamaron a llevar una «fiesta cívica» y participar positivamente, voces comunitarias denuncian irregularidades durante el proceso.
Intentan capturar flujo social
Hasta hace apenas 30 años, democracia era una palabra subversiva en el territorio centroamericano guatemalteco, mismos que ocupan los 108 mil 889 kilómetros y que alberga una población de 15 millones de personas. Tierra maya, testigo de golpes de Estado, dictaduras militares genocidas, saqueos trasnacionales y una amplia resistencia indígena que hasta la fecha sigue en pie de vida; Guatemala es hoy referente continental de una amplia y contradictoria lucha social que llevó a la caída presidencial del empresario y ex-militar Otto Pérez Molina, acusado de comandar una red de corrupción y contrabando.
Durante la jornada electoral de este primer domingo de septiembre, el llamado mediático estuvo centrado en llevar una «fiesta cívica» en paz. Mientras los medios de comunicación llamaban a participar acríticamente en el proceso electoral, cientos de voces que no suelen ser escuchadas comercialmente, observan y denuncian irregularidades: acarreo de votantes, compra de votos, boletas marcadas, bloqueo de transporte, desorganización y pérdida de votantes en las mesas.
Es cierto que durante los meses anteriores, el movimiento logró mantenerse al margen de las siglas, en los caminos del campo y el asfalto urbano aparecieron momentos de desborde de la partidocracia democrática liberal. Sin embargo hoy el flujo social de descontento se encaminó hacia las urnas. La participación política al menos este domingo quedó reducida a emitir un sufragio para elegir el nombre de quien ocupará los puestos de presidente y vicepresidente nacional, alcaldes y diputados locales, de quienes se dice representan intereses de una veintena de familias de la élite guatemalteca.
Todavía en la víspera electoral, algunas organizaciones civiles acusaron que la corrupción e impunidad eran una enfermedad sistémica que necesitaría una cirugía mayor y llamaron a posponer el proceso hasta que una nueva ley electoral fuera aprobada. «No hay condiciones para estas elecciones», rezaba una manta colgada afuera del Tribunal Supremo.
Más allá de la ciudad capital
Pese a que algunas voces se muestran escépticas y atribuyen la caída de Pérez Molina a la injerencia internacional –las investigaciones de las escuchas fueron maquinadas desde la Comisión Internacional en Contra de la Impunidad en Guatemala (CICIG)— en las mesas de los hogares, los cafés, los bares, las calles, esta hazaña se vive como victoria popular. Esto no hubiera sido posible sin la energía social contradictoria y variopinta que se expresó desde el campo y la ciudad.
El pasado 27 de agosto en la ciudad capital, más de 100 mil mujeres y hombres, jóvenes estudiantes, interclase, urbanos, sindicalistas, campesinos, indígenas inundaron el Parque Central frente al Palacio Nacional, el movimiento estudiantil se atribuye por lo menos el 60 por ciento de la afluencia. Aunque la atención mediática de las protestas se centró en la capital, en los departamentos del territorio guatemalteco, la participación de las comunidades ha sido crucial para que el flujo social haya logrado derrocar la figura simbólica de un presidente.
Pero no todo ocurre en la capital. En el llamado general al Paro Nacional, más de 5 mil comunitarios provenientes de los 28 cantones de Totonicapán bloquearon una de las carreteras más importantes de Guatemala. No olvidan que hace 3 años, el 4 de octubre de 2012 fueron masacrados seis comunitarios quichés en el kilómetro 169 de la cumbre de Chuipatán, Alaska, masacre responsabilidad del ejército que hasta el momento no ha tenido justicia.
«La Niña» la voz que atraviesa las montañas
Desde la capital chapina la televisión nacional transmite como noticia el momento en que las «celebridades» –candidatos, futbolistas, músicos y farándula— depositan su voto, al mismo tiempo, en las montañas occidentales de Totonicapán las y los quichés organizan una ardua cobertura a través de «La Niña» una radio bilingüe que transmite por FM. Casi 20 reporter@s en campo informan de la participación de los niños y personas de la tercera edad, denuncian «acarreos», bloqueos, compra o duplicación de votos, buscan la opinión de las personas que habitan las aldeas más recónditas. Por ejemplo, se denuncia que el transporte público ha sido copado por el «partido oficial», la única forma de ir a las mesas de votación es a través del transporte que ellos ofrecen. Como este incidente se repiten decenas más.
Sin estar aislados de la realidad política pero con desconfianza en las instituciones –ladinas– miles de quichés se apersonaron en las mesas de votaciones pese a la lluvia y el frío que no son extraños para una población que convive con el bosque montañoso. En un modesto centro de medios comunitarios, debajo de una panadería, los y las indígenas de la radio comunitaria –en su mayoría mujeres— reportan la voz de sus comunidades. Operan la consola, hablan frente al micrófono, organizan los enlaces de los reporteros en campo, publican fotos en las redes sociales, agendan a los invitados para profundizar lo que en todas partes llaman «ciudadanía». «Estamos al servicio del pueblo» pues «quien tiene el cambio es todo ciudadano con capacidad de elegir…» repiten en cada enlace con corresponsales en las comunidades.
El tiempo de los de abajo
Hay mucho movimiento en las calles centrales de Chuimek’ena’, en contraste, la alcaldía comunal se encuentra lejos del bullicio; apartada de la coyuntura, la casa de las autoridades indígenas de los 48 cantones –donde se decide la gestión de los bienes comunes, agua, bosques y fiestas— se encuentra en calma, sabiendo que ahora los reflectores están puestos en la alcaldía municipal.
Así se vive el tiempo de los de abajo. Partícipes de la coyuntura, si bien al tanto de la importancia de su representación, saben que su lucha está más allá de la vía electoral, como reza una lona en el centro: «el poder del pueblo está en el servicio comunitario». La lona contiene además la figura de Atanasio Tzul, quien junto con Lucas Akiral y Felipa Tzoc, encabezó en el siglo XIX una de las rebeliones anticoloniales más importantes de Guatemala, rodeada de 48 estrellas. Abajo una placa verde rememora la masacre del 4 de octubre del 2012: «los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos».
madre acabo leer tus articulos sumamente importantes porqaue dan claridad de los acontecimientos en ese país hermano de centroamerica me da gusto que de alguna forma estés colaborando en la lucha del ese pueblo saludos y cuídate todos por aqui estamos bien