Don Nepo,
Hoy me atrevo a escribirle públicamente, no por pretensión sino por necesidad de compartir algunas palabras con usted y con más personas, entre ellas, la gente con la que trabajo, mis compañeros y compañeras y otros que también lo conocieron. A lo mejor alguien se anima a leer esto, a lo mejor no. Lo que realmente importa es que usted, donde quiera que esté –entre cocteles de camarón y chistes subidos de tono- se entere de lo que le quiero contar. Tal vez le comparta esto a su hijo, al que por fin alcanzó luego de tanto peregrinar por el país sin respuestas.
Hace exactamente dos años nos conocimos en aquella larga caminata que partió de Cuernavaca y que buscaba llevar su dolor hasta el centro del país, el Zócalo capitalino. Ese día, muchos salimos a registrar con las cámaras y las grabadoras, pero también con el alma al filo, el dolor de quienes habían sido ignorados en medio de la guerra que había desatado el gobierno federal.
Ese día, mientras cruzábamos la Ciudad de México, una compañera de nuestra agencia me contó que había conocido a alguien, un señor de Sonora que venía caminando, solo pero no solo, con el expediente del caso de su hijo desaparecido: era usted Don Nepo, cargaba ese expediente y sus peligrosas respuestas con la misma dignidad con la que siempre cargó el cartel con las fotos de su hijo Jorge Mario.
Y su eterna sonrisa iba en su rostro, ni el sol, ni la lluvia, ni las burlas de la clase política, ni la muerte pudo con esa sonrisa. Siga con ella, alégrenos en esta noche terrible que aún padecemos.
Gracias a esta compañera de trabajo pude conocerlo. Me intrigó mucho su historia y me acerqué a buscarlo hasta que lo encontré en el contingente principal, discreto, tal y como lo recuerdo, firme y digno.
Desde que unos cobardes osaron asesinarlo en la ciudad en la que vivía, tal y como lo hacen quienes no tienen honor. Quienes lo hicieron se atrevieron por temor a que usted dijera -frente a quien fuera necesario decir- que los asesinos de su hijo estaban del lado de quienes se supone son las autoridades que se encargan de protegernos. Entonces usted se convirtió en luz y guía de muchas reflexiones, se le extraña y se le quiere a montones. Nos hace falta.
En los 15 años que llevo de militancia-aprendizaje he tenido la fortuna de encontrarme con gente que se convierte en referencia constante. El caminar de usted, Don Nepo, siempre me enseñó y me animó a caminar en medio de varias dificultades, o a intentarlo por lo menos. Le agradezco infinitamente sus palabras, el poema de Brecht que me regaló y que cargo en la cartera desde entonces, le agradezco sus chistes en las noches de aquella caravana en donde coincidimos. Extraño su apretón de manos y su confianza al contarme cosas que seguro le dolían sin tregua.
Afortunadamente no vio el regreso público del PRI, la descomposición de este dolido país, con mucha decepción le cuento que hasta ahora no se ha logrado nada concreto: ni castigo a los responsables de tantos asesinatos, ni el paradero de los desaparecidos, ni nada. Puras migajas hemos recibido, puros desdenes, decepciones. Gracias doy de que usted no haya visto el inicio de año con la imagen del “poeta” Javier Sicilia estrechando la mano de Enrique Peña Nieto en lugar de haberse presentado en San Cristóbal de las Casas donde fue invitado para dar su palabra en el coloquio que desde hace algunos años reúne a críticos del sistema capitalista. Ni un gesto. Nada.
Por fortuna, con gusto puedo decirle también que hay gente honesta y clara que no bajará la guardia, a muchos ya los conoce pero a otros no porque fue su asesinato lo que los motivó a organizarse. A dos años de aquella caminata el país es otro, aún no el mejor que soñamos en las madrugadas de la Caravana al Sur, pero tiene mucha rebeldía y mucha digna rabia. Venceremos Don Nepo, dicen los compas mapuches y este grito se ha replicado: mil veces venceremos. Su asesinato y el de su hijo no quedarán impunes, ni el de nadie. Lo recuerdo en aquella caravana, al lado de Don Melchor y Don Roberto, durmiendo cercanos como si se conocieran de toda la vida, al fin de cuentas sus dolores durarán mucho más que eso.
Don Nepo, tenía razón hasta en sus chistes, como aquel que me contó en una pequeña entrevista que le hice en Jalapa, cuando sin mayor tapujo declaró que su única demanda era “no más tortas”. Nos reímos y nos seguimos riendo; pero ahora nos hace pensar en lo que hay detrás, en una de las consignas más respetables de la falsa “primavera mexicana”: no vine por mis tortas, vine por mis huevos. Usted seguramente, con la consigna fundamental de encontrar a su hijo y de obtener justicia, usted hubiera marchado y recorrido el país de punta a punta para compartir su sonrisa y su sencillez, justo en donde el dolor no para de fracturar familias, donde el despojo es ya un uso y una costumbre de todos los días. Eso es lo que hace falta, sencillez y voluntad de cambio, menos palabras y más compañerismo. Creo que a usted le hubiera gustado la poesía de Roque Dalton: “Poesía, perdóname por haberte ayudado a comprender que no estás hecha sólo de palabras”. Roque, el colmo de los poetas…
No se me enoje Don Nepo, eso es lo que hasta ahora puedo contarle. Desde este modesto esfuerzo periodístico que es la agencia me atrevo a escribirle y a contarle estas cosas que me dan rabia. Ese es el asunto, que entre más pasan los días, más se llena uno de agravios, de despojos, de humillaciones, entre más pasan los días el enojo puede canalizarse por donde no hay salida, es decir, a través de la violencia. De eso se trata, de saber cómo utilizar esta furia en la construcción de un mundo donde los demás mundos sean respetados. Eso nos lo han enseñado los y las compañeras zapatistas.
Hace poco caminaba por lo que fue nombrado como “Estela de paz” pero que para el Estado sigue siendo “Estela de luz”, debajo, estaba la placa que recuerda su asesinato Don Nepo. Un gran coraje me obligó a detenerme largo rato, el mismo coraje me hizo llorar de rabia, ahí sentado junto a su placa, mientras unos turistas tomaban fotos. Pero fue el mismo coraje lo que me hizo escribirle lo que ahora me motiva a seguir sin descanso. No pararemos, seguiremos aquí con los esfuerzos de podamos aportar, estaremos al pie del cañón para que un asesinato como el suyo no se vuelva a repetir y que los vacíos que ahora duelen, poco a poco, encuentren el alivio que necesitan.
Gracias Don Nepo por ayudarnos a convertir este encabronamiento en aprendizaje y por ayudarnos a volver este ceño fruncido en una sonrisa combativa. Gracias por todo…
Nos debemos ese coctel de camarones que nos prometió, así que cuídese de que lleguemos a ir a donde está ahora con su hijo, porque si es el caso, le haremos mucha fiesta y le daremos mucha lata.