«Ayunamos por nuestros hijos»

Fotografías de José Luis Santillán y Heriberto Paredes

 

Porque quien está arriba a costa de quienes abajo somos lo que somos, miente como forma de hacer política y adorna la muerte, la desaparición forzada, el encarcelamiento, la persecución y el asesinato con el escándalo de su corrupción.

Por eso, y más, nuestros dolores y rabias buscan la verdad y la justicia.
Tarde o temprano aprendemos que no se encuentran en ningún lado, que no hay libro, ni discurso, ni sistema jurídico, ni institución, ni promesa, ni tiempo, ni lugar para ellas.
Que hay que construirlas aprendemos.

Porque llegará el tiempo en que paguen quienes nos deben todo.
Pagará quien persiguió, pagará quien encarceló, pagará quien golpeó y torturó.  Pagará quien impuso la desesperación de la desaparición forzada.  Pagará quien asesinó.
Porque el sistema que creó, alimentó, cobijó y protegió el crimen que se viste de mal gobierno, será destruido.  No maquillado, no reformado, no modernizado.  Demolido, destruido, acabado, sepultado será.
Por eso en este tiempo nuestro mensaje no es de consuelo ni de resignación para quienes se duelen por una o muchas ausencias.

Por el dolor, por la rabia, por la verdad, por la justicia. Subcomandante Insurgente Moisés y Subcomandante Insurgente Galeano.

 

Surgida como una propuesta de la Asamblea Nacional Popular (ANP), la idea de ayunar durante 43 horas fue bien recibida por los padres y las madres de los normalistas desaparecidos. La platicaron, la consultaron, vieron las consecuencias de una acción de estas características y decidieron llevarla acabo en la víspera de este 26 de septiembre de 2015, justo un año después de que los terribles sucesos de Iguala ocurrieran.

De inmediato, tal y como ha sido con otras iniciativas surgidas de este colectivo de hermanxs, padres y madres unidos tras la desaparición de sus hijos, organizaciones sociales, colectivos de varias partes del país, comunidades eclesiales, pueblos indígenas, redes, familias, estudiantes, y todo quien quisiera sumarse, pusieron manos a la obra para hacer posible un ayuno de 43 horas en el Zócalo de la Ciudad de México.

Tras la presentación del informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en donde se refuta la «verdad histórica» de la versión impuesta por la Procuraduría General de la República (PGR) como explicación de los hechos de Iguala y se dan elementos para establecer nuevas líneas de investigación y elementos suficientes para asegurar la complicidad del ejército, los familiares de los normalistas exigieron públicamente que se aceptara este informe como parte oficial de las investigaciones y se tomaran en cuenta sus recomendaciones para retomar las búsquedas necesarias. También se le exigió a Enrique Peña Nieto una reunión en donde se abordaran una serie de puntos fundamentales para poder continuar las labores en esta lucha por la presentación con vida de los estudiantes desaparecidos.

Margarito Guerrero, Mario González y Bernardo Campos. Fotografía: Heriberto Paredes

Margarito Guerrero, Mario González y Bernardo Campos. Fotografía: Heriberto Paredes

Previo a esta reunión, el anuncio emitido por la procuradora, Arely Gómez, de la supuesta identificación de los restos de otro normalista, Jhosivani Guerrero de la Cruz, y la confirmación de la identidad de los restos en el caso de Alexander Mora Venancio, tensó el ambiente y molestó a las madres y padres, quienes desestimaron estos resultados, ya que no se tomaron en cuenta ni las recomendaciones ni el informe del GIEI.

En medio de la polémica desatada por este informe, el presidente aceptó reunirse con los familiares y se fijó el día 24 de septiembre como fecha para este encuentro. Anteriormente una reunión similar ya había tenido lugar, sin embargo, los resultados no fueron positivos: los funcionarios, presidente, secretario de gobierno y procurador no atinaron sino a hablar de generalidades sin aterrizar en acciones concretas. En aquella ocasión una larga espera y unos míseros sandwiches fueron el sello del trato que el Estado destinó a los que buscan a sus hijos desaparecidos. La reunión del 24 de septiembre no cambió mucho, mejor dicho, empeoró. Los familiares expusieron sus 8 exigencias y como respuesta, Peña Nieto afirmó estar «del lado de las familias», pero no se comprometió a nada concreto, salvo tal vez la creación de una fiscalía especializada, la cual resulta ser una de las respuestas clásicas de los gobiernos priístas. Finalmente, para molestia y enojo de las familias, intentó legitimar la versión que dio a conocer el entonces procurador, Jesús Murillo Karam: los estudiantes fueron cremados en el basurero de Cocula.

