Mapa sonoro «Ruta por la dignidad: voces desde adentro»

Como último trabajo acerca de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, hemos decidido publicar este mapa interactivo con materiales inéditos. Sería imposible resumir la diversidad de las violencias denunciadas, el dolor indecible, así como la creatividad y la fuerza desplegada en el trayecto. Por ello, presentamos sólo una pequeña muestra de las diversas expresiones. Los materiales se clasificaron en 4 secciones: “Las voces de los pueblos indios”, “Norte ultrajado”, “Víctimas somos todos”, “Música, poesía y consignas contra el miedo”.

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Cientos de personas abordo de 12 autobuses y varios vehículos particulares que salieron de Morelos y la Ciudad de México el 4 de junio, decenas que se fueron sumando, y cientos más que participaron en los actos convocados en cada punto del recorrido a lo largo de los casi tres mil kilómetros de camino, hicieron posible la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, que arribó a Ciudad Juárez el 9 de junio.

La constante en Morelia, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Torreón, Saltillo, Monterrey, Chihuahua, Ciudad Juárez, fue una: el horror, a primera voz de quienes lo están padeciendo día y noche. Los relatos de las víctimas van nombrando a los muertos, narrando el desgarramiento de sus comunidades, la indolencia y los abusos de las autoridades, la depredación de la naturaleza en beneficio del capital financiero transnacional, el terror a manos de los cuerpos de “seguridad” del Estado. Palabra a palabra cientos de testimonios van esbozando el aterrador cuadro de la violencia atroz que está carcomiendo las entrañas de este país.

En el trayecto a Juárez van sumando dolores, y a cada paso van creciendo las demandas y consignas. La tristeza acumulada se convierte en rabia y las lágrimas pronto se vuelven solidaridad. «Caravana del Consuelo», pues cada parada del recorrido significa una catarsis colectiva. Su paso alienta a la denuncia pública, la gente necesita desahogarse de la impunidad vivida en soledad. Compartir el dolor se vuelve una manera de sobrepasar la impotencia, de sobreponerse al miedo.

Todas las voces encuentran cabida, porque todos de una u otra manera somos víctimas de la violencia multiforme que se vive en el país: los pueblos indígenas y su férrea resistencia; las experiencias autónomas que han sido víctimas de la negligencia o la violencia directa del Estado; los pueblos que denuncian la invasión y la destrucción de la naturaleza; los que se han organizado para hacerse cargo de su seguridad ante la inoperancia del gobierno, el pueblo wixárika, Atenco, el pueblo rarámuri, Santa María Óstula, Copala, Cherán, policía comunitaria, y —claro está— las miles de víctimas directas de la guerra contra el narcotráfico, mismas que han comenzado a hacer política para hacer justicia, y que, sin duda, iniciaron y son el fundamento ético del movimiento.