Cada madrugada, a las 3:00 a.m., los estudiantes de Ayotzinapa comienzan una de las guardias que mantienen en la Escuela Normal Rural «Raúl Isidro Burgos» desde los hechos ocurridos el pasado 26 de septiembre. Se organizan por grupos y se acomodan en los distintos accesos, la puerta principal está resguardada por la policía comunitaria de Tixtla. La calma se combina con la tensión que impera en el ambiente y se hace llevadera con juegos y música costeña que suena en sus celulares. Cerca de las 6:00 a.m. se hace un pase de lista y entonces se retiran de nuevo a los dormitorios. Esta es sólo una de las diversas responsabilidades que los estudiantes tienen a cargo todos los días y que realizan con ánimo a pesar del cansancio, pues la esperanza de encontrar a sus compañeros los mantiene en pie.
De alcaldías y escobas
Desde que el campamento del magisterio guerrerense se instaló en la presidencia municipal de Chilpancingo la semana pasada, esta alcaldía estaba ganada para el movimiento. Ayer, 17 de octubre, se finalizó la toma con la salida del personal administrativo y el aseguramiento de las instalaciones, lo cual ocurrió en total calma. Como elemento nuevo que cubría la fachada, se podía observar una manta gigante que acusa al senador perredista Sofío Ramírez de ser un narcosenador; este político es el prematuro candidato de Ángel Aguirre a la gubernatura del estado.
Mientras esto sucedía, ocurrieron también las tomas de las alcaldías de Tlapa, Huamuxtitlán, Olinalá, San Luis Acatlán, así como las de Atenango y Copalillo. En los próximos días se espera que las 82 municipalidades sean ocupadas por integrantes de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG). Mientras, las calles de Acapulco y las carreteras de todo el estado se llenan de estudiantes normalistas y de personas de varias organizaciones sociales.
A diferencia de las versiones que la prensa no se cansa de publicar en los diarios de circulación local –aduladores del gobierno estatal–, tanto las tomas de alcaldías como la apertura a «paso libre» de dos casetas transcurrieron de manera pacífica y ordenada. En el zócalo de Chilpancingo se vivió un ambiente tranquilo, aunque con mucha actividad entre profesores y periodistas que esperaban grandes acciones taquilleras.
En la capital del estado (Chilpancingo), alrededor de las 11:00 a.m., un contingente de normalistas se trasladó a la entrada de la ciudad para barrer las calles y recoger la basura. La presencia de algunos fotógrafos y reporteros de medios como El Sur alertó a la ciudadanía y le hizo pensar que «algo» pasaría, por lo que algunos comercios cerraron de inmediato.
Los pasajeros que iban dentro de las combis volteaban curiosos a los camiones de los que descendían los estudiantes. Con un aire sereno, poco más de doscientos jóvenes sacaron sus escobas y comenzaron una jornada de limpieza e higiene que llegó hasta el zócalo de la ciudad. Así lo habían acordado desde los patios de la Normal.
Tal vez esta actividad –muestra de respeto por parte de los normalistas– no aparezca en las primeras planas, sobre todo de aquellos diarios que tratan de imponer una percepción desfavorable de la lucha de los estudiantes y que han publicado, en los últimos días, titulares como: «Reprueba la sociedad capitalina actos vandálicos y de terrorismo» (Diario de Guerrero), «Siguen los desmanes» (Periódico de la tarde), «Ocho horas de furia, desafío y anarquía» (Vértice), «Jornada de violencia» (Diario de Guerrero), por mencionar algunos.
Paso libre en la carretera
En la caseta de Palo Blanco, ubicada en el camino de Chilpancingo hacia Acapulco, se realizó una de las tomas de casetas anunciadas el 15 de octubre en la Asamblea Nacional Popular y se permitió el libre tránsito a vehículos particulares y autobuses de línea. Policías, elementos del ejército y de la marina tuvieron prohibido el paso; lo que seguramente se repetirá en posteriores jornadas de protesta.
