Políticas de discriminación y exclusión social en el noroeste de México

Por Guillermo Castillo
Fotografía de portada de Guillermo Castillo

Allá está el desierto, en donde tiene todos sus cactus y su belleza. Junto con ellos somos felices en el desierto, porque en él vivimos y es nuestro desierto, ahí hay sahuaros y pitahayas, que dan sus frutos, por eso le cantamos al desierto.

El desierto. Canción tradicional odham.

Y se vino acabando [el agua], todo se vino acabando… Sí, porque al [19]57 ya casi no había nada, había escasez de todo.

Testimonio de una autoridad tradicional odham, Sonora, 2010.

[… ]para migrar hay que viajar, salirse del lugar donde se nació, dejar atrás la casa, la familia y hasta lo que uno es. No es fácil, la mayoría no migramos por gusto, sino porque hay necesidad, porque no hay trabajo o ya no alcanza la tierra o hay deudas y hay que pagar la medicina. Cuesta dejar todo para ir a buscarle…más cuando no se sabe cómo nos va ir allá…pero siempre hay alguien que ya pasó antes que uno, o sea que uno no está solo, ya hay gente que caminó por aquí antes…  

Testimonio de un migrante. Tijuana, 2008.


Pueblos indígenas, territorios y despojo

Los pueblos indígenas de las diversas latitudes geográficas de México, desde hace siglos, han experimentado la exclusión y el despojo de sus territorios y recursos naturales. En este contexto está la violencia de los procesos de marginación socio-económica y de falta de reconocimiento (y ejercicio) de los derechos sociales (trabajo, seguridad, salud, educación) de los pueblos originarios por parte del Estado mexicano. Si bien es sabido lo que pasa y ha acontecido con los grupos étnicos del sur y centro del país, menos conocidas son las historias de otros pueblos indígenas del norte. Este breve texto trata sobre los odhams del noroeste de México y su larga y sinuosa historia de resistencia y supervivencia frente a los embates del cambio, el Estado mexicano y los rancheros y mestizos sonorenses.

Hoy día, la mayoría de los indígenas odhams viven en diversas ciudades del noroeste de Sonora: en Caborca, Sonoyta y Puerto Peñasco, en la zona de la frontera internacional con Arizona, Estados Unidos. Su vida en las urbes se caracteriza por condiciones de precariedad material, discriminación socio-étnica y exclusión social. Como otros grupos indígenas de Sonora y el país, en su historia reciente encarna una sistemática y contundente política de discriminación étnica y despojo de sus territorios por parte del Estado mexicano, pero también refleja procesos de resistencia y persistencia de diversas prácticas socio-culturales (ceremonias, formas de organización). Si bien es cierto que estos grupos indígenas ya no viven en sus comunidades rurales del desierto, aún conservan parte de sus tierras y de su tradición cultural, ambos legados de sus antepasados.

Una historia ancestral, el desierto de Altar y los odhams

Desde hace siglos los odhams habitaron, en pequeños asentamientos semi nómadas, el desierto de Altar que se extiende desde el centro de Sonora y llega hasta el suroeste de Arizona en Estados Unidos; este es y era el territorio de sus ancestros. Tras la invasión española, los odhams resistieron la ocupación de la corona española y los misioneros, mediante diversas estrategias y procesos de movilidad geográfica a lo largo y ancho del extenso territorio del desierto de Altar. Con la creación de la república mexicana en el siglo XIX (1821), los odhams fueron «incorporados» a la naciente nación y experimentaron la segregación y el olvido del Estado mexicano. Después, con el tratado de Guadalupe Hidalgo (1848) –cuando una enorme porción de México pasó a ser propiedad de Estados Unidos–, el territorio tradicional odham quedó partido en dos por la frontera internacional entre México y Estados Unidos. El territorio odham fue el botín de dos Estados nacionales, que, cuando les convenía, usaron y explotaron estas tierras indígenas a su conveniencia sin importarles los grupos a quienes pertenecían.

Vista de una casa en territorio odham. Fotografía: Guillermo Castillo

Vista de una casa en territorio odham. Fotografía: Guillermo Castillo

Hasta bien entrado el siglo XX, los odhams tenían una economía de autosubsistencia basada en la crianza de ganado y ocasionalmente de caballos, la siembra de temporal de ciertos cereales –fríjol teparí, maíz, hortalizas-, la recolección de frutos y plantas del desierto; la caza de fauna del entorno natural eran otras de las  actividades económicas. Desde antes de la Conquista y hasta poco después de la primera mitad del siglo XX el modo de vida tradicional de los odhams estaba en estrecha relación con el medio ambiente natural, el desierto. Durante una larga época el Estado y su política en el noroeste de Sonora y hacia los odhams se distinguió por su olvido parcial y selectivo, mientras algunas tierras eran explotadas y de ellas se extraía diversos minerales mediante la minería, los grupos indígenas de la región experimentaron la explotación por parte de las élites locales y padecían la falta de derechos sociales, principalmente la carencia de servicios médicos y escuelas.

 El cambio, el despojo y la migración, una nueva manera de ser pueblo

No obstante, aproximadamente desde inicios de la segunda mitad del siglo XX y a raíz de las políticas estatales de colonización del desierto de Altar y del uso de recursos naturales a favor de los rancheros mestizos y los grandes propietarios, el modo de vida tradicional odham sufrió un impacto decisivo. Una vez que los rancheros, con el apoyo de las autoridades oficiales, tuvieron el control del agua gracias a la discriminación que de facto suponían las políticas estatales, los odhams ya no pudieron mantener una economía de auto subsistencia basada en la agricultura y tuvieron que salir de sus comunidades a buscar otras fuentes de trabajo.

Sin el agua, recurso indispensable en el desierto para la auto subsistencia y la agricultura, los odhams tuvieron que buscar diversas alternativas. Por otra parte y junto a lo anterior, varias de las mejores tierras que eran parte del territorio tradicional de este grupo indígena fueron repartidas por el Estado mexicano como si se trataran de tierras sin dueño y susceptibles de ser otorgadas a otros grupos sociales. El gobierno no sólo no reconoció a los odhams como ciudadanos mexicanos, sino que, además de quitarle parte de su tierra y el control del agua y otros recursos naturales, no les proporcionó los derechos sociales consignados en la constitución mexicana.

En un primer momento, algunos odhams salieron a trabajar a los ranchos aledaños a sus comunidades como jornaleros agrícolas y vaqueros, mientras que otros miembros del grupo cruzaron la frontera con Estados Unidos y se fueron a trabajar a los campos de algodón del noroeste de Arizona. Posteriormente, algunos se instalarían en centros urbanos del noroeste de Sonora como Caborca, Sonoyta y Puerto Peñasco, donde experimentaron discriminación, racismo y explotación en empleos mal remunerados. Otros, los que se habían ido a trabajar temporalmente a los campos de algodón, fijarían su residencia en la reservación de Odham de Sells, en el suroeste de Arizona.

En la actualidad, la mayoría de los odhams sonorenses viven en centros urbanos del noroeste del estado y han reelaborado su manera de ser un grupo indígena y, pese al despojo y la exclusión por parte de varias instituciones del Estado y diversos grupos de mestizos (rancheros, medianos y grandes propietarios, comerciantes), han conservado parte significativa de su territorio tradicional y han logrado mantener y reproducir diversas prácticas culturales de sus ancestros (ceremonias, formas de organización social y política).

Este pequeño texto e imágenes están dedicados a la memoria de don Matías y doña Lily, quienes murieron en 2010, ambos fueron autoridades tradicionales y testigos de la larga historia odham en el desierto de Altar.