Fotografía: José Luis Santillán

Fotografía: José Luis Santillán

En esta ocasión no hubo refrigerio o atención alguna, por el contrario, la seguridad del lugar trató mal a las madres y padres. El desprecio y la mentira rigen las respuestas del Estado mexicano, así ha sido siempre y así seguirá siendo.

Acompañados de cientos de personas, las familias de los normalistas, en conferencia de prensa, mostraron la rabia provocada por la actitud del gobierno mexicano y la nula atención a sus exigencias. Sin embargo, la sentencia de una de las madres muestra con claridad el camino a seguir: «Es momento de levantar la voz en las calles».

Durante las 43 horas de ayuno, el ambiente en el campamento instalado era de mucha efervescencia, durante el día hubo un programa cultural bastante interesante repartido entre danza y música; al final de la carpa en donde madres y padres realizaban su ayuno se encontraba la carpa en donde 8 compañeros de La Sexta y del Congreso Nacional Indígena (CNI) se sumaron solidariamente a esta acción. Había, además una pequeña carpa en donde se realizaron pancartas y demás letreros de apoyo, una carpa que funcionó como comedor y en la cual entraban y salían voluntarios de diferentes universidades del país y de movimientos sociales con ollas de comida para atender a quienes realizaron guardias y trabajos de logística. Una carpa más llevaba el letrero de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y finalmente una carpa en donde una amplia convergencia de medios libres sostuvo sin descanso una transmisión radial para reportear lo que acontecía hora con hora en este acto tan representativo.

Franqueados por la Catedral Metropolitana y Palacio Nacional, protegidos por vallas, las familias de los 43 estudiantes desaparecidos realizaron esta acción de protesta para tratar de conjuntar nuevamente al pueblo mexicano, para insistir en la necesidad de mantener la lucha por la presentación con vida de sus hijos y sobre todo para alimentar la esperanza que de la unidad se fortalece, una esperanza que este nuevo 26 de septiembre es el combustible que hará salir a las calles a cientos de miles de personas en diferentes geografías mexicanas y de otros países.

Don Bernardo Campos, padre de José Ángel Campos. Fotografía: Heriberto Paredes

Don Bernardo Campos, padre de José Ángel Campos. Fotografía: Heriberto Paredes

En las últimas horas del día 24 de septiembre se dio a conocer un nuevo comunicado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el cual, tras una muy emotiva y combativa exposición de razones, anuncia su salida para manifestarse –como dice el comunicado–: «por el dolor, por la rabia, por la verdad, por la justicia». Además, llaman a «todas las personas honestas y cabales del planeta» a manifestarse de igual forma, según su modo y sus lugares de residencia. Con estas palabras de aliento y lucha, el movimiento zapatista respalda públicamente, no sólo la lucha de las madres y los padres de los normalistas, también se hace un llamado concreto a construir las formas de justicia adecuadas y legítimas y a cobrar la cuenta de tantos asesinatos y desapariciones, la cuenta de tanta miseria y explotación.

Este es el preámbulo de una movilización que puede significar un punto de quiebre, un parteaguas en la lucha social. El golpe de la desaparición forzada de los 43 normalistas, el asesinato de 3 de ellos (Julio César Mondragón Fontes, Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava) y el estado crítico de salud de otros dos (Aldo Gutiérrez Solano y Edgar Andrés Vargas) ha sido nodal, ha cimbrado las entrañas del país y ha cobrado un vuelco a nivel internacional como ningún otro caso. Pero también ha permitido no olvidar y no dejar de luchar por la justicia en otras masacres ocurridas en un periodo muy corto de tiempo. Tal vez, esta primera conmemoración también se convierta en una ruptura con el olvido y la indiferencia, y la lucha se fortalezca en las calles.