Nuestra estancia en este punto nos permitió advertir aspectos que, por la velocidad de los acontecimientos y la ceguera de la prensa comercial, no han sido observados con detenimiento. Lo primero, es la capacidad para implementar un modo estratégico de recaudación de fondos en las vías de comunicación, al resguardo de carriles y plumas para el paso de vehículos, mientras el flujo vehicular no deja de circular.
A cada vehículo se le pedía una cooperación voluntaria, considerando que si las personas pensaban pasar por esta autopista es porque tenían dinero para pagar la cuota oficial. Además, a los pasajeros se les explicaba la razón de esta acción mientras se le entregaba el volante central acordado en las discusiones del día anterior. Salvo raras excepciones, los automovilistas se mostraron muy receptivos a la lucha de los normalistas y a la necesidad de solidarizarse y dieron muestras de apoyo, los pasajeros de los autobuses recibían la información y escuchaban con atención al maestro que caminaba alzando la voz por el pasillo.
Aunque no sucedieron complicaciones mayores, hubo algunos incidentes, como era de esperarse. Por ejemplo, cuando un pequeño convoy de la marina intentó pasar, acto ante el cual el total de los participantes en la toma se acercaron con pancartas y gritos llenos de furia para impedir que siquiera se acercara a la caseta. «Esos de verdecito son cómplices del delito», gritaban con fuerza las y los maestros. La camioneta de la policía estatal que se acercó también se llevó, por lo menos, groserías y algunas pintas de aerosol, la policía federal también tuvo que retirarse.
Al cierre de la jornada hubo otro percance, la presencia de dos presuntos infiltrados que fueron descubiertos en la toma de la caseta. Luego de un aseguramiento por parte de la CETEG, estos dos hombres fueron presentados en el zócalo de Chilpancingo en una rueda de prensa convocada a raíz del incidente.
Una caravana motorizada, conformada por miembros de la sección XXII del magisterio oaxaqueño, normalistas y organizaciones libertarias, llegó alrededor de las 4:30 p.m. a la Normal. Desde la entrada de Tixtla se podía ver una larga fila de vehículos con mantas, pintas y carteles con consignas que exigen la aparición con vida de los 43 normalistas desaparecidos. Las más de 200 personas trajeron consigo 50 toneladas de víveres. Los padres de familias y alumnos de la Escuela Normal recibieron a los caravaneros en la explanada, en donde se realizó un mitin donde los recién llegados expresaron su solidaridad. Más tarde, la asamblea de la caravana acordó apoyar la movilización del día siguiente en Pie de la cuesta, Acapulco.
El epílogo de la manta
Este 16 de octubre comenzaron las acciones correspondientes al plan de acción en apoyo a los estudiantes normalistas y familiares de los 43 desparecidos construido en conjunto con el sector magisterial y otras organizaciones sociales. Se tiene gran expectativa para la movilización de este viernes en el puerto de Acapulco, «joya del estado» en donde despacha el todavía gobernador Ángel Aguirre.
Un hecho congeló a muchos funcionarios del gobierno estatal: una manta atribuida a Guerreros Unidos (GU) y firmada por uno de sus integrantes, El Chucky, dio datos de varios ediles presuntamente vinculados al crimen organizado y de esta manera coloca en la mira, nuevamente, a la clase política local. Los mencionados por esta manta son presidentes municipales y funcionarios: de Taxco, Salomón Majul González y Eruviel Salado Sánchez; de Ixtapan de la sal, Ignacio Ávila Navarrete y Efraín Pedroza Flores; de Iguala, José Luis Abarca Velazquez y Francisco Valladares; de Huitzuco, Héctor Vicario Castrejón, Norberto Figueroa Almozo, Javier Duarte Núñez y Marcelo Villalba Adame; de Tepecoacuilco, Antonio Galarza Zavaleta; de Cocula, César Miguel Peñaloza; de Teloloapan, Ignacio Valladares; y de Apaxtla, Efraín Peña Damasio. Los firmantes aseguran que estos personajes son quienes conforman el grupo delictivo GU.
Más allá del clima de incertidumbre, con manta o sin ella, queda claro que hay una certera vinculación entre crimen organizado y la clase política, lo que ha permitido que este país se vuelva un campo lleno de fosas clandestinas.