Las calles de Egipto se ven abarrotadas, las fotografías y videos que se difunden en los medios y las redes sociales, dan cuenta de una sociedad viva, activa políticamente, preocupada por el destino de su país. Sin embargo, hubo un golpe de estado (no se le puede llamar de otra forma) por parte del ejército. Transitorio, con el aval de muchos de los manifestantes, pero golpe al fin y al cabo. En poco tiempo realmente, los egipcios han ido de la dictadura de Hosni Mubarak, al gobierno autocrático de corte islamista del partido de los Hermanos Musulmanes, y de ahí a un gobierno provisional tutelado por las fuerzas armadas. Así, la revolución en aquél país se ha visto interrumpida y corre el riesgo de estancarse.
Brasil por otro lado, ha visto el despertar aparentemente súbito de su sociedad, a partir de un hecho que a gran parte de los mexicanos les podría parecer intrascendente: el aumento de 20 centavos al precio del pasaje del transporte público. Recuerdo otra pequeña revuelta a causa de 20 centavos en nuestra pasado reciente, pero esa es otra historia. El caso es que estos fueron tan solo el detonante de una indignación generalizada, que se rebelaría contra la corrupción, el gasto excesivo en grandes eventos deportivos y una serie de agravios más particulares, pero no por ello menos importantes, fruto de lo que Alejandro Nadal llama el modelo neoliberal-asistencialista, aplicado por los gobiernos de Luis Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.
Es muy pronto aún para saber el resultado de todo ese descontento, pero como sea los brasileños ya lograron revertir el aumento en los pasajes y el compromiso, veremos que tan serio, por parte del gobierno, de endurecer las penas contra los políticos corruptos y de destinar el 100% de la renta petrolera al rubro de educación. Algo preocupante para muchos, es que la justa indignación se desborde y ayude a que un gobierno de derecha retome el poder, lo cual desde mi punto de vista, si bien no es una razón para desmovilizarse, si es para tomarse en cuenta. Ya vimos lo que ha sucedido en Egipto y lo que pasó con el 15M en España, la gente protestó, quitaron a unos, entraron otros y todo siguió igual de jodido, o más.
Y esto es triste, porque justo una de las principales críticas que muchos le hacemos a la democracia liberal, es que pareciera que solo sirve para cambiar de amos, elegimos al grupo de mafiosos que ha de repartirse la poca o mucha riqueza mediante programas de gobierno en los que lo único que se socializa son las pérdidas. Ciertamente estos grupos no son iguales entre sí, pero vamos, se parecen mucho a final de cuentas. Y este es también, uno de los reclamos que le hacen muchos de estos movimientos sociales a la clase política en su conjunto, no nos representan. Lo cual no tiene nada de novedoso, muchos recordarán el grito de los manifestantes argentinos en la crisis previa al kirchnerismo: ¡que se vayan todos!
En el fondo, lo que las multitudes enardecidas cuestionan, es la teoría y el mito del contrato social en todas sus variantes (Hobbes, Locke, Rousseau, Rawls, etcétera), ya saben, aquello de que los individuos ceden parte de su libertad para estructurar un Estado que les da protección y seguridad, no solo jurídica, sino política y social. Con el auge del neoliberalismo y el desmantelamiento paulatino de dicho ente, la gente ya no ve porqué seguir sometida al mismo, puesto que sus derechos están cada vez más acotados, mientras que sus obligaciones permanecen y en no pocos casos hasta se incrementan, en forma de impuestos indirectos y rescates financieros.
Sin embargo, lo que no han hecho dichas multitudes, es pensar una salida a la espiral en que el sistema económico y político las ha metido. Saben lo que no quieren, pero no han estructurado programas en los que se manifieste lo que sí. Y el poder en ciertas circunstancias es ineludible, no entraremos aquí en el debate sobre si es posible o no cambiar el mundo sin tomarlo, pero lo cierto es que cuando se repudia a los gobernantes y los funcionarios corruptos, sin hacer una crítica de fondo hacia el andamiaje que permite que estos suban y nos opriman, ofreciendo alternativas claras de autogestión que lo sustituyan, paradójicamente lo único que hacemos es facilitar el relevo entre estos, aunque no por la vía de las elecciones sino por medio de la agitación y la protesta.
Cuenta la leyenda que para matar a la Hidra de Lerna, aquél monstruo subacuático de la mitología griega que tenía tres, siete, cien o hasta diez mil cabezas, según la fuente, Heracles fue cortando cada una de estas mientras Yolao iba cauterizando los muñones con una tela ardiente, para que de estos no brotaran otras dos. Un trabajo digno de héroes. Aunque yo siempre me he preguntado ¿porqué no la atacaron directamente al corazón? Si el cuerpo caía, supongo que todo el animal también. En todo caso, creo que la tarea de las muchas indignaciones que pululan por el mundo es justo esa, acabar con el monstruo de las múltiples cabezas.
Pero sin una batería, sin un arsenal de propuestas radicales viables, pensadas, discutidas y consensuadas de manera pública, entre todos los interesados, todos estos movimientos sociales y rebeliones seguirán sirviendo para lo mismo que nos sirven los sistemas electorales, es decir, para muy poco. Cuando denostamos la pasividad de quien reduce su participación política a acudir cada determinado tiempo a las urnas, no debería ser porque este no está dispuesto a marchar, pintar mantas y gritar consignas; sino porque esa persona no está dispuesta a invertir parte de su tiempo en acordar con sus iguales las medidas necesarias para hacer de este mundo un lugar mejor. Lamentablemente muchos de quienes marchamos, pintamos mantas y gritamos, no estamos dispuestos a hacerlo tampoco.
Cuando los anarquistas del siglo XIX y principios del siglo XX, hicieron una crítica radical de la representación política, señalando la inexcusable vulneración de nuestras libertades por parte del Estado y el Capital, plantearon también que todos y cada uno de nosotros éramos capaces de hacernos cargo de nosotros mismos, y de trabajar en conjunto para tomar las decisiones que nos concernían como comunidad. Hoy muchas de las revueltas se inspiran, sépanlo o no, en su pensamiento. Les hemos hecho algún honor retomando sus críticas, pero más se los haríamos si retomáramos también algunas de sus propuestas.
Referencias:
- Nadal, Alejandro. (2013) «¿Fracasó el modelo neoliberal-asistencialista en Brasil?», en La Jornada, México.
- «Hidra de Lerna», en Wikipedia en español.