Texto y fotografías por Viviana MK
Pareciera que las instancias de justicia son las que dictan qué cuerpos la merecen y en cuales es permisible que recaiga la violencia. En el Estado de México y Guerrero, así como en otros estados de la República, aparecen cuerpos inertes de mujeres, pero «hay cosas más importantes que atender», dice Eruviel Ávila para evadir la alerta de género que se le demanda. Lxs [1] cuerpos de lxs pobres pueden morir de hambre en las calles, de enfermedad y no importa demasiado. Da igual si los cuerpos indígenas paren en los patios de los hospitales, si beben agua contaminada o si enferman por la radioactividad de la explotación mineral. A lxs putos, las maricas, las lenchas, las putas, las quimeras [2], trans e inter, pueden matarlxs, humillarlxs, violarlxs y tampoco importan mucho.
Muestra de ello es la poca o nula respuesta por parte de las autoridades correspondientes hacia los crímenes cometidos contra las personas de la disidencia sexual y genérica, tales como el asesinato de Edgar Sosa, defensor de los derechos sexuales y reproductivos, Agnes Torres, activista trans por los derechos humanos, Yakiri Rubio, mujer criminalizada por su derecho a defenderse, entre muchos otros casos. Activistas, colectivas y organizaciones, entre ellos el Contingente por el Acceso a la Justicia, consideran que no es momento de esperar y decidieron aprovechar el espacio de la XXXVI Marcha del Orgullo LGBTTTI [3] para salir a las calles a exigir justicia. Aquí puede leerse el comunicado que repartieron al inicio de la marcha en donde manifiestan su postura horizontal y apartidista, el llamado a hermanar luchas en pos de una transformación social desde raíz y su indignación ante la impunidad.
El contingente estaba integrado por diversas colectivas y asociaciones civiles tales como Acciones Voluntarias sobre Educación (AVE de México), Salud Integral para la Mujer (SIPAM), Programa Interdisciplinario de Investigación Acción Feminista (PIIAF), Hombres XX, Colectiva de Gafas Violetas, Bloque Rosa, Maricas Antiespecistas, Colectivo Anarcoqueer, Colectivo Poliamor y Puta Colectiva, así como también activistas independientes.
Para unificar el Contingente por el Acceso a la Justicia, lxs integrantes decidieron vestir de negro más un color a libre elección que los distinguiera o representara como colectivo. Hubo quienes decidieron marchar encapuchados como un símbolo de unión, manada y horizontalidad: Edgar Sosa, Agnes Torres y Yakiri Rubio somos todxs.
La XXXVI Marcha del Orgullo y la Rabia
La marcha «del Orgullo y la Rabia», como decidieron llamarla, se desarrolló en un contexto en el que el carácter original de protesta se había empezado a perder; el comité organizador cobraba cuotas a las organizaciones por el derecho a marchar y esta se tornó más bien en un desfile comercial en el que empresarios publicitaban sus productos (bares y hoteles), un anuncio rodante que vende a la comunidad LGBTTTI la fantasía de inclusión, un holograma antidiscriminatorio. Por ello, el Contingente por el Acceso a la Justicia y muchas otras organizaciones y activistas, tomaron las calles para apelar a la memoria histórica que tanto lxs ha relegado y para manifestar su repudio ante la Comisión de la Familia y Desarrollo Humano frente al Senado, pues al parecer, así como hay vidas que no importan, hay familias que no valen.
La marcha transitó de manera pacífica, en ella se escuchaban consignas como «anarquía sexual, anal y vaginal», «placer anal contra el capital», pues dicen lxs manifestantes, es una crítica al control capitalista de las sexualidades que determina qué uniones le son útiles para la producción masiva de cuerpos. También se escuchaba «sin no hay libertad sexual, no hay libertad política», pues declaran que sin autonomía y libertad de elegir sobre el propio cuerpo (como el derecho al aborto legal y gratuito), difícilmente se podrá tener libertad y consciencia de defender ámbitos que escapan nuestros límites corpóreos, tales como los recursos naturales y los alimentos.
Estigmatización de la protesta
Sin embargo, como todo acto de disidencia política, no fue inmune a los intentos de criminalización por parte de los medios de comunicación. Esta vez, la revista Proceso tomó parte en ese intento, pues pocos días después de la marcha, lanzó un artículo que tituló «Anarquistas llevan su orgullo a marcha gay y vandalizan Hemiciclo a Juárez».
Lxs integrantes de la colectiva Bloque Rosa ejercieron su derecho de réplica —ya que fueron mencionadas en el mismo— y escribieron una carta a dicha revista en donde reiteraron que la protesta no es un crimen, considerando además que el lenguaje del que se valió su autora para redactar el artículo no solamente fue tendencioso, sino también irresponsable, pues se refierió a Yakiri Rubio como una mujer «procesada por asesinar a su agresor sexual», y no como «una mujer criminalizada por defenderse de una tentativa de feminicidio». Dicha réplica se publicó en el medio independiente Más de 131.
Ante esta situación, la reportera Sara Pantoja solicitó una entrevista con el Bloque Rosa, deslindándose del encabezado del artículo, ya que este fue redactado —según señaló— por quienes estaban a cargo de la edición. En la entrevista —cuenta el Bloque Rosa— se les preguntó cuál era el objetivo de su participación en la marcha, cuáles eran sus maneras de luchar y en qué ámbitos, y si estaban a favor del uso de la violencia en la manifestación social. El Bloque Rosa respondió a todas sus preguntas, afirmó respetar las diferentes formas de accionar, pero sobre todo, hizo énfasis en que la lucha que ellxs llevan a cabo es radical y desde el afecto.
No obstante, a pesar de la esclarecedora entrevista, Proceso lanzó otro artículo en donde se vuelve a vislumbrar el estigma a la lucha social, puesto que lejos de centrarse en dar a conocer los objetivos, propuestas de transformación social y las diferentes esferas en las que operan una vez más, se toma a la violencia como eje temático de la discusión.
Preguntamos a Bloque Rosa si hay algo que quisieran mencionar, si tenían la necesidad de aclarar el asunto, a lo cual respondieron:
Es evidente que no podemos confiar ni en las instituciones, ni en los medios, pero nos resistimos cerrar el corazón y programar la mente, a ser seres sin vida. Nos interesa muy poco desmentir o limpiar nuestro nombre, pues en primer lugar, no hay nada «sucio» en protestar por lxs derechos de todxs, y en segundo lugar, no somos lxs únicos en pie de lucha, que hacemos política afectiva desde diversos ámbitos, como culturales, artísticos y educativos, lo cual es una fortuna. Nosotrxs buscamos crear redes, construir alianzas y hermanarnos de corazón con todxs aquellxs a quienes no les basta el mundo tal y como es. Bloque Rosa no es un colectivo en sí, sino un bloque de colectivos unidos, y sólo nos queda desear y hacer posible que en cada rincón del planeta, en toda cama, en todo plato y en toda mente haya una revolución.
Notas al pie
[1] El uso de la “x” es una estrategia lingüística para desprogramar textualmente el binario genérico y una manera de representar a otras identidades.
[2] Apropiarse del insulto es una estrategia política para desarticular la agresión, enunciarse desde la marginación y subvertir las cargas semánticas negativas de las palabras.
[3] Lésbico Gay Bisexual Travesti Transgénero Transexual e Intersexual, aunque no son las únicas identidades y no todxs se sienten representadxs en ellas.