El día de la indignación

Texto de Valentina Valle
Fotografías de Ehécatl, Heriberto Paredes, Lucero Mendizábal, Karla H. Mares, Amaranta Marentes, Jorge Linares, Valentina Valle, Elis Monroy, Regina López, Ana Anaya y Karlitos Espataperro

 

No más, no más mentiras, ya no más
Queremos la justicia queremos la verdad
Si quieres si puedes si no ya lo verás
Si vivos los llevaron los deben regresar

 Contingente fandanguero, 26 de septiembre de 2015, Ciudad de México

 

A un año de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, sus padres y madres siguen cumpliendo con la promesa que hicieron a sus hijos «hasta las últimas consecuencias». Por 12 meses, cada día 26, han estado pisando las calles del Distrito Federal, con sol y lluvia, a veces acompañados por muchxs, a veces más solos, pero siempre firmes, sin callar, sin claudicar, sin dudar. La marcha del sábado, en la que se conmemoro aquella «noche de Iguala» fue un inmenso grito de una nación que pide, exige, verdad y justicia.

Fotografía: Heriberto Paredes

Fotografía: Heriberto Paredes

«Aquí estamos, los 43 padres de familia con el dolor de un año, con el dolor de no saber nada de nuestros hijos, con el dolor de no saber qué está pasando con ellos. Pero aquí estamos. Y vean bien las caritas de los padres y madres de familia, que no nos estamos dando por vencidos, que estamos siguiendo, luchando, para encontrar a estos 43 alumnos. Siendo las doce y media del día arranca la marcha por el año de no encontrar a nuestros hijos. Aquí estamos señores, levantando la voz. ¡Ayotzi vive! ¡La lucha sigue!»

Fotografía: Heriberto Paredes

Fotografía: Heriberto Paredes

Con estas palabras de don Mario González, los padres y madres de los 43 dieron por enésima vez el ejemplo. Y el pueblo los siguió, literalmente, por diez kilómetros y seis horas. Desde las 11 de la mañana hasta las 6 de la tarde la gente no dejó de llegar y sumarse a esta gigantesca marcha por la reivindicación de la vida y de la verdad. Jóvenes, viejxs, estudiantes, familias, integrantes del Congreso Nacional Indígena, anarquistas, jaranerxs, feministas, sindicatos, artistas, grafiterxs, campesinxs, periodistas, empleadxs. Hubo de todo, y este todo diferente y especial marchó junto, gritando su rabia, cantando su cansancio, pintando su hartazgo.

No fue una marcha para el rescate de los 43, fue una marcha para el rescate de México. En cada manta, letrero, folleto estaba la condena a la ineptitud de las instituciones, de la corrupción de la clase política, de la podredumbre del sistema de seguridad. Quienes salieron a las calles este 26 de septiembre pidieron todo lo que un pueblo digno merece: el regreso de los desaparecidos –no sólo los normalistas sino todxs lxs desaparecidxs del país–, la verdad sobre los acontecimientos violentos ocurridos en los últimos años y nunca aclarados, el inmediato cese del despojo de las tierras y de los bienes naturales concesionados a empresas transnacionales, la liberación de los presos políticos, la cancelación de las reformas estructurales, la renuncia de un presidente considerado indigno para guiar a la nación.

Enrique Peña Nieto, el presidente «que siempre que pasa un acto como éste sale huyendo a otros países», fue condenado como el gran ausente, no del día de la marcha, sino de su propio gobierno, no sólo incapaz de exigir la verdad sino cómplice de la mentira.

«El pueblo de México le demanda. Cuando tomó la protesta dijo que si no cumplía, el pueblo se lo demandaría y se lo estamos demandando: tiene que salir de la residencia de Los Pinos. Recibió en sus manos más de 300.000 firmas de repudio a su gobierno, por eso no podemos descansar hasta lograr que éste se cambie y que el pueblo tome verdaderamente el poder. Sabemos que el artículo 39 nos faculta para decidir quien nos puede gobernar, porque el poder emana del pueblo y el pueblo debe de tomar el poder en sus manos.»

Se dice que «la historia se repite», y a veces es muy cierto. A casi cuarenta años de la Guerra Sucia, la «amenaza» viene otra vez de Guerrero. Hoy fue evidente que el «quisieron enterrarnos pero no sabían que éramos semilla» no es sólo una consigna. Los padres y madres lo repitieron en el cierre, frente a un Zócalo de paraguas multicolor que recordaba el plantón magisterial en 2013, otro fantasma del gobierno de Peña Nieto.

«Desde este micrófono condenamos los actos violentos en nuestro estado de Guerrero, día con día la policía federal, la estatal y el ejército mexicano no permite que los padres de familia y los alumnos de Ayotzinapa hagamos nuestras actividades. Y por eso condenamos a este gobierno maldito, asesino y corrupto. No podemos descansar compañeras y compañeros, ese es el momento preciso para cambiar el rumbo de nuestro país, para cambiar la historia que nos ha encadenado al gran capital y que nos ha condenado a la miseria y la complicidad de este presidentillo que ha dejado de ser el presidente de los mexicanos.»

Fotografía: Ehécatl

Fotografía: Ehécatl

Por Regina López

La convocatoria para asistir a la asamblea-convención popular que tendrá lugar en Ayotzinapa el próximo 16, 17 y 18 de octubre para «ir formando el poder que va a derrocar a este sistema podrido» resonó como desafío a conclusión de esta jornada de movilización intensa, eufórica, valiente, en algún momento conmovedora. Los responsables de la actual situación del país no son espectros vacíos, tienen nombres y apellidos, y las calles capitalinas, en este 26 de septiembre, los gritaron. Los padres y madres de Ayotzinapa ahora piden que no se olviden, para que, como dijo don Felipe, «no se nos olvide que la victoria es nuestra”.

Por Ana Anaya

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