IV Marcha de la Dignidad Nacional: Madres buscando a sus hijxs, verdad y justicia

Texto por Ita del Cielo; Fotografías Amaranta Marentes

 

Aunque apenas son las 10 de la mañana, el sol ya arrecia y calienta el asfalto de Ciudad Monstruo. Es 10 de mayo, fecha célebre en la mayoría de hogares mexicanos pues se festeja a quien nos parió o crió. Sin embargo, en muchas familias no hay nada que celebrar; es el recuerdo y la búsqueda de verdad y justicia lo que las reunió aquí por cuarta vez.

A unos metros del cruce entre Insurgentes y Reforma, señoras y jóvenes se alistan en el Monumento erigido en la década de los 40’s para glorificar la maternidad. Hoy, el monolito es el punto de reunión para la IV Marcha por la Dignidad Nacional: «Madres buscando a sus hijxs»

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Portando viniles o cartulinas con rostros, nombres y siglas que se van desdibujando por el paso del tiempo, casi un millar de personas caminan hacia el Ángel de la Independencia. Cada rostro en las pancartas guarda una historia de dolor de lugares tan diversos como Chihuahua, Nuevo León, Coahuila, Estado de México, Querétaro, Guerrero, Guanajuato, Tabasco. Son centenares de historias que se repiten: no han vuelto a ver a su hija o hijo, primo, cuñado, hermana, vecina, madre o padre.

También son notorios los mensajes en las playeras, ya sea con fotografías o frases como «hijo mientras no te entierre te seguiré buscando» 0 «Yo busco a Gino Alberto, ¿tú a quién buscas?»

«Porque te amamos, te buscamos», gritan las madres del contingente de Chihuahua, seguido de las de Coahuila, quienes portan una camiseta de Fuerzas Unidas por Nuestros desaparecidos en México (FUNDEM). El grito de la consigna se quiebra por el llanto del recuerdo. Han pasado dos, tres o hasta diez años «y te seguiré buscando» «no nos cansaremos».

«Vivos se los llevaron, vivos los queremos», grita por centésima vez Cristina, madre de Benjamin Ascencio Bautista uno de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. «No les creemos que todo ha acabado, que los quemaron». «¿Cómo estarán? ¿Pasarán frío? ¿Tendrán hambre?» se lee en una ilustración dedicada a los y las desaparecidas.

La manifestación avanza bajo el rayo del sol, al grito de «¡Hijo escucha tu madre está en la lucha!». Mientras, ciclistas recorren atentxs la Avenida Reforma.

Al llegar al Ángel, las madres, las familias, las organizaciones y lxs individuxs solidarixs se acomodan en las escalinatas. Lista para tomar la palabra y contarle a los transeúntes de las hijas e hijos que no han llegado a casa, toma el micrófono Guillermina, madre de Selene Giselle, desaparecida cuando tenía 14 años en Tulpetlac hace ya un lustro. Cuenta que los deudos y defensores por la dignidad de las y los desaparecidos en el Estado de México se organizaron pues «ya no queremos que nos digan que nuestras hijas se fueron con el novio y que los hijos son delincuentes».

Para algunas, la búsqueda de sus hijas o familiares se ha convertido en una batalla que rebasa las fronteras de la justicia estatal, pues ellas mismas se han puesto a investigar. «Resulta que son los mismos, quienes se los llevaron»[refiriéndose a las autoridades], explican cuando relatan su camino por el laberinto burocrático y dan cuenta de la sospecha. «Fueron secuestrados por gente en o cercana al poder», «La última vez que se le vio, hubo policía cerca» «La puso un primo de un policía judicial» «Había luces de patrullas». En todos los casos, por lo menos las investigaciones policiales más bien han sido cómplices por omisión, corrupción o negligencia.

«Nuestras flores de hoy son negras […] dicen que el dolor más grande es parir a un hijo, ¡Mentira! sabemos que el dolor más grande es que nos lo arranquen», con la voz quebrada grita la señora María de Lourdes Mejía, quien hace 3 años 8 meses perdió a Carlos Sinhué Cuevas , estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, asesinado en circunstancias no esclarecidas.

 

«Tras cada rostro extraviado, hay alguien que busca”, dice Nadín Reyes del Comité Hasta Encontrarlos y la Iniciativa de mujeres mesoamericanas defensoras de Derechos Humanos. «La desaparición forzada ha llevado a mujeres, madres, esposas, hermanas a la búsqueda de sus seres queridos, transformando el dolor en fortaleza y coraje […] luchando además contra el estigma y muchas veces sosteniendo a sus familias».

«Somos nietas de las abuelas que buscaban a nuestros padres», explica una militante de la organización Hij@s por la Identidad por la Justicia contra el Olvido (H.I.J.O.S.) con su hija en brazos, «ellas nos enseñaron a salir este 10 de mayo, ya no queremos más generaciones de desaparecid@s ¡Vivos se los llevaron, viv@s los queremos!»

Saludan desde Argentina, desde Italia. Otras voces recuerdan que la desaparición es un hecho que se viene dando en el continente desde hace 40 años. La marcha fue también acompañada por organizaciones de migrantes quienes en apoyo con las madres, hermanas, hijas y mujeres que se han quedado en sus países sin saber de ellos, perdiendo su pista en este país, han creado comités y representaciones. Así, una manta muestra la presencia en espíritu de lucha de las madres de Honduras.

En la manifestación se ven tantos rostros, en su mayoría mujeres, mujeres jóvenes, mujeres mayores, mujeres que sus canas pintan la avenida, niñas con espíritu combativo, todas las edades de una vida de lucha. Dos y hasta tres generaciones son compañer@s de dolor, de experiencia y de búsqueda.